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¡Despertad! 1976
g76 22/3 págs. 24-25

El asombroso volcán

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Guatemala

HACE siglos que los volcanes les han sido tanto fascinantes como aterradores a la gente. En tiempos antiguos algunas personas hasta adoraban a los volcanes. La palabra misma proviene de Vulcanus, el nombre latino del dios romano del fuego.

Señalando que un volcán es “una abertura en la superficie de la tierra,” The World Book Encyclopedia explica: “A través de esta abertura ha salido roca tan caliente que está en un estado líquido o gaseoso. Esta roca fundida que existe en lo profundo de la tierra se llama magma.” Se piensa que cámaras de magma extremadamente caliente se hallan de 30 a 65 kilómetros debajo de la corteza terrestre. Cuando el magma ejerce presión contra el techo de una cámara, se liberan gases. Cuando estos gases llegan a algún punto débil de la corteza terrestre, perforan un pasaje o “conducto,” que con el tiempo llega a la superficie.

Cuando el magma llega a la superficie de la Tierra, se enfría y se convierte en “lava.” Esta se escapa por una abertura en la corteza y se derrama por sobre los bordes del cráter del volcán. “De vez en cuando,” señala la obra de consulta citada anteriormente, “la abertura queda taponada cuando el magma se enfría. Esto hace que los gases vuelvan a acumular presión para arrojar al aire el material obstructivo.

Guatemala es conocido por sus volcanes; hay más de treinta y tres en ese país de América Central. Una persona que viaja hacia el sur desde México a la Ciudad de Guatemala puede ver un pico volcánico tras otro, aparentando ser una formidable cadena montañosa. Sin embargo, la mayoría de los volcanes de Guatemala ahora están inactivos.

Entre los que están activos está Santiaguito. Este volcán nació a fines del siglo pasado cuando brotó del costado de un volcán progenitor más grande. Una señora de edad avanzada, que de niña pequeña presenció el nacimiento de Santiaguito, recuerda que ‘primero arrojó piedra pómez y arena fina como ceniza que cubrió todo el paraje inmediato hasta la profundidad de más de un metro.’ Todavía hay que cavar hoyos a través de más de un metro de piedra pómez y arena para llegar a lo que había sido la capa superior del suelo para plantar los cafetos en la vecindad de Santiaguito.

Otro volcán activo de Guatemala es Pacaya que ha estado en erupción intermitente por varios años. Un testigo que vio a Pacaya cuando “hacía de las suyas,” como él lo expresó, informa: ‘Parece como si estuviera arrojando fuego desde su cima. Varios arroyuelos ígneos que fluyen montaña abajo se parecen a dedos sumergidos en pintura fosforescente brillando en la oscuridad.’

El volcán más violento de Guatemala es el que se llama Fuego. El 13 de octubre de 1974, los residentes de la Ciudad de Guatemala permanecieron en zonas abiertas y encima de sus tejados para observar la erupción de Fuego, un espectáculo verdaderamente inspirador de temor. Presenciaron la aparición de llamas que se proyectaban cientos de metros en el aire. También vieron caer rayos en el volcán desde un cielo sin nubes, un fenómeno que por siglos se ha sabido que acompaña a las erupciones volcánicas. El volumen colosal de arena arrojado por Fuego cubrió y parcialmente arruinó los algodonales y los campos plantados de sésamo.

¿Sabía usted que, en su mayor parte, las “llamaradas” que saltan hacia el cielo cuando un volcán está en erupción no son fuego corriente? Las llamaradas por lo general resultan de la combustión de materiales combustibles, durante la cual se liberan sustancias que reaccionan con el oxígeno del aire. Sin embargo, la mayoría de las “llamaradas” de los volcanes no provienen de la combustión. Más bien son chorros de partículas encendidas que se forman de la lava fundida. Cuando la lava escapa de su ambiente de alta presión en lo profundo del volcán y entra en la presión atmosférica normal, los gases explosivos propulsan estas partículas hasta el cielo, lo cual da la apariencia de llamas flameantes. Entonces las partículas se enfrían y solidifican para formar densas nubes de piedra pómez que se asienta sobre toda la campiña, arruinando los cultivos.

Los gases volcánicos consisten en su mayoría de vapor de agua. A veces el anhídrido carbónico y el nitrógeno son los principales componentes. Estos gases pueden incluir en cantidades más pequeñas ácido clorhídrico, ácido fluorhídrico, azufre, hidrógeno sulfurado, anhídrido sulfuroso, hidrógeno y monóxido de carbono. Un hecho interesante es que, de éstos, solo el azufre, hidrógeno y el monóxido de carbono son combustibles. Por lo tanto, estos contribuyentes menores son los responsables de las únicas verdaderas llamaradas en las erupciones volcánicas.

Muchos quizás se sientan inclinados a considerar con temor a los volcanes, porque en ocasiones han causado la pérdida de vida y propiedad en gran escala. Pero los volcanes también han servido para el provecho del hombre. El vapor volcánico se ha usado para producir calor y energía eléctrica. Las fuentes termales sirven para propósitos medicinales, para lavar y para baños. La lava se usa como material de construcción. La piedra pómez es un agente popular para moler y lustrar. Y los lechos de lava, puesto que son porosos y permiten que se junte el agua fresca, son importantes fuentes de agua. Ciertamente, muchos son los beneficios que le provienen al hombre del asombroso volcán.

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