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  • ¿Por qué no dejan de pelearse mamá y papá?

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  • ¿Por qué no dejan de pelearse mamá y papá?
  • ¡Despertad! 1989
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  • Cómo pueden afectarte sus peleas
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¡Despertad! 1989
g89 22/11 págs. 23-25

Los jóvenes preguntan...

¿Por qué no dejan de pelearse mamá y papá?

“Tengo un montón de problemas en mi familia y no sé qué hacer. Cuando no es papá es mamá, pero siempre están gritando por la más mínima tontería. Por ejemplo, si papá no encuentra la comida preparada cuando viene de trabajar, empieza a chillarle a mamá.”—Una niña de doce años.

“Me preocupa mucho que mis padres se divorcien. Por supuesto, yo les quiero a los dos y deseo estar con ambos en todo momento, pero ellos se pelean por cuestiones de dinero y por otras muchas cosas.”—Un niño de diez años.

DESDE tu punto de vista, los padres deberían amarse y cuidarse el uno al otro; deberían ser omnisapientes, omniscientes, amables y considerados; deberían estar completamente de acuerdo en casi todo; y si surge alguna pequeña diferencia entre ellos, deberían tratar el asunto con calma y tranquilidad, sin que tú te enteres. Sencillamente no deberían discutir.

Pero puede que te haya decepcionado descubrir que a veces los padres discrepan, y no siempre con calma y tranquilidad. Ya que se trata de tus padres, verlos peleados te duele más de lo que se puede expresar con palabras. Un joven admitió que, cuando sus padres se peleaban, ‘a veces sentía como si se le partiese el corazón’.

Por qué se pelean los padres

Desde luego, sería maravilloso que las madres siempre tuviesen ‘la ley de bondad amorosa en su lengua’ y nunca pronunciasen una palabra áspera. (Proverbios 31:26.) Y aún sería más hermoso, si los padres nunca ‘se encolerizasen amargamente’ con su esposa. (Colosenses 3:19.) Pero la Biblia dice: “Todos tropezamos muchas veces. Si alguno no tropieza en palabra, este es varón perfecto”. (Santiago 3:2.)

Sí, tus padres son imperfectos. Por lo general, puede que ‘se soporten el uno al otro en amor’. (Efesios 4:2.) Pero no debería sorprenderte que, de vez en cuando, debido a una serie de roces, finalmente, estalle una pelea.

Recuerda también que estos son “tiempos críticos, difíciles de manejar”. (2 Timoteo 3:1.) Las presiones de ganarse la vida, pagar las facturas, luchar con el ambiente que reina en el lugar de trabajo... todas estas cosas someten al matrimonio a mucha tensión. Y cuando ambos cónyuges trabajan fuera de casa, se ven sometidos a presiones adicionales. Algo tan sencillo como decidir quién va a cocinar y limpiar puede convertirse en una fuente de controversia.

Cómo pueden afectarte sus peleas

Sin importar qué sea lo que provoque los desacuerdos entre tus padres, el oírlos discutir puede ser desolador para ti. La escritora Linda Bird Francke explica que los hijos tienden a “poner a sus padres en un pedestal. Un niño pequeño no ve a su madre o a su padre como una persona con sus propias rarezas o debilidades, sino como una institución sólida, como una roca que ha sido mandada a la Tierra únicamente para servirle y protegerle”. Presenciar las peleas de tus padres hace que te des cuenta de algo doloroso: ellos no son, ni por asomo, ‘sólidos como una roca’, según tú creías. Esto puede hacer tambalear tu seguridad emocional y despertar todo tipo de temores.

La revista Journal of Marriage and the Family comenta: “Más de la mitad de todos los niños de edad escolar entrevistados en la reciente Encuesta Nacional de Niños, dijeron que, cuando sus padres discuten, sienten miedo”. Una jovencita llamada Cindy lo expresa así: “De vez en cuando mi madre y mi padre discuten. Yo me asusto mucho y me voy a la cama. Me pregunto cuándo terminará todo esto”.

Las peleas por cuestiones de dinero —motivo común de discusión entre cónyuges— pueden alarmarte y hacerte pensar que la familia está al borde de la ruina. Y cuando la causa de la pelea tiene que ver contigo (“¡Si no eres más firme con él, lo vas a echar a perder!”), hasta podrías llegar a culparte por sus discusiones.

Las trifulcas por aparentes pequeñeces también son perturbadoras (“¡Estoy harto de regresar a casa y que la cena no esté lista!”). Esas constantes discusiones suelen ser fruto de un resentimiento más profundo entre tus padres, y es comprensible que empieces a temer que terminen divorciándose. La sospecha de que estalle algún arrebato de cólera “hace que no te sientas cómodo en casa y que no quieras correr el riesgo de tener a tus amigos cerca”. (Trouble at Home, de Sara Gilbert.)

