¿Es una enfermedad real?
FUI a muchos médicos —explicó Priscilla, una mujer del estado de Washington (E.U.A.) aquejada del síndrome de fatiga crónica—. Me hicieron análisis de sangre y me preguntaron acerca de mi estilo de vida. Me dijeron que en realidad no tenía nada y me sugirieron que fuese al psiquiatra. Ninguno de los médicos estuvo dispuesto a tomar en serio mis síntomas ni a mí como persona.”
Esta experiencia es muy común. El año pasado un médico escribió lo siguiente a la revista JAMA (Journal of the American Medical Association): “Antes, el paciente medio de fatiga crónica consultaba con 16 médicos diferentes. A la mayoría se le decía que estaba en perfecto estado de salud, que padecía depresión o que tenía demasiado estrés. A muchos se les enviaba a psiquiatras. Hoy día la situación ha mejorado, pero no mucho”.
El SFC plantea una serie de dificultades singulares, como indica la publicación The American Journal of Medicine: “Produce mucho estrés padecer una enfermedad en la que, sin embargo, uno tiene buen aspecto y los resultados de los exámenes físicos y de los análisis de laboratorio son normales. Muchas veces se asocia esta enfermedad con la existencia de relaciones tensas con el cónyuge, otros parientes, patronos, maestros, profesionales del campo de la medicina y compañías de seguros”.
Un factor que dificulta la tarea a los médicos es que el síntoma de la fatiga es muy común. “Si a un médico se le diera un dólar por cada paciente que se queja de cansancio, podría dejar de trabajar”, escribió cierta redactora médica. Pero, obviamente, pocos de los pacientes que se quejan de fatiga tienen SFC. Como no existe ninguna prueba médica para detectar la enfermedad, ¿cómo puede diagnosticarla un médico?
Una definición del SFC
En marzo de 1988, el CDC (Centro para el Control de la Enfermedad) publicó en Annals of Internal Medicine una serie de signos y síntomas que colectivamente caracterizan al SFC. (Véase el recuadro adjunto.)
Los criterios mayores para el diagnóstico del SFC son: 1) el nuevo ataque de fatiga que dura más de seis meses y reduce el nivel de actividad de la persona en un 50%, y 2) la exclusión de otras circunstancias médicas o psiquiátricas que pudieran ocasionar los síntomas. Sin embargo, para que a un paciente se le diagnostique SFC también tiene que padecer, o bien 8 de los 11 síntomas que aparecen en la lista de criterios menores, o bien 6 de dichos 11 síntomas, además de 2 de los 3 que aparecen en la lista de criterios físicos.
Evidentemente, las personas a las que se les diagnostica síndrome de fatiga crónica llevan bastante tiempo encontrándose muy mal. El CDC definió el síndrome de una forma tan restrictiva para que se pueda identificar claramente a estos pacientes. Por el momento, los casos menos graves de fatiga crónica quedan excluidos de la definición.
¿Podría tratarse de una depresión?
Algunos médicos afirman que los pacientes de fatiga crónica sufren depresión y otros trastornos psicológicos. ¿Experimentan estos pacientes los síntomas clásicos de depresión?
Los pacientes de fatiga crónica se sienten comúnmente deprimidos; pero, como preguntó el doctor Kurt Kroenke, profesor de una facultad de Medicina en Bethesda (Maryland, E.U.A.): “¿No estaría cualquiera deprimido si viera que en el transcurso de un año, o más, no consigue superar su cansancio?”. Por eso, la pregunta pertinente sería: ¿Es la depresión la causa del SFC, o es una consecuencia de dicho síndrome?
Esta no es una pregunta fácil de responder. Un médico puede tener en cuenta el segundo punto de los criterios mayores —según el cual las ‘circunstancias psiquiátricas que pudieran ocasionar los síntomas deben excluirse’— y llegar a la conclusión de que el paciente tiene depresión y no una enfermedad orgánica o física. Sin embargo, en muchos casos tal diagnóstico no resulta satisfactorio.
