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  • Memorial y asamblea en Australia
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1951
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1951
w51 15/9 págs. 549-553

Memorial y asamblea en Australia

Éste artículo continúa el relato del reciente viaje al Lejano Oriente por el presidente de la Sociedad, N. H. Knorr, y su secretario, M. G. Hénschel. La última narración concluyó con su salida de Nueva Zelandia. Este artículo los alcanza al llegar a Australia.

MILTON HÉNSCHEL y yo estábamos descansando en nuestros asientos en la segunda cubierta del gran hidroavión Solent y hablando de nuestra llegada de itinerario a Sydney. En unas cuantas horas estaríamos ahí Y luego iríamos a la sucursal en Strathfield. Comeríamos algo ahí, Y luego dije yo, “Vamos a dormir temprano.” Este era el viernes por la tarde del 16 de marzo de 1951. Nos deberíamos levantar el día siguiente a las 5 horas para ir a Perth, la ciudad principal en la costa occidental de Australia. Llegaríamos ahí tarde el sábado por la noche, habría tres sesiones en la asamblea de Perth Y luego saldríamos por avión el domingo a las 23:15 horas y volaríamos toda la noche de regreso a Sydney.

¡Ahí estaba Sydney! y el gran puente de acero y la hermosa bahía. ¡Zas! El gran bote golpeó el agua. Un hidroavión no es como un avión que aterriza sobre tierra. Disminuye la velocidad rápidamente. La bahía estaba quieta cuando el avión tocó las aguas azules. Hubo una disminución repentina y entonces la sensación de hundimiento. Pero se hunde sólo a la profundidad correcta.

¡Al aterrizar qué multitud había para recibirnos! Vimos a algunas personas que conocíamos y muchos rostros que recordábamos de nuestra visita anterior. Y había muchas caras nuevas también. Estaba Roy Moyle, el siervo de sucursal interino de Australia, acompañado de un recién llegado de Estad0s Unidos, Ted Jaracz. Eran las 17:30 horas cuando aterrizamos y después de las 19 horas para el tiempo que llegamos en automóvil a Strathfield después de pasar por la aduana. La casa Betel se veía bonita y el jardín alrededor de ella estaba bien cuidado. En verdad era como llegar a casa al entrar por los portales y ver a muchos miembros de la familia que habían estado ahí al tiempo de nuestra visita anterior. Sentimos el no poder pasar mucho tiempo con ellos, pero necesitábamos descanso.

A las 7 horas del 17 de marzo estuvimos en el aeropuerto Mascot y para las 7:30 ya volábamos en un Skymaster hacia Melbourne. El hermano Moyle estaba con nosotros. Cuando llegarnos al aeropuerto Essendon de Melbourne observamos una gran muchedumbre y un estandarte diciendo “Bienvenidos, hermanos”. Los pasajeros se preguntaban qué sucedía; nosotros sabíamos. Más de cien publicadores habían venido a recibirnos. Varios reporteros estaban ahí y me entrevistaron, tomando fotografías. Fué un suceso excepcional para el aeropuerto Essendon que tal muchedumbre se reuniera cuando los pasajeros no desembarcaban.

Volamos hacia Adelaida y otra vez hallamos muchos hermanos esperándonos. Quizás hubo ochenta en Parafield, y fué muy grato verlos. Ellos también hablaban de la venidera convención. Nos desearon una buena visita a Perth, y luego despegamos otra vez. Volamos a lo largo de la costa meridional de Australia y luego sobre el desierto. En el crepúsculo vespertino volamos sobre el famoso centro minero de oro australiano de Kalgoorlie y luego aterrizamos en Perth a las 20 horas. Habíamos volado casi 3,700 kilómetros ese día y estábamos cansados de viajar. Fuimos a la casa de los hermanos donde habíamos de dormir, conversamos con ellos y tomamos algunos refrescos. Luego a la cama.

PERTH, AUSTRALIA OCCIDENTAL

“Me alegro de haber podido venir y ahorrarles ese largo viaje a Sydney,” les dije a 870 testigos de Jehová y sus amigos en la casa consistorial de Perth, capital de Australia Occidental. Todos parecieron apreciar esa expresión y supe después por qué produjo tanto aplauso—escasamente cien de la concurrencia hubieran podido ir a la asamblea nacional en Sydney.

