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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1951
w51 15/8 págs. 500-504

Con el presidente en las islas Fiji

Este artículo continúa el relato de los viajes del presidente de la Sociedad, N. H. Knorr, y su secretario, M. G. Hénschel.

DESPEGANDO aceleradamente el “Skymaster” DC-4 se remontó y pronto la isla de Oahú se disipó entre la bruma y las nubes. Eso fué el domingo a las 13:30, el 4 de marzo. Teníamos con nosotros la fragancia de las guirnaldas y había tiempo para pensar en los que dejábamos atrás y en los que íbamos a encontrar adelante. Se puso el sol y sentimos la necesidad de un poco de sueño. Después de unas dos horas fuimos despertados, porque nos acercábamos a la Isla Cantón, una pequeña isla de coral usada para reabastecimiento de combustible por todos los aviones transpacíficos con rumbo a Australia. Aterrizamos en la estación de gasolina de una milla cuadrada a las 22 horas, quedándonos ahí cerca de una hora. Hacía calor sin los rayos del sol y sin duda durante el día sería bastante incómodo en cualquier atavío salvo los pocos metros de tela atados alrededor de la cintura que usan los empleados de las Islas Gilbert situados allí. Habíamos cruzado el ecuador y estábamos en el Hemisferio Sur, pero muy cerca del ecuador y tuve gusto porque no tuvimos que pasar la noche allí como lo hicimos en el viaje anterior.

Cuando llegó la medianoche volábamos de nuevo. El domingo había pasado y en alguna parte del trayecto había desaparecido el lunes también, porque cruzamos la Línea del Cambio de Fecha Internacional en el camino a Fiji y al final de nuestro vuelo de siete horas en el aeropuerto Nadi era la mañana del martes. Pasaban de las 5 y habíamos estado volando por 16 horas y 42 minutos desde Hawaii.

Era la estación lluviosa en Fiji y pesadas nubes negras colgaban del cielo cuando bajamos del avión “Clipper Monsoon”. Apenas habíamos logrado refugiarnos en el edificio terminal del aeropuerto cuando se soltó la lluvia como un diluvio. Pasamos por la inspección de inmigración y salubridad y cuando esperábamos que fuera descargado el equipaje del avión notamos a Bill Checksfield, vestido con calzones cortos blancos, que son típicos del colono británico. Por supuesto, nos alegramos de verlo, porque él es el único graduado de Galaad que trabaja ahora en Fiji. Había habido oposición a la obra de testimonio en años pasados debido a la influencia del clero, y en un tiempo la literatura de la Sociedad había sido prohibida en la colonia. No éramos los únicos que vimos al hermano Checksfield. Los aduaneros lo conocían y por lo tanto estaban muy interesados en lo que pudiéramos tener en nuestra posesión tocante a literatura. La inspección fué bastante concienzuda y ciertas cosas fueron puestas a un lado, a saber, mi copia de la Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras cristianas griegas, La Atalaya, el Informador (todos en inglés), y algunas notas bíblicas que usábamos al dar discursos. Me pareció muy extraño que me quitaran la Biblia para inspeccionarla, pero pensé que si los aduaneros querían leerla yo no tendría ninguna objeción. Había otras Biblias que estarían al alcance en Suva por medio de los publicadores locales. Pero los inspectores querían estar seguros y no querían tomar la responsabilidad de permitir publicaciones de la Wátchtower en la colonia. Por qué debería temer la Biblia el gobierno de Fiji es difícil de entenderse en este día civilizado. Quizás algún día se conozca la razón. Evidentemente es sólo la Biblia en las manos de los testigos de Jehová lo que no les gusta. Sea como fuere, pasé media hora con los inspectores aduaneros y habiendo cerrado las publicaciones y papeles, me los entregaron bajo sello, para ser entregados al colector de derechos de aduana en Suva para despacho de aduana y aprobación.

Cuando pasamos por todas las formalidades en el aeropuerto pudimos hablar al hermano Checksfield, y se deleitó porque algunos hermanos lo visitaban. Trabaja solo casi todo el tiempo y es bueno tener compañerismo a veces. Nos dijo que era la estación de huracanes allí, y ésa pudo haber sido la razón por algunos saltos en el aire cuando nos acercamos a Fiji. El hermano Checksfield parecía estar acostumbrado a las lluvias, sin embargo tuvo una experiencia algo diferente en su camino alrededor de la isla de Suva—una corriente crecida había llenado el piso de su carro con agua al abrirse paso y toda su ropa se había mojado, también su maleta se había llenado de agua. No nos pronosticaba qué condiciones habría en el camino de regreso a Suva, pero llovía al entrar nosotros y amontonar nuestras maletas en el Ford inglés 1936 que esperaba, y comenzamos el viaje de 214 kilómetros a Suva.