La revista médica The Cortlandt Consultant observó: “La prueba más clara de que el SFC es una enfermedad ‘orgánica’ es que ataca de forma repentina al 85% de los pacientes. La mayoría dice que su enfermedad comenzó cierto día en particular con un síndrome gripal caracterizado por fiebre y otros síntomas relacionados [dolor de garganta, nódulos linfáticos inflamados, dolores musculares]”. Los médicos que han tratado a pacientes de fatiga crónica están convencidos de que la depresión no suele ser la causa de los síntomas.
“Cuando comparamos los casos que teníamos —informó el doctor Anthony Komaroff, jefe de equipo de la sección de Medicina General del hospital Brigham and Women de Boston (E.U.A.)—, nos impresionó el hecho de que la mayor parte de los pacientes decían que estaban completamente sanos y pletóricos de energía y que la vida les iba bien, hasta cierto día en que contrajeron un resfriado, una gripe o una bronquitis y no lograron curarse. Los síntomas que podrían haberse considerado psíquicos —depresión, malestar, trastornos del sueño y demás— no existían antes del ataque de la enfermedad.”
Un síntoma típico de la depresión es la pérdida de interés en todo. Pero el doctor Paul Cheney explicó: “A estos pacientes les ocurre justo lo contrario. Están sumamente interesados en el significado de sus síntomas. No pueden hacer nada. No pueden trabajar. Muchos están asustados. Pero no han perdido el interés en lo que les rodea”.
Los siguientes síntomas, propios de esta enfermedad, no encajan con un síndrome relacionado con la depresión: glándulas inflamadas, fiebre, recuentos anormales de leucocitos, repetidas infecciones del sistema respiratorio, dolores musculares y de las articulaciones y, en especial, un malestar y dolor muscular peculiares después de hacer ejercicio, aunque este sea moderado.
El peso de los descubrimientos recientes
En su número del 6 de noviembre de 1991, la revista JAMA informó: “Datos preliminares procedentes de un estudio que se está llevando a cabo con pacientes que encajan en la definición de síndrome de fatiga crónica (SFC) publicada por el CDC, indican que la mayoría de estos pacientes no padecen depresión ni otros problemas psiquiátricos”.
El doctor Walter Gunn, que observó de cerca las investigaciones sobre el síndrome de fatiga crónica efectuadas en el CDC, explicó en ese mismo número de JAMA: “Aunque muchos médicos habrían pensado que todos estos pacientes [del estudio] sufrían depresión, descubrimos que solo el 30% de los pacientes de SFC tenían indicios de depresión cuando les dio el ataque de fatiga”.
Hasta los problemas físicos de muchos pacientes de SFC pueden diferir de los de las personas que sufren depresión. “Los pacientes con depresión crónica suelen tener irregularidades en la fase de sueño denominada REM (siglas en inglés para “movimientos oculares rápidos”), mientras que los pacientes de fatiga crónica experimentan irregularidades en las fases de sueño que no son REM”, comentó la revista médica The Female Patient.
La revista Science del 20 de diciembre de 1991 informó sobre otro hallazgo significativo. Comentó que, según las investigaciones, “a los enfermos de SFC se les alteran los niveles de ciertas hormonas cerebrales”, y observó: “Aunque entre los pacientes de SFC y las personas estudiadas que no padecían la enfermedad existían solo pequeñas diferencias, a casi todos los pacientes de fatiga crónica les había descendido el nivel de la hormona esteroide cortisol y aumentado el de la hormona pituitaria ACTH (adrenocorticotropina), cambios totalmente opuestos a los que se observan en los casos de depresión”. (Las cursivas son nuestras.)
¿Y si fuese una verdadera enfermedad?
La profesión médica está escéptica respecto a los trastornos que no entiende, como el SFC. “El escepticismo impregna nuestra profesión —escribió el doctor Thomas L. English—. La actitud de moda entre los médicos inteligentes y juiciosos es la de un escepticismo moderado.” Sin embargo, el doctor English pregunta de qué beneficio es dicho escepticismo para el paciente “si el síndrome de fatiga crónica es una verdadera enfermedad”. Él pregunta a sus colegas escépticos: “¿Y si están equivocados? ¿Cuáles serán las consecuencias para sus pacientes?”.
