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  • Mercaderes sobre ruedas
  • ¡Despertad! 1979
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¡Despertad! 1979
g79 8/5 págs. 12-14

Mercaderes sobre ruedas

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en el Japón

ESTÁ propenso a inclinarse un poco hacia la izquierda al andar, pero el par de piernas que lo lleva es fuerte. Su sonrisa es contagiosa, sus modales bondadosos y sus gritos de “¡Yakiimo!” son familiares a todos. Él ha dejado su granja en el campo y se ha unido a la multitud de mercaderes sobre ruedas en una ciudad grande a unos 320 kilómetros de su hogar.

Yakiimo es la batata caliente. Hay una abundancia de batatas en los meses invernales; de modo que el vendedor de batatas recurre a este trabajo para ganarse la vida hasta la primavera, cuando regresa a las granjas de arroz. Su tienda móvil es un gran artefacto semejante a caja hecho de metal y madera. Un fuego de leña en su interior calienta pequeñas piedrecillas lisas contenidas en un recipiente de metal. Sobre estas piedras se cocinan las batatas. El olor de la madera que sube de la chimenea del carro y el aroma de las batatas que se escapa cuando él levanta la tapa para ver cómo se están cocinando estimulan los jugos gástricos. Llueva o truene, usted puede estar seguro de oír el llamado por medio de megáfono o cinta grabada para que usted compre “¡Yakiimo!”

Otros mercaderes venden frutas, mariscos, guisos japoneses y muchísimas otras cosas. También está el mozo de reparto montado en bicicleta, o tal vez acelerando su bicicleta a motor. Se le puede ver en todos los pueblos y ciudades, pasando aun a través del tráfico más congestionado, con una enorme pila de golosinas en tazones y cajas diestramente equilibrados sobre el hombro. ¿Cómo lo logra? Pues bien, a veces no lo logra, como quizás testifique un rostro acongojado que nos mira desde un montón de tallarines y tazones rotos.

Mercader con “propaganda comercial”

Por medio del divertido espectáculo que ofrece, el vendedor de maíz dulce atrae a niños y adultos por igual. Su propaganda comercial en vivo es muy simpática. Llega en un camión extremadamente pequeño que tiene la parte trasera al aire libre. Sus mazorcas de maíz ya están tostadas y listas para vender. Este hombre en particular lleva pantalones cortos de vivos colores, medias tabia y sandalias con su tirilla de cuero que separa el dedo gordo de los otros dedos del pie, un abrigo happi y una cinta para la cabeza a fin de mantener su frente libre de traspiración. Su rostro y modales joviales nos hacen sonreír antes de que comience su ejecución. Después de haber revisado por última vez el maíz para asegurarse de que está bien tostado, salta de la parte trasera del camión y comienza a cantar y bailar en la calle. En su canción dice que el maíz es de Hokkaido, en el norte del Japón. En su cantinela dice lo delicioso y dulce que es su maíz y partiendo de ahí al parecer compone las palabras de su canción según su auditorio. Para el beneficio de las amas de casa que han cesado de trabajar para observarlo, alegremente canta en japonés cortés que ellas son tan dulces como su maíz. Las payasadas que hace al bailar excitan a los niños y algunos se atreven a unirse a él. No hay que decir que pronto vende todo lo que tenía tostado y se prepara para seguir su camino, dejando al auditorio feliz y ronzando.

Belleza y utilidad práctica

En contraste, un mercader que no tiene que hacer nada para atraerse una muchedumbre de clientes es el vendedor de flores. ¿Por qué es que no necesita alguna idea novedosa para atraer la atención? En el Japón tanto a los hombres como a las mujeres les encantan las flores y, cuando es posible, les gusta tenerlas en sus hogares, particularmente en las entradas. La muchedumbre aprueba al vendedor callejero debido a que vende sus flores más barato que la florería regular. Llega en una autobicicleta que tira de una carretilla. Las flores vienen en tiestos que están arreglados en anaqueles de madera en forma escalonada. El arreglo entero está cubierto con un espeso vinilo transparente que él remueve cuando comienza a hacer su “propaganda” ante el gentío que se ha reunido para escucharlo. Alguien ha notado su llegada y la propaga rápidamente. Dentro de poco se admiran y compran (según la temporada) ciclaminos, crisantemos, claveles, cáctos florecientes y un sinnúmero de otras plantas.

¿Qué ofrece este otro buhonero? ¡Cañas de bambú! ¿Qué hace uno con ellas? Aquí tienen la costumbre de colgar la ropa lavada en ellas. Las camisas, blusas y yukata (kimono de algodón) dan la apariencia de colgar con los brazos estirados cuando se les ensarta en ellas, junto con la ropa lavada del día. También se usan estas cañas para colgar los futon (colchones) para ponerlos a refrescar al aire. Este buhonero por lo general hace sus rondas durante el fin de semana cuando las cosas están más quietas y de esa manera se las arregla para dar con su voz natural el pregón de “¡cañas de bambú!”

