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¡Despertad! 1989
g89 22/5 págs. 3-7

¿Es el perder peso una batalla perdida?

GANAR ESTA LUCHA NO ES TAN SENCILLO COMO CREE LA GENTE DELGADA

ESTA es una guerra que se pelea en muchos frentes distintos. El ayuno elimina rápidamente los kilosa no deseados, y las dietas a base de líquidos los disuelven con bastante rapidez. Los que practican el jogging se los quitan al trote, mientras que los que caminan los eliminan a un paso más lento. Los hay que cuentan las calorías y así controlan su ingestión de alimentos, pero también hay quienes recurren a medidas más drásticas. Se han cerrado mandíbulas con alambre para contrarrestar la poca fuerza de voluntad de algunos frente a la comida. Se han practicado operaciones para desviar ciertas zonas del sistema digestivo, para grapar estómagos y para succionar gotas de grasa de depósitos de grasa. Con todas estas posibilidades, la victoria tiene que ser inminente.

Pero, ¡no tan deprisa! Las células grasas, que en su día fueron vencidas, vuelven a la carga, y los kilos perdidos regresan, a menudo con refuerzos. La batalla se gana unas veces y se pierde otras, pues se consiguen victorias temporales que son seguidas por fracasos desalentadores. La lucha se prolonga, sobreviene entonces el desánimo y las personas que siguen una dieta se cansan y están a punto de rendirse. No deberían hacerlo. El camino es largo y penoso, pero a los que son firmes y perseveran les espera la victoria. Así que prepárese mentalmente y recuerde que cuanto más difícil sea la lucha, más grata resultará la victoria. Al comienzo de su batalla contra la grasa, también deberá determinarse a mantener un sentido de dignidad y de valía personal, pues puede que tenga que aguantar los desaires e insultos de una sociedad obsesionada con la delgadez.

Tendrá que resistir a anfitriones irreflexivos que quizás le insten a comer lo que no debe, y también deberá superar los prejuicios de críticos crueles que tal vez le tachen de glotón.b Los primeros intentarán derrotarle con amabilidad; los últimos le juzgarán de antemano por su apariencia exterior.

Debe pasar por alto las declaraciones simplistas de las personas no informadas, que dicen: “Si no comiese tanto, no tendría exceso de peso”. Hacen que parezca sencillo, pero es un asunto muy complicado. Si bien es cierto que si uno no ingiere más calorías de las que quema, no aumentará de peso, en muchos casos no se queman todas las calorías que se consumen. Por diversas razones, muchas de las calorías se almacenan en forma de grasa en las células grasas. Por lo tanto, si las personas que sufren de exceso de peso no cuentan con amigos que los apoyen y sean conscientes de la lucha que tienen —tal vez una tremenda lucha, por cierto—, puede que a veces tengan que librar una batalla solitaria.

Sin embargo, antes de meterse en las complejidades de la lucha, hay que sopesar la siguiente pregunta: ¿necesita usted perder peso? En algunos países estar delgado se ha convertido en una obsesión. Hay quienes pierden tanto peso, que quedan desnutridos o hasta llegan al extremo de la anorexia nerviosa o la bulimia. En lugar de solo tomar como base de juicio el peso, los científicos consideran que es mejor guiarse por el porcentaje de grasa que hay en el cuerpo. Llaman obesidad al exceso de peso cuando, en el caso del hombre, entre el 20 y el 25% de su peso corresponde a grasa, y en el caso de la mujer, cuando corresponde a grasa entre el 25 y el 30% de su peso.

No cabe duda de que los pesos concretos que se dan en las tablas que solo comparan la estatura y el peso no son acertados. Un investigador dice lo siguiente al respecto: “No obstante, lo que las tablas no le dicen es que dos personas que pesan lo mismo y que tienen la misma estatura pueden diferir mucho en el grado de obesidad y en su condición física general. El tejido magro y los músculos pesan más, por volumen, que la grasa, de modo que el peso por sí solo no es una manera muy buena de medir la salud y la condición física de una persona”. Las tablas que toman en consideración la edad, el sexo y la constitución física de la persona y que ofrecen una gama de pesos aceptables, como la que aparece en la página 7, son una guía más confiable, aunque todavía imperfecta.