Antes de nuestra llegada la asamblea había estado en acción por dos días. La mayor parte de las horas del día se habían usado anunciando el discurso público. La reunión de servicio del viernes por la noche había sido interesante y provechosa, dijeron ellos, y los puntos se entendieron con buenas demostraciones. La escuela de ministerio había seguido, incluyendo la primera lección del estudio analítico de la Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras cristianas griegas (en inglés). Había despertado el interés de todos y había abierto el apetito para el futuro estudio regular de sus características. Oí opiniones de que la concurrencia a la escuela teocrática de seguro aumentaría. Nadie desearía perder parte alguna de este estudio especial de las Escrituras griegas. El sábado temprano por la mañana había habido un servicio de bautismo. Sesenta y uno habían sido sumergidos.

Luego, como los hermanos lo llamaron, vino el gran día. El domingo había de ser día de sesiones desde las nueve de la mañana hasta las nueve de la noche. El hermano Moyle del Betel de Strathfield lo empezó, seguido del hermano Hénschel. Luego yo hablé sobre el tema de moralidad y conducta dentro de la organización de Dios. El hermano Rees, siervo de circuito, dijo después: “Este discurso que pegó duro, inexorable, pero al mismo tiempo bondadoso, tuvo a la concurrencia en la orilla de sus asientos, atentos a cada palabra. Una señora, que concurrió a su primera reunión, dijo que nunca había oído esa clase de plática antes, y quedó encantada. El salón verdaderamente zumbaba con discusión después de ese discurso.”

En seguida se celebró la reunión pública en el Teatro Capitol. El termómetro se hacía molesto cerca de 100 grados (fahrenheit) y la llamada de las playas era muy fuerte. ¿Cuántos vendrían a oír el discurso bíblico? Las 15 horas presenciaron a 1,291 concurrentes para oír el discurso “Proclamad libertad por toda la tierra”. Como la mitad era del público en general y personas recién interesadas en las buenas nuevas. Cuando quedó vacío el teatro hablé con los precursores acerca de Galaad y perspectivas futuras. De los veintinueve precursores presentes, catorce llenaron solicitudes preliminares para el entrenamiento de Galaad y servicio misionero extranjero.

Luego de regreso a la casa consistorial de Perth para la merienda y la reunión de la noche. Empezó con una sesión de experiencias que tuvieron un fondo singular. El siervo de compañía de Pingelly, Australia Occidental, explicó que en su compañía había “australianos nuevos”, así es como denominan a inmigrantes recientes y a personas desalojadas de Europa; también había australianos viejos, o los aborígenes, y australianos comunes. Tenía representantes de cada categoría en la plataforma y los llamó en turno para sus experiencias. Por media hora el salón resonó con aplausos al tiempo que un nativo, apenas aprendiendo a leer y escribir, luego un europeo que lucha con el idioma, relataban sus experiencias. Fué conmovedor en verdad oír a esos nuevos australianos decir que los primeros testigos que vieron después de llegar al país fueron los aborígenes, los australianos originales. Experiencias como éstas verdaderamente regocijaron a los convencionistas.

En seguida el hermano Hénschel habló de los juicios de Jehová, apoyándose firmemente en el registro bíblico para prueba de sus puntos. Luego hablé sobre asuntos concernientes a la curación divina. Los ojos se abrieron más y más, las cabezas se meneaban en señal de aprobación, las plumas corrían a través de libretas, a medida que ideas viejas se reemplazaban con verdades bíblicas.

En el aeropuerto a las 23 horas esa noche se juntó una multitud para despedirnos. Un último ademán de despedida, y se perdieron de vista en la oscuridad, pero todavía estaban en nuestra memoria. ¡Qué bendito don nos ha dado Dios—la memoria! No habíamos visto mucho de la ciudad, pero vimos a los publicadores y en ellos queríamos pensar.

Habíamos de llegar a Adelaida en cerca de cinco y media horas. Aterrizamos al amanecer y hallamos a ocho publicadores en el aeropuerto. Se habían levantado dos horas antes. Algunos no podrían ir a Sydney y lamentamos eso junto con ellos. Esperarían oír los informes de los convencionistas cuando regresaran.

A las 7 horas íbamos en un avión Convair con dirección a Sydney, a 1,363 kilómetros. Cuando llegamos a la proximidad de las montañas Azules el tiempo parecía muy malo. Había pesadas nubes negras adelante y la camarera dijo que quizás no podríamos aterrizar en el aeropuerto Mascot. Estaba lloviendo mucho en Sydney. Mientras esperábamos indicación definitiva en cuanto a si aterrizaríamos en Mascot o no las nubes parecieron abrirse y pronto pudimos ver los techos rojos de los suburbios de Sydney. Eran las 10:40 cuando aterrizamos en las pistas mojadas, pero mojadas o no fué bueno verlas, y pronto estuvimos de nuevo en la casa Betel.

SYDNEY, N. G. DEL S.