Pececillos de color para los niños

Habitualmente, cuando los niños salen de la escuela, se presenta un mercader viajante. ¿Qué llama la atención de los pequeñuelos? Vende pececillos de color. Es asombroso ver la fuerza con que pedalea su bicicleta con toda esa carga de agua. Es muy cuidadoso y tiene que serlo. ¡Considere lo que sucedería si tropezara! En cuanto se oye pregonar “pececillos de color” los niños comienzan a conglomerarse. Los adultos también se congregan. Se proveen pequeñas redes con un mango, y hay estallidos de risa cuando comienza la diversión al tratar de atrapar a uno o dos pececillos. Precisamente cuando uno cree que lo ha atrapado en la red, el pez salta y huye velozmente al otro extremo del tanque.

Por lo general en los hogares japoneses no hay mucho espacio para animales mimados, por eso rara vez se les rehúsa a los niños por lo menos un pequeño tanque de pececillos de color. Este negocio es lucrativo en toda época del año porque el observar a los peces contribuye al sentido de tranquilidad que atrae a los japoneses.

Tiendas viajantes de sopa y pan

Otro hombre solo toca una campana y los amantes de genmai pan conocen su sonido. Muchos afirman que “¡no es la campana, sino la manera en que la hace sonar!” Genmai significa “arroz entero,” y la palabra pan, que en realidad se ha tomado del idioma portugués, significa “pan.” El genmai pan no se cocina de la misma manera que el pan ordinario. Se moldea la masa de levadura en porciones individuales y se les cuece al vapor en vez de en horno. A veces se les añade en los centros una pasta de habichuelas dulces. De vez en cuando se añade azúcar negra a la masa. Sin embargo, el genmai pan ordinario sigue siendo el más popular. El pan tiende a ser un poquito pesado pero debido a su suave sabor es fácil de comer.

El viejo que vende genmai pan lleva un sombrero alto de panadero, blanco y luciente y una túnica blanca que también es una muestra de aseo. La campana de llamada del hombre que vende genmai pan, su resplandeciente sonrisa y su limpia apariencia contribuyen a hacer que este pan sea para algunos la golosina predilecta del mediodía.

Tarde por la noche cuando la mayoría de la gente ya se ha acostado, un par de trompetazos graves y prolongados tocados en una pequeña corneta nos dejan saber quién ha llegado sin tener que levantarnos a mirar. Él trata de ser lo más callado posible a fin de no molestar innecesariamente a la gente. Puesto que su camioncito se mueve a paso de tortuga, es posible ver a gran distancia su linterna roja y la bandera de anuncio que ondea en la parte trasera de su camión. Esta tienda móvil de tallarines viaja por las calles. A sus tallarines los llamamos “ramen.” Son tallarines delgados y se sirven en una sopa muy caliente que contiene cebollas verdes, cortadas en finas rebanadas. Los estudiantes a menudo estudian hasta tarde por la noche, y los tallarines calientes en un tazón desechable satisfacen su apetito antes de irse a acostar. Se dice que estos tallarines asientan el estómago después de una noche de embriaguez.

Otro mercader sobre ruedas es el hacedor de tofu. Tofu es una cuajada de soja que, según se dice, tuvo su origen en China. La confección de estas cuajadas de soja comienza mientras todo el mundo todavía está durmiendo. El resultado de la ardua labor de este artesano es una torta de 340 gramos de tofu blanco.

Este mercader entonces prepara una caja grande de madera de dos capas, que sujeta con correas a la parte trasera de su bicicleta. Puesto que la parte inferior de la caja de madera se llena parcialmente con agua, está recubierta de un metal a prueba de orín. Tanto el tofu regular como el tostado se meten en el agua. La parte superior del compartimiento de la caja contiene rebanadas delgadas de tofu frito. Con una pequeña corneta atada alrededor del cuello, el mercader de tofu se monta en su bicicleta y comienza a pedalear por el vecindario de su elección. El sonido de su corneta anuncia su llegada y antes que pase mucho tiempo está ocupado sirviendo a sus clientes mañaneros. Para muchos, tofu es un ingrediente esencial del miso shiru, la sopa que se sirve en el desayuno de cada mañana.

Todos estos vendedores tienen algo que es peculiar de ellos y que encaja con sus rasgos personales. La semejanza consiste en que son personas agradables que con su colorido, aromas fragantes y sonidos extraños hacen más llamativas las calles del Japón.

[Nota]

a Medias japonesas en que el dedo gordo está separado de los otros dedos del pie para facilitar el usar sandalias del mismo estilo.

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