¿Reconoce usted el significado de lo que ve?
EL COMER y el beber son actividades normales de la vida. ¿Esenciales? Sí. ¿Agradables? Por supuesto. No obstante, a veces ambas pueden causarnos problemas, por lo general como resultado de la abundancia o la escasez.
Todos hemos visto fotografías de niños, con los vientres hinchados y los cuerpos enflaquecidos, que paulatinamente están muriendo del hambre en algunos países afectados por la escasez. Pero también hemos visto pruebas de lo que el Dr. Kurt Franke de la universidad de Göttingen de Alemania llama uno de los males más comunes que existen hoy en los países prósperos: la obesidad. Por ejemplo, en la República Federal de Alemania se informa que una de cada dos personas adultas y uno de cada cuatro niños pesa demasiado.
El pesar demasiado no es un asunto que sencillamente afecta a la apariencia; es un factor principal que pone en peligro la salud. Hace poco, la publicación Tages-Anzeiger advirtió que “poco detrás de la pestilencia, de la guerra, del hambre y de la muerte viene un quinto jinete apocalíptico... ¡la sobreabundancia!” Agregó: “Nunca antes en la historia ha habido tantas personas que hayan ingerido tanto alimento.” Pero, ¿está la gente haciendo caso de esta advertencia?
El placer de beber acompaña el placer de comer. Cuando se bebe con moderación, el beber puede apropiadamente incluir bebidas alcohólicas. En muchos países el consumo de las bebidas alcohólicas está aumentando. Note el porcentaje de aumento que hubo en el consumo de éstas desde fines de los años cincuenta hasta principios de los años setenta en los siguientes países: Nueva Zelanda 13, el Canadá 17, el Reino Unido 20, Suecia 26, los Estados Unidos 32, Irlanda 41, Dinamarca 54, la República Federal de Alemania 61, los Países Bajos 83.
Es bien sabido que el beber demasiado alcohol puede causar un sinnúmero de problemas, tanto para la persona que bebe como para los que están a su alrededor. El beber en exceso hace daño al hígado y al cerebro y puede llevar a muerte prematura. La revista New Scientist del 26 de febrero de 1981, después de volver a exponer el bien conocido hecho de que el alcohol destruye las células del cerebro, informa sobre los orificios que quedan como resultado de la muerte de estas células, y declara que los cerebros de los alcohólicos empedernidos son menos densos que los de las personas no alcohólicas. Un creciente número de personas particulares y de organizaciones, incluso agencias gubernamentales, están dando aviso más fuerte y claramente que nunca antes. Pero, ¿está la gente prestando atención?
No según informa Mikolai Tolkan, científico polaco. Dirigiéndose a una asamblea internacional que se reunió para considerar el asunto del alcoholismo, dijo que en Polonia el consumo del alcohol ha aumentado en 35 por ciento en espacio de cinco años, y advirtió que a menos que se ponga coto a esta tendencia que es de escala mundial, pudiera resultar en una amenaza más grande a la humanidad que lo que es la bomba atómica. Terminó diciendo que la “bomba [del alcohol] ya está marcando el tiempo, y poca gente se da cuenta de ello.”
Los peligros de la abundancia o de la escasez
No cabe la menor duda. Por dondequiera que miramos vemos a gente sumamente preocupada por el asunto de ‘comer y beber,’ algunos porque así lo desean, otros debido a la necesidad. ¿Cuál es el peligro principal que esto encierra? No es el daño que esto causa a la salud física —algo en lo cual las personas con demasiada frecuencia no se fijan, o sencillamente pasan por alto— sino el daño que hace a la salud espiritual. ¿Qué se quiere decir por esto?
El tener mucho que comer y beber puede hacer a la persona demasiado segura y pagada de sí misma. Al prestar tanta atención a satisfacer estos deseos físicos, la persona puede llegar a ser egocéntrica. Al olvidar las necesidades espirituales, puede ir al colmo de negar a Dios, si no en dichos, por lo menos en hechos. Antes de entrar en la Tierra Prometida, se le advirtió al pueblo israelita acerca de este peligro: “Cuando Jehová tu Dios te introduzca en la tierra . . . y habrás comido y quedado satisfecho, cuídate para que no te olvides de Jehová.”—Deuteronomio 6:10-12.
En cambio, los que tienen muy poco que comer y beber tal vez se vean obligados a pasar la mayor parte de su tiempo simplemente luchando para mantenerse vivos. El alimento, que se necesita para sobrevivir, llega a ser su preocupación primordial, de modo que se deja fuera todo lo demás, incluso las necesidades espirituales.
Este hecho queda bien comprobado por un experimento que se llevó a cabo en los Estados Unidos en 1945. Se sometió a un grupo de hombres a un “régimen de hambre” por espacio de seis meses. Se halló después que la dieta les había afectado de modo que se volvieron indecisos y de espíritu pesimista, les había privado de la iniciativa, y les había dejado desprovistos casi totalmente de interés en asuntos espirituales.
Así que en lo que concierne al comer y al beber, tanto el exceso como el preocuparse más de lo debido por la escasez, puede dañar la relación de la persona con Dios. Así, es comprensible y todavía apropiada la oración hecha, hace 25 siglos, por un hombre que deseaba agradar a Dios: “No me des ni pobreza ni riquezas. Déjame devorar el alimento prescrito para mí, para que no vaya a quedar satisfecho y realmente te niegue y diga: ‘¿Quién es Jehová?’ y para que no venga a parar en pobreza y realmente hurte y acometa el nombre de mi Dios.”—Proverbios 30:8, 9.
Razón adicional para prestar atención
Para ser feliz hay que tomar en cuenta los peligros físicos que están envueltos en el comer y beber demasiado o muy poco. Pero cuando Jesús pronunció su Sermón del Monte mencionó otro requisito para lograr la felicidad al decir: “Felices son los que están conscientes de su necesidad espiritual.” (Mateo 5:3) Se ve, pues, que el preocuparse más de lo debido por el asunto de ‘comer y beber’ de modo que se descuiden las necesidades espirituales nunca traerá felicidad duradera.
Considere la infelicidad que experimentaron las personas que no estuvieron “conscientes de su necesidad espiritual,” las que vivieron antes del diluvio de los días de Noé. Estaban tan ocupadas en ‘comer y beber’ que “no hicieron caso hasta que vino el diluvio y los barrió a todos.”—Mateo 24:38, 39.
Jesús habló acerca de aquella calamidad cuando sus discípulos le preguntaron: “¿Qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas?” En respuesta, él dijo: “Así como eran los días de Noé, así será la presencia del Hijo del hombre.” (Mateo 24:3, 37) La gente de los días de Noé estaba tan absorta en el asunto de ‘comer y beber’ así como en los demás quehaceres cotidianos que no prestó atención a la advertencia dada por Noé tocante a un diluvio inminente. Jesús dijo que así sería en los “últimos días” cuando él regresara.—2 Timoteo 3:1.
Dondequiera que uno mire puede ver prueba de que hoy la gente está realmente preocupada por el asunto de ‘comer y beber,’ y que a menudo esto hace que descuide su espiritualidad. Se está dando una advertencia, pero, ¿está la gente haciendo caso de ésta?
Lo que más cuenta, ¿le está haciendo caso USTED?
[Ilustración en la página 23]
El mucho comer y beber... ¿encierra peligro?