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¡Despertad! 1980
g80 8/6 págs. 21-24

¿Encierra peligro la energía nuclear?

EL MUNDO quedó aturdido ante el primer anuncio de que se había liberado la energía atómica en las explosiones que destruyeron a Hiroshima y Nagasaki. Pero a medida que la gente se fue recobrando de la conmoción y del horror, se le hicieron aseveraciones en el sentido de que la energía atómica no era del todo mala. También se le podía controlar y encauzar a conductos útiles.

Los primeros informes llegaron hasta el grado de alimentar la esperanza de que la energía producida por la fisión del uranio pudiera resolver cabalmente el problema de la energía. Aunque el uranio era más caro que el carbón y el petróleo, su contenido de energía es un millón de veces mayor que el contenido de esos otros combustibles, y sobrepasaba por mucho toda otra fuente de energía conocida por el hombre hasta entonces. El costo del combustible de los hornos atómicos sería casi nulo. ¡Una vez que se construyera el horno y se conectara a las turbinas eléctricas, el costo de producir la energía sería casi nada!

¡Ay! La visión eufórica de la energía gratis se desvaneció cuando el asunto se examinó más de cerca. Lo primero que se comprendió, y que comunicó mejor equilibrio de pensamiento en cuanto al asunto, fue el hecho de que menos del uno por ciento del uranio (el isótopo U-235) se puede someter a la reacción en cadena. Y para obtenerlo en una concentración lo suficientemente alta como para mantener ardiendo el fuego nuclear, es preciso separarlo de su isótopo más pesado (U-238). Esa es una operación difícil y costosa, y una buena parte de la energía que se obtiene cuando arde el U-235 ya se ha gastado en el proceso de separación.

Entonces aprendimos acerca de los neutrones, que propagan la reacción desde el combustible que está ardiendo al que no está ardiendo. No son como las familiares llamas que saltan de un carbón a otro en la estufa. En la fisión atómica los neutrones que se emiten durante la escisión de los átomos dejan en una condición peligrosamente radiactiva el combustible, el reactor y todo lo que se encuentra en él y alrededor de él. De modo que es preciso encerrar todo el sistema reactor detrás de paredes de gran espesor y tener artefactos mecánicos que lo hagan funcionar por control remoto. Lo que se efectúa dentro de los reactores es más atemorizante que un incendio, porque los penetrantes rayos invisibles pueden quemarnos fatalmente sin que nos demos cuenta de ello.

Además, la operación de controlar el fuego atómico es muy delicada. El reactor nuclear no es una bomba, pero cabe dentro de lo posible que si se le permitiera funcionar descontroladamente el combustible pudiera derretir las paredes protectoras que lo encierran y escapar al exterior con su carga mortífera de cenizas radiactivas. A fin de evitar esto, se requieren dispositivos de seguridad intrincados y costosos, así como vigilancia constante por un personal sumamente entrenado. También, no todo el uranio se convierte en cenizas al quemarse. A medida que el uranio se consume, los residuos de la fisión devoran una cantidad cada vez mayor de los neutrones producidos por el uranio, y esto apaga la reacción en cadena. Mucho antes de consumirse el combustible, hay que sacarlo y reemplazarlo con uranio-235 nuevo.

Además, el deshacerse del combustible quemado no es tan sencillo como esparcir cenizas de madera en el jardín. Las cenizas nucleares son tremendamente radiactivas, y es preciso conservarlas en un blindaje especial mucho tiempo después de sacarlas al exterior. Algunos de los radioelementos más abundantes de los productos de la fisión continúan radiactivos por siglos. Hay una cantidad demasiado grande de esta materia para tirarla en las alcantarillas, o hasta en el océano. Tampoco es seguro enterrarla en sitios donde el agua subterránea pudiera llegar a ella. Hasta ahora, la mayor parte de los desperdicios radiactivos se han guardado en almacenes, en espera de que alguien descubra qué hacer con ellos.

Cada una de esas complicaciones aumenta grandemente los costos, de modo que antes que se pueda pasar alguna energía a la red eléctrica ya se han gastado la mayor parte de los ahorros que se derivarían de este combustible “gratuito.” A pesar de esas desventajas, la energía nuclear ha recibido vigorosa promoción, y ha llegado a ser parte de la fuente de energía diaria de muchos países.

Algunos analizadores de la economía dicen que la energía nuclear todavía no es tan barata como la energía que se obtiene del carbón o el petróleo, y que ha ganado su posición actual solamente con la ayuda de los subsidios gubernamentales, los cuales no se cargan a las cuentas de las compañías de electricidad. Por otra parte, la compañía de servicios públicos que suple de electricidad a la ciudad de Chicago ha publicado cifras de costos que muestran que las plantas nucleares están ahorrando millones de dólares a sus clientes. Ya obtienen del átomo el 42 por ciento de su electricidad, y se proponen aumentar esa cifra a 65 por ciento para 1985. La energía nuclear es importante en la economía nacional de muchos países.

Objeciones a la energía nuclear

Hay cada vez más oposición al uso de la energía nuclear. En la actualidad los crecientes montones de desperdicios radiactivos son causa de genuina preocupación; nadie quiere que esas substancias se almacenen cerca de donde vive. Además, hay el inquietante temor de que de algún modo una central nuclear estalle, esparza su radiactividad sobre algún sector, y ponga en peligro a millones de personas. Nunca ha ocurrido una explosión de esa índole, pero nadie puede garantizar con absoluta certeza que eso no sucederá.