El propio doctor English padece fatiga crónica. El año pasado la revista JAMA publicó un artículo suyo dirigido a sus compañeros de profesión, en el que les invitaba a ponerse en el lugar del paciente de SFC. English describió así dicho síndrome:
“Uno se acatarra y desde entonces la calidad de su vida queda irremediablemente alterada. No puede pensar con claridad [...]. A veces solo es capaz de leer el periódico o seguir el argumento de un programa de televisión. Parece como si uno tuviera un desfase horario que no desaparece. Avanza lentamente a lo largo del nebuloso precipicio de la atención al paciente, campo en el que en un tiempo caminaba con confianza. Experimenta mialgias [dolores musculares] por todo el cuerpo que aparentemente no siguen ningún patrón concreto. Los síntomas aparecen y desaparecen, aumentan y disminuyen. [...] De no haber hablado con otros pacientes que han tenido experiencias similares [...], o con médicos que han visto centenares de casos similares, uno también podría tener sus dudas sobre algunos de los síntomas que padece. [...]
”He hablado con muchos pacientes que experimentan lo mismo que yo y que acudieron a nuestra profesión en busca de ayuda, pero que se fueron humillados, enfadados y asustados. Su organismo les decía que estaban enfermos físicamente, pero la psicoespeculación de sus médicos solo les asustó y enfureció, no les tranquilizó. La respuesta de sus médicos demostraba que no alcanzaban a entender el verdadero problema. [...] ¿Hemos de creer que solo porque los síntomas son extraños y poco conocidos no pueden ser reales? ¿Hemos de suponer que nuestros análisis de laboratorio son capaces de detectar enfermedades nuevas igual que detectan las viejas? Los recelos hacia nuevas ideas son tan antiguos como la humanidad; y lo mismo sucede con las consecuencias perjudiciales de tales recelos.” (JAMA, 27 de febrero de 1991, página 964.)
La importancia de admitir que es una enfermedad
“Los médicos que pasan mucho tiempo hablando con pacientes de SFC oyen la misma historia vez tras vez; es un relato típico —comentó el doctor Allan Kind, especialista en enfermedades infecciosas—. Puedo asegurarles que el síndrome de fatiga crónica es real.”
Hay cada vez más médicos que opinan así. The Female Patient instó así a los profesionales de la medicina: “Hasta que pueda establecerse un diagnóstico definido y un tratamiento apropiado, es la responsabilidad del médico decir a estos pacientes que lo que tienen es efectivamente una enfermedad real, y que no son ‘imaginaciones suyas’”.
El beneficio de confirmar la enfermedad de un paciente puede ser muy grande. Cierta mujer explicó que cuando un médico le comunicó que tenía el síndrome de fatiga crónica, ‘se le saltaron las lágrimas’. Oír a un médico decir que su enfermedad era real y que tenía un nombre, le supuso un gran alivio.
No obstante, ¿cuáles son las causas del SFC? ¿Qué han revelado las investigaciones?
[Fotografía en la página 8]
Los médicos deben saber distinguir entre una depresión y el síndrome de fatiga crónica
[Recuadro en la página 7]
Criterios diagnósticos del síndrome de fatiga crónica
Criterios mayores
1. El nuevo ataque de fatiga dura más de seis meses y reduce la actividad de la persona en un 50%
2. No existen otras circunstancias médicas o psiquiátricas que pudieran ocasionar los síntomas
Criterios menores
Estos síntomas deben empezar a la vez que el ataque de fatiga o después
1. Décimas de fiebre
2. Dolor de garganta
3. Nódulos linfáticos doloridos
4. Debilidad muscular generalizada
5. Dolor muscular
6. Fatiga prolongada después de hacer ejercicio
7. Dolores de cabeza
8. Dolor en las articulaciones
9. Trastornos del sueño
10. Problemas neuropsicológicos como pérdida de memoria, confusión, dificultades de concentración, depresión
11. Ataque agudo (en unas horas o en pocos días)
Criterios físicos
1. Décimas de fiebre
2. Inflamación de garganta
3. Nódulos linfáticos palpables o sensibles