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¡Despertad! 1993
g93 22/6 pág. 30

De nuestros lectores

Intoxicación por plomo Acabo de leer los artículos “Intoxicación por plomo. ¿Corren peligro usted y sus hijos?” (22 de noviembre de 1992), y quisiera darles las gracias por lo oportunos y equilibrados que estos han sido. Espero que algún día escriban un artículo similar sobre la vinculación entre el aluminio y la enfermedad de Alzheimer.

D. C., Canadá

Esta cuestión ya se mencionó brevemente en el artículo “Quién contamina el entorno”, publicado en el número del 8 de mayo de 1990.—La dirección.

El pequeño de la casa Tengo 13 años y soy la menor de cinco hermanos. El artículo “Los jóvenes preguntan... ¿Por qué me tocó ser el pequeño de la casa?” (8 de octubre de 1992) me gustó mucho. Mis sentimientos son exactamente iguales a los de algunos de los jóvenes citados en el artículo, y espero que esta información llegue a beneficiar a toda mi familia. Gracias por la ayuda que ofrecen a los que somos jóvenes.

C. M., Estados Unidos

Soy la hija mediana, pero mucho de lo que se decía en este artículo encaja con mis sentimientos. A mí también me da la sensación de que estoy pagando por los errores que cometió mi hermano. Por su culpa no puedo estar fuera de casa después de las nueve. Comparto el dormitorio con mi hermana y nunca puedo estar a solas. De todas formas, me alegro de ser la mediana, de tener un hermano mayor de quien aprender y una hermana menor a quien enseñar. Nunca siento soledad. Así que gracias por escribir ese artículo; puede que no sea la pequeña de la casa, pero me he beneficiado de la información.

N. R., Estados Unidos

Las manos Mientras leía el artículo “Nuestras prodigiosas manos” (8 de agosto de 1992), no pude reprimir la curiosidad de mirar mis propias manos. Jamás había pensado en lo maravillosas que son estas herramientas que Jehová nos ha dado. ¿Cómo pueden pensar algunos que el ser humano es producto de una evolución? Creo que muchos cambiarán de opinión cuando lean este artículo.

E. M., Brasil

Pulmón de acero Les escribo con los ojos llenos de lágrimas tras leer el relato de Laurel Nisbet, titulado “Ni siquiera un pulmón de acero pudo impedir que ella predicara” (22 de enero de 1993). Su fe es un ejemplo para todos nosotros. Fue conmovedor leer cómo se valió de su situación para ayudar a varias personas a conocer a Jehová. Estaba determinada a no violar la santidad de la sangre y utilizó todas sus fuerzas para explicar al médico su postura, aunque estaba a punto de morir. Gracias de todo corazón por publicar su experiencia.

Y. C., Italia

Padres reprensores Los artículos de la sección “Los jóvenes preguntan...” titulados “¿Por qué nada de lo que hago parece estar bien?” (22 de noviembre de 1992) y “¿Cómo puedo sobrellevar las reprensiones de mis padres?” (8 de diciembre de 1992) llegaron en el momento preciso. Estaba deprimida porque mi padre siempre encontraba algo por lo que refunfuñar. Ahora quiero hacer un verdadero esfuerzo por aceptar con calma las reprensiones en lugar de tomarlas a mal y rechazarlas.

M. Z., Italia

Los artículos realmente me vinieron como anillo al dedo. Siempre había pensado que mis padres me reprendían porque no era capaz de hacer nada bien. Lo que leí me ayudó a ver que su disciplina es producto del amor que me tienen y de que quieren lo mejor para mí. Desde que leí sus artículos, mis padres han tenido muchas menos razones para quejarse.

S. P., Estados Unidos

Mi madre no es cristiana, y nada de lo que yo hacía parecía estar suficientemente bien para ella. Pero este artículo me ayudó a comprenderla mejor. ¿En qué han resultado mis esfuerzos? Ahora me escucha y hasta ha llegado a creer lo que le explico de la Palabra de Dios.

M. T., Filipinas

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