Los desfiles de protesta y los procesos judiciales estancan la construcción de las centrales. A fin de aplacar a los individuos que protestan, las agencias gubernamentales ponen requisitos cada vez más estrictos respecto a la aprobación de centrales nuevas.

Los temores de que una central nuclear pudiera estallar fueron agitados hasta el frenesí nacional en los Estados Unidos durante el reciente accidente de una central cerca de Harrisburg, Pensilvania. El reactor quedó fuera de control debido a que ciertas válvulas e instrumentos que se usan para controlar el agua que refrigera el núcleo dejaron de funcionar. Durante varios días inquietantes no se sabía si el reactor se calentaría demasiado y se derretiría, o si el gas hidrógeno que se estaba acumulando en la parte superior del recipiente estallaría y lo destruiría. El edificio que encerraba el reactor estaba diseñado para contener los materiales radiactivos en caso de que ocurriera cualquiera de estos dos posibles acontecimientos. Pero si eso también fallaba, era fácil imaginarse que millares de personas de aquella vecindad morirían. Muchos residentes optaron por no confiar en las aseveraciones oficiales y se mudaron de aquella zona hasta el fin de la crisis.

Al final se previno el peligro sin que sucediera nada peor que exposiciones semejantes a las que se reciben rutinariamente cuando los médicos usan rayos X; pero se perdió la central nuclear. Limpiarla y repararla pudiera costar tanto como edificar una central nueva.

Aunque en muchos informes de prensa se exageró el peligro —un comentador dijo: “Casi perdimos a Pensilvania”— no hay duda de que el accidente fortaleció la expresión de los que objetan a la energía nuclear. La emoción, más que la razón, parece incitar el clamor de que se “cierren las centrales nucleares.” Cuando el peligro que ofrecen las centrales nucleares se compara con otros peligros que se aceptan como cuestión de la vida diaria, parece reducirse a casi nada.

Por ejemplo, la gente continúa conduciendo automóviles a mayor velocidad de la que la ley permite, a pesar de saber que este año (en los E.U.A.) morirán 8.000 personas más que las que morirían si se observaran los límites de velocidad. Peor aún, la gente continúa fumando cigarrillos, cuyos anuncios se ven por todas partes, y que tienen el apoyo de subsidios gubernamentales, aunque 80.000 personas morirán de cáncer pulmonar como resultado de tal hábito.

En contraste, ni siquiera en el peor accidente de la historia de la energía nuclear ha habido un muerto o lesionado. Sin embargo, algunas personas exigen el cierre de todas las plantas nucleares. Es indudable que la naturaleza inquietante de la posibilidad de que la gente sea lesionada por radiaciones invisibles contribuye a la naturaleza emocional de las objeciones. Sin embargo, este sentimiento es un factor real con el cual hay que contar, y hará que las autoridades deceleren en su marcha e impongan dispositivos de seguridad más rigurosos. El resultado de todo esto será que la energía costará más todavía.

¿Cuánto durará el uranio?

Otra cosa que sirve de freno al crecimiento de la energía nuclear es el hecho de que el abastecimiento de uranio no es ilimitado. Si se lleva a cabo el proyecto de aumentar al doble la capacidad actual para 1985, en los E.U.A. estará escaseando el uranio antes del año 2000.

Sin embargo, hay un modo de extender grandemente el abastecimiento actual. Este se basa en el hecho de que mientras se está usando el uranio-235, el uranio-238 se está convirtiendo en plutonio. Este último elemento se puede separar por métodos químicos del combustible usado, y como fuente de energía es mejor que el U-235. En los reactores que usan plutonio como combustible es posible regenerar el combustible a una velocidad que sobrepasa la rapidez con que éste se usa, de modo que por fin todo el uranio, más bien que solo una fracción del uno por ciento, se hace disponible.

Pero hay un riesgo que cuelga como una nube siniestra sobre todos los programas actuales y futuros. El mismo uranio que se usa en las centrales de energía se puede usar para fabricar bombas. Por esa razón los gobiernos han mantenido un monopolio férreo sobre las centrales que separan el uranio-235, y mantienen un registro estricto de los sitios adonde el producto va. A pesar de eso, siempre que ese material se usa en los reactores de energía, con el tiempo es posible acumular suficiente plutonio como para construir una bomba atómica. La India hizo precisamente eso, ante la consternación de los canadienses que la ayudaron a construir su reactor. El problema se agudizará aún más si se suministra plutonio como combustible. Por esas razones, algunos líderes políticos se oponen al desarrollo del reactor reproductor.

Muchos científicos han puesto su esperanza en otro método de obtener energía del núcleo. Este se basa, no en la energía producida por fisión, es decir, cuando un átomo pesado se divide en dos átomos más pequeños, sino en la producida por la fusión que hace que el elemento más ligero, el hidrógeno, se convierta en helio. Ese es el proceso nuclear que se efectúa en el Sol. En contraste con el abastecimiento limitado de uranio, y hasta con el mucho mayor abastecimiento de carbón, la cantidad de hidrógeno disponible es tan vasta como los océanos. Si eso pudiera lograrse, ¿no se resolverían para siempre los problemas de energía del hombre?

En un número posterior de ¡Despertad! se publicará un artículo sobre este tema.

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