En busca de un tesoro diferente
DESDE la más remota antigüedad, la gente ha apreciado la belleza de los tesoros de la creación que en un tiempo yacían ocultos en las entrañas de la Tierra. Por ejemplo, Havilá, una región vinculada a la antigua Arabia, era famosa por sus piedras de ónice llenas de color. (Génesis 2:11, 12.) O imagínese que contempla a un sumo sacerdote de la antigua nación de Israel llevando un pectoral adornado con un ónice, un rubí, una esmeralda, un topacio y otras piedras preciosas engastadas en oro, doce en total. ¡Debió de ser muy hermoso! (Éxodo 28:15-20.) También se utilizaron grandes cantidades de piedras preciosas en la construcción del templo de Jerusalén, dedicado a la adoración de Jehová. (1 Crónicas 29:2.) Muchas de aquellas gemas posiblemente se pulieron para que adquirieran un gran brillo. Algunos hallazgos arqueológicos recientes han revelado que hace miles de años la gente utilizaba un sencillo mecanismo accionado con el pie para hacer girar una piedra de molino con el fin de pulir piedras. De modo que no puede decirse que la afición actual de coleccionar piedras sea nueva.
Equipo y emplazamiento
‘¿Qué equipo necesitaré para coleccionar piedras?’, quizás se pregunte. Algo esencial es el martillo de geólogo, cuya cabeza es cuadrada y plana por un extremo y puntiaguda por el otro. Con esta herramienta, un poco de papel para envolver las muestras y una bolsa para llevarlas será suficiente. ¿Lo ve? No es nada caro.
‘¿Dónde puedo empezar a buscar piedras?’, pregunta usted a continuación. Los valles y los lechos de los ríos son buenos lugares para hacerlo. ¿Sabe por qué? Porque es posible que algunos trozos de piedra poco corrientes se hayan desprendido de piedras más grandes a un nivel superior y hayan bajado rodando por la ladera o por el río, alisándose y puliéndose en el trayecto. En la desembocadura de los ríos se pueden encontrar piedras que estos han arrastrado hasta allí, así como guijarros procedentes de arrecifes submarinos que las olas han empujado hasta la playa. Otros lugares que pueden ofrecer interesantes posibilidades a los coleccionistas de piedras son las trincheras de las carreteras y las zonas cercanas a canteras o minas abandonadas. Pero tenga cuidado en esos lugares, pues siempre hay peligro de desprendimientos. Además, en algunos sitios quizás necesite una autorización antes de emprender su búsqueda.
Si usted vive en Sudáfrica o Brasil, es posible que hasta tenga la dicha de encontrar cristales de diamante. En la India, Myanmar y Tailandia se pueden hallar rubíes y zafiros en los lechos de los ríos, y en Colombia, India, Sudáfrica y Zimbabue hay quienes encuentran en ellos esmeraldas. En China y Japón, el jade y la jadeíta tienen gran demanda en joyería y para la fabricación de adornos e incensarios. El jade no solo se encuentra en Japón, sino también en Myanmar, Nueva Zelanda y Alaska.
Una de las piedras preciosas más hermosas es el ópalo, un tipo de mineral silíceo no cristalino. Los ópalos se encuentran en Australia y México, y existe una fascinante variedad de colores: rojo fuego, amarillo, verde y azul. Como son relativamente blandos, suelen cubrirlos con una fina capa de cuarzo cuando los pulen para impedir que se rayen.
Piedras para aficionados
Piedras como estas son material para expertos, y rara vez dan con ellas los aficionados. Sin embargo, el cuarzo abunda mucho y es fácil de hallar. Es uno de los minerales petrógenos más comunes, y se puede encontrar en tres de los principales tipos rocosos. Usted puede descubrir muestras de cuarzo transparente y otras translúcidas o hasta opacas. Algunas tienen dibujos rojos, amarillos, púrpuras, verdes o pardos. Por supuesto, además de buscar cuarzo, pudiera coleccionar cualquier piedra que tenga colores o dibujos bonitos. Una vez pulida, es muy posible que quede agradablemente sorprendido por su belleza, e incluso quiera utilizarla para hacerse alguna joya original, para exhibirla en una vitrina o para que forme parte de una montaña rocosa en miniatura que tenga en su jardín.
Después de haber coleccionado suficientes piedras, tiene que saber algo sobre los métodos que hay para pulirlas. Algunos clubes de coleccionistas de piedras sugieren que estas se agiten en una mezcla de agua y gránulos abrasivos en el interior de un tambor de limpieza accionado por un pequeño motor eléctrico. Este proceso exige paciencia y tiempo, posiblemente semanas, primero con unos gránulos gruesos, luego con abrasivos más finos y finalmente con polvo de pulir. Pero los resultados hacen que el esfuerzo valga la pena.
Otras clases de piedras
El coleccionismo de piedras no se limita a las pequeñas. En Japón se utilizan mucho las piedras más grandes en la jardinería paisajista. No obstante, estas pueden ser sorprendentemente caras. Por ejemplo, una piedra de color rojizo que pesaba unos 700 kilogramos se valoró en más de 2.300 dólares (E.U.A.). ¿Por qué era tan cara? El valor de una piedra radica en la belleza natural de su forma. En ese caso en particular, cerca de la parte superior había una concavidad que permitía hacer fluir desde allí una corriente de agua que se precipitase hasta abajo formando una serie de cascadas en miniatura.
¿Está animado a ir en busca de piedras? En ese caso, esperamos que encuentre hermosas muestras de este tesoro diferente.—Contribuido.