Los jóvenes preguntan...
¿Por qué algunos no quieren aprender?
JOAN siempre había sacado sus cursos con buenas notas. Estaba interesada en aprender, y participaba activamente en las clases. Pero cuando su familia se mudó a otro lugar, ella hizo nuevas amistades, las cuales no se preocupaban tanto por la lectura y las tareas escolares.
“Les enorgullecía el hecho de que podían ir tirando en los estudios sin nunca tener que tocar un libro —cuenta Joan—. Se reían de los que estudiaban y obtenían buenas notas.” Debido a que sentía la presión de amoldarse a ellos, Joan permitió que sus estudios se resintieran. “No quería que pensaran que estaba tratando de ser mejor que ellos —admite—. Por aquel entonces, sabía en mi interior que lo único que estaba haciendo era perjudicarme a mí misma, pero tenía demasiado miedo de perder su amistad.”
Este incidente, relatado por la revista ’Teen de agosto de 1983, no es ni mucho menos singular. Una joven europea llamada Ana Paula recuerda que a ella también la desanimaron de aprender, aunque no de un modo tan sutil. Dice: “A veces, los que no quieren aprender se confabulan contra el que contesta las preguntas del profesor en clase y lo amenazan o incluso lo golpean por hacer lo correcto”. La hostilidad, sin embargo, no se dirige únicamente a los estudiantes. Ana Paula continúa diciendo: “Una vez una chica le dio un puñetazo a la maestra delante de toda la clase”.
Escuelas en las que aprender es todo un desafío
En la revista Today’s Education, Kenneth A. Erickson se lamenta de la alarmante cantidad de “estudiantes que se niegan a hacer tareas, emplean habla obscena u ofensiva, amenazan a sus compañeros, provocan falsas alarmas de incendio, llevan armas ocultas, telefonean para dar avisos de bomba y agreden tanto a condiscípulos como a profesores”. Erickson concluye: “El estudiante alborotador niega a la mayoría su derecho a un ambiente educativo que estimule el aprendizaje [...]. La eficacia educacional de las escuelas de hoy está siendo saboteada”.
De manera semejante, Vance Packard informa: “El cambio más significativo que ha ocurrido durante las pasadas dos décadas en nuestras escuelas públicas, especialmente en las escuelas urbanas, es un aumento general de los alborotos. Muchos profesores informan que la violencia, la desobediencia masiva y el oponer resistencia en las clases son un problema [...]. Además del vandalismo, en muchas escuelas grandes los estudiantes venden droga a sus compañeros de clase”. Muchos creen que las drogas ilegales, como la marihuana, contribuyen decisivamente a la apatía estudiantil.
En cambio, a ti quizás te interese aprovechar al máximo tu estancia en la escuela; pero puede que te encuentres rodeado de compañeros que se ríen de tus buenas notas y hacen todo lo que pueden para interrumpir las clases. “¿Por qué no quieren aprender?”, te preguntas. Sí, ¿a qué se debe esa indiferencia, incluso hostilidad, hacia el aprendizaje? ¿Hay algo que tú puedas hacer?
Los motivos tras el caos en las aulas
El que los adolescentes se rebelen contra el sistema escolar no es sino una manifestación más del espíritu, o actitud mental, que satura el mundo. (Efesios 2:2.) Impera en él una total falta de respeto hacia cualquier forma de autoridad. Durante los primeros años de la adolescencia, los jóvenes son particularmente vulnerables a este espíritu rebelde. El pedagogo James Marshall dice que “este período llega a ser un punto álgido de hostilidad”. Ya que la escuela tiende a impedir la realización de su creciente deseo de independencia, algunos jóvenes se sienten “privados del control sobre sus propias vidas, y contraatacan. No es de extrañar que este grupo cometa la proporción más alta de delitos escolares, como el vandalismo”. (The Devil in the Classroom [El Diablo en las aulas].)
Un experimentado consejero de escuelas públicas de la ciudad de Nueva York dijo a ¡Despertad!: “Entre las edades de once y trece años, muchos jóvenes simplemente parece que se vuelven locos. Pueden actuar y reaccionar de manera muy irracional, pues todavía están aprendiendo a controlar los pensamientos y sentimientos generados por el rápido desarrollo de su cuerpo”.
Entonces, ¿por qué no disciplinan las escuelas a los alumnos rebeldes? Eso suele ser más fácil de decir que de hacer. Por ejemplo: en Estados Unidos los tribunales cada vez son más reacios a apoyar lo que pueda considerarse una violación de los “derechos” de los estudiantes. Por lo tanto, las escuelas que administran disciplina se exponen a sufrir las consecuencias. Como resultado, no siempre se puede controlar el caos en las aulas.
