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  • ¡Usted puede hacer frente a la frustración!

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  • ¡Usted puede hacer frente a la frustración!
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1992
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1992
w92 15/9 págs. 28-31

¡Usted puede hacer frente a la frustración!

CONSIDERE la difícil situación de cierto hombre de 23 años de edad. Su educación es limitada y trabaja por un salario muy escaso. El pensar en casarse y llevar una vida satisfaciente parecen imposibles para él. No sorprende que su madre diga: “Se siente sumamente triste y frustrado”. Otros millones de jóvenes se encuentran en la misma situación. Por una razón u otra, personas de todo nivel de vida se sienten frustradas.

La frustración es el “estado de tensión emocional aumentada por el fracaso en el logro de satisfacciones o gratificaciones, generalmente como consecuencia de fuerzas externas” (Diccionario Terminológico de Ciencias Médicas). Experimentamos frustración cuando tratamos de realizar algo afanosamente pero no lo conseguimos. Sentimos que se nos cierran todas las puertas, nos parece que los obstáculos son insalvables, que no tenemos ninguna posibilidad de éxito. Todos conocemos ese sentimiento.

Los trabajadores que tienen empleos que no se consideran satisfacientes tienen sentimientos de inutilidad. Las esposas o madres de familia cuyo trabajo se da por sentado, pero que tienen que luchar con las inquietudes y los deberes tediosos de cada día, podrían sentirse insatisfechas y pensar que no se las estima. Los jóvenes que afrontan problemas en la escuela pueden sentirse frustrados en sus estudios. Los miembros de grupos minoritarios pudieran sentirse afligidos, convencidos de ser las víctimas de una discriminación injusta. Los hombres de negocios que honradamente tratan de proveer productos o servicios de calidad pudieran acabar arruinados por competidores fraudulentos y sin escrúpulos. Experiencias como estas causan frustración a muchas personas y les hacen perder toda esperanza.

Un hombre sabio que vivió hace siglos pudo resumir su frustración en palabras que podemos entender. Salomón, el rey de Israel, dijo: “Y yo, yo mismo, me volví hacia todas las obras mías que mis manos habían hecho, y hacia el duro trabajo que yo había trabajado duro para lograr, y, ¡mira!, todo era vanidad y un esforzarse tras viento, y no había nada que sirviera de ventaja bajo el sol. Pues, ¿qué llega a tener un hombre por todo su duro trabajo y por el esfuerzo de su corazón con que trabaja duro bajo el sol? Porque todos sus días su ocupación significa dolores e irritación; también, durante la noche su corazón simplemente no se acuesta. Esto también es simple vanidad”. (Eclesiastés 2:11, 22, 23.) Las palabras de Salomón expresan bien la desesperación que muchos sienten cuando tratan de combatir las frustraciones que los privan de una vida remuneradora.

Algunas personas frustradas hasta pudieran sentirse desesperadas. En casos extremos algunos hasta se han dado por vencidos y han renunciado a la vida social para vivir a su manera. Otros han recurrido al delito y a la violencia a fin de conseguir aquello a lo cual creen tener derecho. Las implacables presiones de la vida han destrozado matrimonios y deshecho lazos familiares.

Muchos de nosotros quizás hemos buscado con afán maneras de combatir la frustración. Pero, sin importar lo que hagamos, a veces las cosas parecen ir de mal en peor. Proverbios 13:12 dice: “La expectación pospuesta enferma el corazón”. Nuestro bienestar espiritual y físico pudiera estar en la balanza. ¿Es irremediable la situación? ¿Deberíamos vivir en continua frustración como resultado de nuestros errores e insuficiencias? ¿Pudieran tomarse algunas medidas prácticas a fin de disfrutar de una vida más satisfaciente? Veamos.

