La puntualidad y usted
EN AMÉRICA del Sur, un superintendente cristiano de una congregación tenía muchas cualidades excelentes. Pero sus amigos íntimos lo llamaban en broma Armagedón. ¿Por qué? “Sabemos que viene —decían—, ¡pero solo Dios sabe cuándo!”
Sí, el ser puntual —o no serlo— tiene mucho que ver con la reputación de uno. El sabio rey Salomón lo ilustró así: “Las moscas muertas son lo que hace que el aceite del ungüentario hieda, borbotee. Eso mismo hace un poco de tontedad al que es precioso por sabiduría y gloria”. (Eclesiastés 10:1.) Un cristiano puede tener muchas cualidades excelentes, pero mancha su buen nombre si no tiene consciencia del tiempo.
“La gente puntual me inspira confianza —dijo un superintendente—. Prefiero trabajar con esa clase de persona.” También se las aprecia en el mundo de los negocios. “Llegue a tiempo al trabajo; sea puntual para las reuniones; entregue los informes a tiempo”, aconseja el libro de modales Emily Post’s Etiquette. También el libro The New Etiquette (1987) dice que, en general, “el llegar tarde es mala educación”. Los autores entonces añaden: “Tampoco es correcto llegar tarde a los servicios religiosos”.
Todos apreciamos a las personas puntuales. Es patente que lo mismo se podía decir del apóstol Pablo, pues escribió a los cristianos de Colosas: “Estoy con ustedes en el espíritu, regocijándome y contemplando su buen orden”. (Colosenses 2:5.) Y sin duda opinamos como el rey David respecto a las promesas de Jehová cuando escribió en los Salmos: “Oh Dios mío, no tardes demasiado”. (Salmo 40:17; 70:5.)
“Háganse imitadores de Dios”
En realidad Jehová nunca llega tarde. Sobresale en su dominio del tiempo. Esto se refleja en todas sus obras creativas. Desde el ilimitado universo hasta las creaciones vivientes más pequeñas, todo obra como si estuviera gobernado por un reloj invisible. Por ejemplo, un tipo de lirio de mar que crece cerca de Japón suelta sus células sexuales una vez al año en octubre, como a las tres de la tarde el día del cuarto creciente o el cuarto menguante de la Luna. En la primavera un pececillo llamado lisa coordina su ciclo de reproducción hasta unos minutos antes de la marea alta en la costa californiana.
La coordinación de Jehová también es exacta con relación al cumplimiento de su promesa. Por ejemplo, en Éxodo 12:41 leemos que “aconteció al cabo de los cuatrocientos treinta años, sí, aconteció en este mismo día, que todos los ejércitos de Jehová salieron de la tierra de Egipto”. Así Jehová cumplió la promesa que había hecho siglos antes a Abrán. (Génesis 15:13-16; Gálatas 3:17a.)
Jehová envió a su Hijo el Mesías al mundo exactamente al tiempo que había predicho el profeta Daniel más de cinco siglos antes, y él “murió por impíos al tiempo señalado”. (Romanos 5:6; Daniel 9:25.) En cuanto al fin de este sistema de cosas, la Biblia indica que Jehová sabe “aquel día y hora”. (Mateo 24:36.) Él no tardará. Está claro entonces que el ejemplo de puntualidad de Jehová merece que lo imitemos. (Efesios 5:1.)
“A sus tiempos señalados”
Jehová siempre ha esperado que sus siervos estén al tanto del tiempo, especialmente respecto a su adoración. Cuando los israelitas ofrecían sacrificios, se adherían a un “horario diario”. Jehová les mandó: ‘Cuiden de presentarme mis ofrendas a sus tiempos señalados’. También dio a Moisés esta instrucción acerca de las reuniones: “La entera asamblea tiene que cumplir su cita”. (Levítico 23:37; Números 10:3; 28:2.)
Después los judíos observaron “la hora en que se ofrecía el incienso”. (Lucas 1:10.) Tanto los judíos como las demás personas observaban “la hora de oración, la hora nona”. (Hechos 3:1; 10:3, 4, 30.) Y respecto a las reuniones cristianas, Pablo escribió: “Que todas las cosas se efectúen decentemente y por arreglo”. (1 Corintios 14:40.)
¿Qué hubiera requerido todo aquello de los israelitas y los cristianos primitivos? Que fueran puntuales en cuanto a sus citas, especialmente respecto a su adoración. No hay razón para pensar que Jehová esperaría menos de sus siervos de hoy.
