Lo que debemos saber sobre las bandas
Wade, ex integrante de una banda de California, dijo: “Éramos simplemente muchachos del mismo barrio; asistimos a la escuela elemental juntos, solo que no tomamos buenas decisiones”.
POR lo general, las bandas surgen más o menos como grupos de barrio. Chicos de 13 ó 14 años, o de menos edad, se reúnen en una esquina, hacen cosas juntos y luego se asocian para defenderse de algún grupo vecino que está mejor consolidado; pero al poco tiempo, el grupo comienza a rebajarse al nivel de sus miembros más violentos y se involucra en actividades delictivas peligrosas.
Es posible que una banda rival de otra calle considere al nuevo grupo como su enemigo; la ira entonces conduce a la violencia. Los narcotraficantes se valen de la pandilla para vender drogas, tras lo cual vienen otros actos delictivos.
Luis tenía 11 años cuando sus amigos formaron una banda. A los 12 empezó a consumir drogas, y a los 13 fue arrestado por primera vez. Participó en robo de automóviles, robo con escalamiento y atracos a mano armada. Fue encarcelado varias veces por intervenir en peleas de pandillas y motines.
A veces pudiera sorprendernos conocer a los miembros de una banda. Martha era una estudiante de secundaria de apariencia nítida y excepcional rendimiento escolar, que se portaba bien en el colegio; no obstante, lideraba una pandilla que distribuía marihuana, heroína y cocaína. No fue hasta que uno de sus amigos murió a tiros que se asustó y cambió de vida.
Por qué ingresan
Aunque parezca asombroso, algunos afirman que han ingresado en las bandas por amor. Buscaban el compañerismo y la intimidad que les faltaba en el hogar. El periódico Die Zeit, de Hamburgo (Alemania), sostiene que los jóvenes pretenden encontrar en las bandas callejeras la seguridad que no hallan en otro lugar. Eric, antiguo miembro de una pandilla, dice que si uno no encuentra amor en el hogar, “sale a buscar algo mejor”.
Un padre que en otros tiempos perteneció a una banda escribió sobre sus experiencias en la adolescencia: “Fui a la cárcel varias veces por alteración del orden público, peleas entre pandillas, motines y, finalmente, por tentativa de asesinato desde un vehículo en marcha”. Cuando nació su hijo Ramiro, no tenía mucho tiempo para él. De mayor, Ramiro también se unió a una banda, y fue arrestado por la policía tras una pelea entre pandillas. Cuando su padre insistía en que abandonara el grupo, él le gritaba: “Ellos son ahora mi familia”.
Una enfermera de un hospital de Texas que en poco más de un año había hablado con 114 jóvenes víctimas de disparos, declaró: “Es extraño, pero no creo haber oído nunca a uno de ellos preguntar por su madre o por cualquier otro familiar”.
Llama la atención que no solo los jóvenes procedentes de los sectores más pobres de la ciudad se incorporan a las bandas. Hace varios años, la revista canadiense Maclean’s mencionó que la policía había encontrado en una misma pandilla a chicos tanto de los barrios más ricos de la ciudad como de los más pobres. A estos jóvenes de diversos orígenes los anima el mismo deseo: hallar el espíritu de familia que no encuentran en el hogar.
Pertenecer a una banda es lo más natural para los jóvenes en algunas zonas. Fernando, de 16 años, explica: “Creen que unirse a una pandilla les ayudará a resolver los problemas. Piensan que conseguirán amigos grandes y armados que los defenderán, y así nadie les hará daño”. No obstante, los nuevos miembros de una banda descubren enseguida que se convierten en blanco de los enemigos de la misma.
Las bandas a menudo se encuentran en los vecindarios donde escasea el dinero y abundan las armas. Las noticias informan de aulas en las grandes ciudades donde 2 de cada 3 estudiantes viven en hogares monoparentales. A veces sucede que una estudiante tiene por padre a un drogadicto que no va a casa de noche, y a ella le toca llevar a su propio hijo, que no tiene padre, a una guardería antes de ir a la escuela por las mañanas.
Pete Wilson, gobernador de California, declaró: “Tenemos un problema muy grave porque muchos jóvenes están creciendo sin padre; sin un modelo varonil que les dé amor, guía, disciplina y valores; sin saber por qué deben respetarse a sí mismos y respetar al prójimo”. Agregó que la incapacidad de algunos jóvenes para compadecerse de los demás explica por qué “pueden volarle la tapa de los sesos a alguien sin que aparentemente sientan el más mínimo remordimiento”.
