Uruguay
EL DIA de Año Nuevo es algo que muchas personas por todo el mundo esperan como un día de celebración, pero para los testigos de Jehová en el Uruguay el 1 de enero de 1954 se esperaba con expectativas especiales. Sabían que sería el día de apertura de su asamblea nacional en Montevideo y que N. H Knorr, el presidente de la Sociedad Watch Tówer Bible and Tract, estaría allí.
Querían que ésta fuera su mejor asamblea celebrada hasta la fecha. Unos tres meses antes de la asamblea la organización local para la asamblea comenzó a cobrar forma. Se alquiló un salón y el programa se hizo fijando en él como punto culminante el discurso público “Después del Armagedón—el nuevo mundo de Dios.”
Aproximadamente un mes antes de la asamblea una forma de publicidad nunca antes llevada a cabo en el Uruguay comenzó a ser puesta en operación. Este fué el resultado de los esfuerzos persistentes y extensos por parte de los hermanos misioneros al visitar a todos los muchos diarios de Montevideo, la capital, que tiene cerca de un millón de habitantes, mostrándoles el mérito de la noticia y el interés público implicado en el acontecimiento. Se mostraron recortes de diarios de Nueva York del tiempo que se celebró la convención internacional allí y se presentaron crónicas de prensa especiales. Al principio los editores fueron atentos pero no mostraron excitación, y en un caso los hermanos tuvieron que esperar todo el día para hablar personalmente con el director de un periódico; pero el resultado: él publicó el artículo. Un diario salió con encabezamientos en que daba a saber que la asamblea general de los testigos de Jehová se iba a efectuar en Montevideo. De ahí en adelante todos los diarios, exceptuando el dirigido por la Iglesia católica, 16 en total, publicaron artículos de interés, y todos pusieron sobre aviso a sus lectores del discurso público del domingo 3 de enero. Un diario publicó seis artículos separados en un período de tres semanas antes de la convención. El radio también se usó ampliamente y se obtuvieron cinco entrevistas separadas y muchos anuncios en las noticias. Toda esta publicidad fué gratis. El Uruguay es famoso por sus libertades, y los testigos de Jehová usan bien estas libertades.
El entusiasmo entre los publicadores y personas de buena voluntad fué más grande que en cualquier tiempo anterior, y por eso todos fueron invitados a participar en el trabajo de preconvención. Pronto se prepararon trescientos letreros para ser llevados sobre el pecho y la espalda por los hermanos al caminar por las calles. Ochenta mil volantes se imprimieron y distribuyeron a los uruguayos amigables que pululan en grandes números en las calles durante esta calurosa época de fiesta de fin de año. No siendo tan bien conocida en el Uruguay la palabra Armagedón, muchos fueron los que preguntaron acerca de su significado y muchas fueron las oportunidades para testificar del Reino. Allá al sur del ecuador tienen una manera de anunciar que no se usa tan ampliamente en los Estados Unidos. En paredes y edificios disponibles en casi todas las calles de la ciudad se pegan “murales” o carteles impresos dando información sobre casi todo—asuntos políticos, sociales, religiosos, comerciales, etc. Mil carteles que anunciaban los discursos públicos se prepararon, y cuadrillas de hermanos con cepillos y baldes de engrudo salieron en turnos nocturnos pegando los carteles en las paredes. El trabajo se hizo tan bien que se vió a los sacerdotes, que nunca molestan los muchos carteles de propaganda falsa pegados por los comunistas, conduciendo grupos de muchachitos para arrancar los carteles. Pero pronto dejaron de hacerlo, porque esto sólo daba más publicidad. Los uruguayos leen estos carteles mientras viajan en autobuses y tranvías como los neoyorquinos leen sus encabezamientos en los trenes subterráneos.
