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¡Despertad! 1998
g98 22/4 págs. 8-11

Protejamos de las pandillas a nuestros hijos

“Los niños necesitan que la gente se preocupe por ellos.” (Not My Kid—Gang Prevention for Parents [¡Mi hijo no! Manual de prevención contra las pandillas para los padres].)

DESPUÉS de nuestra relación con Dios, los hijos figuran entre nuestras posesiones más preciadas. Debemos hablar con ellos, escucharlos, abrazarlos y hacerles saber que son sumamente importantes para nosotros. Debemos enseñarles cosas buenas: a ser honrados y serviciales, a tener una vida feliz y a ser amables con los demás.

El director de un reformatorio señaló concretamente a un gran problema actual al decir: “No se enseñan valores en el ámbito de la familia”. Sin duda, esto es algo a lo que hemos de prestar atención. Tenemos que vivir como queremos que nuestros hijos vivan y dejar que ellos vean la felicidad que esto nos aporta. Si no les enseñamos valores correctos, ¿cómo podemos esperar que se guíen por ellos?

La revista Today, dirigida a los maestros de Estados Unidos, menciona que las pandillas a menudo atraen a los jóvenes que “se consideran un fracaso” y que “buscan seguridad, un sentido de pertenencia y aceptación social”. Si de verdad proporcionamos a nuestros hijos estas cosas en el hogar —seguridad y un fuerte sentido de logro tanto en la familia como en su propia vida—, habrá muchísimas menos probabilidades de que se dejen seducir por las promesas falsas de una banda.

El jefe de una unidad antipandillas de la policía de California comenta las expresiones de asombro que ve en los rostros de los padres cuando la policía toca a la puerta para informarles de que su hijo se halla en dificultades. No conciben que el joven a quien creían conocer tan bien haya sido capaz de cometer un acto malo. Pero el caso es que su hijo ha encontrado nuevos amigos y ha cambiado; solo que los padres no lo habían notado.

Es esencial tomar precauciones

Quienes viven en zonas donde operan bandas recomiendan tanto a jóvenes como a adultos tener buen juicio y no desafiarlas ni amenazarlas. Evite las grandes concentraciones de pandilleros y no copie su aspecto ni sus acciones, incluidos el estilo y el color de su vestimenta, pues podría convertirse en blanco de una banda enemiga.

Además, si alguien se viste o se comporta como si deseara pertenecer a una banda, sus miembros podrían presionarlo para que se uniera a ella. Un padre de tres hijos que vive en Chicago ilustró la importancia de conocer las actitudes de las pandillas de la localidad cuando dijo: ‘Si me pongo la gorra ladeada hacia la derecha, creerán que les estoy faltando al respeto’. Y eso pudiera provocar actos violentos.

Interésese en sus hijos

Una madre señaló: “Debemos estar al tanto de nuestros hijos: saber lo que sienten y lo que hacen. No podremos ayudarlos si no mostramos interés personal en su vida”. Otra dijo que el problema de las bandas no acabará hasta que los padres acaben con él. Y añadió: “Démosles amor. Si ellos se pierden, nosotros perdemos”.

¿Sabemos quiénes son los amigos de nuestros hijos, adónde van después de la escuela y dónde están cuando anochece? Por supuesto, no todas las madres pueden estar en casa cuando los hijos regresan de la escuela. Con todo, quizás las madres solteras que luchan valientemente para pagar el alquiler y alimentar a sus hijos puedan conseguir que otras madres, o alguna persona de confianza, supervisen a sus hijos durante la tarde.

Cuando a un hombre que vive en una zona donde abundan las pandillas le preguntaron cómo protegería a sus hijos, respondió que llevaría a su hijo a dar una vuelta por el vecindario para que observara los efectos de las actividades de las bandas. Le mostraría los grafitos y los edificios en ruinas, y le haría ver “que el sitio no parece seguro y que los pandilleros se pasan la vida vagando por ahí, prácticamente sin hacer nada útil”. “Entonces —añadió—, le explicaría que si él sigue los principios bíblicos evitará terminar como ellos.”

Algo tan sencillo como interesarse sinceramente en los deberes escolares de los hijos puede serles una protección. Si en la escuela hay una noche dedicada a los padres u otra ocasión en que se les invite a visitar las aulas y hablar con los maestros, acuda sin falta. Conozca a los maestros de sus hijos y expréseles su preocupación por estos y por su educación. Si el plantel no cuenta con un programa de visita, procure hallar ocasiones para hablar con los profesores sobre el progreso de su hijo y enterarse de cómo puede ayudar.

Una encuesta realizada en una ciudad grande de Estados Unidos halló que entre los estudiantes cuyas familias les ayudaban o los animaban a hacer sus tareas, el 9% había ingresado en una banda, mientras que en las familias en las que los muchachos no recibían tal atención, el doble —18%— lo había hecho. Si nuestra familia es amorosa y unida, y si participamos juntos en actividades sanas, se reducirán las probabilidades de que nuestros hijos sean atraídos por las promesas falsas de una banda.