Muchas personas suponen que las células grasas (llamadas adipocitos) son muy perezosas y que lo único que hacen en el cuerpo es ocupar espacio, demasiado espacio, por cierto. El tejido graso (llamado tejido adiposo) es más que solo un depósito de almacenamiento de triglicéridos (grasas). Si bien es cierto que aproximadamente el 95% del tejido adiposo está formado por grasa sin vida, el restante 5% está compuesto de elementos de sostén, sangre y vasos sanguíneos, y células vivas activas en el proceso metabólico del cuerpo. Estas células pueden ser muy ávidas a la hora de absorber de la sangre, que circula por la red de capilares del tejido adiposo, los nutrientes procedentes de la alimentación y convertirlos en grasa. Ciertas hormonas activan bien la síntesis de la grasa, bien su liberación en la sangre en forma de ácidos grasos para satisfacer la energía que el cuerpo necesita. Las células grasas no son perezosas, sino que, para la desesperación de algunos, trabajan horas extraordinarias.

Aunque en el pasado se creía que, una vez establecidas en el cuerpo, las células grasas no aumentaban en número, solo en tamaño, investigaciones posteriores han demostrado que no es así. Una fuente científica comentó lo siguiente: “El aumento de la capacidad de almacenamiento del tejido adiposo se consigue primero mediante el incremento del contenido de grasa almacenada —triglicéridos— en los adipocitos, y después, cuando los adipocitos disponibles están totalmente llenos, mediante la formación de nuevas células grasas”. Cuando los adipocitos están casi vacíos, son muy pequeños, pero al ir acumulando grasa, su diámetro puede aumentar hasta diez veces, lo que significa que su volumen aumenta unas mil veces.

En el cuerpo hay ciertos depósitos de grasa donde esta tiende a concentrarse. En los hombres, uno de estos depósitos es alrededor de la cintura, mientras que en las mujeres, son las caderas y los muslos. Una persona tal vez pierda grasa, pero esas zonas son las últimas en librarse de ella. Los investigadores han descubierto que las células grasas tienen en la superficie unas pequeñas moléculas llamadas receptores alfa y beta. Los receptores alfa estimulan la acumulación de grasa, mientras que los receptores beta promueven su descomposición. Los primeros son los que predominan en las células grasas de las caderas y los muslos de las mujeres y del abdomen de los hombres. Una mujer perdió el 15% de la grasa corporal, pero prácticamente nada de las caderas y los muslos. Un hombre redujo drásticamente su peso, pero siguió con su barriga.

Calcular las calorías ingeridas no es una solución tan sencilla para perder peso como algunos piensan. No todas las calorías son iguales. Si uno ingiere 100 calorías en forma de hidratos de carbono, puede almacenar el 77% de ellas como grasa —el 23% se quema al digerir los hidratos de carbono—, pero si se consumen 100 calorías de mantequilla, se almacena como grasa el 97% —solo el 3% se consume con la digestión—. ¿Por qué? Porque la grasa de los alimentos tiene una composición química muy parecida a la del cuerpo, por lo que se almacena como tal con mucha más facilidad. No basta con limitarse a calcular las calorías, también hay que tomar en cuenta la fuente de esas calorías. Caloría por caloría, las grasas engordan más y nutren menos que los hidratos de carbono. En un estudio, unos hombres que durante siete meses fueron sobrealimentados con una dieta a base de hidratos de carbono aumentaron trece kilos y medio de peso, mientras que otros que fueron sobrealimentados con una dieta rica en grasas aumentaron lo mismo en tres meses.

Las dietas líquidas hacen perder peso más deprisa, lo que con frecuencia trae complicaciones. Durante la década de los setenta, se fomentaron las dietas a base de proteínas líquidas, pero para finales de 1977 se atribuyeron a estas dietas sesenta muertes. Se cree que la causa inmediata de muchas de esas muertes fue la arritmia ventricular, es decir, latidos muy rápidos y de forma irregular de las cámaras ventriculares del corazón. Las dietas líquidas actuales han mejorado, pues se les han añadido no solo proteínas, sino también hidratos de carbono, grasas, vitaminas y minerales. Aun así, tales dietas de bajo contenido calórico y sus subsiguientes rápidas pérdidas de peso, siguen teniendo inconvenientes.

