Visita al mercado de camellos de Omdurman
“¿DÓNDE está el Mowálej?”, preguntamos. Nos hemos desplazado en un vehículo todoterreno desde la capital, Jartum, hasta el extremo occidental del viejo Omdurman, la ciudad más grande de Sudán.
No hay indicadores de carretera; solo un laberinto de caminos de arena. De modo que le hacemos la anterior pregunta a un grupo de hombres montados en burro que transportan barriles de agua sobre bestias de carga. Los viajeros, muy serviciales, nos encaminan en la dirección correcta. Tras recorrer 8 kilómetros, remontamos una barrera alta de arena y ante nuestra vista aparece una escena singular: el mercado de camellos de Omdurman, el Mowálej.
¿Por qué lo pondrían aquí?
Este mercado no tiene nada que ver con los centros comerciales climatizados del mundo occidental. Está al aire libre, bajo el tórrido sol sahariano. Ocupa una superficie de unos tres kilómetros cuadrados sin delimitaciones claras, y carece de árboles y plantas. De hecho, hasta donde alcanza la vista, solo hay arena. Pero se pueden ver cientos de camellos (de la especie dromedario), así como pastores ataviados con el traje típico del país, llamado yalaboia.
Mientras contemplamos el fino polvo amarillento que el aire arrastra por el inclemente desierto, nos preguntamos: ‘¿Por qué pondrían el mercado aquí?’. Enseguida nos damos cuenta de la razón. En el horizonte llano, rompiendo su monotonía, destaca una enorme cisterna que recibe el agua de un pozo artesiano. Esta fuente del preciado líquido convierte al lugar en el idóneo para tal tipo de mercado. Desde aquí, la mayoría de las bestias serán exportadas a Egipto y Libia.
Cuando nos acercamos, los pastores árabes nos reciben sonrientes. Cada comerciante mantiene agrupados a sus camellos. Nos fijamos en que muchos tienen la pata delantera izquierda doblada y atada. ¿Por qué los dejan provisionalmente cojos sus dueños? Según una superstición, la pata izquierda pertenece a Satanás. Supercherías aparte, lo cierto es que con la pierna atada el camello no se mueve de su sitio, y los clientes pueden examinarlo mucho mejor.
Muy solicitados
¿Por qué hay tanta demanda de dromedarios? Porque, como están magníficamente dotados para las duras condiciones del desierto, son un buen medio de transporte en las regiones áridas. Sus orificios nasales en forma de hendidura se cierran rápidamente cuando se desata una tormenta de arena. Las orejas, situadas en la parte posterior de la cabeza, tienen unas hileras de pelos que impiden la entrada de arena. Su gran joroba o giba, constituida principalmente por grasa, les sirve de reserva alimenticia durante los viajes largos. Tienen callosidades en el pecho y las rodillas para protegerse de la arena caliente y de insectos dañinos. Además, son capaces de comerse las plantas más duras y espinosas del desierto y pueden viajar varios días sin beber agua.a
Curiosamente, muchos camellos no son utilizados para el transporte. Algunos se adquieren solo como inversión. De hecho, hasta hace poco se pagaba con ellos el precio de la novia. Y muchos de estos mamíferos terminarán incluso en la olla. En Omdurman mismo hay varios establecimientos cuya especialidad es la carne de camello a la parrilla. Otro plato salado popular, el bastarma, preparado frecuentemente con carne de camello, se considera un manjar exquisito en Egipto y otros países del Oriente Medio.
No sorprende, pues, que el mercado de dromedarios de Omdurman se convierta en un hervidero de actividad los dos días de la semana que traen, principalmente desde el occidente de Sudán, a estos camellos de una sola giba. Los pastores árabes, resueltos a mostrar sus respectivos rebaños, prácticamente asedian al comprador.
Regateo intenso
El cliente primero examina los animales con el ojo crítico del entendido. Toca la joroba para comprobar si tiene una buena reserva de grasa. Los camellos se cotizan según el tamaño y la edad. Los que tienen un año se llaman jewar; los de dos años, mafrud, y los de tres, wald labán. Pero los más preciados son los que han llegado a la pubertad, que se produce aproximadamente a los 4 años de edad en las hembras y a los 8 en los machos. Estos reciben el nombre de jak y sudai respectivamente. Cuando se le muestra uno de estos animales crecidos, el posible comprador lo examina para verificar que efectivamente haya alcanzado la pubertad.
En cuanto el cliente se decide por un camello, comienza el regateo. En el Oriente Medio es imprescindible saber regatear. “Bi ism Alah” (En el nombre de Dios) son las primeras palabras que se pronuncian. A continuación tiene lugar la guerra de precios. Las negociaciones se llevan a cabo con calma y sin alzar la voz. Si el vendedor y el comprador no llegan a un acuerdo, se despiden diciendo: “Ieftah Alah” (Dios ofrecerá otra oportunidad).
Pero nosotros no hemos venido a comprar, sino a observar. Después de exponernos solo un rato al calor abrasador del mediodía, ya queremos regresar a casa. A los camellos, en cambio, no parece molestarles la temperatura. Eso nos recuerda lo bien adaptados que están estos ‘vehículos del desierto’ a su ambiente. Las perspectivas del fascinante mercado de camellos de Omdurman son, sin duda, buenas.
[Nota a pie de página]
a Véase el artículo “El dromedario. Vehículo africano de uso múltiple” del número del 8 de junio de 1992 de ¡Despertad!