Las contiendas de tus padres también pueden crear un angustioso conflicto de lealtades. La revista Journal of Marriage and the Family lo expresa de la siguiente manera: “El estar unido a uno de los padres introduce el peligro de que el otro te rechace”. Es posible que, por temor a decir o hacer algo que pudiera dar a entender que te pones de parte de uno o del otro, te sientas nervioso siempre que estés cerca de tus padres, temiendo que te metan en la discusión.

“¿Van a divorciarse?”

No es probable. La Biblia indica que todos los matrimonios pasan por momentos de cierta tensión. En 1 Corintios 7:28, Pablo advierte que los que se casan “tendrán tribulación en la carne” o “serias dificultades que superar” (La Nueva Biblia Latinoamericana). De modo que, el simple hecho de que los padres disientan en algo, aunque sea de manera muy enérgica, difícilmente significa que ya no se quieran o que vayan a divorciarse. La Biblia indica que hasta personas que se aprecian mucho pueden chocar de vez en cuando.

A Sara, la esposa de Abrahán, se la pone como ejemplo para las cristianas en lo que tiene que ver con sumisión al marido. (1 Pedro 3:6.) Sin embargo, cuando ella intuyó que Ismael —el hijo que tuvo Abrahán de la esclava Agar— representaba una amenaza para el bienestar de Isaac —el otro hijo de Abrahán—, ella fue muy firme en expresar sus sentimientos. “¡Expulsa a esta esclava y a su hijo —exclamó Sara—, porque el hijo de esta esclava no va a ser heredero con mi hijo, con Isaac!” (Génesis 21:9, 10.) Seguro que aquello produjo tensiones en el matrimonio, pero no afectó su relación. De hecho, Dios instó a Abrahán a hacer lo que ella le pedía.

De modo que es muy probable que los desacuerdos de tus padres te parezcan mucho más importantes a ti que a ellos. La joven Margaret se dio cuenta de esto, cuando trató de interrumpir una riña de sus padres gritándoles: “¡Basta ya de pelear!”, y ellos le contestaron: “¡Pero si solo discutimos!”.

La mayoría de las riñas domésticas duran poco y se olvidan pronto, especialmente si tus padres son personas temerosas de Dios y aplican el consejo de “háganse bondadosos unos con otros, tiernamente compasivos, y perdónense liberalmente unos a otros, así como Dios también por Cristo liberalmente los perdonó a ustedes”. (Efesios 4:32.) Sí, lo más probable es que tus padres solucionen sus dificultades sin tu ayuda.

“Primero discuten, luego se pegan”

Sin embargo, no todos los problemas maritales son tan fáciles de solucionar. Un estudio llevado a cabo con unas 2.000 familias estadounidenses durante un período de siete años, reveló que “cada año, aproximadamente una de cada seis parejas de Estados Unidos comete por lo menos un acto violento contra su cónyuge. [...] Es muy probable que se trate de un cálculo bastante conservador”. Un adolescente resumió los conflictos de sus padres de esta manera: “Primero discuten, luego se pegan”.

Si eso es lo que sucede en tu casa, entonces el matrimonio de tus padres atraviesa una situación difícil. Puede que la situación hasta suponga un verdadero peligro para tu integridad física o la de tus padres. Una joven llamada Marie, cuya madre constantemente discutía con su padre, que era alcohólico, recuerda: “Yo estaba asustada. Pensaba que él lastimaría a mi madre o que ella le lastimaría a él”.

También es motivo de seria preocupación el que los padres eviten la agresión física, pero se ataquen verbalmente con “amargura maliciosa y cólera e ira y gritería y habla injuriosa”. (Efesios 4:31.) De igual manera, los padres que se infligen estocadas verbales en las que hacen alusión a la insatisfacción sexual o hasta a la infidelidad, dan claras muestras de graves problemas maritales.

En algunas familias las peleas se deben a causas especiales, como pudieran ser el alcoholismo o la drogadicción. O puede que uno de los padres sea cristiano y el otro no. Jesucristo predijo que una situación de ese tipo ‘causaría división’ en la familia, lo cual podría hacer surgir graves tensiones maritales. (Mateo 10:35.)

En vista de todo esto, ¿qué deberías hacer si te parece que el matrimonio de tus padres se encuentra en verdadero peligro? ¿Hay algo que puedas hacer aparte de quedarte mirando, sin atreverte a mover un dedo? En un artículo futuro se tratará este tema.

[Fotografía en la página 24]

Las riñas maritales son una fuente de angustia para los adolescentes

[Fotografía en la página 25]

Cuando se aplican los principios bíblicos, se restablece la paz

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