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  • ¿Quién guiará a las naciones a la paz?
    ¿Habrá algún día un mundo sin guerra?
    • La pasión y muerte de Jesús cumplieron varias profecías de las Escrituras Hebreas cuyo carácter mesiánico se reconocía desde mucho tiempo atrás. Tales profecías enlazan la muerte del Mesías con la remisión de los pecados. En las Escrituras Griegas Cristianas se llama ‘sacrificio de rescate’ a la expiación efectuada por su muerte. (Mateo 20:28; Romanos 3:24.) ¿Cuáles fueron algunas de estas profecías?

      18 Observe las palabras de la profecía de Daniel 9:24, 25 (DK): “Setenta semanas están determinadas en cuanto a tu pueblo, y en cuanto a tu santa ciudad, para acabar con la transgresión, y para poner fin a los pecados, y para hacer expiación de la iniquidad y para traer la justicia eterna [...] hasta el ungido [“Mesías”, hebreo: Ma·schí·aj] príncipe”. No se puede pasar por alto la conexión que establece el texto entre el “Mesías” (el Ungido) y el “acabar con la transgresión” y “poner fin a los pecados”. El Da 9 versículo 26 (DK) pasa a decir que “después de las sesenta y dos semanas será tajado [“cortado”, MK] el ungido”, es decir, será muerto. (Véase el recuadro de la página 26.)

      19 Otro pasaje relacionado con el que se ‘cortara’ (es decir, matara) al Mesías como sacrificio expiatorio se halla en Isaías 52:13 a 53:12. (Véase el recuadro de la página 28.) Los rabíes del siglo I, al igual que Rambam (Maimónides) y otros doctos medievales, aplicaron este pasaje al Mesías. El texto deja bien claro que el perdón está vinculado al Mesías y a su muerte.

      20 Por estas razones, muchos judíos entendieron sin dificultad la enseñanza de que la muerte del Mesías posibilitaría el perdón pleno del pecado ante Dios. Sabían que las Escrituras hablaban de la imperfección inherente al hombre. (Eclesiastés 7:20.) Percibían a diario la necesidad de un sacrificio expiatorio, que iba implícito en la estructura y en el carácter del pacto de la Ley. Los sucesos que narran las biografías de Jesús lo presentan como un hombre perfecto cuya muerte podía expiar el pecado de la humanidad.f (Mateo 20:28; Lucas 1:26-38.) Cuando las Escrituras Griegas Cristianas señalaron que los diversos sacrificios de la Ley prefiguraron este único sacrificio definitivo y pleno, cobraron más sentido la estructura de la Ley y otras porciones bíblicas.g (Hebreos 10:1-10.)

  • ¿Quién guiará a las naciones a la paz?
    ¿Habrá algún día un mundo sin guerra?
    • [Recuadro en la página 28]

      ¿QUIÉN ES “MI SIERVO”?

      “He aquí [...] Mi siervo [...]. Despreciado y desechado de los hombres [...], y no hicimos aprecio de él. Ciertamente él ha llevado nuestros padecimientos, y con nuestros dolores él se cargó [...]. Pero fue traspasado por causa de nuestras transgresiones, quebrantado por causa de nuestras iniquidades [...]. Nosotros todos, como ovejas, nos hemos extraviado; [...] y el Señor cargó sobre Él [“había hecho recaer en él”, MK] la iniquidad de todos nosotros [...], aunque no hizo violencia, ni hubo engaño en su boca. [...] Mi justo siervo [...] justificará a muchos; pues que él mismo cargará con las iniquidades de ellos [...]; por cuanto derramó su alma hasta la muerte, y con los transgresores fue contado: y él mismo llevó [...] el pecado de muchos, y por los transgresores oraba.” (Isaías 52:13–53:12, DK.)

      En este pasaje, Isaías presenta el cuadro de una persona plenamente pura e inocente cuyo sufrimiento y muerte expiaría los pecados de su propia nación, que no lo tendría en la debida estima.

      Sin embargo, la mayoría de los comentaristas judíos actuales aceptan como indiscutible el hecho de que el pasaje se refiere a la nación de Israel en su totalidad o a un grupo justo de ella.

      La pregunta que surge es: ¿Ha encajado alguna vez en esa descripción la nación de Israel, o siquiera parte de ella, o aplica lo dicho a una persona?

      No hay constancia de que durante los más de 800 años que transcurrieron desde que Isaías escribió esta profecía (c. 732 a.E.C.), algún judío o rabí enseñara que el “siervo” fuera una colectividad. En aquel tiempo se entendía universalmente que la profecía aplicaba a una persona, que, según la creencia general, era el Mesías.

      Observe además esta cita del prólogo del libro The Fifty-Third Chapter of Isaiah According to the Jewish Interpreters (El capítulo 53 de Isaías según los intérpretes judíos): “La exégesis que se conserva del período que concluye a finales de la época de los amoraítas [hasta el siglo VI E.C.] indica que entonces era frecuente, y quizás hasta general, suponer sin cuestionarlo que aludía a la persona del Mesías, interpretación que, por supuesto, recoge algún tiempo después el Tárgum”. (Edición de H. M. Orlinsky, 1969, pág. 17.)

      ¿Qué motivo habría para rechazar el entendimiento más natural —que se refiere a una persona, al Mesías— y reinterpretar el texto? ¿No sería simplemente para que no se relacionara esta profecía con Jesús, el judío del siglo I que encajaba en todo detalle con la descripción?

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