BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • g77 22/6 págs. 12-16
  • Un recordatorio de tiempos más tranquilos en Ulster

No hay ningún video disponible para este elemento seleccionado.

Lo sentimos, hubo un error al cargar el video.

  • Un recordatorio de tiempos más tranquilos en Ulster
  • ¡Despertad! 1977
  • Subtítulos
  • Información relacionada
  • Las casas de los campesinos
  • Las granjas
  • La casa del ministro
  • Los trabajadores con lino
  • La casa del tejedor
  • Otras reflexiones sobre el pasado
  • ¿Qué tiene de particular el lino?
    ¡Despertad! 1992
  • El tejedor de África occidental
    ¡Despertad! 1990
  • Lino
    Ayuda para entender la Biblia
  • Lino, I
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
Ver más
¡Despertad! 1977
g77 22/6 págs. 12-16

Un recordatorio de tiempos más tranquilos en Ulster

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Ulster

“¿TIEMPOS tranquilos en Ulster? ¡Nunca!” Esa reacción pudiera ser fácil de entender considerando el salvaje guerrear sectario, los horripilantes asesinatos, los bombardeos devastadores, el trágico derramamiento de sangre inocente y la insensata destrucción de propiedad que parecen ser el orden del día en Irlanda del Norte.

Pero a solo unos cuantos kilómetros de la tensión ardiente que prevalece en el centro municipal de Belfast, podemos hallar un verdadero oasis de serenidad y calma. Este recordatorio de tiempos más tranquilos es el museo del pueblo de Ulster.

Es un proyecto evocativo de gran imaginación, establecido en 55 hectáreas de terreno rural reposado, hermosamente arbolado y parecido a parque, que ilustra de una manera notable las condiciones en que se vivía y trabajaba en esta provincia durante los pasados doscientos o trescientos años. Aquí, en un medio circundante natural, tenemos restauradas las moradas que fueron los hogares de los peones o campesinos más pobres, los granjeros y trabajadores, los tejedores y otros que vivieron en Ulster en antaño. Primero, examinamos las casas de los campesinos.

Las casas de los campesinos

Posiblemente su primera impresión provoque exclamaciones como: ‘¡Oh, qué casa más bonita y encantadora! Mire ese techumbre de paja deleitable con el humo que sube en espirales por la chimenea.’ Las casas han sido restauradas con gran cuidado. Fueron desarmadas piedra por piedra y madero por madero en su lugar original y luego armadas de nuevo aquí con mucho cuidado. Una casa no es más que una sola habitación que no mide mucho más que 3 metros cuadrados, con el suelo de tierra pelada, paredes de piedras gruesas y pequeñitas ventanas, y una techumbre baja hecha de paja.

Obviamente toda la vida giraba en torno del hogar donde la chimenea estaba formada de guijarros colocados en el suelo de barro. En esta choza tienen un fuego brillante de turba ardiendo en el suelo, y agrupados alrededor de él están todos los utensilios primitivos que se usaban para cocinar.

Aquí, en esa gran tortera negra, el ama de la casa cocinaba los artículos básicos de su dieta, como el pan sin levadura, o la torta de harina de avena, que entonces se secaba enfrente del fuego. ¿Cree usted que pudiera producir las hermosas tortas frescas de pan de soda, que habrían de quebrarse en cuartas, y luego comerse con montones de mantequilla fresca; o tal vez el pan de patata, hecho de una mezcla de harina de trigo y patatas hervidas?

Las ásperas paredes encaladas no hacen mucho para disipar la sensación próxima a claustrofobia que se apodera de nosotros en esta casa tan pequeñita. Tampoco podemos pensar que estaríamos muy cómodos en esa cama estrecha y de apariencia dura que no es más que un ‘saliente’ construido en la pared cerca del hogar.

Y no obstante, aun aquí se nos ocurre la idea... ¿qué hemos logrado realmente en cuanto a producir una vida mejor ahora que vivimos en este siglo veinte ‘modernizado’? Aparte del nivel material básico, ¿qué se puede decir acerca de la calidad de la vida actual en la selva de hormigón que es Belfast?

Sin duda alguna, las personas que vivieron en chozitas como ésta se horrorizarían ante algunos de los resultados angustiosos de la llamada civilización con su capacidad mortífera para ocasionar destrucción repentina y sin distinción. Tal vez tendrían gusto en escapar y volver a este refugio de paz, aunque a veces se les haya hecho difícil la vida.

Sin embargo, además de estas moradas más pequeñas y humildes, donde a veces vivían familias enteras, durmiendo todos agrupados con los pies hacia el fuego, hay unos excelentes ejemplos de granjas. Aquí subimos un escalón o dos en la escala social, y vemos un mejoramiento pequeño en la porción del granjero y los trabajadores de la granja.

