¿Qué hacer acerca de la crisis del café?
¡SE NOS dice que en los años treinta había café en cantidades tan excesivas que los cafetaleros brasileños quemaron 70 millones de bolsas de café! Y en los años cuarenta el Post de Nueva York llevaba un anuncio comercial que ofrecía el equivalente de dos bolsas de medio kilo de café por 85 centavos de dólar.
Como bien sabe todo el que bebe café, las cosas han cambiado muchísimo en los años setenta. El que se vendiera el café a 4 ó 5 dólares el medio kilo hizo una compra importante de lo que había sido una provisión casera casi insignificante. En Tokio, cuando el precio de una taza de café subió en algunas tiendas a 300 yenes (más o menos un dólar), el periódico Daily Yomiuri acusó a los dueños de “recoger ganancias oportunistas de la subida de precio.”
Los altos precios del café no presentan gran problema a los japoneses que tienen grande afición al té, pues como promedio anual solo beben unas 100 tazas de café. Pero para los suecos, que beben más de 1.300 tazas como promedio anual, el café puede ser un verdadero gasto. El hábito del estadounidense medio figura entre estos dos extremos: aproximadamente 800 tazas anualmente. Así el café hecho en casa llegó a ser para ellos un hábito que les costaba 75 dólares por año.
Detrás de la subida de precios
Pero ¿qué causó la tremenda subida de precios? ¿Hay verdad alguna en las acusaciones que se han hecho de que las naciones cafetaleras conspiraron para aumentar los precios, como lo había hecho el sindicato petrolero? ¿O verdaderamente hubo una escasez que hizo subir los precios como resultado de las presiones del mercado? El punto en disputa cobró intensidad entre algunos que tienen grande afición al café. Prorrumpieron acusaciones airadas tanto de los consumidores como de los políticos. Se pidió un boicoteo del café, con la esperanza, según pensaban los que lo iniciaron, de obligar los precios a bajar por medio de reducir la demanda.
La evidencia parece indicar que el encarecimiento del café se debe a más de una sola causa. Y puede que haya verdad tanto en algunos de los cargos de los consumidores como en las defensas de los productores del café.
Por supuesto, el punto de partida fue la escarcha fatal que ocurrió en el Brasil en 1975 y redujo su producción anual por más de 66 por ciento en 1976. Los cafetos nuevos no podrían empezar a producir antes de 1978. Además, los problemas en otros países cafetaleros combinaron para impedir el progreso hasta cierto grado. Se ha hecho referencia a la guerra en Angola, los disturbios en Uganda y Etiopía, el terremoto de Guatemala y la inundación en Colombia como responsables de las reducciones o demoras de las cosechas.
No obstante, la producción mundial para 1976 solo fue aproximadamente 15 por ciento menor que la del año previo. Pero como había reservas generalmente grandes de las cuales extraer café, esto no fue un azote insoportable a sus provisiones. De hecho, se informa que el Brasil, al extraer de sus reservas, pudo suministrar aún más café a los mercados mundiales en 1976 que lo que suministró en 1975. Entonces ¿por qué los enormes aumentos de precio?
Bueno, algunas autoridades dicen que se debió en parte a la incertidumbre creada por las dificultades de producción ya mencionadas. Esto fue suficiente para iniciar una onda agitada de compras en los mercados de café internacionales. Bajo la impresión de que habría escaseces, los especuladores y comerciantes al por mayor acapararon el café. La demanda aumentó rápidamente y los precios se multiplicaron. Esto recordará a muchas amas de casa la repentina y tremenda subida de los precios del azúcar antes que éstos se desplomaran hace poco. Por supuesto, no hay duda de que en ambos casos el egoísmo y la explotación hayan desempeñado su papel usual.
Pero las presiones del mercado no fueron el único factor detrás de los repentinos aumentos de precio. Algunos países productores aumentaron drásticamente sus impuestos de exportación, sin duda aprovechando la demanda aumentada. Así para mediados de enero, Colombia estaba recibiendo aproximadamente tres dólares por kilo en impuestos de exportación, mientras que el Brasil había cuadruplicado sus impuestos a casi dos dólares por kilo a principios de marzo. ¡Tan solo los impuestos equivalían o excedían lo que los consumidores habían estado pagando por el café al menor pocos meses antes!
Por supuesto, hubo algunos beneficios en los países productores de café para los agricultores de cafetales pequeños generalmente mal pagados, pero se informa que todavía hay muchos recogedores que solo reciben alrededor de un dólar por día por su trabajo. Pero los grandes terratenientes y compradores recogieron ricas e inesperadas ganancias y los países cafetaleros mejoraron en gran manera sus balanzas comerciales con otras naciones. Por ejemplo, el Brasil aumentó a más del doble sus ganancias del café en 1976, y espera casi cuadruplicarlas en 1977.
Sin embargo, ya se divisan los presagios de un cambio. El Departamento de Agricultura de los EE. UU. actualmente calcula que en 1978 la oferta mundial volverá a exceder la demanda, por aproximadamente 25 por ciento. Se ve otra señal ominosa para los productores del café en el hecho de que el consumo del café disminuyó por 20 por ciento en los Estados Unidos durante 1976, igualando a los aumentos constantes en el precio.
Algunos peritos advierten que pudiera suceder la misma cosa que ocurrió en Inglaterra a mediados del siglo diecinueve. La roya destruyó los cafetos de Ceilán y el precio subió súbitamente. Los ingleses, que habían sido bebedores de café, cambiaron al té... permanentemente. Ahora beben nueve tazas de té por cada taza de café.
