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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1956
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1956
w56 15/10 págs. 611-613

¿Por qué está desalentado el clero?

MUCHOS clérigos de corazón honrado se están desalentando. Un número sorprendente de ellos hasta está renunciando a sus puestos. Pero ¿por qué? ¿No gozan de gran prestigio los clérigos? ¿No goza de seguridad económica la mayoría de los clérigos? ¿No está gozando el clero del auge religioso más grande de la historia?

Sí, pero no todo va bien. Esto se pone de manifiesto en los resultados de una encuesta que se hizo recientemente entre el clero protestante. A fin de “determinar cómo funcionan los ministros como pastores de iglesias en los Estados Unidos,” los promovedores de la encuesta, la Russell Sage Foundation y el seminario teológico Unión, enviaron cuestionarios detallados a 1,600 ministros. Recibieron contestaciones de 1,150 ministros de cuarenta y siete estados. Los ministros representaban veintidós denominaciones protestantes. Esto es lo que la encuesta reveló: (1) Las iglesias están llegando a ser centros sociales más bien que lugares de adoración. (2) El predicador de hoy no es tanto predicador como es organizador, consejero, fomentador, financiero, psicólogo, administrador, persona prominente en la sociedad y apto para entretener. El papel de predicador, dijo un portavoz de la encuesta, es de “importancia menguante.”—El Times de Nueva York, 4 de abril de 1955.

¿Qué significa esto? Que el clero está haciendo casi todo, menos predicar las verdades puras de la Biblia. ¿Ha resultado en beneficio para el clero este apartarse de la predicación bíblica? En lo económico, sí. Pero algunos ministros no se engañan a sí mismos. Así es que un clérigo que entregó su cuestionario para el análisis, comentó: “Además de los asuntos que el cuestionario trata, quisiera mencionar el hecho de que yo creo que hay un número apreciable de ministros que se siente un tanto desorientado. Yo soy uno de ellos. Sencillamente no podemos ver adónde vamos en la iglesia. Nuestras iglesias son prósperas. El número de feligreses aumenta, tenemos mayor concurrencia a las iglesias, tenemos más fondos, tenemos más actividades, tenemos mejores materiales para las escuelas dominicales, etc. Pero no nos parece que estemos logrando ningún cambio apreciable en nuestras comunidades o en la vida de los miembros individuales de ellas. Esto me perturba.”—El Times de Nueva York, 5 de abril de 1955.

Si “un número apreciable” de clérigos protestantes se siente desorientado a causa de no estar logrando ningún cambio apreciable en la vida de sus feligreses, ¿qué hay de los sacerdotes católicos de corazón sincero? Cuando dirigimos una mirada a la América del Norte y del Sur y a Europa, ¿vemos que los sacerdotes católicos estén logrando cambios apreciables en la vida de sus feligreses? ¿Hay, también, un número apreciable de ellos que esté desalentado?

En 1948 un sacerdote que había pasado quince años en una orden franciscana abandonó la Iglesia católica. Según un despacho de la Prensa Asociada del 22 de enero de 1954, como el que se publicó en el Evening Record de Bergen (Nueva Jersey) de esa fecha, el ex sacerdote Emmett McLoughlin dijo: “El número de clérigos que está abandonando el sacerdocio se guarda lo más secretamente posible.” ¿Por qué? El despacho continuó: “McLoughlin, quien dejó el sacerdocio en 1948 y ahora actúa como superintendente del Hospital Memorial de Phoenix, Arizona, dijo que un 30 por ciento de los sacerdotes católicos abandona a Roma y que hasta un 75 por ciento probablemente renunciaría si no fuera por el temor al infierno, temor a la familia, temor al público y temor a la destitución, pobreza e inseguridad.”

Si los católicos quedaron sorprendidos al oír una declaración que afirmaba que un 75 por ciento de los sacerdotes probablemente abandonaría a Roma si no fuera por sus temores, y si los protestantes quedaron sorprendidos de que “un número apreciable de ministros” se sintiera desorientado, de todos modos no pudieron haber estado tan sorprendidos como lo estuvieron muchos judíos el año pasado, cuando un rabino de veintiséis años de servicio renunció al púlpito de la más antigua sinagoga de Miami Mayor. El rabino Max Shapiro relató su historia en el Herald de Miami, en su edición del 26 de febrero de 1955. Explicó los motivos de su renuncia haciéndose unas preguntas:

“¿Por qué, pues, después de dos tercios de mi vida activa, y después de veintiséis años de un ministerio aparentemente ‘fructuoso,’ renuncié? Hay tres preguntas que un ministro honrado se hace a sí mismo y a su congregación: ‘¿Llego hasta las personas a quienes quiero llegar?’ ‘¿Oriento a las personas que necesitan una guía?’ ‘¿Toco las vidas que busco tocar?’ El ministro encuentra muy difícil dar una respuesta afirmativa.”

Explicando que el papel de predicar ha sido relegado a una posición subordinada, el rabino Shapiro siguió diciendo: “¿No se le ofrece nada más al ministro que la oportunidad de mantenerse ocupado corriendo de un lugar a otro, asumir varios puestos, prestar su nombre a todas las organizaciones y movimientos?” Acerca del ministerio, el rabino Shapiro preguntó: “¿No le ofrece nada más que apuro para llegar a los banquetes, visitar a ‘la flor y nata,’ adular a los ricos, y ‘halagar’ a los auditorios que vienen a que los diviertan, no a que se les edifique—y en esta forma adquirir para sí mismo un nombre ‘grande’ y las atenciones favorables generalmente reservadas para los ‘astros’ del teatro, la política o el deporte?

“Muchas son las ocasiones en el transcurso de su vida en que el ministro se pregunta si debe continuar o no. Muchos de mis colegas dijeron: ‘Quisiera tener el valor que usted tiene para renunciar.’”

Si no fuera por el temor, entonces, habría un renunciamiento en masa entre los clérigos. Los de corazón honrado están desalentados. ¿Por qué? Porque virtualmente no están haciendo nada para cambiar la vida de sus feligreses a fin de hacerlos vivir en armonía con los principios bíblicos. ¿Y por qué han fracasado de ese modo? ¡Debe ser porque la religión que ellos representan no es la verdadera religión de la Biblia! En el libro Protestant—Catholic—Jew, que salió el año pasado, el autor Will Herberg halla que las religiones de hoy en día, sean protestantes, católicas o judías, no son fieles a lo que él llama la verdadera fe bíblica.

Pero no nos hace falta el libro del Sr. Herberg para discernir este hecho. La calidad de personas que una religión produce es la piedra de toque que determina si esa religión es verdadera o falsa. Mire a la cristiandad. Entonces lea la Biblia. La Palabra de Dios dice: “Declaran públicamente que conocen a Dios, pero lo repudian mediante sus obras.”—Tito 1:16, NM.

La religión verdadera cambia la vida de las personas. Produce obras rectas, conducta recta, acción recta. Inspira y anima a los hombres. Mantiene en alto el justo nuevo mundo de Dios como la única esperanza de la humanidad. Es el propósito de la revista La Atalaya ayudarlo a usted en la práctica de esta religión verdadera.

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