El 22 de marzo la escena que vió el espectador en el Hipódromo Moorefield de Kogarah, Sydney, verdaderamente era excepcional. Sí, había miles de personas presentes ¡pero ningún caballo! Las personas se movían alrededor de los puestos de apuestas pero nadie apostaba, ni siquiera se interesaba en carreras de caballos, el deporte nacional de Australia. Porque ésta era la ocasión de la asamblea nacional de los testigos de Jehová, “Asamblea teocrática de alabanza a Jehová,” señalada para los días 22 al 25 de marzo. ¡Y qué deleitable ambiente era! Por días antes de la asamblea el tiempo había sido muy malo, con aguaceros que transformaron la tierra firme en lodo blando y pegajoso. Un día antes que principiara la asamblea el tiempo se compuso, con cielos hermosos azules y despejados que duraron a través de todo el programa. Las noches fueron frescas y hermosamente iluminadas por la luna llena que ascendía sobre la bahía.

Los hermanos australianos verdaderamente se deleitaron con las muchas provisiones hechas para su comodidad y conveniencia durante su permanencia. En conjunto, 28 departamentos separados proveyeron las necesidades de los delegados, sobresaliendo el restaurante individual y el campo para tiendas de campaña. Todo el arreglo fué parecido a la Asamblea internacional en Nueva York y uno se impresionó por la eficacia de la organización, ya que se alcanzó el máximo de concurrentes para los convencionistas australianos. Desde las graderías la concurrencia disfrutó de un banquete para la vista. La tribuna fué arreglada más o menos como la tribuna de Nueva York, pero era mucho más pequeña. Grandes letras blancas deletreaban las palabras “Asamblea de alabanza a Jehová”. Flores cubrían por todo lado la tribuna del orador. En el fondo los prados de verde jade de un campo de golf y la pista para carreras bien cortada proporcionaban un ambiente hermoso para el foro. A lo lejos podían verse las aguas azules de la bahía Botany, donde el capitán Cook desembarcó por primera vez en Australia, y las blancas arenas de la playa. Los oradores mismos tenían una vista dominante de las tres graderías y la tienda de campaña. Durante las sesiones cientos se sentaban escuchando cómodamente en los prados alrededor de la gradería principal. En conjunto, todos apreciaron el arreglo al aire libre con bastante espacio para ir de un lado a otro, hermosos árboles sombreados y el tiempo ideal.

Considerando que más de cuatro mil personas se juntaron, uno esperaría hallar gran variedad entre ellas, particularmente cuando vienen de lugares que distan casi cinco mil kilómetros. Había visitantes de Australia Occidental, Territorio del Norte, Queensland, Australia Meridional, Victoria, la isla de Tasmania, y algunos hasta hicieron el viaje desde Nueva Zelandia. En Australia, sin embargo, no hay cambio de acento al viajar de un estado a otro, así que, salvo por unos pocos sombreros de ala ancha y enunciación lenta campesina, no fué posible distinguir un australiano occidental de un queenslandés septentrional. Siervos de compañías, precursores y siervos de circuito de todos estos estados dieron informes interesantes durante la convención, mostrando progreso en ciudades grandes y lugares rurales.

Sin duda el punto sobresaliente de las reuniones fué la celebración del Memorial el viernes por la noche. Esta fué “primera” en muchos modos. Nunca antes en Australia se había conducido una celebración del Memorial al aire libre. El significado de la ocasión fué recalcado por la enorme luna llena brillando por detrás de desparramadas nubes aterciopeladas. Los emblemas de pan y vino se sirvieron separadamente. Una concurrencia de 4,206 se sentó tranquilamente en las gradas y sobre el césped observando mientras se servían los emblemas y participaban 263, al mismo tiempo que yo daba explicación y amonestación bíblicas. Estaba tan pacífico y sereno. Verdaderamente es un acontecimiento permanente en la memoria de los australianos que concurrieron.

El sábado por la mañana se dió el discurso sobre “Bautismo”; y ¡qué gozo fué contemplar a 160 levantarse para dar a conocer su deseo de ser sumergidos! Después de eso fueron transportados a la playa y bautizados. La prensa tomó nota de este suceso. Luego por la tarde, después que terminé mi discurso, más de trescientos precursores y siervos de circuito se reunieron en la tienda de campaña para considerar el entrenamiento de Galaad y trabajo en las islas asignadas a la sucursal australiana, tales como Nueva Guinea, Nueva Caledonia e I. Norfolk. Ochenta precursores llenaron solicitudes preliminares para Galaad, mientras que otros treinta se presentaron voluntariamente para ser enviados a islas tropicales para servicio de precursor. Claramente mostraron que su deseo es extender el conocimiento de las buenas nuevas dondequiera.