La drástica reducción de calorías de las dietas que producen rápidas pérdidas de peso ralentiza el metabolismo del cuerpo (la disminución empieza a las veinticuatro horas, y en dos semanas la caída metabólica puede ser de hasta el 20%). Un doctor al que se preguntó sobre las dietas líquidas de bajo contenido calórico comentó lo siguiente: “Con tan pocas calorías, su metabolismo funcionará a paso muy lento, y usted se encontrará irritable y fatigado. Además, hasta el 70% del peso que pierda a la larga corresponderá a músculo, no a grasa”. Los que siguen una dieta quieren perder grasa, no músculo. El tejido muscular es la parte del cuerpo que mejor quema las calorías. Si se pierde, disminuye el ritmo del metabolismo basal —la medida de energía utilizada para mantener las funciones corporales rutinarias, como la respiración y la reparación de las células—, en lo que se consume aproximadamente entre el 60 y el 75% de la energía corporal.

Es debido a esta disminución metabólica que después de unas pocas semanas de seguir un régimen riguroso, se suele dejar de perder peso. Una mujer que había mantenido controlado su peso mediante dietas desde que tenía dieciséis años, engordó once kilos cuando dio a luz a su primer hijo, pero pronto los perdió; con el nacimiento de su segundo hijo, engordó veintitrés kilos, pero en esta ocasión no podía perderlos. Ella dice: “Una vez fui a una clínica para adelgazar donde me pusieron una dieta de 500 calorías al día. Perdí cuatro kilos y medio durante el primer mes, un kilo el segundo y nada durante los siguientes dos meses, a pesar de que seguía a rajatabla el programa. Cuando me subieron la ingestión de calorías a 800 diarias, fui aumentando casi un kilo por semana hasta que recuperé los doce que tanto me había costado perder. ¡Qué desalentador!”.

Además de provocar un metabolismo más lento, una dieta rigurosa puede hacer que una enzima —la lipasa, que cataliza la degradación de las lipoproteínas y regula el almacenamiento de grasa— se haga más activa en almacenar grasa. A estas dos razones se debe que algunas personas recuperen el peso perdido cuando reanudan la alimentación normal. En realidad, la mayoría de las personas —el 95% de los obesos y el 66% de las personas en general— recuperan el peso que han perdido. Sin embargo, el peso recuperado obedece, en su mayor parte, a grasa, no al tejido muscular perdido, lo que significa un metabolismo reducido que estimula el almacenamiento de más grasa.

Un investigador observó que los que habían perdido peso en dietas anteriores y luego lo habían recuperado, tenían más problemas en volverlo a perder en dietas posteriores. “¿Podría ser que la dieta inhibiera la pérdida posterior de peso?”, se preguntó. Se hicieron pruebas con ratas obesas. Durante la primera dieta tardaron veintiún días en perder el exceso de peso, y al dejar la dieta, cuarenta y cinco días en recuperarlo. En una segunda dieta, tardaron cuarenta y seis días en perderlo y solo catorce en recuperarlo: el doble de tiempo en perderlo y tres veces más en recuperarlo.

¿Sucede lo mismo con las personas? Sometidos a dietas de bajo contenido calórico, ciento once pacientes perdieron como promedio 1,4 kilos a la semana, pero cuando siguieron la misma dieta por segunda vez, solo perdieron un kilo a la semana. Pruebas complementarias con otros dos grupos de personas verificaron estos resultados.

Para muchos expertos la obesidad es una enfermedad; dicen que está en los genes, que se hereda y que el cuerpo tiene un punto de referencia que determina el peso corporal y que puede destinarle a la gordura. Pero no todos los científicos concuerdan con las teorías sobre la obesidad. La revista Annals of the New York Academy of Sciences dice que el exceso de peso en sí, sea cual sea su origen, puede ser la causa de los cambios que se producen en los procesos químicos del cuerpo: “La obesidad, una vez adquirida, puede estabilizarse por cambios metabólicos secundarios que la propia obesidad genera”.

