El río que cae del cielo
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Venezuela
MUY lejos al sur de la reluciente capital de Venezuela, Caracas, se extiende una tierra extraña, el macizo de la Guayana. Ésta es la zona misteriosa que sir Arthur Conan Doyle usó de escenario para su novela de ficción científica The Lost World, en la que escribió de una meseta aislada donde aún vagaban dinosaurios.
No, no hay dinosaurios allí. Pero sobre las mesetas de un verde suave se elevan sobresalientes montañas de cimas planas que parecen imponentes fortalezas. A estas montañas de laderas escarpadas y cimas planas se les llama tepuís.
El más grande de los tepuís, que se eleva a más de 2.400 metros (8.000 pies) de altura, lo descubrieron hace mucho tiempo los indígenas de la localidad. Lo llamaron Auyán Tepuí, que significa “montaña del Diablo”. Los indígenas se imaginaron que éste era el dominio del Diablo debido a las rigurosas condiciones atmosféricas, los vientos y tormentas huracanados, y las densas nubes que generalmente oscurecen la cima del tepuí.
De los despeñaderos rocosos de la montaña del Diablo se lanza al espacio un río subterráneo, el Churún, y forma la cascada (o catarata) más alta que se conoce y una de las más hermosas. La majestuosa cascada se conoce por el nombre de Churún-Merú entre los indios kamaracotos, Angel Falls entre las personas de habla inglesa, y salto Ángel entre los venezolanos.
“¡Hallé una cascada!”
A principios de este siglo, en 1910, Ernesto Sánchez La Cruz, explorador venezolano en busca de oro y caucho, recorrió río arriba el cañón serpenteado del río Churún y halló la espectacular cascada. Exclamó que había visto un río que parecía estar ‘¡cayendo del cielo!’.
Más tarde a la cascada se le llamó salto Ángel en honor de Jimmy Ángel, aventurero y piloto estadounidense en busca de oro. Ángel escribió lo siguiente en su diario de vuelo (la anotación tenía la fecha del 16 de noviembre de 1933) la primera vez que sobrevoló las cataratas: “¡Hallé una cascada!”. Cuando regresó en 1937 y trató de aterrizar su monoplano en Auyán Tepuí, hizo más bien un aterrizaje forzoso encima de la meseta. Once días después, él y sus pasajeros, incluso su esposa, bajaron penosamente de la cima de la meseta. La publicidad que resultó de esto atrajo la atención al espectáculo impresionante que él había visto. Más tarde, las medidas que se tomaron probaron que la cascada tenía 979 metros (3.212 pies) de altura... ¡una caída vertical de casi un kilómetro (más de 1/2 milla) de distancia!
Ahora bien, es fácil decir 979 metros de altura, pero tan solo imagínese lo que esto significa... ¡tal altura es más de dos veces la altura del edificio Empire State, de la ciudad de Nueva York (E.U.A.), o dos veces la altura de las cataratas Ribbon, del parque nacional de Yosemite, California (E.U.A.), o mucho más de tres veces la altura de las cataratas Skykje, de Noruega, o el salto de Staubbach, de Suiza, o las cataratas Candelas, de Colombia!
Es curioso que no haya ningún lago en la meseta. Durante las tormentas de la estación de las lluvias, torrentes de agua descienden del cielo, se acumulan en las grietas profundas, los desfiladeros y los cañones, y fluyen al río Churún, que es mayormente subterráneo.
¿Sigue oculto el salto Ángel?
¿Se puede visitar esta oculta maravilla de la creación? Sí, de dos modos, y ambos son difíciles. Si usted parte desde Puerto Ordaz, puede hacer un viaje de dos semanas en canoa.
O puede sobrevolar el salto Ángel partiendo de Caracas o de Puerto Ordaz. Un avión pequeño puede llevarle a través del serpenteado cañón del río Churún, con montañas imponentes a cada lado, y volar más bajo que los bordes de las montañas. Hay tantas cascadas que uno se desconcierta. Pero cuando uno finalmente ve el salto Ángel precipitándose de la escarpadura, toda duda se desvanece. Puesto que el vistazo es muy breve, si hay buenas condiciones atmosféricas, el piloto pasa dos veces para beneficio del viajero.
Sin embargo, no hay garantía de que pueda ver o fotografiar el salto Ángel, ya que las condiciones atmosféricas son muy imprevisibles. Muchas veces las cataratas no se pueden ver porque la lluvia, la neblina o densas nubes las cubren por completo. Ésta es una desilusión para el que ha gastado tiempo y dinero con la esperanza de presenciar esta vista majestuosa. Pero muchos opinan que la emoción que produce el vuelo mismo a lo largo del cañón sin salida, que se estrecha cada vez más, vale el precio y el esfuerzo.
No obstante, hay aún otra posibilidad. Si continúa el vuelo, llega dentro de poco a Canaima, conocida por su arena rosada. Ahí se pueden hacer arreglos para tomar una excursión con guía hasta el pie del salto Ángel. Toma de dos a tres días de ida el viaje en canoa por los ríos Carrao y Churún y luego la subida a pie a través de la selva hasta llegar a una posición ventajosa. Allí quizás haya que esperar hasta que las nubes cooperen, se separen y se disipen. Entonces se revela el resplandeciente salto Ángel precipitándose de manera espectacular desde más abajo del borde del Auyán Tepuí.
‘¿Qué hay encima de la meseta?’, se pregunta usted. Las pocas personas que han explorado la cima han tenido que aguantar el frío húmedo de esas alturas; de noche la temperatura puede bajar hasta casi cero grados centígrados (32 °F). La superficie está llena de grietas y desfiladeros con rocas extrañas del tamaño de rascacielos.
Al echar el último vistazo a la cascada plateada, cubierta de niebla, nos damos cuenta de que, lejos de tener relación alguna con el dominio del Diablo, el salto Ángel es una espléndida expresión de la obra de Aquel que creó las magníficas cataratas, tanto para Su propio placer como para el deleite de los seres humanos.
[Fotografía en la página 13]
A menudo las cataratas no se pueden ver debido a la neblina o las nubes