Lo que realmente necesitan nuestros hijos

Nuestros hijos necesitan lo mismo que nosotros: amor, bondad y afecto. A muchos niños nunca los han acariciado con afecto y amor, o nunca les han dicho realmente cuánto importan. ¡Que ese nunca sea el caso de nuestros hijos! Abracémoslos, digámosles que los queremos y esforcémonos por que vivan según la moral que les hemos enseñado. Son demasiado valiosos para tratarlos de otra forma.

Gerald, ex pandillero, explicó: “Como no tuve un padre al cual admirar, me uní a una pandilla para llenar ese vacío en mi vida”. Empezó a consumir drogas a los 12 años. Pero cuando tenía 17, su madre inició un estudio regular de la Biblia con los testigos de Jehová y comenzó a poner por obra los excelentes principios bíblicos. Él relata: “Observé el cambio en ella, y pensé que algo bueno tenía que estar aprendiendo”. El buen ejemplo de su madre lo impulsó a efectuar un gran cambio en su vida.

Tenemos que dar buen ejemplo a nuestros hijos, que ellos vean que vivimos exactamente como les decimos que vivan. Nuestros hijos deben poder sentirse orgullosos de la familia no por lo que esta posee, sino por lo que hace. Y hay que ayudarlos de manera que se sientan orgullosos de su propio comportamiento moral. Ira Reiner, ex fiscal del condado de Los Ángeles, lo expresó así: “Debemos llegar a nuestros hijos antes de que se metan en las pandillas”.

Démosles lo que necesitan

Proporcionar cosas materiales a nuestros hijos no es lo primordial. Lo que verdaderamente cuenta es ayudarlos a convertirse en adultos amorosos y bondadosos que se rijan por normas morales altas. La Biblia dice que el justo Jacob llamó a sus hijos jóvenes “los hijos con quienes Dios [me] ha favorecido” (Génesis 33:5). Si vemos a nuestros hijos del mismo modo, como dádivas de Dios, estaremos más inclinados a tratarlos con amor y a enseñarles a llevar vidas honradas, rectas y morales.

Por lo tanto, haremos lo que esté a nuestro alcance para vivir de tal manera que demos buen ejemplo a nuestros hijos. Haremos que vean con orgullo sano y apropiado a su familia no por los bienes materiales que posee, sino por la clase de personas que la componen. Así, será menos probable que busquen apoyo de la gente de la calle.

Recordando sus años de juventud, un abuelo dijo: “Jamás hubiera hecho algo que avergonzara a mi familia”. Reconoce que se sentía así porque sabía cuánto lo querían sus padres. Es cierto que quizás a algunos padres que nunca recibieron amor de sus progenitores les cueste trabajo demostrar amor a sus hijos, pero tienen que esforzarse por hacerlo.

¿Por qué es tan importante esto? Porque como dijo la revista “What’s Up” (¿Qué pasa?), editada por la Asociación de Investigadores de Bandas de Utah, “cuando los jóvenes se sienten amados y seguros —no económicamente, sino emocionalmente—, las necesidades que los inducen a unirse a las bandas por lo general desaparecen”.

Quizás haya lectores que piensen que difícilmente existen familias tan amorosas hoy día. Pero las hay. Pueden hallarse muchas en las congregaciones de los testigos de Jehová por todo el mundo. Si bien no son perfectas, estas familias tienen una gran ventaja: estudian lo que la Biblia dice sobre la crianza de los hijos y procuran aplicar sus principios piadosos en la vida; además, enseñan dichos principios a los hijos.

Los testigos de Jehová concuerdan con lo que declaró The Journal of the American Medical Association: “No podemos esperar que los adolescentes ‘digan que no’ si no les damos algo a lo cual ‘decir que sí’”. En otras palabras, si queremos que nuestros hijos digan sí a las cosas buenas y sanas, hemos de guiarlos en esa dirección.

Ninguno de nosotros quisiera decir jamás lo que cierto padre dijo: ‘Mi hijo halló en su pandilla el compañerismo y el respeto que nunca tuvo en casa’. Ni quisiéramos jamás oír a nuestros hijos decir lo que cierto joven dijo: “Me uní a la pandilla porque necesitaba una familia”.

Nosotros, los padres, debemos ser esa familia. Y tenemos que hacer cuanto podamos para que nuestros amados hijos sigan siendo una parte afectuosa de ella.

[Ilustraciones y recuadro de la página 10]

Lista de control para los padres que se preocupan

✔ Pasen tiempo con sus hijos en casa y hagan cosas en familia

✔ Conozcan a los amigos de sus hijos y sus familias, y sepan adónde van sus hijos y con quién

✔ Hagan saber a sus hijos que pueden acudir a ustedes en cualquier momento con cualquier problema

✔ Enseñen a los hijos a respetar al prójimo, sus derechos y sus ideas

✔ Apoyen a sus hijos familiarizándose con sus maestros, y manifiesten a estos que agradecen y apoyan sus esfuerzos

✔ No resuelvan los problemas gritando ni recurriendo a la violencia

[Ilustraciones]

Los hijos precisan de su afecto y amor

[Ilustración de la página 9]

Interesarse en los deberes escolares de su hijo puede ser una protección

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