Esta misma revista también pone en duda la teoría del punto de referencia: “Este informe suministra poca evidencia en apoyo de cualquiera de estas hipótesis”. Como causas del exceso de peso se mencionan los problemas glandulares, especialmente de la glándula tiroides, la cual desempeña un importante papel en controlar el metabolismo. Sin embargo, hay quienes hacen la observación de que lo que causa su mal funcionamiento tal vez sea comer con exceso. El doctor Riggle, de Texas (E.U.A.), comenta lo siguiente al respecto: “El tiroides regula el metabolismo, como hace la pituitaria. Pero tenemos que recordar que las personas que adquieren hábitos nutritivos pobres hacen que estas glándulas no reciban los nutrientes que necesitan para fabricar sus productos. De modo que los problemas glandulares pueden comenzar con las imprudencias dietéticas”.

Muchas personas, incluidos investigadores del tema, asocian la obesidad con una sencilla causa: comer con exceso: “Sin embargo, para la mayoría de los obesos, la acumulación de exceso de peso y tejido adiposo probablemente obedezca a un proceso prolongado y con frecuencia insidioso: ingestión excesiva de calorías durante un número suficiente de días, muy superior a la cantidad utilizada para las funciones musculares o metabólicas”. (Annals of the New York Academy of Sciences, 1987, página 343.) Los peligros para la salud a los que ellos mismos se exponen son verdaderamente serios:

“Se asocia la obesidad con varios peligros para la salud. Puede alterar la función cardiaca y pulmonar, modificar la función endocrina y provocar problemas emocionales. La hipertensión, la poca tolerancia a la glucosa y la hipercolesterolemia son más comunes entre las personas con exceso de peso que entre las de peso normal. Por consiguiente, no sorprende que la obesidad pueda contribuir a estados morbosos [enfermedad] y hasta a la muerte en el caso de personas con hipertensión, apoplejía, diabetes mellitus tipo II o no insulino-dependiente, algunos tipos de cáncer y enfermedades de la vesícula biliar. A la larga, la obesidad también es considerada un factor independiente de riesgo para la aterosclerosis coronaria.” (Journal of the American Medical Association, 4 de noviembre de 1988, página 2547.)

Suena muy mal, ¿verdad? Y no solo por la complejidad de todos los términos usados. Obviamente, el perder peso es una batalla que hay que ganar. ¿Existen algunos métodos que puedan ayudarle a conseguir la victoria?

[Notas a pie de página]

a En estos artículos, se sustituye kilogramo(s) por su apócope: kilo(s).

b Si desea saber cuál es el punto de vista bíblico sobre la glotonería, sírvase leer La Atalaya del 1 de mayo de 1986, página 31.

[Comentario en la página 4]

LAS CÉLULAS GRASAS DE LAS PERSONAS CON EXCESO DE PESO NO SON PEREZOSAS, SINO QUE TRABAJAN HORAS EXTRAORDINARIAS

[Comentario en la página 5]

¿PODRÍA SER QUE LA DIETA INHIBIERA LA PÉRDIDA POSTERIOR DE PESO?

[Comentario en la página 6]

LOS PELIGROS PARA LA SALUD SON VERDADERAMENTE SERIOS

[Tabla en la página 7]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

TABLAS DE ESTATURAS Y PESOS

Estatura Peso en Kg

Constitución Constitución Constitución

cm pequeña mediana grande

HOMBRES

157 58-61 59-64 62-68

160 59-62 60-65 63-69

163 60-63 61-66 64-71

165 61-64 62-67 65-73

168 62-65 63-68 66-74

170 63-66 64-70 68-76

173 64-67 66-71 69-78

175 65-68 67-73 70-80

178 66-70 68-74 72-82

180 67-71 70-75 73-83

183 68-73 71-77 74-85

185 69-74 73-79 76-87

188 70-76 74-81 78-89

191 72-78 76-83 80-92

193 73-80 78-85 82-94

MUJERES

147 45-50 49-55 53-59

150 46-51 50-56 54-61

152 47-52 51-57 55-62

155 48-54 52-59 57-64

157 49-55 54-60 58-65

160 50-56 55-61 59-67

163 52-58 56-63 61-68

165 53-59 58-64 62-70

168 54-60 59-65 64-72

170 56-62 60-67 65-74

173 57-63 62-68 66-76

175 59-64 63-69 68-77

178 60-66 64-71 69-78

180 61-67 66-72 70-80

183 63-68 67-73 72-81

[Reconocimiento]

Reimpreso con la autorización de la Society of Actuaries and Association of Life Insurance Medical Directors of America. (El original está en el sistema de pesos y medidas americano.)

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