Los hermanos Knorr y Hénschel habían de llegar a Montevideo el martes por la tarde, 29 de diciembre, y las congregaciones de Montevideo querían estar en el aeropuerto para verlos llegar. ¿Cuántos querían ir? Tuvieron que alquilar cuatro autobuses. Al bajar los hermanos de los autobuses en el aeropuerto y llenar completamente el balcón extenso que da a la pista de aterrizaje, el personal del aeropuerto y los espectadores, sorprendidos al ver tal concurrencia, comenzaron a hacer preguntas y recibieron respuestas que los asombraron aun más. La sociedad del Nuevo Mundo crecía aprisa en el Uruguay. Los 170, incluyendo a los misioneros, que habían ido al aeropuerto veían a cada pasajero que salía del avión, buscando a sus hermanos. Después aplausos estruendosos recibieron a los visitantes esperados, al aparecer en la puerta primero el hermano Hénschel y luego el hermano Knorr sonriendo y luego saludando con la mano. Ciento setenta sonrisas reflejaban: “Bienvenidos al Uruguay.” El entusiasmo que recorría a toda la muchedumbre hizo muy evidente una cosa: la asamblea ya había comenzado para los hermanos del Uruguay.
Después de inmigración, aduana y fotógrafos los visitantes fueron conducidos por este gran comité de bienvenida a un automóvil de alquiler que aguardaba y pronto estuvieron en los alrededores familiares de la casa misionera sucursal en Montevideo. Una hora después un representante de una estación de radio local entró para grabar una entrevista con el hermano Knorr, concerniente al propósito de la asamblea, que fué transmitida más tarde esa misma noche. Al salir el sol a la mañana siguiente el hermano Hénschel salió con el siervo de circuito para una visita rápida al interior hasta Rivera en la frontera con el Brasil. Se detuvieron durante tres horas en Melo para ver el centro de las operaciones misioneras, y mientras estuvieron allí se hizo una entrevista grabada de 15 minutos que había de ser transmitida ese mismo día. En Rivera se dieron dos discursos de servicio además de un discurso público en el Hotel Casino, al cual concurrieron setenta personas. Ocho publicadores locales, además de dos misioneros graduados de Galaad, salieron entonces para la asamblea de Montevideo.
El jueves por la mañana el hermano Knorr y el siervo de sucursal despegaron por avión al interior a la segunda ciudad en población del Uruguay, a Salto. Después de visitar la casa misionera se tuvo otra entrevista por radio durante un programa de radio popular y luego la comida con los misioneros. A las 16 horas el hermano Knorr dió un discurso sobre servicio y con consejo oportuno, interpretándolo el siervo de sucursal. Luego el discurso público “Después del Armagedón—el nuevo mundo de Dios,” a una concurrencia de setenta. Ya era hora de que los delegados del Salto a la asamblea grande en Montevideo estuvieran listos para el viaje de regreso. El autobús alquilado especialmente para el viaje de ida y vuelta llegó aproximadamente a las 22 horas y todos, incluyendo al hermano Knorr, subieron a él. Todos los asientos quedaron ocupados y algunos hermanos se sentaron en el pasillo para el recorrido de toda la noche hasta la capital. Después de tres reventones de neumáticos, el autobús entró a Montevideo cojeando con sólo tres de sus acostumbradas cuatro llantas traseras.
La mañana del viernes amaneció caliente y clara—1 de enero de 1954, Día de Año Nuevo, la mitad del verano en el Uruguay. Y finalmente había llegado éste, el gran día. Era la mejor manera en el mundo de comenzar un nuevo año. Unas dos palabras acerca de esto pueden ser de interés aquí. El Día de Año Nuevo es una de las festividades más celebradas en el Uruguay. Todos sabían que requeriría esfuerzo extraespecial lograr reunir un buen grupo ese fin de semana festivo, considerando las muchas distracciones y el ser también la época especial para los uruguayos amantes de las playas. También el 31 de diciembre era el día de la gran lotería de fin de año con $2,000,000, $1,000,000 y $500,000 (pesos) como los premios primero, segundo y tercero. La noche antes de la asamblea (la víspera del Año Nuevo) los diarios estaban llenos de fotografías de los ganadores regocijados y la entera población estaba emocionada con el brillo del oro, la mayor parte del cual salía en vez de entrar a sus bolsillos. En la misma edición con toda esta publicidad uno de los diarios más grandes publicó la fotografía de los hermanos Knorr y Hénschel tomada en el aeropuerto, haciendo notar que: “Los distinguidos líderes espirituales han llegado a nuestra capital para participar en la asamblea general de la Sociedad Watch Tówer.” De modo que aquí en medio de la adoración de lo materialista, Jehová había preparado un gran banquete de cosas espirituales y una ocasión para adoración limpia sin paralelo hasta la fecha en el Uruguay.
