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¡Despertad! 1996
g96 22/4 págs. 19-22

¿Cuánta culpa tiene la cristiandad por la crisis del sida en África?

Por el corresponsal de ¡Despertad! en África

En este artículo, el término “cristiandad” se refiere al cristianismo nominal en contraposición al cristianismo bíblico.

Cristiandad

“El conjunto de países, naciones y gentes que profesan la religión cristiana.” (Enciclopedia Universal Ilustrada Espasa-Calpe.)

Sida

“Enfermedad de transmisión sexual o intravenosa, que afecta al sistema inmunológico y propicia la aparición de enfermedades diversas”. (Vox. Diccionario ideológico de la lengua española.)

EL SIDA es una epidemia que afecta al mundo entero, en el que, según cálculos, ya hay diecisiete millones de infectados con el VIH, el virus que produce esta enfermedad de rápida difusión.

Aunque los aspectos médicos, políticos y emocionales de la epidemia han recibido mucha publicidad, no se ha hablado tanto de los factores religiosos. En efecto, a más de un lector pudiera parecerle puro malabarismo relacionar la religión con la diseminación del sida. Sin embargo, no es nada absurdo cuando se examina la situación actual del continente africano.

El sida ha azotado a África con especial dureza.a Se afirma que el continente alberga el 67% de casos del mundo. En Chad, la cifra de casos informados en los últimos cinco años se ha centuplicado, aunque se cree que solo representan un tercio del total. Según un reportaje del Banco Mundial, el sida ya es la principal causa de muerte de adultos en muchas urbes africanas.

¿Ha influido algo la religión?

Es obvio que no puede culparse de la catástrofe al cristianismo, la religión que enseñó Jesucristo; pero sí está implicada la “cristiandad”, término que, como se indica abajo, designa a los países cuya población afirma ser cristiana. No se trata de que las iglesias hayan creado o difundido directamente el virus del sida. Sin embargo, ya que su propagación en África se debe principalmente a la promiscuidad heterosexual,b puede considerarse un problema moral, lo que suscita, por ende, polémicas cuestiones religiosas. No debe olvidarse que el “cristianismo” africano se trasplantó de Occidente. Los dirigentes eclesiásticos asumieron la misión de convertir a los africanos a sus credos, que, en su opinión, ofrecían un estilo de vida superior a las culturas africanas tradicionales. ¿Ha contribuido la cristiandad a mejorar la moralidad de sus conversos? La crisis del sida demuestra rotundamente que no.

En la nación de Chad, por ejemplo, hay cuatro grandes ciudades, tres mayormente “cristianas” y una musulmana. Sin embargo, son las urbes “cristianas” las más afectadas, patrón que se repite por todo el continente. En el centro y sur de África, donde predomina el cristianismo nominal, la tasa de infección es muy superior a la del norte, mayoritariamente islámico.

La “cristianización” de África

¿Por qué avanza el virus tan rápido entre los que profesan seguir a Cristo? Si bien es cierto que muchos africanos dicen ser cristianos, relativamente pocos cumplen con los preceptos morales del cristianismo expuestos en la Biblia. Al parecer, la situación es consecuencia directa de la forma en que los misioneros de la cristiandad “convirtieron” a la población africana.

En los siglos XVIII y XIX, los dogmas tradicionales de la cristiandad fueron blanco de ataques. Al popularizarse la alta crítica, la Biblia quedó reducida a la categoría de vetusta obra literaria a los ojos de muchas personas. La teoría evolucionista ganó adeptos aun entre los clérigos. Se sembró la duda, y la fe en la Sagrada Escritura quedó en entredicho. Con este marco, no sorprende que la cristiandad adoptara métodos decididamente “seculares” a fin de “convertir” a los africanos. Sus misioneros predicaron el evangelio social, más preocupados por dar ayuda humanitaria que por incitar a los conversos a regirse por la moral bíblica. Tal vez de forma inconsciente, contribuyeron a minar la moralidad tradicional.

Por ejemplo, aunque en muchas civilizaciones africanas la poligamia era una institución muy antigua, no abundaba la promiscuidad sexual, pues las leyes de la mayoría de las tribus sancionaban con dureza el adulterio. Joseph Darnas, maestro jubilado muy conocido en Chad, dijo a ¡Despertad! que antes de que llegaran los misioneros de las iglesias “se creía que el adulterio daba mala suerte”, de modo que “los ofensores eran castigados con severidad —a menudo con la pena capital— por haber puesto en peligro a toda la comunidad”. Aunque tales creencias fueran supersticiosas, ponían coto a la promiscuidad.

Entonces llegaron los misioneros de la cristiandad, que censuraban la poligamia en sus prédicas, pero no hacían mucho por respaldar la moralidad bíblica. Aunque las Escrituras dicen que los fornicadores y adúlteros han de ser expulsados de la congregación cristiana si no se arrepienten, las iglesias de la cristiandad rara vez adoptan medidas disciplinarias contra los pecadores. (1 Corintios 5:11-13.) Hasta la fecha, muchos eminentes políticos africanos aún gozan de la aprobación de sus iglesias pese a que sus correrías son del dominio público. La fidelidad conyugal no abunda entre los cristianos nominales de África.