Las granjas

Aun aquí, a pesar de que posiblemente la cocina tuviese el lujo de un piso enlosado más bien que uno de barro seco, la gente tenía muy poco a modo de comodidades materiales.

De nuevo hallamos un hogar abierto al nivel del piso, un fuego de turba ardiendo, y casi todo el humo, según la dirección del viento, subiendo por la parte de la chimenea que se extiende de la pared. ¡Note esa grúa grande de hierro que gira sobre el lado izquierdo del fuego, y que se usa para oscilar aquellas pesadas ollas de hierro y grandes calderas negras y sacarlas del fuego! ¿Cree usted que le gustaría manejar una de esas ollas, algunas de las cuales podrían contener hasta 95 litros? Las que tienen aquí no parecen ser tan grandes, pero ¡qué contraste forman con las ollas eléctricas de litro y medio que hierven casi instantáneamente y que hoy día se hallan en casi todo hogar irlandés!

Había muy pocos muebles en las granjas de aquel tiempo más tranquilo, pues fueron espartanos al grado extremo... una mesa áspera, una silla o dos de apariencia muy incómoda y un aparador abierto con los cacharros bastos de la familia. Metida en un rincón pudiera haber una cama turca, que se doblaba durante el día para servir de banco, y cerca del fuego estaba el inevitable salero de cocina. Ese banquillo de tres pies era muy práctico cuando se considera la desigualdad del piso. Casi todos estos muebles toscos, así como las maderas pesadas que sostienen la casa, fueron hechos del lignito de encina que en un tiempo abundaba aquí en Irlanda.

Un rasgo interesante que notamos en estos hogares es la ‘pared salediza’ con la cual nos encaramos al entrar por la puerta de enfrente que, a menudo, es la única puerta. Esta pared de división con su ventanilla que permite ver quién se acerca del corral de la granja está construida en ángulos rectos con la pared donde está situado el hogar. Impide el paso de parte de la corriente de aire a la zona del hogar, ayudando así a formar un rincón cómodo donde la familia y amigos podían reunirse para un rato de diversión o compañerismo.

Por lo menos los habitantes de estas granjas hubieran estado libres del terror que actualmente experimentan muchos que viven en granjas solitarias en Irlanda del Norte, donde los ocupantes han sido las víctimas de asesinos sectarios que andan en cuadrillas merodeando en auto. Hoy en muchos hogares esta abertura en la ‘pared salediza’ a propósito para atisbar halla su duplicado austero en la forma de mirillas que dan una vista amplia de la zona de la puerta, o el vidrio que permite ver en una sola dirección que se usa en las puertas de enfrente para advertir si se acerca alguien con el intento de asesinar.

No todos experimentaron la pobreza que fue la porción de tantos entre la gente común durante aquellos años del pasado, especialmente durante y después de la Gran Hambre de 1845. Algunas de las secciones más acomodadas de la sociedad vivieron en mayor lujo. Vemos un ejemplo de esto cuando damos una mirada a la casa más grande y de dos pisos que en un tiempo fue ocupada por un eclesiástico.

La casa del ministro

Esta casa realmente resalta en contraste con las otras. Pasamos por la puerta de enfrente y estamos en una cocina de tamaño grande, y hay una sala a la izquierda y un cuarto de dormir y estudio a la derecha. En el piso de arriba hallamos un cuarto de dormir inmenso, el principal, y en éste no hay solo una cama sino dos camas grandes, ambas para dos personas, completas con botijas de agua caliente, calentadores de cama de cobre y vasos de noche, además de roperos y cómodas. El mobiliario de esta casa revela una artesanía y calidad que absolutamente no se vieron en los hogares de los parroquianos.

Lo que realmente nos impresiona aquí es la inmensa zona del hogar. Esta es una tremenda y magnífica chimenea, tan grande que podemos estar de pie cerca del fuego y mirar hacia arriba en la cámara donde se podían colgar artículos para humearlos y conservarlos. Además, esta casa tiene algo que ninguna de las otras ha tenido hasta ahora... ¡un horno! Lo único que las mujeres de esas otras casas podían hacer si deseaban cocinar algo al estilo de horno era enterrar sus ollas en el fuego de turba.

La dama de esta casa hubiera calentado su horno con algún combustible que no produjera humo, carbón de vegetal, entonces al llegar a ser suficiente el calor hubiese sacado los carbones restantes con un rastrillo para luego cocinar su pan en el calor residual. Tal vez hasta hubiera agregado a la dieta de su familia algunos de los manjares que, según se informa, podían conseguirse alrededor de 1776: “Palomas, 2s. [dos chelines] la docena; conejos, 4d. [cuatro peniques] cada uno; lenguado, 10d. el par; langostas, 5s. la docena; pato silvestre, de 10d. a 1s. cada uno.”