Si bien es cierto que la carencia de unidad familiar, de formación personal y de un ejemplo moral sólido son factores importantes en la propagación de las bandas, otros elementos entran en juego. Entre ellos figuran los programas de televisión y las películas que presentan la violencia como la solución fácil a los problemas, una sociedad que con frecuencia califica a los pobres de fracasados y les recuerda constantemente que se encuentran imposibilitados para hacer lo que otros hacen, y el creciente número de familias monoparentales en las que la joven madre, que trabaja en exceso, tiene que luchar por mantener a uno o más hijos a quienes nadie supervisa. La combinación de la mayoría o de todos estos factores, y de otros más, ha producido una epidemia mundial de bandas callejeras.
Es difícil salirse
Es verdad que al cabo de algún tiempo algunos logran abandonar la banda a la que pertenecen y ocuparse en otras actividades. Tal vez otros intenten escapar yéndose a vivir con un pariente a otro lugar. Pero muchas veces esto no resulta tan fácil.
Es común que los miembros de una banda sufran una cruel paliza a manos de sus compañeros antes de que les permitan abandonarla vivos. De hecho, algunos que han querido salirse de ciertas pandillas han tenido que hacerse blanco de disparos: si sobreviven, les permiten irse. ¿Vale la pena someterse a semejante trato cruel para abandonar una pandilla?
Un antiguo pandillero explica qué lo llevó a dejar su banda: “Cinco de mis amigos ya han muerto”. En efecto, la vida de un pandillero está llena de peligros inimaginables. La revista Time informó sobre un ex pandillero de Chicago: “En su carrera de siete años recibió un balazo en el estómago, lo golpearon en la cabeza con una traviesa, le partieron el brazo en una reyerta y fue a prisión dos veces por robar automóviles [...]. Pero ahora que por fin lleva una vida honrada, hasta sus antiguos amigos intentan hacerle daño”.
Es factible una vida mejor
Eleno, oriundo de Brasil, pertenecía a la banda de los Chocacabezas, la cual peleaba con navajas y, a veces, pistolas. Sintiéndose marginado, se deleitaba destrozando cosas y atacando a la gente. Un compañero de trabajo le habló de la Biblia. Posteriormente, Eleno asistió a una asamblea de los testigos de Jehová, donde se encontró con ex compañeros de la pandilla, así como con un antiguo miembro de un grupo rival. Todos se saludaron como hermanos, muy diferente de lo que hubiera ocurrido en otros tiempos.
¿Es esto verosímil? ¡Por supuesto que sí! Hace poco, un representante de ¡Despertad! entrevistó a varios ex integrantes de las principales bandas de Los Ángeles que ahora sirven en las congregaciones de los testigos de Jehová. Al cabo de unas horas, uno de ellos pausó y, reclinándose en su asiento, dijo: “¡Miren esto! Antiguos miembros de los Bloods y los Crips sentados aquí, amándose los unos a los otros como hermanos”. Todos convinieron en que el cambio de pandilleros violentos a hombres que manifiestan amor y bondad fue el resultado de haber aprendido los principios piadosos mediante un estudio detenido de la Biblia.
¿Sucede esto realmente en los noventa? ¿Es posible que los miembros de una banda efectúen cambios de esta magnitud? Lo es si están dispuestos a examinar el poderoso estímulo que da la Palabra de Dios y a armonizar su vida con los principios de esta. Si por casualidad usted pertenece a una banda, ¿por qué no piensa en cambiar?
La Biblia nos insta a “desechar la vieja personalidad que se conforma a [nuestra] manera de proceder anterior” y a “vestir[nos] de la nueva personalidad que fue creada conforme a la voluntad de Dios en verdadera justicia y lealtad” (Efesios 4:22-24). ¿Cómo se adquiere esa nueva personalidad? “Mediante conocimiento exacto”, dice la Biblia, es posible obtener una personalidad “nueva según la imagen de [Dios] que la ha creado” (Colosenses 3:9-11).
¿Vale la pena intentar el cambio? ¡Claro que sí! Si usted es miembro de una pandilla, probablemente necesite ayuda para lograrlo. Hay personas en su mismo vecindario que tendrán mucho gusto en brindársela. Con todo, son los padres quienes, por lo general, ejercen la mayor influencia positiva en los hijos. Por consiguiente, veremos qué pueden hacer ellos para proteger de las bandas a sus hijos.
[Ilustración de la página 7]
Antiguos miembros de bandas rivales unidos ahora por la verdad bíblica