Los testigos de Jehová ni capitalistas ni comunistas
ES UN hecho bien conocido que después de la II Guerra Mundial las condiciones en Finlandia han favorecido al comunismo. Donde las grandes plantas manufactureras y la religión falsa por mucho tiempo han gobernado con injusticia y fraude, han brotado poderosos baluartes comunistas. Uno de tales “campos rojos” está situado en la ciudad de Kemi, en la parte norte de Finlandia, a unas sesenta millas distante del círculo polar o ártico. En medio de éste hay una congregación muy activa de testigos de Jehová, compuesta de unos 60 publicadores, con muchos ministros de tiempo cabal.
Un matrimonio que servía de ministros de tiempo cabal en una de tales comunidades de fábricas comunistas se halló en una situación difícil porque un testigo de Jehová procedente de Helsinki, quien es gerente técnico de una grande compañía petrolera norteamericana, los visitó en lo que los comunistas llaman su “sonrisa de dólares,” queriendo decir su automóvil norteamericano. Desde ese momento las puertas de la comunidad se cerraron a nuestros ministros precursores; todo el mundo estaba ahora convencido de que los testigos de Jehová eran espías de los capitalistas norteamericanos. La gente no quiso su literatura y los que habían empezado a estudiar con ellos les dijeron que ya no tenían que venir más.
Luego llegó ayuda de un lugar inesperado. A seis millas de distancia de esta comunidad vivía el jefe de bomberos de la ciudad, quien también era comunista; en realidad, era el líder local de ellos y un ídolo segundo únicamente a Stalin. Este jefe de bomberos no sólo obtuvo el libro “Sea Dios Veraz,” sino que hizo arreglos para estudiar la Biblia en su casa con la ayuda de un ministro de Jehová.
Una noche de otoño, después que el estudio se había celebrado, el ministro estaba listo para irse en su bicicleta cuando el jefe de bomberos notó que estaba lloviendo a cántaros y que la tormenta estaba aumentando en violencia. De modo que pidió una ambulancia, puso la bicicleta atrás y luego llevó al ministro en la ambulancia hasta su casa. Al aparecer la ambulancia en frente de la casa del ministro, los vecinos curiosos, a pesar de la tormenta y la lluvia, vinieron a ver lo que pasaba. ¡Imagínese su sorpresa cuando vieron a su idolatrado líder comunista y al ministro a quien ellos habían clasificado de “agente capitalista norteamericano” juntos bajar la bicicleta de la ambulancia!
Esta escena abrió la puerta a muchas oportunidades para dar el testimonio. Al salir los testigos en su obra de predicación al día siguiente encontraron rostros amigables y curiosos. Fueron de una mesa de café a la siguiente tomando suscripciones, distribuyendo literatura, y, ante todo, hablando de la Biblia. La gente supo que así como los testigos de Jehová no tenían nada en común con el comunismo no tenían nada en común con el imperialismo capitalista. Como resultado, en un corto tiempo cinco comunistas abandonaron su organización y entraron a la libertad de los hijos de Dios, no siendo ya comunistas.