Unidad papal contra comunismo
EL DÍA 12 de septiembre de 1951 el papa de nuevo rogó por la unidad de las sectas en la lucha contra el comunismo. En su encíclica señaló su propia secta como la que debe hacer la unificación, reiterando el “gran retorno”, tema del “año santo” de 1950. Ya había asegurado que todos los que habían sido “separados de la Sede apostólica” por largo tiempo serían bien recibidos.
Roma se jacta de su unidad, sin embargo ha sido desgarrada por divisiones desde su mismo principio, atestiguando a ello el rompimiento ortodoxo griego y la reforma protestante. Su historia rebosa en avenencias políticas y religiosas hechas por ella en su esfuerzo frenético por sobrevivir. ¿Se porta diferente hoy contra el comunismo?
No, porque al mismo tiempo que se emitía la encíclica papal, el comunismo estaba haciendo pedazos la fuerza de la oposición católica detrás de la Cortina de Hierro en Europa oriental. El Saturday Evening Post, en su número del 22 de septiembre de 1951, detalló el derrumbamiento católico en un país tras otro, en Polonia, Hungría, Checoeslovaquia, Rumanía, Albania y Yugoeslavia. Repetidas veces los prelados católicos han prestado juramentos de lealtad a regímenes impíos, con sólo endebles restricciones mentales que no resultaron ser de importancia alguna. En algunos países organizaciones activas de “curas renegados” atacan al romanismo abiertamente.
La táctica comunista ha logrado sacar a todo disidente de entre las jerarquías católicas oficiales en los diferentes países, dejando en ellas únicamente los que están dispuestos a cooperar cabalmente con el “nuevo orden” rojo. Lo que sucedió en Polonia es típico, como se relató en el Post. En abril de 1950 la jerarquía católica de Polonia exhibió su idea de firme unidad cuando fué atacada. Al rendirse bajo la opresión, condenó oficialmente toda actitud “antigubernamental” y prometió inculcar lealtad en sus manadas y castigar a todo sacerdote voluntarioso que no siguiera la corriente. Se dice que cuando Roma supo de esto por primera vez, quedó atónita. Luego se retiró detrás de una serie de acciones vagas y vacilantes. Salió por fin con que podía aguantar toda concesión en tanto que no cediera en dogma ni en principio moral. Pero si el dejar uno que su libertad de adoración sea aplastada bajo el talón de un dictador rojo no es el ceder un “principio moral”, ¿qué será?
La unión hace la fuerza. Y contra un agresor impío ésta debe estar edificada sobre la Palabra de Dios y la fortaleza piadosa. ¿Resistió Jesús al Diablo prestándole juramento de lealtad con sólo “restricción mental”? ¡No! sino que le dijo claramente y sin usar engaños o evasiones políticas: “¡Márchese, Satanás! Porque está escrito, ‘Es Jehová tu Dios a quien tienes que adorar, y es a él solamente que tienes que rendir servicio sagrado.’” (Mat. 4:10, NM) Asimismo hoy día, es sólo mediante tal fortaleza piadosa que los verdaderos cristianos pueden resistir la opresión diabólica, defender la verdad y la justicia y conseguir la aprobación de Dios.