Algunos modos de hacer frente a la frustración

Por lo general cuando tenemos algún problema y necesitamos consejo, recurrimos a alguna persona con experiencia, que esté bien informada y en quien podamos confiar. Proverbios 3:5, 6 recomienda: “Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. En todos tus caminos tómalo en cuenta, y él mismo hará derechas tus sendas”. Se puede hallar consejo práctico en la Palabra de Dios, la Biblia. Considere algunos ejemplos de la perspicacia que esta suministra.

El tener que ganarse la vida puede producir frustración. Por ejemplo, nuestro trabajo seglar pudiera ser satisfaciente, pero los bajos salarios pudieran ser una causa de depresión. Amamos a nuestra familia y queremos lo mejor para ella. Pero el esforzarnos por cumplir con nuestras responsabilidades materiales nos produce una ansiedad constante. Podemos trabajar horas extraordinarias, y quizás hasta conseguir un segundo empleo. Después de un tiempo, la vida parece un ciclo tedioso de comer, dormir y trabajar. No obstante, los recibos pendientes siguen acumulándose, las deudas siguen creciendo y la frustración sigue aumentando.

El propósito principal del trabajo seglar es el de satisfacer nuestras necesidades. Pero ¿cuánto necesitamos? El apóstol Pablo escribió: “Nada hemos traído al mundo, y tampoco podemos llevarnos cosa alguna. Teniendo, pues, sustento y con qué cubrirnos, estaremos contentos con estas cosas”. ¿Estamos tratando de conseguir más que esto e ir a la par con lo que otros tienen o pueden hacer? Si es así, pudiéramos cosechar como consecuencia la frustración. Pablo advirtió: “Los que están resueltos a ser ricos caen en tentación y en un lazo y en muchos deseos insensatos y perjudiciales, que precipitan a los hombres en destrucción y ruina. Porque el amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales, y, procurando realizar este amor, algunos han sido descarriados de la fe y se han acribillado con muchos dolores”. (1 Timoteo 6:7-10.) Una evaluación honrada de lo que buscamos en sentido material pudiera revelar que no todo es esencial. El hacer unos cuantos ajustes razonables, buscando la economía y un estilo de vida modesto, bien pudieran resultar en reducir a un mínimo nuestra frustración.

Los deseos naturales reprimidos han causado mucha frustración. Por ejemplo, es natural que una joven llegue a tener un deseo intenso de casarse y de tener la seguridad y el cariño afectuoso que resultan de la vida familiar. Quizás empiece a ocupar mucho de su tiempo y recursos para verse más atractiva con la última moda y medios de embellecer la apariencia, y tal vez se haga lectora ávida de publicaciones que ofrecen consejo a los enamorados. Quizás asista a un sinfín de reuniones sociales con la esperanza de encontrar un buen partido, pero sin ningún éxito. Los años pasan y la frustración llega a ser insoportable. En su desesperación quizás se vea tentada a casarse con alguien inadecuado. Pudiera ser peor aún si, para satisfacer su necesidad de afecto, llegara a participar en conducta inmoral.

En casos así, la paciencia y el buen juicio son esenciales. El casarse con la persona inadecuada —especialmente si carece de fe en Jehová— sería un grave error. (1 Corintios 7:39; 2 Corintios 6:14, 15.) La inmoralidad solo conduce a la angustia y a la desesperación. (Proverbios 6:32, 33.) Un autoexamen honrado, junto con un enfoque sensato del asunto, puede ser de gran ayuda. Un “espíritu quieto y apacible” puede atraer al cónyuge apropiado, más bien que la ropa a la moda o el uso extravagante de cosméticos. (1 Pedro 3:3, 4.) En vez de confiar en consejos frecuentemente frívolos o miopes de expertos mundanos, es fundamental acudir al Creador del matrimonio para aprender lo que se requiere a fin de ser una esposa amada y apreciada. (Proverbios, capítulo 31.) Las personas solteras deberían esforzarse por desplegar las cualidades que desearían ver en un cónyuge. Es sabio buscar asociación sana con personas que respetan los principios bíblicos. Si aplicamos estos en nuestra vida, nuestras perspectivas de un matrimonio feliz serán muchísimo mejores. Aun si no contraemos matrimonio pronto, el obrar en armonía con las Escrituras traerá gozo y hará muy remuneradora la soltería.

