¿Por qué no temieron hablar?
MIRANDO hacia el pasado, puede decirse que el choque entre los testigos de Jehová y el nazismo, o nacionalsocialismo, era totalmente inevitable. ¿Por qué razón? Porque las implacables exigencias nazis estaban en pugna con tres creencias bíblicas fundamentales de los Testigos, a saber: 1) Jehová Dios es el Soberano Supremo. 2) Los verdaderos cristianos se mantienen neutrales en política. 3) Dios resucitará a quienes sean fieles a él hasta la muerte.
Estas doctrinas de las Escrituras determinaron la firme postura de los testigos de Jehová ante las impías pretensiones nazis. Así pues, denunciaron con arrojo el nazismo como lo que era: un sistema perverso.
Los testigos de Jehová rehusaron utilizar la fórmula de salutación Heil Hitler debido a que atribuían la salvación a Dios y habían dedicado su vida exclusivamente a él. La Biblia dice de Jehová: “Tú solo eres el Altísimo sobre toda la tierra”. (Salmo 83:18.)
En realidad, este saludo implicaba reconocer que la salvación procedía de Hitler. Los Testigos no podían guardar fidelidad a Dios y al mismo tiempo exaltar a un hombre como caudillo. La vida de ellos, al igual que su lealtad y devoción, pertenecía a Dios.
La negativa de los testigos de Jehová a acceder a las arbitrarias demandas de Hitler contaba con amplios precedentes. Por ejemplo, cuando se mandó a los apóstoles de Jesús del siglo I que dejaran de proclamar las buenas nuevas del Cristo, se negaron a obedecer, arguyendo: “Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres”. El relato bíblico narra que por su postura decidida las autoridades “los fustigaron, y les ordenaron que dejaran de hablar sobre la base del nombre de Jesús”. Sin embargo, ellos rehusaron observar este mandato que contravenía la ley divina; antes bien, ‘continuaron sin cesar enseñando y declarando las buenas nuevas acerca del Cristo’. (Hechos 5:29, 40-42.)
Muchos de los primeros cristianos murieron por anteponer la ley de Dios a la del hombre. Una cantidad considerable pereció en las arenas romanas por negarse a glorificar al César mediante un acto de adoración. No obstante, para ellos fue un honor y un triunfo permanecer fieles a Dios hasta la muerte, a semejanza del soldado aguerrido que está dispuesto a ofrendar su vida por la patria.
Hay quienes acusan a los testigos de Jehová de subversión debido a que abogan por un único gobierno: el Reino de Dios. Pero nada puede estar más lejos de la verdad. A imitación de los apóstoles de Jesús, “ellos no son parte del mundo”. (Juan 17:16.) Se mantienen neutrales en política. Por su lealtad a Dios, obedecen las legislaciones de sus respectivos gobiernos. De hecho, son ciudadanos modelos en lo que respecta a la “sujeción a las autoridades superiores”. (Romanos 13:1.) Nunca han propugnado la rebelión contra ningún gobierno humano.
Sin embargo, hay una línea que no pueden cruzar por ningún concepto. Es la que separa sus deberes civiles de sus deberes para con Dios. Dan al César, es decir, al poder civil, lo que le corresponde, pero a Dios, lo que es de él. (Mateo 22:21.) Todo intento humano de exigirles lo que pertenece a Dios está abocado al fracaso.
¿Qué sucede si un Testigo es amenazado de muerte? Pues bien, los testigos de Jehová tienen confianza inquebrantable en la potestad de Dios para volverlos a la vida. (Hechos 24:15.) Por tal razón, demuestran la misma actitud de tres jóvenes hebreos en la antigua Babilonia, que ante la amenaza de ser arrojados a un horno de fuego ardiente, respondieron al rey Nabucodonosor: “Si ha de ser, nuestro Dios a quien servimos puede rescatarnos. [...] Séate sabido, oh rey, que a tus dioses no servimos, y la imagen de oro que has erigido ciertamente no adoraremos”. (Daniel 3:17, 18.)
Por consiguiente, como ya se indicó antes, cuando Hitler se encaramó al pedestal con la intención de divinizarse, la lucha ideológica fue inevitable. El Tercer Reich, armado de la espada, se encontró cara a cara con un pequeño grupo de testigos de Jehová que habían jurado lealtad al Dios verdadero, el Dios Todopoderoso, Jehová. Pero aun antes de que empezara la guerra, el resultado ya estaba decidido.
[Recuadro/Fotografías en la página 5]
Fieles hasta la muerte
WOLFGANG KUSSEROW fue uno de los ejecutados por causa de su fidelidad a Dios y su negativa a apoyar el nazismo. Poco antes de su decapitación, acaecida el 28 de marzo de 1942, escribió lo siguiente a sus padres y hermanos: “Yo, su tercer hijo y hermano, tendré que dejarlos mañana por la mañana. No se entristezcan, pues llegará el tiempo en que volveremos a estar juntos. [...] ¡Qué inmensa será nuestra dicha entonces, cuando nos encontremos de nuevo! [...] Ahora hemos sido separados a la fuerza, y cada uno de nosotros tiene que soportar la prueba; después recibiremos el galardón”.
Poco antes de su ejecución, ocurrida el 8 de enero de 1941, Johannes Harms escribió esta última carta a su padre: “Mi sentencia de muerte ya ha sido anunciada y estoy encadenado día y noche —las señales (en el papel) son de las esposas— [...]. Mi querido padre, en espíritu te suplico que permanezcas fiel, como yo he tratado de permanecer fiel, y así nos veremos de nuevo. Pensaré en ti hasta el último momento”.