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  • Cómo nos afecta la codicia
  • ¡Despertad! 1997
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¡Despertad! 1997
g97 8/1 págs. 4-5

Cómo nos afecta la codicia

LA CODICIA malogra la vida de millones de personas. Deshumaniza al codicioso y acarrea dolores y angustias a las víctimas. Es posible que usted sienta en carne propia sus efectos. Algo tan común como el robo en las tiendas eleva el precio de los artículos. Si su salario es escaso y no alcanza para lo más básico, probablemente padezca la codicia ajena.

Hambrientos y moribundos

Los codiciosos intereses de las naciones entorpecen las campañas gubernamentales de ayuda a los pobres. Ya en 1952, sir John Boyd Orr, hombre de ciencia especialista en nutrición, dijo: “Los gobiernos están dispuestos a unir hombres y recursos para una guerra mundial, pero las grandes potencias no están dispuestas a unirse para erradicar el hambre y la miseria del mundo”. (Food Poverty & Power [La carencia de alimentos y el poder], de Anne Buchanan.)

Desde luego, se da cierta ayuda, pero ¿qué vida llevan los pobres, la mayoría olvidada de la población mundial? Según un reciente informe, pese al aumento en la producción de alimento en algunas zonas, “el hambre y la desnutrición aún afligen a la mayoría de los pobres del mundo [...]. Una quinta parte [o sea, más de mil millones] de la población mundial pasa hambre a diario”. El informe prosigue: “Además, dos mil millones sufren de ‘hambre oculta’ a consecuencia de [...] deficiencias [dietéticas] que pueden causar graves afecciones”. (Developed to Death—Rethinking Third World Development [Desarrollo mortal. Replanteamiento del desarrollo tercermundista].) Sin duda, son cifras dignas de aparecer en primera plana.

Los esclavizados

Los hampones medran a costa de sus víctimas directas y del público en general. La toxicomanía, la violencia, la prostitución y la explotación económica esclavizan a millones de seres. Gordon Thomas señala otra lacra en su libro Enslaved (Esclavizados): “Según la Anti-Slavery Society (Sociedad Antiesclavista), en el mundo hay unos doscientos millones de esclavos, cien millones de ellos niños”. ¿Cuál es la causa fundamental? El informe explica: “El afán esclavizador es una parte tenebrosa de la naturaleza humana. [...] [La esclavitud es] hija de la avidez, la codicia y el ansia de poder”.

Los poderosos esquilman a los débiles y vulnerables y perpetran multitud de asesinatos. “Cuando el hombre blanco llegó por primera vez a Brasil, vivían allí dos millones de indios, de los que hoy deben de sobrevivir unos doscientos mil.” (The Naked Savage.) ¿Por qué? En esencia, por la codicia.

Las crecientes diferencias entre ricos y pobres

Según The New York Times, James Gustave Speth, uno de los administradores del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, habló del “surgimiento de una elite mundial [...] que acumula riqueza y poder en grandes cantidades, mientras más de la mitad de la humanidad queda fuera del reparto”. Otro comentario suyo resalta la peligrosa desigualdad entre ricos y pobres: “Más de tres mil millones de seres —cifra superior a la mitad de la población del planeta— aún perciben menos de 2 dólares diarios”. Luego agregó: “En este mundo polarizado en dos clases, la situación es un criadero de desesperación, ira y frustración”.

La desesperación se potencia porque muchos adinerados no dan muestras de sensibilidad ni de compasión ante el infortunio de las masas hambrientas y míseras.

Por doquier hay víctimas de la codicia. Observe, por ejemplo, la mirada confusa de los refugiados que padecieron las luchas de poder en Bosnia, Ruanda y Liberia; o el semblante resignado de quienes mueren de hambre en un mundo opulento. ¿Qué subyace tras tanta angustia? La codicia en sus más diversas manifestaciones.

¿Cómo podemos sobrevivir en un ambiente tan hostil, donde nos rodean depredadores codiciosos? Los siguientes dos artículos examinan dicha pregunta.

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