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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1985
w85 15/8 pág. 10

Ponderando las noticias

La predicción del futuro

“¡El futuro ciertamente no es lo que solía ser!”, declara un artículo de fondo que apareció en un número reciente de la revista Compressed Air Magazine. Este hizo referencia a predicciones que se hicieron entre las décadas de los treinta y los cincuenta, cuando “los pensadores del período tenían casi una fe ciega en el gobierno y la ciencia, y previeron la creación de un estilo de vida casi utópico antes del año 2000”. El artículo de fondo dice que “la mayoría de estas magníficas visiones nunca se acercaron a la realidad”. ¿Por qué no? Después de la II Guerra Mundial se asumió que “todos [...] los problemas habían quedado atrás”, y, cierto es que, “se efectuaron asombrosos adelantos tecnológicos”. Sin embargo, los años posteriores a la guerra produjeron “repetida agitación humana, política, ambiental y financiera”. Ahora, dice el artículo, “somos más sabios, y ya no abrazamos el gobierno ni la tecnología como panaceas de todos los males sociales”.

Los estudiantes serios de la Biblia han evitado esa “fe ciega” en los logros humanos, pues han prestado atención al consejo: “No cifren su confianza en nobles, ni en el hijo del hombre terrestre, a quien no pertenece salvación alguna” (Salmo 146:3). Basados en las infalibles profecías de la Biblia, estos estudiantes de la Biblia anunciaron que las condiciones de esta era empeorarían, hasta que Dios interviniera y reemplazara con su Reino todas las gobernaciones humanas. (Daniel 2:44; Mateo 24:6-8, 14.)

Los siervos de Dios, aunque afrontan los mismos trastornos humanos a su alrededor, no tienen la “conformidad incierta” que menciona el escritor del artículo. Más bien, siguen el consejo de Jesús: “Levántense erguidos y alcen sus cabezas, porque su liberación se acerca”. (Lucas 21:28.)

“Yermo religioso”

Las personas que aparecen en programas de televisión se encaran a “los mismos problemas y dilemas a que se encara cada día la gente común que anda por la calle”. Eso dice el novelista Benjamin J. Stein, al escribir bajo el título de arriba en el periódico The Wall Street Journal. “Pero uno de los factores principales en cuanto a tomar decisiones en la realidad está completamente ausente en la televisión: la religión.” Aunque en las películas se puede hallar a veces el aspecto de la religión, señala el señor Stein, “durante el tiempo más valioso de la televisión, casi no aparece la religión en absoluto. Cuando aparece un problema que requiere juicio moral —que surge casi en todos los programas—, la respuesta que se da se basa en algún conocimiento intuitivo de lo que es bueno y lo que es malo, el consejo de un amigo, algún consejo que viene a la memoria, o, con mayor probabilidad, la mano invisible de la circunstancia”.

Especialmente los padres deberían tener cuidado con un medio en que “nadie [...] jamás habla alguna vez acerca de la religión como guía en su propia vida”, según señala el señor Stein. La mente de los jóvenes es impresionable y tiende a imitar las acciones y los puntos de vista de celebridades que ellos observan. El controlar cuidadosamente lo que se ve en la televisión ciertamente sería el derrotero prudente. De más importancia aún, los padres hacen bien en adiestrar a sus hijos a usar la Biblia como guía. Se debe criar a los niños “en la disciplina y regulación mental de Jehová”. (Efesios 6:4; Filipenses 4:8.)

Todavía hay lugar para más

Se espera que la población de la Tierra, que según cálculos recientes asciende a 4.500 millones de personas, aumente a 6.000 millones para el año 2000, y hasta llegue a 10.500 millones para el año 2110. “¿Es mucha gente 4.500 millones de personas? ¿Es demasiada? ¿Sería insoportable que hubiera 10.000 millones de personas en la Tierra, o podría esta sustentarlas a todas?”, pregunta el señor Hans W. Jürgens, profesor de antropología y demografía de la Universidad de Kiel, República Federal de Alemania. Al escribir para la revista Geo, él declara que la Tierra tiene suficiente “espacio para muchos miles de millones de personas más”, quienes podrían vivir tolerablemente bien si se hicieran cambios correspondientes en las condiciones de vida y la economía. El nacionalismo —dice él— es un obstáculo. “Mientras permitamos y hasta fomentemos el egotismo nacional —y la Organización de las Naciones Unidas desempeña involuntariamente un papel desastroso en este asunto— es poco probable que utilicemos nuestra Tierra a la plena capacidad de que, en principio, es completamente posible.”

Uno no tiene que preguntarse, pues, si la Tierra puede sustentar la gran cantidad de personas que, al debido tiempo de Dios, serán libertadas del sepulcro común de la humanidad (Juan 5:28, 29; Revelación 20:12, 13). Ellas no serán traídas a una Tierra dividida por los intereses nacionalistas y egoístas, sino a una Tierra justa, pacífica y capaz de proveer abundante alimento para todos. (Salmo 72:7, 8, 16.)

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