Los voluntarios anuentes habían estado trabajando en el salón desde las 5:30 para prepararlo después de la fiesta de año nuevo de la noche anterior, y la mañana del viernes fué un transformado “El Hogar Húngaro” el que había, lleno de testigos de Jehová que habían venido para gozar del día.
La convención principió con tema internacional, lo que indicó que ésta iba a ser una asamblea de Nueva York en miniatura. Todo el amplio escenario se arregló para representar “Acontecimientos en el estadio Yanqui.” Pendiendo arriba estaba un duplicado del mismísimo estandarte ilustrado que había identificado al Uruguay en el estadio Yanqui. El auditorio fué llevado, por decirlo así, a la ciudad de Nueva York para gozar en persona de la asamblea de allá. La actividad de preconvención se mostró, la bienvenida y guía de los asambleístas visitantes, y diversos departamentos. Veinticinco diferentes personas con indumentaria nativa llena de colorido, representando los diversos países, andaban por todos lados de “la ciudad de Nueva York y el estadio Yanqui” y luego cada una dió un informe breve del trabajo en su respectivo país. Esto fué seguido de un discurso sobre la asamblea internacional por el único publicador local que había asistido a la convención en persona y que acababa de llegar sólo una semana antes por barco. La mañana se cerró con discursos sobre el llenar la casa de gloria y recoger hombres de buena voluntad de todas las naciones.
El viernes por la tarde presenció 520 en asistencia para oír el discurso de bienvenida por el siervo de sucursal. Siguiendo a éste vino la escuela del ministerio teocrático. Fué interesante notar que algunos de los estudiantes jóvenes que al tiempo de la última visita del presidente de la Sociedad acababan de entrar a la adolescencia ahora eran oradores maduros, capaces. Luego vino la reunión de servicio, en que el tema fué la revista La Atalaya, su valor y cómo usarla mejor.
Por la noche el hermano Hénschel pronunció un discurso en español sobre “El día de salvación,” que fué bien recibido, y luego el hermano Knorr pronunció su discurso con intérprete, el cual fué consejo y exhortación con ejemplos aptos, el cual fué especialmente bien apreciado, como pudo verse por las caras atentas de los 525 oyentes y su espontáneo aplauso poderoso.
Cuando se vió cuántos indicaron su deseo de simbolizar su dedicación a Jehová mediante bautismo en agua se decidió tener un camión listo además del autobús para el que ya se había arreglado para transportación al océano cercano. El sábado por la mañana hubo necesidad de usar ambos vehículos y se llenaron hasta el límite de capacidad. Al llegar a la playa se notó que a causa del viento frescachón y el oleaje agitado la bandera roja estaba izada, lo cual quería decir que no se permitía nadar. Pero ¿significaría esto que no habría bautismo? Al irrumpir en masa la feliz muchedumbre de candidatos en perspectiva en las tiendas para vestirse y luego comenzar a surgir encaminándose al agua para ser sumergida, sonó el silbato del guardia. “¿Qué es lo que pasa aquí?” Una conversación de un minuto con los cuatro hermanos asignados a hacer el bautismo y todo marchó bien: “Sigan adelante.” Un cuadro satisfaciente fué éste: La expansión azul verde del mar, las olas rompientes coronadas de blanco dejando su espuma en la playa de arena dorada y setenta y cinco testigos de Jehová expresando su dedicación para hacer la voluntad del Altísimo mediante bautismo en agua, como lo ordenó Cristo Jesús, el mayor testigo de todos.