Por qué se les hace difícil a algunos
Las actitudes respecto al tiempo varían mucho de un lugar del mundo a otro. Un misionero informa que en un pueblecito de la América del Sur su esposa a veces era la única persona que estaba en el auditorio cuando él anunciaba el cántico con que comenzaba una reunión cristiana. Pero cuando anunciaba el cántico final había hasta 70 personas. Por otro lado, en un país de Europa occidental se hizo la siguiente pregunta a unas mil personas: “Si se le invitara a comer a las siete de la noche, ¿llegaría usted cinco o diez minutos más temprano, o cinco o diez minutos más tarde, o exactamente a tiempo?”. La mayoría contestó que “la cortesía exige que se muestre respeto escrupuloso por el anfitrión y que se llegue exactamente a tiempo”.
No obstante, el ser puntual es más que solo un asunto de preferencia regional. Es un hábito, muy parecido a como el que uno sea limpio, ordenado o cortés es asunto de hábito. Por supuesto, no nacemos con esos hábitos; tenemos que cultivarlos. Si a usted se le ha enseñado a ser puntual desde niño, eso es una bendición. Pero muchas personas vienen de familias y de antecedentes en que raras veces tenían que apegarse a un horario o veían la necesidad de coordinar unos con otros sus esfuerzos. Ha sido solo al llegar a ser parte de la congregación cristiana y participar en sus reuniones y ministerio público cuando se ha hecho realidad para ellos lo necesario de la puntualidad. Quizás se les haga difícil corregir su viejo hábito de llegar tarde. Sin embargo, el amor a Jehová Dios y al prójimo puede mover a uno a cambiar. Pero ¿por qué hacer ese cambio?
¿Por qué ser puntual?
“¿Ama usted la vida? —preguntó en cierta ocasión Benjamín Franklin—. Entonces no desperdicie el tiempo, porque de eso está hecha la vida.” Todos reconocemos que eso es cierto. Pero también es importante para los cristianos no hacer que otros pierdan su tiempo. “El que llega tarde —dice un misionero—, parece decir por su acción: ‘Mi tiempo es más valioso que el tuyo, así que tú puedes esperar hasta que yo esté listo’.” El que no es puntual no solo parece desorganizado y poco confiable, sino también hasta cierto grado egotista e inconsiderado. Los cristianos verdaderos no desean ‘hacer nada movidos por espíritu de contradicción ni por egotismo, sino que con humildad mental consideran a los demás superiores a ellos’. (Filipenses 2:3.)
Algunos quizás piensen que no quieren vivir por el reloj, de modo que este gobierne todo cuanto hacen en la vida. Sin embargo, el ser puntual no es solo un asunto de dejarse controlar por el reloj. Es cuestión de tomar a pecho los intereses y el bienestar de otras personas, ‘de modo que uno no vigile con interés personal solo sus propios asuntos, sino también con interés personal los de los demás’. (Filipenses 2:4.)
Por ejemplo, considere este consejo bíblico: “Recíbanse con gusto unos a otros, así como el Cristo también nos recibió con gusto a nosotros”. (Romanos 15:7.) Al grado que esto aplique a saludos literales, está claro que es más difícil cumplirlo si uno acostumbra llegar tarde a las reuniones. Si uno llega temprano, puede contribuir a mayor grado al espíritu amoroso, amigable y acogedor de las reuniones. Y, en realidad, uno se beneficia tanto como los demás. El llegar temprano le permite participar en el cántico y la oración de apertura... un rasgo importante de la adoración unida de la congregación. El oír el tema o título del discurso o de la reunión cuando se anuncie le ayudará a seguir mejor el desarrollo de lo presentado.
Su puntualidad hace que otros puedan coordinar los esfuerzos de ellos con los de usted y, como resultado, se puede lograr mucho. Cuando Josué atacó la ciudad de Hai, envió parte de su ejército para alejar al enemigo de la ciudad, mientras el resto de sus hombres esperaba para lanzarse contra la ciudad y apoderarse de ella. Entonces, en el momento decisivo, Josué dio la señal. Sus hombres “echaron a correr al instante que él extendió la mano”, y la ciudad cayó. ¿Puede usted imaginarse lo que habría ocurrido si no hubieran sido puntuales al actuar? (Josué 8:6-8, 18, 19.)