El viaje fué muy interesante. Viajando por tierra uno puede ver más cosas. A lo largo de la carretera en los ricos distritos de caña de azúcar se ven los cultivadores indios trabajando en los cañaverales. Donde la carretera costeaba la playa adornada con palmeras la escena cambiaba constantemente a medida que las olas del océano verde rompían en espuma blanca sobre algún arrecife de coral y se fundían en diferentes matices de azul y verde claro, según la profundidad de agua variable en el arrecife de la playa. La carretera continuamente pasó por aldeas nativas donde los habitantes viven su propia vida feliz de una manera muy libre de cuidados. Viven en pintorescas casas hechas de barda. Los nativos llaman a su casa “bure”. Es bastante grande y toda la familia habita junta. La casa del jefe se conoce por las estacas que asoman en ambos extremos del pico del techo. Las aldeas se edifican en espacios libres, a menudo cerca de un río o un arroyo, y todo alrededor hay selva espesa. Hacia el centro de la isla de Viti Levu, donde estábamos, hay algunos picos bastante altos, todos de origen volcánico, y a menudo mellados o de forma extraña. La niebla que colgaba en los valles acentuaba el verde obscuro de las montañas y explicaba por qué hay tal desarrollo fresco y lozano.

Una cosa que haría más agradable la contemplación de las escenas en Fiji sería el mejorar las carreteras. La carretera está encarrujada por todo el camino y en muchos lugares hay grava suelta, la cual produjo una patinada. Los puentes son del ancho de un solo automóvil y a menudo no tienen defensas o barandillas a los lados. A veces las vías de ferrocarril pasan por el mismo puente, para un ferrocarril que da viajes gratis a todos los pasajeros en su tren de vía angosta. Hay muchas curvas y cerros. Tomó siete horas para viajar los 214 kilómetros, con bastante trabajo para el hermano Checksfield. Después de estar sentados por 16 horas en el avión y 7 horas en el auto, el ponernos de pie fué una delicia.

En Suva las carreteras están pavimentadas y muy buenas. Es una población de interés para el visitante, porque muchas razas del Pacífico Sur se mezclan en las calles o en el mercado. Europeos, indios y chinos tienen tiendas en la ciudad. Los indios, con su piel morena y rasgos refinados, son numerosos. Los siks entre los indios se identifican siempre por los turbantes. Mujeres usando saris son una vista común, y muchas tienen joyas o adornos de oro colocados en narices perforadas. Están los nativos con el pelo abundante del cual están orgullosos, y los hombres bien desarrollados usando sulus, que el europeo podría comparar a una falda. En verdad es una encrucijada de las islas, porque hay polinesios, melanesios y micronesios además de chinos, europeos e indios.

Suva está edificada en una península montañosa. Entramos a la ciudad por la carretera de Queens, que corre al oeste de Suva, y pasamos directamente a través de la sección comercial y bajamos por la ancha parada Victoria hasta el hotel Grand Pacific donde íbamos a quedarnos. Detrás del hotel estaba la bahía y casi directamente a través de la calle estaban los enormes edificios gubernamentales y la torre del reloj. Cada quince minutos oímos el toque del reloj. Esto nos ayudó a tener presente la hora a medida que pasaba el poco tiempo que quedaba antes de empezar la convención. Después de registrarnos en el hotel, proseguimos a la Aduana para presentar el paquete sellado que habíamos traído desde Nadi. El oficial que nos atendió fué muy bondadoso y amigable y nos informó que sólo estaba cumpliendo con su deber bajo órdenes del gobierno. No halló nada incorrecto en ninguna de las cosas que teníamos y nos devolvió todo.

CONVENCIÓN DE SUVA

La convención de Suva se efectuó los días 6, 7 y 8 de marzo, por la noche. Todas las reuniones se celebraron en el Salón del Reino en la calle Thompson, en el segundo piso, con excepción de la reunión pública. Fué en el mero centro de Suva y conveniente para todos. La sesión de apertura duró de las 17 hasta las 22 horas sin ninguna interrupción. Los hermanos habían pensado que estaríamos ahí por sólo dos días, pero debido a un cambio en las fechas de vuelo pudimos quedarnos cuatro días. Eso explica por qué el programa de la primera noche estaba tan lleno, con discursos, reunión de servicio, escuela de ministerio, experiencias y cánticos. El hermano Hénschel y yo hablamos también. Hubo 51 concurrentes—europeos, fiyianos, indios, rotumanos y eurasios.