Con un cielo azul despejado arriba, 5,805 personas llenaron las gradas y prados el domingo por la tarde cuando pronuncié el discurso público intitulado “Proclamad libertad por toda la tierra”. Los oyentes escucharon toda palabra y calurosamente aplaudieron las palabras consoladoras del discurso. Fué un buen testimonio para Sydney. El jubileo de la Federación australiana se celebraba, siendo bien anunciada y observada por fiestas especiales. ¡Pero qué diferente del jubileo de libertad de Jehová!

Una cosa que teníamos que tomar en cuenta en Sydney eran los apagones de fuerza eléctrica que podrían venir a cualquiera hora, debido a la escasez de equipo generador en el área. Huelgas y escaseces de hulla también afligen al país. El primer día hubo apagones durante las horas del día, pero los hermanos habían previsto este problema y habían arreglado un abastecimiento auxiliar de fuerza eléctrica para mantener funcionando el sistema altoparlante. Debido a que el hipódromo no tenía arreglos de alumbrado, se hizo mucho trabajo para instalar un sistema de alumbrado. Los testigos de Jehová son los primeros en alumbrar este hipódromo. Se usaron más de 3,500 metros de alambre. Se instalaron altoparlantes por todo el sitio, de modo que uno podía sentarse ya sea en las gradas o bajo algún árbol o permanecer en una tienda de campaña o en un carro-casa en el campamento. Una gran conveniencia para los departamentos de la convención también fué la instalación de su propio sistema telefónico.

Detalles especialmente apreciados por los convencionistas fueron la invitación para visitar la sucursal e imprenta después de la asamblea y la presentación del hermano T. Jaracz, un graduado de Galaad y norteamericano, como el nuevo siervo de sucursal para Australia.

El domingo por la noche terminó la asamblea. Las expresiones de los publicadores mostraron que fué una que nunca se olvidaría. Habían sido refrescados a medida que bebieron de las nuevas verdades, y animados y fortalecidos al hallarse mejor equipados y armados para los asaltos finales del Diablo, alegrados y animados por el dulce compañerismo de muchas caras viejas y nuevas.

El espíritu de los publicadores en Australia es muy bueno. Fué una delicia para nosotros ver el mejoramiento sobre las condiciones existentes durante la visita anterior a Australia en 1947. Hay unidad absoluta en la obra en Australia ahora y han gozado de muchas ricas bendiciones de Jehová en el servicio del campo durante tiempos recientes. Cuando estuvimos ahí en 1947 tenían 3,284 publicadores entregando informes, pero ahora el máximo ha llegado a 5,163, que muestra que hay expansión teocrática en Australia como en el resto del mundo.

Fué un placer ver a cientos de publicadores inspeccionando la casa, imprenta y jardín el lunes. Estuvimos ocupados atendiendo los asuntos que todavía tenían que hacerse en la oficina. Nuestra visita con la familia Betel había sido demasiado corta, pero había otros esperándonos en el norte. Esa noche, del día 26, íbamos a salir para Djokjakarta, Indonesia, en un Constellation BOAC. La familia Betel y cerca de cien publicadores de compañía de Sydney estaban reunidos en el aeropuerto Mascot para las 21:30, cuando se nos dijo que abordáramos el avión. Fué un grupo divertido y gozamos de su compañerismo. Insistieron en que les gustaría tener otra gran convención como la última muy pronto y que por eso deberíamos regresar a Australia y visitarlos de nuevo dentro de poco tiempo. Nos despedimos de ellos y ocupamos nuestros asientos en la aeronave. Hubo una despedida vigorosa con las manos al alejarse el enorme avión lentamente de su posición al lado de la terminal. Fuimos hasta el fin del campo y ahí pausamos mientras el capitán probaba los motores. Generalmente esto se hace, pero cuando pasaron quince minutos y todavía estábamos en la idéntica posición, empezamos a preguntarnos qué pasaba. Finalmente él camarero informó a todos que había un defecto en un motor y que sería necesario regresar a la terminal.

En la terminal hallamos que ninguno de los publicadores se había ido a casa, así que nos reunimos con ellos y les dijimos que ahora tenían nuestra segunda visita del año. Otros pasajeros impacientemente permanecieron de pie o se sentaron mientras los motores se reparaban, pero el viajero teocrático tiene tantos buenos amigos y hermanos y hermanas que le lleva esa ventaja al viajero común. La hora extra con los publicadores pasó rápidamente, con mucho gozo y placer. Luego volvimos al avión y esta vez fué diferente. A las 22:55 despegamos en camino a nuestro primer punto para reabastecimiento de combustible, Darwin, un puesto en la costa septentrional de Australia. Nos pusimos a dormir.

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