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  • ¡Despertad! 1995
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¡Despertad! 1995
g95 22/3 págs. 9-10

¿Qué le deparará el futuro?

EL ESTUDIO del genoma humano efectuado hasta ahora ya revela mucho sobre las enfermedades que una persona pudiera llegar a padecer con el tiempo. Pero ¿se ha encontrado algún posible tratamiento contra tales enfermedades o, incluso, su prevención?

El periódico londinense The Times afirma que cuanto más aprendan los científicos acerca de los genomas de las plantas, los animales y los seres humanos, mayores posibilidades habrá de idear fármacos y terapias para tratar las enfermedades. No obstante, como dice la revista Industry Week, los científicos recomiendan cautela, pues el tratamiento “podría demorarse de veinte a cincuenta años una vez obtenido el diagnóstico”. Según Charles Cantor, profesor de Bioquímica, dicha situación deja a la persona “prácticamente [...] privada de esperanza”. Pero no tiene por qué ser así.

La Biblia promete claramente el fin de todas las enfermedades. “[Dios] limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor”, dice Revelación (Apocalipsis) 21:4. ¿Lograrán los genetistas que estas palabras se hagan realidad mediante lo que la revista The Christian Century denomina “cocreación genética”? El cumplimiento de las promesas bíblicas no depende de la terminación del Proyecto Genoma Humano ni de ninguna “cocreación genética” ni de una mejoría gradual del ambiente. La garantía de su cumplimiento radica exclusivamente en la fuerza activa de Dios, su espíritu santo.

Cómo contrarrestar la herencia y el ambiente

Hace unos tres mil años, un rey israelita se expresó así: “De manera que inspira temor estoy maravillosamente hecho”. Aunque David no sabía nada del Proyecto Genoma Humano de nuestros días, en un cántico de alabanza a Dios dijo: “Tus ojos vieron hasta mi embrión, y en tu libro todas sus partes estaban escritas”. (Salmo 139:14, 16.)

¿Cómo sabía este rey de la antigüedad que su desarrollo embrionario en la matriz de su madre había seguido una serie de instrucciones “escritas”? David mismo admitió: “El espíritu de Jehová fue lo que habló por mí, y su palabra estuvo sobre mi lengua”. (2 Samuel 23:2.) Efectivamente, la fuerza activa del Creador, su espíritu santo, inspiró los escritos de David.

¿No vemos aquí una lección que muchas personas de la actualidad pasan por alto o, por lo menos, tardan en tomar en cuenta? Aunque la herencia y el ambiente influyen hasta cierto grado en lo que somos, el espíritu santo de Dios puede ejercer una profunda influencia en nosotros, y hasta contrarrestar otras influencias.

Fíjese en el caso de Ian. “De niño me exaltaba con facilidad —explica—. A mi padre a veces le ocurre lo mismo, y mis hijos, aun cuando son pequeños, reaccionan exactamente igual. De más joven, yo era sumamente nervioso. No podía decir nada sin tartamudear, y empecé a recurrir a la bebida. Cuando bebía me calmaba, o eso creía. En realidad, me ponía más nervioso.” Cuando Ian empezó a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová, se dio cuenta de que no podía seguir acudiendo al alcohol para controlar sus nervios. “Creía que solo necesitaba fuerza de voluntad, y lo cierto es que dejé la bebida durante un año entero. Pero —admite— no pude abandonarla definitivamente.”

“Un día muy lluvioso —continúa—, me fui a caminar por la calle pensando en no detenerme hasta caer muerto. Había dejado la bebida y vuelto a depender de ella en varias ocasiones. Pero entonces me di cuenta de que había tratado de vencer el alcoholismo a mi manera, no a la de Jehová. Empecé a orar mientras caminaba; le dije a Jehová que a partir de ese momento iba a hacer las cosas a su modo y le pedí que me fortaleciera con su espíritu santo.” De eso hace unos diez años. ¿Cómo está Ian ahora?

“Aunque todavía tengo que esforzarme por controlar mi debilidad —confiesa—, he aprendido a confiar plenamente en Jehová para seguir adelante.” ¿A qué atribuye Ian su éxito hasta la fecha? “Recuerdo mi primera asignación de lectura de la Biblia una vez que regresé a la congregación de los testigos de Jehová. Me tocó el Salmo 116, que empieza diciendo: ‘De veras amo, porque Jehová oye mi voz, mis súplicas’. A la mitad del salmo leí: ‘¿Qué pagaré a Jehová por todos sus beneficios para conmigo?’. Aquellas palabras me ayudaron a volver un poco a la normalidad.” El consejo de Ian para todo aquel que se encuentre en una situación similar es: “No se engañe”. Y añade: “Empecé a ver resultados cuando finalmente afronté mis problemas y pedí en oración que el espíritu santo de Jehová afianzase mi resolución”.

Ian, al igual que los demás testigos de Jehová (casi cinco millones), confía en la ayuda del espíritu santo para seguir la senda trazada en el libro de instrucciones más importante de todos: la Biblia. Permita que los Testigos de su localidad le den a conocer su mensaje claro y sencillo sobre el Reino de Dios, su gobierno celestial en manos del resucitado Jesucristo. Dicho Reino pronto eliminará todo vestigio de defectos genéticos y proporcionará a la humanidad un ambiente paradisíaco en el que vivir para siempre. Eso es lo que le deparará el futuro a usted también, si así lo desea.

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