Ciertamente fué un placer estar con ellos por cuatro días. Tuvimos el privilegio de participar en el servicio del campo en Suva y lo hallamos muy fácil hablarle a la gente. El territorio estaba cerca de los edificios gubernamentales y no lejos del salón. Dado que hay diferentes clases de personas en Suva, al ir de puerta en puerta usted nunca sabe a quien va a encontrar. Las mujeres indias generalmente dejan que usted hable y hable, y no dicen nada, aun cuando saben inglés. A menudo la gente dirá que tiene que comunicar el asunto de tomar literatura al esposo o al padre; sin embargo, una joven india tomó el libro “Sea Dios Veraz” sin ningún comentario. Simplemente me dió la contribución e inmediatamente se sentó en el suelo a leer. Sería interesante saber cómo resultó la revisita cuando el publicador local la hizo.

La reunión pública iba a efectuarse esa noche, 7 de marzo, y por eso se dedicó el día a anunciar la reunión y a la distribución de volantes en las casas. El salón de la casa consistorial de Suva se había alquilado para la reunión pública y a las 19:30 una buena muchedumbre de personas se había juntado en la vieja estructura de madera que aloja las oficinas municipales y el salón. La concurrencia de 187 personas incluía a toda clase de personas. Se notó que vino un buen número de indios, pero todos eran hombres. Los oyentes estuvieron muy atentos, y seguramente hay una oportunidad espléndida en Suva para ayudar a los interesados. Se distribuyeron muchos folletos después de la reunión. El inspector de la policía que concurrió no hizo comentarios.

Los otros discursos que originalmente habían sido asignados para darse después de la reunión pública se retuvieron hasta el jueves por la noche para hacer un mejor programa de convención. En esta última noche de la convención hubo 44 concurrentes en el Salón del Reino. Una lluvia fuerte que cayó esa noche impidió que vinieran los que vivían muy retirados del centro de la ciudad.

Aunque hay gran interés y buena voluntad en Fiji, el problema es hacer que los publicadores salgan al campo regularmente. En los cuatro años pasados ha habido un aumento de 9 a 12 publicadores, en el promedio. Una mirada a la carta de la compañía en el Salón del Reino mostró que durante el año de servicio de 1951 el informe sería mucho mejor, debido a que había un máximo de 20 entregando informes. La compañía ha empezado el trabajo de revistas en las calles ahora y hay más actividad en el campo, porque algunos de los publicadores que vivían en una granja se han venido al pueblo. Otro factor es que una pareja celosa de Australia se puso a trabajar en Fiji, y ha sido de ayuda para el graduado de Galaad que actúa como siervo de compañía ayudando a otros a apreciar la importancia de predicar las buenas nuevas. Se espera sinceramente que la asamblea haya sido útil en ayudarles a apreciar sus responsabilidades delante del Señor como compañía para predicar las buenas nuevas en Fiji.

Lo que ayudaría a la obra en las Islas Fiji, además del servicio regular por parte de los publicadores de compañía, sería tener unos cuantos precursores animados ahí, y se espera que algunos se puedan enviar y que algunos de la compañía local puedan ingresar en la obra de precursor. También, literatura en el idioma de Fiji servirá mucho para ayudar a la gente nativa a aprender la verdad. Un hermano está trabajando en una traducción, y se espera que pronto la termine. Con el fin de que más trabajadores puedan servir en Fiji, se hizo una visita al secretario colonial, presentando el asunto de poder enviar más ayuda al hermano Checksfield en la obra misionera. Un hermano vino de la otra isla grande, Vanua Levu, pero no hay predicación organizada en esa isla ni en las otras más pequeñas, y se necesita que alguien vaya allá. El secretario colonial escuchó pero no hizo promesas, de modo que todo lo que puede hacerse es hacer solicitud para nuevas entradas. La Sociedad de vez en cuando ha tratado de enviar a otras personas allí para servir como precursores, pero el gobierno siempre ha rechazado las solicitudes. Las reglas de la Sociedad y la manera de llevar a cabo la obra se explicaron al secretario colonial y a su ayudante, y ahora tienen una idea clara de las miras y propósitos de la Sociedad, y esto puede resultar en una reacción más favorable cuando se hagan nuevas solicitudes.

