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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1953
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1953
w53 1/8 págs. 457-460

Haciendo su decisión

REPETIDAMENTE personas religiosas sinceras al hablar de Dios dicen que está “tratando de convertir al mundo”. Para ayudar a Dios a lograr esto, se interesan, entre otras cosas, en misiones nacionales y extranjeras. Sin embargo, si juzgamos por el progreso que se ha logrado durante el siglo pasado se ve claramente que su meta de convertir al mundo jamás se efectuará, porque no sólo se ha duplicado durante ese tiempo la población llamada “no cristiana”, sino que aun la que pretende ser cristiana está mucho más lejos de verdaderamente ser cristiana de lo que jamás había estado. Claramente hay algún error en alguna parte.

En primer lugar notemos que Dios no trata de hacer algo. Él manda y se hace. Él dijo: “Haya luz, y hubo luz.” (Gén. 1:3) Todo lo que se propone lo efectúa: “Como lo he dicho, así lo haré; lo he dispuesto y lo cumpliré.” (Isa. 46:11, NC) Claro está, entonces, que el propósito de Dios no incluye el que sus siervos conviertan al mundo, o esa meta no estaría quedando cada día más lejos de ser efectuada.

Pero ¿no mandó Jesús a sus seguidores que hicieran discípulos de todas las naciones y no predijo que las buenas nuevas del Reino serían predicadas en todo el mundo? Sí, pero note que él no mandó que convirtieran a todas las naciones, sino que hicieran “discípulos de gente de todas las naciones”. También, que predicaran las buenas nuevas del Reino en todas las naciones para “dar un testimonio”, no con el propósito de convertirlas a todas. Los hechos muestran que estos mandatos se están cumpliendo.—Mat. 24:14; 28:19, 20, NM.

Que Jesús no esperaba que sus discípulos convirtieran al mundo se ve claramente de sus propias palabras en Lucas 18:8 (NM): “Cuando llegue el Hijo del hombre, ¿verdaderamente hallará esta fe sobre la tierra?” Note también su profecía: “Así como eran los días de Noé, así será la presencia del Hijo del hombre.” Ciertamente el mundo no fué convertido a Dios en el día de Noé a pesar de la maravillosa exhibición de fe que Noé dió al construir el arca y al amonestar acerca del diluvio.—Mat. 24:37; Heb. 11:7; 2 Ped. 2:5, NM.

El concepto equivocado en cuanto a que Dios trata de convertir al mundo se funda en no apreciar que el principal propósito de Jehová es vindicar su supremacía y nombre y que la salvación de las criaturas es a lo más sólo secundario a eso. Jehová libró a los israelitas de Egipto, él nos dice, para hacerse un nombre; la misma razón por la que los libró de Babilonia y los restauró a Palestina: “Así dice Jehová el Señor: No por vuestra causa voy a hacer esto, oh casa de Israel, sino por mi santo Nombre.”—2 Sam. 7:23; Eze. 36:22.

Jehová Dios no necesita al insignificante hombre para poder llevar a cabo sus propósitos. Su dignidad y puesto jamás le permitirían usar halagos o fuerza para hacer que sus criaturas le adoren. Él no recurre tampoco a amenazas de tormento después de la muerte ni de daño físico en esta vida; a pesar de que el islam, la Jerarquía católica romana, y muchos otros, digan lo contrario. Él es Dios de amor y por eso apela al amor de sus criaturas. (Jer. 19:5; Rom. 2:4, NM) Él les otorga sus bendiciones y luego les dice bajo qué condiciones pueden retenerlas y conseguir aun más. Entonces les toca a ellas hacer una decisión, aceptar los favores de Dios de acuerdo con sus condiciones o rechazarlas y perderlo todo.

HACIENDO LA DECISIÓN EN TIEMPOS PASADOS

Considere a nuestros primeros padres. Ellos tenían vida, el derecho a ella y muchas otras bendiciones y perspectivas. Para probar su apreciación Dios hizo que el gozar de estas bendiciones dependiera de la obediencia a un mandato sencillo: simplemente el no comer del fruto de cierto árbol. Si Dios hubiera estado interesado sólo en la salvación de criaturas, en “convertir al mundo”, él no habría permitido que llegara la tentación a Eva. Pero él lo permitió. Y cuando el engañador disfrazado de serpiente presentó la tentación a Eva, ella tuvo que hacer una decisión—obedecer a Dios o seguir la sugestión del engañador. Debido a falta de apreciación, falta de amor y falta de fe, Eva hizo la decisión incorrecta. Y cuando ella ofreció el fruto a Adán él también tuvo que hacer una decisión, comer o no comer. Él también escogió incorrectamente, y por eso los dos con el tiempo regresaron al polvo de donde fueron tomados. Ya hace cerca de seis mil años que toda la humanidad ha estado sintiendo los efectos de esa decisión incorrecta. (Gén. 3:19; Rom. 5:12) Desde ese tiempo Dios ha estado dejando que el hombre escoja entre los dos caminos: el correcto y el incorrecto.—Mat. 7:13, 14.

