¡No era amenaza vacía!
Relato personal de una testigo de Jehová que vivía en Spokane, Washington, al tiempo de la erupción del monte St. Helens
TODOS fuimos a la reunión del Salón del Reino el domingo 18 de mayo por la mañana sin la menor idea de lo que estaba por suceder. Por la tarde, el cielo empezó a oscurecerse. Juzgando por la atmósfera sofocante y las nubes negras, pensábamos que amenazaba una tronada. Sin embargo, pronto se hizo patente que no se trataba de una tormenta cualquiera. Para las dos de la tarde no se podía ver el Sol, y parecía medianoche. Las aves se posaron para dormir, los perros y los gatos lucharon por meterse en las casas y un extraño silencio se posó sobre todo.
Entonces, de repente, empezó la precipitación... de ceniza volcánica, materia de color gris claro, muy parecida, según se dijo, al polvo lunar que los astronautas trajeron consigo. En poco tiempo todo estaba cubierto de este extraño polvo. Transportado por el viento, el polvo, centelleando debido a las partículas de vidrio que contenía, se introdujo en todo rincón y grieta. Era horrible, y a la vez extrañamente fascinante. Paralizó a Spokane y los pueblos circundantes.
No se podía conducir un automóvil más de unos cuantos kilómetros sin que se le atascara el filtro de aire, lo cual hacía necesario limpiar el filtro o reemplazarlo. Era preciso cambiar el aceite cada vez que se cubrían unos cuantos centenares de kilómetros. A veces la visibilidad se reducía a cero, y en las carreteras había muchos automóviles inservibles o averiados en accidentes. Se hacía difícil respirar, aun con las mascarillas que todos llevábamos puestas. Las personas que padecían de enfermedades respiratorias fueron quienes más sufrieron.
Por dos días y noches las condiciones fueron tan terribles que nadie se atrevió a salir de la casa salvo los empleados públicos. Mi madre había ido a visitar a Tim y Donna, y allá se quedó. Afortunadamente, Dave y yo habíamos conseguido un buen abastecimiento de alimentos el día anterior, de modo que no lo pasamos muy mal. Sin embargo, otras personas, a quienes se les habían agotado las provisiones, tuvieron que arreglárselas sin pan, leche y otros artículos de primera necesidad. Algunas tiendas de comestibles de los pueblecitos, que dependen de los mayoristas de Spokane, quedaron sin surtidos.
Ahora, cuando escribo esto, cinco días después de la erupción de St. Helens, nadie sabe qué efecto tendrá la lluvia de cenizas en el ganado y las cosechas. Hasta ahora, parece que el ganado está bien. El mayor problema con el ganado y los animales domésticos es la irritación que sufren los ojos. El vidrio del polvo es abrasivo y causa quemazón en los ojos.
Sin duda alguna este suceso es el más extraño que hemos experimentado. Tan pronto como azotó el desastre, los testigos de Jehová empezaron a telefonearse unos a otros para averiguar si había quienes necesitaran ayuda. A veces tomaba 10 minutos o más lograr una conexión telefónica.
Todos los caminos de entrada y salida del pueblo estaban cerrados. Todos los trenes, aviones, autobuses y toda otra clase de transporte comercial quedaron paralizados.
La tarea de quitar la ceniza es muy difícil, puesto que se eleva con el viento más pronto de lo que uno puede sacarla con la pala o barrerla. Sin embargo, solo unos cuantos centímetros de esa materia acumulados en el techo pueden hacer que éste se derrumbe. ¡El polvo volcánico es increíblemente pesado! No obstante, una ráfaga de viento lo despacha volando a los ojos, nariz y garganta, y también lo esparce sobre todo el césped y el jardín.
Tendremos que esperar algún tiempo para saber si lo peor ya ha pasado. La montaña está retumbando de nuevo, con amenazas de estallar una vez más. En todas las conversaciones que se tenían anteriormente acerca de la posibilidad de una erupción, nadie se imaginaba que reventaría como lo hizo. De hecho, la mayor parte de la gente decía que era una amenaza vacía, hasta la mañana del domingo pasado, el 18 de mayo.
Ahora nadie da por sentado que el monte St. Helens se mantendrá en calma.—Contribuido.
[Diagrama en la página 16]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
vuelo de la ceniza
Monte St. Helens Spokane
385 kilómetros