Hoy día los ministros cristianos tienen muchas razones para estar al tanto del tiempo. Entre las cosas que requieren que coordinemos nuestras actividades con otras personas están: el participar con otros en la obra de predicar el Reino, ensayar partes para asambleas o reuniones y hasta limpiar el Salón del Reino. Podemos lograr más si somos puntuales. Esto es cierto hasta con relación a algo tan sencillo como el informar al fin del mes nuestra actividad de predicar. Cuando toda persona coopera y actúa con prontitud, entonces se pueden compilar informes exactos y animadores de cada congregación y de la obra mundial.
El ser puntual también significa cumplir con citas y otros compromisos de fechas fijas, de los cuales hay muchos cada día. Algunos son de gran importancia, otros no. Por ejemplo, su boda debería empezar al tiempo señalado. O quizás a usted le guste hervir los huevos solo por unos minutos. Sea lo que sea, la persona puntual no tiene que estar corriendo frenéticamente de una cosa a la otra, y siempre llegar tarde. Más bien, es calmada y ordenada. Logra más porque planea su día y empieza a tiempo o hasta un poco más temprano.
Ciertamente hay muchas razones por las cuales los cristianos deben tener buena consciencia del tiempo. Sobre todo, es una manera de demostrar nuestro amor altruista por nuestros compañeros cristianos y respeto a los arreglos teocráticos de la adoración verdadera.
Pero ¿cómo puede desarrollarse el hábito de la puntualidad?
‘Conozca los tiempos señalados’
“Hasta la cigüeña [...] bien conoce sus tiempos señalados” para su migración, y la hormiga “prepara su alimento aun en el verano” para cuando venga el invierno, dice la Biblia. (Jeremías 8:7; Proverbios 6:8.) He ahí un secreto del ser puntual y ver hecho lo que se debe hacer.
Nosotros también tenemos que ‘conocer nuestros tiempos señalados’. Aunque sin ser rígidos ni fanáticos, debemos tener consciencia del tiempo. No basta con solo saber lo que tenemos que hacer; también tenemos que saber cuándo hacerlo. Es preciso que desarrollemos el hábito de hacer planes de antemano, dar cabida a posibles demoras y estar dispuestos a dejar lo que estemos haciendo para atender cosas más importantes, como nuestras reuniones, el ministerio del campo y otras actividades teocráticas.
En cuanto a esto, es muy importante que haya cooperación en la familia. Se ha observado que a menudo el padre deja que sea la esposa quien prepare a la familia. Entonces él sale solo por la puerta mientras dice mirando atrás: “¡Dense prisa, o llegarán tarde!”. Jacob no era así; con actitud de cooperación “se levantó y subió a sus hijos y a sus esposas sobre los camellos” cuando llegó el tiempo de partir. (Génesis 31:17.)
Entonces, ¿cómo puede el padre ayudar a su familia? A los hijos se les puede enseñar a atender las cosas importantes con tiempo, en vez de dejar todo para última hora. Se les puede ayudar a desarrollar un sentido de responsabilidad y esmero en hacer con prontitud lo que tenga que hacerse. Como familia, consideren ejemplos bíblicos que muestren la importancia de estar listos a tiempo. (Génesis 19:16; Éxodo 12:11; Lucas 17:31.) Probablemente la mejor lección, o la más eficaz que se pueda dar, es el buen ejemplo de los padres.
Los superintendentes cristianos también pueden ayudar a la congregación por su buen ejemplo. No se les habría nombrado si no hubieran sido ‘ordenados’. (1 Timoteo 3:2.) Otros hermanos y hermanas probablemente serían más puntuales si supieran que los ancianos habrían de estar en el lugar de las reuniones para saludarlos y llevar la delantera. Por eso los superintendentes concienzudos se esfuerzan por llegar temprano al Salón del Reino para ayudar a la congregación. Se aprecia muchísimo a los siervos ministeriales que llegan temprano para saludar a sus hermanos y suministrarles lo que necesiten.
Por supuesto, el ser puntual requiere autodominio y disciplina. No, esto no se hace para lograr una precisión de tipo militar, sino por amor a nuestros compañeros cristianos y por respeto al orden teocrático. Es parte de la nueva personalidad que nos esforzamos por ponernos. (Colosenses 3:10, 12.) Sobre todo, queremos ser como nuestro Padre celestial, Jehová Dios, quien nos enseña que “para todo hay un tiempo señalado”. (Eclesiastés 3:1.)
[Nota a pie de página]
a Para una consideración detallada de esta profecía, véase el libro Ayuda para entender la Biblia, páginas 375 y 570, 571.