Después de ver al secretario colonial ese viernes al mediodía, el siguiente paso era desocupar el cuarto del hotel y empezar nuestro viaje al oeste hacia el aeropuerto de Nadi. Los hermanos habían hecho arreglos para que comiéramos un verdadero banquete nativo, dándonos a probar todos sus platillos. Por lo tanto, paramos al lado de la carretera a unas cuantas millas de Suva y fuimos guiados a la casa de un hermano que es capitán marino. Ahí disfrutamos de la hospitalidad fiyiana completamente. Fué una nueva experiencia para nosotros. Empezamos con una bebida servida en la mitad de una cáscara de coco pulida, una bebida de color café que se hace de raíces. Cada uno tomó su parte y hubo un aplauso para cada uno, una señal de gozo y honra. Para la comida todos nos sentamos en esteras de popote sobre el piso y la comida se colocó al frente de nosotros. La comida fué deliciosa y diferente de sabor de otras cosas que habíamos comido; había tales cosas como fruto del árbol de pan, dalo (raíz de taro), leche de coco, pudín de plátano y tapioca, y pastel de piña, con una bebida de fruta. Se nos dijo que la costumbre en Fiji es recostarse y dormir después de un banquete como ése, pero el tiempo no nos permitió hacer eso.

Se aprendieron algunas cosas concernientes a las costumbres y al lenguaje de Fiji. Supimos que la “b” se pronuncia “mb”, como en “bomba”, “c” se pronuncia como la “z” española; “d” se pronuncia “nd”, como en “ando”; “g” se pronuncia “ng” como en “vengo”; “q” se pronuncia “ng”, como en “vengue”. Eso quiso decir que nos dirigíamos para el aeropuerto de Nadi, pero deberíamos llamarlo “Nandi”.

A las 15 horas muchos de los hermanos estuvieron presentes para despedirnos, y varios mostraron su amor uniéndose a nosotros en el largo viaje a Nadi. Hubo 14 de nosotros viajando en el fiel Ford y una camioneta cubierta Dodge. Viajamos por la misma ruta que habíamos usado para ir a Suva después de llegar a Fiji. En el camino vi una de las puestas de sol más hermosas que he visto en mi vida. Me ayudó a olvidar la humedad y el calor de Fiji y las lluvias fuertes que habían caído. Las nubes cargadas de lluvia se habían separado y la puesta del sol las había convertido en oro a medida que se ocultaba lentamente sobre las olas rompientes del Pacífico Sur, que se perdían en el arrecife de coral a media milla de la costa. Hasta el mar tomó un tinte resplandeciente dorado. Las palmeras y los árboles exuberantes entre la carretera y la playa parecían negros contra ese fondo dorado. Tuve gusto en que durara bastante esa puesta del sol, porque fué un banquete para la vista que sólo Jehová puede preparar.

Luego vinieron las estrellas vespertinas y las tinieblas de la noche. El viaje pasó rápido debido al buen compañerismo. Algunos estuvieron cantando y otros dormitando, mientras que algunos contaron experiencias que habían tenido. El tráfico era ligero y sólo de vez en cuando pasamos un coche o camión viniendo opuestamente, quizás cada 25 ó 30 kilómetros. A menudo al doblar las curvas nos topábamos con un dios de los hindúes, miembro de la familia vacuna, parado en el centro de la carretera, y los frenos tenían que ser aplicados rápidamente, y a veces había fiyianos o indios a lo largo de la carretera. Fué después de las 21 horas cuando vimos unas luces rojas que nos indicaron que el aeropuerto se hallaba en la distancia.

En el aeropuerto supimos que el Estratocrucero de Estados Unidos llegaría un poco tarde y nuestra salida en un DC-4 no sería hasta después que saliera el Estratocrucero con rumbo a Australia. Alguna correspondencia y pasajeros del avión grande iban a enviarse a Nueva Zelandia y todo lo que pudimos hacer era esperar. Aquí de nuevo apreciamos tener tantos hermanos con nosotros, y una noche muy agradable se pasó con ellos en el aeropuerto de las 22:30 hasta las 3:30 del sábado por la mañana. Habían traído comida y ésta se puso en buen uso. El hermano Hénschel hizo arreglos con el representante de pasajeros de la Pan American para llevar a todos los hermanos a bordo del Estratocrucero para ver el avión que había sido anunciado tan extensamente en Fiji, lo cual ellos apreciaron mucho.

Fué muy bondadoso de parte de los hermanos que ellos hicieran ese viaje largo con nosotros, y cuando despegó el Clipper Monsoon a las 3:30 para Auckland no pudimos menos que pensar en su hospitalidad y estar agradecidos. Esperamos que su viaje de regreso a Suva fuera seguro y agradable y que regresaran con buen ánimo para la obra de revistas que estaba señalada para esa tarde.

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