Muchas personas que vivían en Ulster durante aquellos años trabajaban con el lino, una industria muy apropiada para el clima aquí. Como en el caso del granjero, la vida para estos trabajadores era muy dura.

Los trabajadores con lino

El trabajar con la planta de lino cuyas fibras producen la hilaza debe haber sido trabajo abrumador que dejaba a los obreros totalmente rendidos. Sacaban de raíz los tallos y los ataban en haces, luego los maceraban o remojaban en depósitos por un período de entre ocho y catorce días para su ‘enfriamiento,’ en el cual la acción bacterial permite que se extraigan las fibras.

Esto es lo que produjo el lino, una vez que se hilaban las fibras en hilazas para tejerlo. La tela de lino, inicialmente de color pardo pálido, se tendía en los prados para blanquearla. Incidentalmente, en aquellos días la pena por hurtar lino de estos prados de blanqueo, apenas puede creerse, ¡era muerte! Ciertamente eran días difíciles.

Algunos habitantes de la localidad posiblemente hayan trabajado en el molino de lino con su tremenda rueda hidráulica que producía la energía para agramar el lino y para otras actividades necesarias, una vez que dejaron de hacer esto a mano, pero en todo esto no hay duda alguna de que el tejedor era el artesano.

La casa del tejedor

Para ilustrar las condiciones en que se tejía antiguamente, tienen aquí en la casa de un tramador de lino a un tejedor del día moderno copiando su trabajo. Pasamos directamente adelante por la puerta de enfrente, y a la vuelta de la ‘pared salediza,’ nos hallamos en una cocina muy parecida a las de las granjas que hemos visitado. A la derecha está el cuarto de dormir con suficiente espacio para dos camas grandes, y a la izquierda, detrás de la pared del hogar, está el cuarto de tejer.

No cabe duda en cuanto a ello, este hombre estaba completamente satisfecho con su oficio. Su trabajo lo tenía completamente absorto. Los tejedores acostumbraban trabajar desde el primer rayo de luz hasta el último, lo que explica por qué hay tantas ventanas en este cuarto. Un visitante comenta al tejedor que está ocupado en su trabajo que las horas largas que solían trabajar deben haber deshumanizado al tejedor, haciéndolo simplemente parte de la máquina, por decirlo así. Pero este tejedor opina que en su caso parece más bien ser asunto de que la máquina llega a ser una extensión de él, con genios suyos propios.

Es realmente fascinador observar el motivo que se desarrolla en el lienzo a medida que él trabaja, manteniendo ocupados los pies y las manos a medida que levanta primero estos hilos, luego aquéllos, y la lanzadera va y viene rápidamente. ¡Qué coordinación y concentración!

Otras reflexiones sobre el pasado

Hay otras exhibiciones aquí que nos ayudan a apreciar el pasado. El estuche de instrumentos que el médico llevaba nos parece aterrador. Por supuesto, nos recuerda que hubo tiempo en que no existían anestésicos. Cuando el médico tenía que usar esa sierra de tan cruel apariencia para amputar una pierna, digamos, es posible que primero hayan llevado al paciente a la taberna de la localidad a fin de embriagarlo antes de someterlo a la operación. ¡Luego se exigía que el zapatero local preparara hilo cerado de lino y cera de abejas y se usaba eso para la ligadura de las arterias aserradas!

El yugo de madera, completo con cadenas para cargar los recipientes de leche, ciertamente no tiene aspecto muy cómodo tampoco, y nos asombra el equipo tosco que tenían que usar. Hoy día pocas personas de Irlanda preferirían aquellas condiciones de vivir a las condiciones de que disfrutan actualmente debido a la tecnología moderna.

Pero, por igual, es dudoso si la gente que vivió en aquellos tiempos y usó todas aquellas herramientas hubiera preferido los temores, inseguridad, tensión y odios de la actualidad a la tranquilidad relativa de sus tiempos. Parece que hemos reemplazado los agravios de su día con injusticias aún más monstruosas. Reflexionando sobre la actual frustración de muchos, un individuo ingenioso escribió la siguiente pregunta en un muro de Belfast: “¿Hay vida antes de la muerte?” De modo que es bueno tener un recordatorio de tiempos más tranquilos y abrigar la esperanza de que algún día la tranquilidad será restaurada.

[Ilustración de la página 12]

Una casa de campesino

[Ilustración de la página 13]

Una casa de granjero

[Ilustración de la página 14]

Una casa de ministro

[Ilustración de la página 15]

Una casa de tejedor

    Publicaciones en español (1950-2025)
    Cerrar sesión
    Iniciar sesión
    • español
    • Compartir
    • Configuración
    • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
    • Condiciones de uso
    • Política de privacidad
    • Configuración de privacidad
    • JW.ORG
    • Iniciar sesión
    Compartir