Una pesada carga de responsabilidades puede llegar a exasperarnos. Podemos vernos presionados por todos los lados. Nos perturban las apremiantes necesidades de la familia, y nuestro patrono parece que nunca está satisfecho. Los parientes quizás esperan que les tendamos la mano cada vez que tienen dificultades. Debido a tantas presiones, una larga lista de asuntos pendientes reclama nuestra atención. Parece que nuestro tiempo y energías deben canalizarse en muchas direcciones distintas a la vez. La frustración parece convertirse en exasperación, y podemos empezar a sentir deseos de darnos por vencidos. Entonces, ¿qué debemos hacer?

Sería sabio volver a evaluar nuestras prioridades. Puesto que lo que podemos hacer tiene un límite, es imposible satisfacer toda demanda. Necesitamos reducir los asuntos a “las cosas más importantes”. (Filipenses 1:10.) Después de todo, “un perro vivo está en mejor situación que un león muerto”. (Eclesiastés 9:4.) Algunas obligaciones son de primera importancia y no pueden echarse a un lado, mientras que las de menor importancia tal vez tengan que esperar. Quizás hemos asumido totalmente las responsabilidades que deberíamos compartir con otros. Algunas responsabilidades pudieran eliminarse por completo si no son esenciales. Aunque esto cause alguna inconveniencia al principio o desilusione a otros, necesitamos reconocer nuestras propias limitaciones físicas y emocionales.

Una enfermedad extenuante pudiera traer frustración extrema, pues quizás nos haga guardar cama por días o semanas. El dolor agudo pudiera hacernos sentir desdichados. En nuestra búsqueda de alivio pudiéramos ir de un médico a otro, o tomar muchas medicinas o vitaminas con la esperanza de que nos hagan algún bien. Sin embargo, quizás sigamos sufriendo y empecemos a preguntarnos si vale la pena esforzarnos por conservar la vida.

Tal vez se trate de un problema que solo podrá remediarse en el nuevo mundo de Dios. (2 Pedro 3:13; compárese con Isaías 33:24.) Puesto que los humanos son imperfectos, lo que los doctores y los medicamentos pueden lograr está limitado. Quizás lleguemos al punto de tener que aceptar nuestro sufrimiento como parte de la vida. El apóstol Pablo tenía “una espina en la carne”, quizás una dolencia de los ojos o de otra parte del cuerpo, tan gravosa que repetidas veces oró pidiendo alivio. (2 Corintios 12:7-10.) Pero Dios no sanó a Pablo, y quizás el apóstol tuvo que soportar esta dolencia hasta su muerte. Pablo vivió con su sufrimiento, y nunca esperó que se compadecieran de él ni perdió el gozo. (2 Corintios 7:4.) Aunque el hombre justo Job sufrió mucha aflicción, mantuvo su fe en Jehová y esto lo llevó a recibir un magnífico galardón. (Job 42:12, 13.) Si somos siervos de Dios podemos hallar fortaleza para aguantar al reflexionar sobre estos ejemplos y al orar a Jehová por ayuda. (Salmo 41:1-3.)

Fuerte a pesar de las frustraciones

El pueblo de Jehová puede permanecer espiritualmente fuerte a pesar de cualquier frustración. Por ejemplo, aunque tengamos que aguantar una enfermedad, podemos permanecer “saludables en la fe” si nos aprovechamos plenamente de las provisiones espirituales de Dios. (Tito 2:1, 2.) Aunque experimentemos la frustración de la pobreza material, podemos ser maravillosamente ricos en sentido espiritual.