Entre ellos estaba una pareja joven, padres de dos niños. Hace sólo un año obtuvieron una Biblia de un testigo, la primera que habían leído, pero no deseaban más literatura en ese tiempo. Un mes después más o menos su deseo de entender la Biblia mejor condujo a la colocación de un libro “Sea Dios veraz” y luego a un estudio bíblico de casa. Dos semanas más y todos los cuadros e imágenes ‘santos’ desaparecieron de la casa. Luego siguió un crecimiento progresivo de mes tras mes en entendimiento y conocimiento fundamental de “Sea Dios veraz”. Esto fué seguido de asistencia regular sucesiva a las reuniones de congregación y servicio activo dos meses antes del bautismo. No perdieron un solo minuto de la asamblea de tres días, la cual certísimamente señaló un punto significativo en su vida. Así que se entra en el verdadero ministerio cristiano como los cristianos primitivos lo hacían.
El sábado por la tarde trajo un aumento en concurrencia a 560 y luego el sábado al anochecer con los hermanos Knorr y Hénschel de nuevo en el programa hubo 715 oyentes ansiosos.
El sábado por la noche el salón principal estaba atestado y el patio lateral al cual se abría estaba repleto. Aunque el discurso público anunciado iba a pronunciarse el domingo por la mañana debido a que los hermanos Knorr y Hénschel tenían que salir para tomar el único avión que partía ese día para el Brasil, fué necesario hacer arreglos para que más oyeran si acaso venían. Esto quiso decir colocar más equipo de sonido y amplificadores en la entrada del pasillo al salón y en el patio de atrás donde personas que permanecieran de pie podrían oír. Todos los lugares de comercio estaban cerrados, pero un hermano recién bautizado pudo persuadir a su hermano (que no era testigo) a traer su equipo e instalarlo.
Ya a las 8:30 del domingo el salón se estaba llenando. Para el tiempo que los discursos preliminares sobre “La Palabra viva” y “La sociedad del Nuevo Mundo atacada desde el Norte lejano” terminaron, media hora antes del discurso principal, todos los asientos estaban ocupados y para las 10:30 el salón principal estaba rodeado de personas de pie, los patios estaban ocupados y el salón de entrada se estaba llenando. Mil treinta y dos personas habían hecho un esfuerzo especial para salir a oír acerca del nuevo mundo de Dios después del Armagedón, casi dos veces más concurrentes que la última vez que el presidente de la Sociedad habló en Montevideo. Obviamente no estuvieron desilusionadas con lo que oyeron y el llamamiento directo y personal para aprender más acerca del nuevo mundo de Jehová y aprovecharse de la ayuda de los testigos de Jehová hacia ese fin no fué en vano. Como lo expresó un joven que se acercó y dió su nombre y dirección a uno de los acomodadores: “Me siento impelido a aprender más acerca de esta notable religión.”
Después de expresar cuánto le placía el haber podido visitar a Montevideo otra vez, el hermano Knorr y su secretario salieron para el aeropuerto. Sin embargo, el ímpetu del entusiasmo producido en la asamblea de la mañana pasó a la tarde. Un auditorio de 715 se quedó para sacar los últimos beneficios de esta interesantísima convención. Se esperaba un crecimiento más grande en el Uruguay bajo la guía de un siervo de sucursal recién nombrado.
Aunque el estadio Yanqui estaba a miles de millas de distancia y la convención celebrada allí había terminado hacía tiempo, los testigos de Jehová en el Uruguay habían revivido el espíritu de ese gran acontecimiento y participado de él y esperaban más de las bendiciones de Jehová en el futuro. El punto culminante de las asambleas allí había logrado un nuevo máximo. Era la cosa mejor hasta entonces para el Uruguay.