Las relaciones de Jehová con los hijos de Israel repetidamente mostraron esta manera de tratar con sus criaturas. Después de voluntariamente indicar en el monte Sinaí que querían servir a Jehová, los israelitas repetidamente se rebelaron y por eso fueron abatidos en el desierto. (Éxo. 19:5-8; 1 Cor. 10:5, NM) Cuando llegó el tiempo de Dios para que entraran a la Tierra Prometida una nueva generación se había levantado, y por eso Moisés llamó a su atención este asunto de hacer una decisión: “Yo invoco hoy por testigos a los cielos y a la tierra, de que os he propuesto la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge la vida para que vivas, tú y tu descendencia, amando a Yavé [Jehová], tu Dios, obedeciendo su voz y adhiriéndote a Él, porque en eso está tu vida.”—Deu. 30:19, 20, NC.

A este asunto de hacer una decisión Josué dió énfasis especial unos veinte años después que los israelitas habían entrado en la tierra de Canaán. Sabiendo que él pronto moriría, juntó a todas las tribus de Israel y directamente les dejó escoger a quién iban a servir. Después de relatar la manera en que Jehová había tratado con Abrahán y sus descendientes hasta su día, Josué dijo:

“Ahora pues temed a Jehová, y servidle a él con sinceridad y en verdad; y desechad a los dioses que sirvieron vuestros padres al otro lado del río, y en Egipto, y servid a Jehová. Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién debáis servir, si a los dioses que sirvieron vuestros padres que habitaban más allá del río, o a los dioses de los Amorreos en cuya tierra habitáis: que en cuanto a mí y a mi casa, nosotros serviremos a Jehová.” Después de oír un registro de los tratos de Jehová con ellos y sus padres y la expresión de la propia determinación firme de Josué de servir a Jehová, el pueblo respondió: “¡Nunca permita Dios que dejemos a Jehová para servir a otros dioses! porque Jehová nuestro Dios es el que nos hizo subir a nosotros y a nuestros padres de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre, y que hizo delante de nuestra vista aquellas grandes señales, y nos ha guardado en todo el camino por donde hemos andado, y en medio de todos los pueblos por entre los cuales hemos pasado: . . . Por tanto nosotros también serviremos a Jehová; porque él es nuestro Dios.”

Pero Josué los probó para ver si era verdad lo que decían, declarando: “No podréis servir a Jehová; porque es Dios santo; Dios celoso es; no sufrirá vuestras transgresiones y vuestros pecados. Cuando hubiereis dejado a Jehová y servido a dioses extraños, él se volverá y os hará mal, y acabará con vosotros, después de haberos hecho bien.” Pero el pueblo permaneció firme en su decisión: “No, sino que a Jehová serviremos. Dijo entonces Josué al pueblo: ¿Testigos sois contra vosotros mismos de que os habéis escogido a Jehová para servirle? Y ellos respondieron: Testigos somos.”—Jos. 24:14-22.

Cuando Cristo Jesús fué enjuiciado ante Pilato los israelitas nuevamente tuvieron que hacer una decisión, entre el Diablo, representado por César, y Jehová Dios, representado por su Hijo. Hicieron la decisión incorrecta, gritando: “No tenemos más rey que César.” (Juan 19:15, NM) Sufrieron las consecuencias espantosas de esa decisión incorrecta en su destrucción completa a manos de César en 70 d. de J. C.

HACIENDO NUESTRA DECISIÓN HOY

La profecía bíblica muestra que la segunda presencia de Cristo Jesús se ha verificado, que él ha sido colocado sobre su trono y que ahora reina en medio de sus enemigos. (Sal. 110:1-3; Mateo, capítulo 24; Apo. 11:15-18) Por medio de la predicación de las buenas nuevas del Reino y de dar a conocer el nombre de Jehová, el punto en cuestión de nuevo se presenta directamente a la gente y de nuevo ésta tiene que hacer su decisión: ya sea para el reino de Jehová mediante Cristo Jesús o para los gobiernos de este viejo mundo bajo la dominación de Satanás el Diablo. (Mat. 4:8, 9; 2 Cor. 4:4, NM) “¡Ahora, pues, oh reyes, obrad con cordura! ¡Sed amonestados, jueces de la tierra! Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor. Besad al Hijo, no sea que se enoje, y perezcáis en el camino; . . . Bienaventurados son todos los que confían en él.”—Sal. 2:10-12.