¿Resultarán los precios que suben a las nubes en ‘matar la gallina que pone los huevos de oro’? Bueno, puede que el modo en que los precios del azúcar subieron repentinamente y luego vinieron abajo hace unos años sea presagio de lo que pudiera suceder con el café. A fin de evitar este ciclo de prosperidad y fracaso, las naciones que producen café están tratando de arreglar un programa de estabilización de precios antes que vuelvan las condiciones de sobreproducción. Pero, ¿qué pueden hacer las personas por todo el mundo que beben café si su bebida favorita se les ha hecho demasiado costosa?
Las alternativas
El deseo vehemente de tener una bebida caliente y refrescante está haciendo que muchas personas prueben diferentes métodos para hacer que el café rinda más, o están recurriendo a sustitutos. El National Observer relata de una familia californiana que seca los granos del café en el horno y los usa la segunda vez. Otros usan menos café la primera vez, haciendo más débil la bebida.
Los peritos sugieren otras maneras de hacer que los granos rindan más café. Para que los granos de café molidos permanezcan fuertes, recomiendan que una vez que se abra la lata o paquete se ponga el café en un recipiente a prueba de aire y se guarde en el refrigerador. Otra manera de sacar lo más posible de los granos del café es molerlos a medida que uno los necesite, usando para ello un molinillo eléctrico que se vende para este propósito. Algunos creen que este café recién molido tiene el mejor sabor de todos. Los granos enteros se quedan frescos por varios meses, mientras que los molidos pierden su sabor mucho más rápidamente. Hay por lo menos una compañía que ha puesto en el mercado una hojuela de café que supuestamente extrae aproximadamente 15 por ciento más sabor de la misma cantidad de café.
Otra cosa que uno pudiera hacer es probar clases de café menos costosos, incluso la marca de la tienda misma. Algunas personas se han sorprendido al descubrir que estas marcas les agradan tanto como las otras, o que las pueden tolerar debido a la diferencia en precio. El cambiar al café instantáneo también pudiera resultar en ahorro. Un investigador halló que un café instantáneo “nonfreeze-dried” salió costando como un tercio menos por taza que un café molido de marca bien conocida.
Los que no insisten en que su café sea puro pueden agregarle achicoria y así hacer que rinda más. La achicoria se vende ya mezclada con el café o por separado para los que quieran hacer su propia mezcla. Una mezcla comercial puede costar lo mismo que el café puro, pero solo se necesita la mitad de la cantidad para conseguir una bebida de la misma fuerza. Por supuesto, el que el sabor sea acepto o no depende del gusto individual.
Se informa que durante la Gran Depresión los estadounidenses aprendieron una medida económica que consistía en mezclar partes iguales de cebada asada y café verdadero, lo cual llamaban “café de tiempos difíciles.” De hecho, se usa la cebada asada hoy día en el Japón y Corea para un té de cebada oscuro cuyo sabor de nuez asada supuestamente se asemeja al del café. Se puede comprar en muchos mercados orientales.
En los Estados Unidos y Europa se han puesto en el mercado diferentes sustitutivos del café bajo una variedad de marcas. Los han hecho principalmente de cereales, y, por supuesto, no contienen la cafeína que da a los bebedores del café el efecto estimulante que evidentemente muchos desean aún más que el sabor. Sin embargo, como alternativa el té sí satisface ese deseo. Parece que como reemplazo del café, el té no tiene igual.
Pruebe el té y vea
“El precio alto del café es lo mejor que le ha sucedido al té,” declaró el secretario del Consejo de Té de Londres. Evidentemente el aumento en el precio del café le puso coto a una disminución de diez años en la cantidad de té que el inglés individual bebe, pues de casi cinco tazas diarias de té bajó a unas cuatro tazas. Los estadounidenses, también, importaron casi 15 por ciento más té en 1976 que en 1975.
Los precios de té también se han multiplicado rápidamente a la par con el aumento en la demanda, y el té comprado por kilo no es barato, pues varía desde un poco menos que el precio del café a tanto como 75 dólares por kilo por una variedad de China. Pero se saca de cuatro a cinco veces más que beber de un kilo de té que de un kilo de café... aproximadamente de 400 a 500 tazas comparadas con 100 del café. El té exótico que se mencionó de la China puede remojarse más de una vez y se pueden hacer unas 1500 tazas de un kilo.
Otro aspecto favorable del té es que se pueden conseguir variedades y mezclas para agradar casi todo gusto, con la excepción posiblemente del bebedor de café más avezado. Si uno experimenta con las diferentes clases, por lo general halla una que le agrada.
El té contiene como la mitad de la cantidad de cafeína que el café, o un poco más. Por eso, se puede obtener de él algo del estimulante que los bebedores de café esperan de su bebida. Además, The Wall Street Journal informa: “La taza de té que uno prepara contiene otros ingredientes que retardan la liberación de la cafeína, razón por la cual el sistema nervioso recibe un choque menos severo del té que del café y su efecto estimulante dura más.” Dos investigadores industriales de Inglaterra también afirman que el té posee “la propiedad singular de eliminar los desagradables efectos secundarios de la cafeína sin alterar la habilidad que tiene para aliviar la hipertensión.”
Por lo tanto, si el precio elevado del café lo tiene perturbado, ciertamente no está sin alternativa. La crisis del café ha abierto la puerta a nuevos placeres de sabor para muchas personas que de otra manera nunca hubiesen explorado más allá de la bebida caliente que es su favorita.