Corrientes sociales actuales
El menguante interés en el aprendizaje es también producto de la cambiante ‘escena del mundo’. (1 Corintios 7:31.) Debido a los crecientes índices de divorcios y nacimientos ilegítimos, enormes cantidades de jóvenes son criados en hogares con un solo padre. Además, cada vez son más las madres que trabajan fuera de casa. ¿En qué resultan estas corrientes mundiales? Según muchos expertos, en el desmoronamiento de la vida familiar y de la disciplina en el hogar.
Como dijo a ¡Despertad! otro consejero escolar, “cada vez hay más matriarcados [familias gobernadas por las madres], y los niños están viendo y sufriendo un aumento de violencia en el hogar. Es solo lógico que estas cosas repercutan en las aulas”. Los autores del libro To Save Our Schools, To Save Our Children (Para salvar a nuestras escuelas, para salvar a nuestros hijos) dicen: “Se pide a las escuelas que impongan autoridad y disciplina en niños que las desconocen”. Por lo tanto, es comprensible que muchos de tus compañeros de clase se rebelen ante la idea de sentarse tranquilamente y escuchar durante toda la clase.
Por otra parte, la aparente indiferencia de tus compañeros de clase quizás se deba sencillamente a que están demasiado cansados para estudiar. Un artículo de la publicación Educational Leadership habla acerca del “enorme aumento en la cantidad de adolescentes que tienen trabajos seglares [...]. No solo hay más adolescentes que trabajan, sino que ahora lo hacen por más horas”. Después, el artículo se refiere a un estudio que “descubrió que el trabajar reduce el rendimiento escolar y disminuye la participación del joven en la escuela”.
¿Por qué se agotan tantos adolescentes trabajando después de las horas de clase? Algunas veces puede deberse a necesidad económica. Sin embargo, el artículo continúa diciendo: “A muchos jóvenes les parece que tienen que adquirir tantas posesiones como sus compañeros, lo que les obliga a ponerse a trabajar”. Pero cuando esto resulta en suspensos, queda bien ilustrada la veracidad de las palabras de 1 Timoteo 6:10: “El amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales”.
Estudiantes aburridos, maestros aburridos
¿Podría suceder, no obstante, que los estudiantes estén aburridos porque sus maestros son aburridos? Un educador contesta: “El maestro ineficaz inmediatamente es castigado por los niños de la clase. Se inquietan y no prestan atención, son obstinadamente desobedientes y, a menudo, ruidosos e ingobernables”. Por otra parte, una encuesta llevada a cabo en Estados Unidos entre 160.000 adolescentes confirma que “un instructor que sabe captar el interés rara vez tiene problemas de disciplina”.
Cierto, no suele haber muchos profesores competentes y que sepan captar el interés. Pero, para ser justos, hay que reconocer que muchos de ellos tienen que trabajar en medio de las más difíciles circunstancias. Algunos se sienten frustrados por procedimientos burocráticos que interfieren en la enseñanza. “Simplemente hay demasiado papeleo”, se quejó un desalentado profesor de la ciudad de Nueva York a un corresponsal de ¡Despertad! Y aunque “el trabajador es digno de su salario”, a muchos profesores les parece que no se les está recompensando adecuadamente por sus servicios. (1 Timoteo 5:18.) Además, los profesores también son humanos. ¿Acaso no es una clase llena de bostezos —cuando no de amenazas— suficiente como para ahogar el entusiasmo de cualquiera?
En cualquier caso, hay varias razones por las que a muchos jóvenes les repele la escuela. Así que si tú realmente disfrutas aprendiendo, puede que otros te consideren como “un bicho raro”. Y puesto que “el hombre de capacidades de pensar es odiado”, tal vez te encares a hostilidad por parte de compañeros que saquen malas notas. (Proverbios 14:17.) Quizás se burlen de ti por estudiar o traten de impedir que te concentres en clase.
¿Qué deberías hacer? Es obvio que no puedes hacer mucho para cambiar su actitud hacia el aprendizaje. Y permitir que tus notas sufran solo para complacerles derrotaría la razón por la que estás en la escuela: ¡para aprender! Debes valorar esta oportunidad. ¿Cómo, entonces, puedes aprender cuando otros no quieren? Se considerará este tema en un próximo artículo.
[Comentario en la página 15]
“El cambio más significativo que ha ocurrido durante las pasadas dos décadas en nuestras escuelas públicas, especialmente en las escuelas urbanas, es un aumento general de los alborotos. Muchos profesores informan que la violencia, la desobediencia masiva y el oponer resistencia en las clases son un problema.” (“Our Endangered Children” [Nuestros hijos en peligro], de Vance Packard.)