Los cuerdos están anuentes a ser instruídos. Aceptan la evidencia de la razón: ven a su alrededor un maravilloso universo ordenado que da testimonio elocuente de que Dios verdaderamente existe. (Rom. 1:20, NM) Examinan la Biblia y aprenden que su testimonio está abundantemente corroborado por la evidencia de la geología y la arqueología. Ellos notan que la Biblia está llena de profecías, muchas de las cuales se han cumplido con exactitud notable. Sólo Dios pudo hacer eso.—Isa. 41:22, 23.

De la Biblia ellos aprenden que el propósito original de Dios para el hombre y la tierra fué tener un paraíso lleno de criaturas humanas perfectas viviendo juntas en armonía y adorando a su Creador, y que puesto que Jehová Dios es omnipotente ese propósito se llevará a cabo. (Gén. 1:26-28; Isa. 55:11) También que hoy es un día de juicio y que todos están recibiendo una marca: la marca de la bestia o la marca que los siervos de Jehová colocan sobre los que gimen y lloran por las abominaciones que ven que se cometen en la tierra.—Eze. 9:4; Apo. 13:15-17; 14:9, 10.

Usted individualmente no puede escaparse de ser marcado. No puede evitar el tener que hacer una decisión. “El que no está de parte mía está en mi contra, y el que no recoge conmigo, desparrama.” (Luc. 11:23, NM) ¿Cuál será su decisión? ¿Escogerá usted servir a Jehová Dios y emprenderá la senda correcta, sabia, obediente, amorosa, de aprecio y gratitud, que, aunque hoy es estrecha, conduce a la vida, o escogerá usted el camino de menor resistencia, el camino egoísta, fácil y anchuroso que conduce a la destrucción?

Usted tiene los hechos; usted puede, usted tiene que razonar sobre ellos y luego llegar a una conclusión. Y ¿después qué? Habiendo escogido sabiamente, tendrá que apoyar su decisión mediante acción consistente. “La fe, si no tiene obras, está muerta en sí misma.” (Sant. 2:17, NM) ¿Cuáles obras? Las obras que se presentan en la Palabra de Dios y particularmente las que Jesús dió por palabra y ejemplo. Eso significa dedicarse uno a Dios como lo hizo Jesús en el Jordán cuando dijo: “¡Mira! Yo he venido (en el rollo del libro está escrito acerca de mí) para hacer tu voluntad, oh Dios.”—Heb. 10:7, NM.

Y habiéndose dedicado, una de las primeras cosas que usted tendrá que hacer es expresar públicamente esa dedicación bautizándose así como Jesús mandó a sus discípulos: “Vayan pues y hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos.” (Mat. 28:19, NM) Pero ¿dice usted que fué bautizado cuando era un infante? Pero ¿verdaderamente fué bautizado usted? La palabra bautizar proviene de una palabra griega parecida que quiere decir sumergir o zambullir debajo del agua. Por eso tanto Juan el Bautista como los discípulos de Jesús completamente sumergían en agua a los que creían.—Juan 3:23.

El ser sumergidos en agua ilustra que hemos muerto en lo que toca a hacer nuestra propia voluntad y hemos sido vivificados en cuanto a hacer la voluntad de Dios. Habiéndonos dedicado a hacer la voluntad de Dios, es adecuadísimo que hagamos una declaración pública de ese hecho, delante de testigos. Los infantes no podrían hacer esto por sí mismos. También, por haber sido sumergidos, tendremos un recordatorio vivo de nuestra dedicación, y eso nos ayudará a vivir en conformidad con nuestros votos.

La voluntad de Dios para los cristianos consiste principalmente en hacer tres cosas distintas. Ante todo, significa estudiar la Palabra de Dios y las ayudas bíblicas que nos ayudan a entenderla para familiarizarnos más y más con Dios y sus propósitos para que podamos cooperar con ellos inteligentemente. (2 Cor. 6:1) Segundo, significa usar los labios para traer honra a Jehová Dios y consuelo a los hombres de buena voluntad, porque, dado que somos cristianos, tenemos que tener el mismo propósito en la vida que Cristo Jesús, y él dijo concerniente a su propio propósito: “Con este propósito he nacido y con este propósito he venido yo al mundo, para dar testimonio a la verdad.”—Juan 18:37; 2 Cor. 1:4; Heb. 13:15; 1 Ped. 2:9, NM.

Y tercero, tenemos que progresar en la senda de la justicia. Tenemos que ser consistentes; no sólo tenemos que amar a Jehová Dios, la verdad y la justicia, y a nuestro prójimo, sino que también tenemos que odiar lo que es inicuo y egoísta. Tenemos que mantenernos limpios del mundo inicuo y sus prácticas.—Isa. 52:11; Heb. 1:9; Sant. 1:27, NM.

Así vemos que Dios, lejos de tratar de convertir al mundo, da a sus criaturas la oportunidad de escoger y luego aceptar las consecuencias. Habiendo hecho la decisión correcta, tenemos que obrar de una manera consistente si queremos participar en la realización del propósito de Dios para la tierra y el hombre.

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