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  • Las “buenas nuevas” se predican en las prisiones

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  • Las “buenas nuevas” se predican en las prisiones
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g72 22/10 pág. 20

Las “buenas nuevas” se predican en las prisiones

CRISTO JESÚS dijo a sus seguidores: “Les echarán mano a ustedes y los perseguirán, entregándolos a . . . prisiones.” (Luc. 21:12) Esto les está ocurriendo a los testigos cristianos de Jehová hoy día, especialmente en países donde su obra de predicación está bajo proscripción gubernamental. Esto no los ha desanimado. Mientras están en prisión, se han aprovechado de la oportunidad de hablar a compañeros de prisión acerca de la Biblia. Como resultado algunos de estos presos han llegado a ser siervos devotos de Jehová Dios.

Un joven en la Alemania Oriental llegó a conocer la verdad de la Biblia en la prisión. Este hombre no estaba satisfecho con las condiciones de vida en la Alemania Oriental. En una carta a su hermano dejó entrever que tal vez abandonaría el país como refugiado. No hizo nada al respecto, pero su carta fue interceptada por las autoridades. Por lo tanto se le sometió a juicio y se le sentenció a quince meses de prisión en un campamento de trabajo. Los oficiales trataron de cambiar su actitud resentida, pero sin éxito. El joven reaccionó rehusando obedecer sus órdenes. Por lo tanto, en una ocasión le señalaron la conducta ejemplar de los testigos de Jehová en el campamento. Esto despertó la curiosidad del joven. Pero los oficiales no contestaron a sus preguntas acerca de los Testigos.

Más tarde este joven fue asignado a trabajar con uno de los Testigos por aproximadamente un año. Lo que aprendió del Testigo tuvo un efecto saludable sobre su actitud. Cuando los oficiales se enteraron de la razón del cambio de actitud del joven, transfirieron al Testigo a otra asignación de trabajo. Sin embargo, ya era demasiado tarde. El joven preso había decidido hacerse testigo de Jehová. Después de ser puesto en libertad pudo finalmente ponerse en comunicación con los testigos de Jehová y está haciendo excelentes progresos.

La experiencia de un Testigo en Malawi también ilustra los buenos resultados que se obtienen de predicar en la prisión.

En su primer día de confinamiento el Testigo fue abordado por un preso ex-miembro del parlamento para que diera un sermón de la Biblia. Después de eso pronunció seis discursos ante una concurrencia media de veintiséis, más de la mitad de los que estaban en la prisión.

Más tarde el Testigo fue trasladado a otra prisión. Allí tuvo que compartir un “campo de detención” (que medía 24 metros por 18 metros) con otros 98 presos. Debajo de un gran árbol en el centro del campo, otros presos de distintas confesiones religiosas se reunían dos veces al día para celebrar sus reuniones para orar de su “iglesia unida.” Cuando uno de los presos se enteró del Testigo le preguntó que por qué no participaba de los servicios. El Testigo explicó su posición hacia la unión de fes. El joven entonces preguntó: ‘¿No concuerda usted con que los israelitas, cuando estuvieron en prisión, tenían que orar?’ El Testigo pidió entonces al joven que consiguiera la Biblia, el único libro que se permitía en el campo de detención y el cual compartían todos los presos. Estaba despedazada y le faltaban muchas partes. Sin embargo el Testigo pudo mostrar por qué no podía unirse a las oraciones de la “iglesia unida.” También comenzó un estudio con el joven, celebrándolo diariamente durante las próximas seis semanas en momentos en que otros no estaban usando la desaliñada Biblia.

El joven le explicó al Testigo, basándose en lo que había aprendido, que ya no deseaba continuar siendo miembro de la Iglesia Anglicana. Cuando estuvo lo suficientemente fuerte para defender su fe comenzó a hablar a otros.

Continuando con su predicación, el Testigo pudo comenzar un estudio con un hombre que había estado presente dos veces en su estudio con el primer joven. Este hombre pronto se unió al Testigo en hablar acerca de la Biblia a los otros presos. Un mes más tarde otro preso comenzó a estudiar. Al mes siguiente el líder de la “iglesia unida” de la prisión se acercó al Testigo y le hizo muchas preguntas. Él también comenzó a estudiar con los Testigos. Dos meses más tarde el Testigo fue inesperadamente puesto en libertad. Aunque había sufrido injustamente, se regocijó de haber tenido la oportunidad de ayudar a cuatro personas a adquirir un entendimiento básico de la adoración verdadera.

Por lo tanto, en países donde existen trabas legales, la gente está escuchando las “buenas nuevas” aun en las prisiones. Es tal como declaró el apóstol Pablo: “La palabra de Dios no está encadenada.”—2 Tim. 2:9.

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