¿De quiénes son hijos? ¿Quiénes deciden?
EN 1982 la Sociedad para la Protección Médica de Gran Bretaña declaró: “Es perfectamente razonable decir que uno tiene que tomar en cuenta las creencias [religiosas] de los padres. Pero es completamente irrazonable poner en peligro la vida del niño”. Esta fue una aprobación firme para que los médicos administren transfusiones de sangre a los hijos de testigos de Jehová sin obtener una orden judicial.
Sin embargo, la reciente ola de SIDA ha complicado esta situación, según informó en marzo de este año la revista Justice of the Peace: “La terrible enfermedad SIDA (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) introduce un nuevo factor en el argumento. Si parte de la sangre transfundida ha sido contaminada por un donante de sangre, esto técnicamente [...] podría resultar en que el niño adquiriera la enfermedad y muriera de una manera muy angustiosa poco tiempo después. Ya ha habido ocasiones en que ha ocurrido lo peor [...] Cualquier enfermedad mortífera es espantosa desde el punto de vista de los padres u otras personas relacionadas íntimamente con el niño, pero el efecto del SIDA es aparentemente horroroso, casi increíble”.
Unas semanas más tarde, un niño de menos de dos años de edad murió de SIDA en un hospital de Londres. Una “víctima trágica de una transfusión de sangre contaminada”, informó el periódico Daily Mail. La investigación reveló que es probable que más bebés de Gran Bretaña contraigan el SIDA “a pesar de que se examina con más cuidado la sangre empleada en transfusiones”. Ya se sabe que los bancos de sangre de Gran Bretaña están contaminados. ¿Permitirán ahora los médicos y los tribunales que los padres escojan el tratamiento médico para sus propios hijos y reconocerán el derecho legal de ellos a oponerse a las transfusiones de sangre obligatorias? El tiempo dirá.