Además, parte del clero da un ejemplo pésimo. En una cultura que prima los valores familiares, es normal casarse y ser prolífico, lo que tal vez contribuya a que muchos curas justifiquen su incumplimiento de los votos de castidad y celibato. El diario The New York Times del 3 de mayo de 1980 dijo: “En muchas zonas rurales, [...] los sacerdotes y obispos viven en poligamia”.

Tales uniones, claro está, no se formalizan, lo que reduce a sus mujeres a simples concubinas. Tal conducta no puede catalogarse de insignificante. Según el citado periódico, “un eminente prelado católico” admite que “el sacerdote africano es un símbolo de autoridad, una figura de poder más que un siervo de Jesucristo”. Parece que el mensaje de estas “figuras de poder” es: “Haz lo que te digo y no lo que yo hago”.

La invasión de entretenimiento occidental

Tampoco debe olvidarse la avalancha de entretenimiento deshonesto que ha anegado África en los últimos años. En Chad, las videograbaciones de esta calaña se exhiben sin control en diversos centros: hogares, garajes y, sobre todo, en los patios cuando oscurece. El costo de tales espectáculos, a los que asisten niños pequeños, es barato: tan solo 25 francos (5 centavos de dólar). ¿De dónde provienen estas películas? Gran parte, de Estados Unidos, país que afirma ser mayormente cristiano.

Pero ¿ha influido realmente en el público esta invasión de la cultura occidental? Un misionero de los testigos de Jehová que lleva catorce años en África central explica: “Las videocintas son casi el único contacto con occidente que tienen los lugareños. Desean ser como los occidentales del cine. Ignoro si hay estudios sobre el tema, pero para la mayoría de los naturales del país es obvio que tal diversión fomenta la inmoralidad sexual”.

¡Qué ironía! Mientras las autoridades de la salud luchan desesperadamente por frenar el avance de una mortífera enfermedad de transmisión sexual, las naciones “cristianas” fomentan con su propaganda conductas inmorales de alto riesgo. Mientras las iglesias no hacen mucho por impedir esta tendencia, ni en sus países ni en el extranjero, algunos gobiernos africanos, como los de Chad y Camerún, han prohibido, o siquiera restringido, la entrada de pornografía en sus países. Pero con frecuencia sus tentativas fracasan.

El resultado final de esta situación es la decadencia moral generalizada entre los “cristianos” de África. La pobreza también fomenta la degradación. La escasez de empleo obliga a muchos hombres a dejar a sus familias durante meses para buscar trabajo, convirtiéndose en presa fácil de las prostitutas locales, que, como ellos, suelen ser pobres. Las exorbitantes dotes que exigen algunos padres para conceder la mano de sus hijas también fomentan el problema. Al no poder reunir la dote, muchos se quedan solteros, y algunos se entregan a una vida de amoríos. Esta coyuntura moral y económica ha favorecido la rápida propagación del sida.

La solución de la crisis

Aunque es obvio que la cristiandad no es la única culpable de la crisis del sida que azota África, ha de admitirse que tiene una gran responsabilidad, con las graves consecuencias que esto implica para quienes desean ser los “verdaderos adoradores” de que habló Jesús. (Juan 4:23.)

Prescindiendo de quien tenga la culpa, ¿qué puede frenar la epidemia del sida? Los gobiernos africanos han puesto en marcha campañas preventivas que promueven el uso del preservativo. Con todo, el doctor Samuel Brew-Graves, representante nigeriano en la Organización Mundial de la Salud, admitió con franqueza que “ha de llevarse una vida sana [...], y las familias deben [...] evitar la promiscuidad sexual”.

Mucho antes de que el sida fuera un término familiar, la Biblia condenó la promiscuidad y recomendó la castidad, el autodominio y la fidelidad conyugal. (Proverbios 5:18-20; 1 Corintios 6:18.) Centenares de miles de testigos de Jehová africanos dan prueba directa de que estos principios son una gran protección contra el sida y otras enfermedades de transmisión sexual. Su adhesión a las normas bíblicas condena a la cristiandad. Estos cristianos auténticos también cifran su esperanza en el venidero nuevo mundo, en el que “la justicia habrá de morar”. (2 Pedro 3:13.) Para los hombres de fe, es la solución definitiva a la crisis del sida.

[Notas]

a Para más información, véase la serie “El sida en África. ¿En qué acabará?”, de ¡Despertad! del 8 de agosto de 1992.

b También se transmite mediante transfusiones de sangre y al inyectarse la droga con jeringuillas usadas. Hay cristianos inocentes infectados porque sus cónyuges fueron infieles o usaron drogas.

[Comentario de la página 20]

“En muchas zonas rurales, [...] los sacerdotes y obispos viven en poligamia.” (The New York Times)

[Ilustración de la página 20]

El mal ejemplo del clero de la cristiandad ha fomentado la epidemia de promiscuidad sexual en África

[Ilustración de la página 21]

Los jóvenes se ven expuestos al entretenimiento inmoral que exportan las naciones “cristianas”

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