Si acudimos a Dios por sabiduría y fortaleza podemos hacer frente a las frustraciones que puedan producirse en la vida familiar. Por ejemplo, considere a Abigail, la esposa de Nabal. Este hombre era “áspero y malo en sus prácticas”, su mismo nombre significa “insensato, estúpido”. ¡Vivir con un hombre así debió ser una fuente de frustración! No obstante, Abigail siguió siendo “buena en cuanto a discreción” y no se desesperó. En un momento decisivo sus palabras y acciones fueron tan discretas que convencieron a David de no desquitarse de los insultos y la ingratitud de Nabal derramando sangre y mostrando falta de confianza en Jehová. (1 Samuel 25:2-38.)

Aun si una situación que tiene que ver con alguien de la congregación nos causa frustración, podemos aguantar mediante la fortaleza que Jehová suministra. Por ello, la conducta frustrante de Diótrefes no impidió que Gayo, un hombre piadoso, hiciera el bien y de este modo cosechara felicidad y grandes recompensas espirituales. (Hechos 20:35; 3 Juan 1-10.)

Podemos sentir frustración si deseamos servir a nuestros hermanos en la congregación pero parece que se nos pasa por alto, mientras que otros son nombrados ancianos y siervos ministeriales. En vez de permitir que la desilusión nos embargue, debemos fortalecernos en sentido espiritual y permitir que el espíritu santo de Dios produzca su fruto a mayor grado en nosotros. (Gálatas 5:22, 23.) Durante los 40 años que Moisés pasó en Madián, Dios le ayudó a desarrollar un mayor grado de mansedumbre, paciencia y otras cualidades necesarias para hacer frente a las dificultades y frustraciones que experimentaría como caudillo de los israelitas. Del mismo modo, Jehová puede estar preparándonos para futuros privilegios de servicio que podemos recibir con el tiempo si nos mantenemos espiritualmente fuertes y no sucumbimos a la frustración.

¡Pronto se nos liberará de la frustración!

Prescindiendo de sus causas, ¿terminarán algún día nuestras frustraciones? Nuestra situación pudiera parecernos desesperanzada, pero no piensa así nuestro Creador, Jehová Dios. Él no está sujeto a la frustración. Dios dijo mediante el profeta Isaías: “Así resultará ser mi palabra que sale de mi boca. No volverá a mí sin resultados, sino que ciertamente hará aquello en que me he deleitado, y tendrá éxito seguro en aquello para lo cual la he enviado”. (Isaías 55:11.) Puesto que Jehová tiene poder y autoridad infinitos, nada es imposible para él. (Marcos 10:27.) Sus promesas de traer bendiciones sin fin a su pueblo se cumplirán con toda seguridad. (Josué 21:45.)

La duda y la incertidumbre son causas principales de la frustración. Por otra parte, la “fe es la expectativa segura de las cosas que se esperan”. (Hebreos 11:1.) La fe en Dios nos da la garantía de que todas nuestras esperanzas basadas en la Biblia se realizarán completamente. El tema general de la Biblia destaca la promesa de Jehová de la gobernación del Reino, bajo el cual la Tierra será un paraíso perfecto donde las personas justas vivirán gozosas para siempre. (Salmo 37:11, 29.) Todo lo malo —incluyendo la frustración— habrá desaparecido, pues Dios ‘satisfará el deseo de toda cosa viviente’. (Salmo 145:16.)

Hasta que tales bendiciones sean una realidad, todos tendremos momentos de frustración. Pero la esperanza bíblica puede darnos el valor y el ánimo necesarios para perseverar. El consejo sano que hallamos en la Biblia puede ayudarnos a desplegar el buen juicio y la sensatez que suministren estabilidad a nuestra vida y paz a nuestro corazón. A pesar de las decepciones, podemos experimentar “la paz de Dios que supera a todo pensamiento”. (Filipenses 4:6, 7.) Así pues, la batalla contra la frustración no está perdida. Con la ayuda de Jehová podemos hacerle frente hoy y vencerla en el futuro.

[Comentario en la página 31]

Dios puede ayudarle a hacer frente a la frustración, tal como ayudó a Job, Moisés, Abigail y Pablo

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