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  • “El gozo de Jehová es su fortaleza”
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1963
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1963
w63 1/6 págs. 347-349

“El gozo de Jehová es su fortaleza”

Según lo relató Alicia Hart

TODAVÍA puedo ver aquel viejo armario del vestíbulo de nuestra casa en Londres. Había crecido al lado de él, y ¡cómo llegué a quererlo! ¿Por qué? A causa de lo que contenía y para lo que se usaba. Originalmente había sido enviado desde los Estados Unidos por la Sociedad Watch Tower lleno de literatura bíblica. Eso fue a fines de la década de 1880-1889, y para el tiempo que nací, en 1892, mi padre lo había convertido en armario para almacenar alguna de la literatura que la Sociedad enviaba con regularidad a las Islas Británicas. Se siguió usando con ese propósito hasta que la Sociedad estableció una oficina principal de sucursal británica en el extremo oriental de Londres en el año 1900. De modo que hasta ese tiempo nuestra casa llegó a ser un centro de despacho, y a medida que llegaban los pedidos, mi padre los atendía y luego permitía que su niñita llevara los más pequeños a la más cercana oficina de correos. Siempre me entusiasmaba hacer eso, y produjo una felicidad maravillosa en mi infancia. De modo que usted puede ver cómo, desde mis años más tiernos, mi vida comenzó a girar en torno de un trabajo que habría de traer el gozo verdadero de Jehová a los corazones de tantos.

ENTRENAMIENTO TEMPRANO COLOCA BASE PARA GOZOS FUTUROS

La Atalaya comenzó a llegar con regularidad a nuestra casa en el año 1883, nueve años antes que yo naciera. Fui la séptima en nuestra familia de diez hijos y nunca me ha pesado la crianza estricta que todos recibimos. Aunque fuimos a la escuela dominical por algún tiempo, mi padre pronto reconoció la necesidad bíblica de instruir personalmente a su casa, de modo que, con la ayuda de un libro llamado “Historias bíblicas en lenguaje sencillo,” reunía a los miembros más jóvenes de la familia el domingo por la mañana y nos explicaba la Biblia. La lectura de la Biblia desempeñaba una parte regular en nuestra vida de familia, tanto, que aun en mis años de adolescencia mi amor a Dios comenzó a hacerse más fuerte y sentí tanto gozo y felicidad interior que en años posteriores sentí que era imposible vivir sin ellos.

Los domingos eran días ocupados para el pueblo de Dios entonces, como lo son ahora. ¡Puedo recordar tan bien el estar de pie con regularidad fuera de algunas de las iglesias de nuestro distrito distribuyendo los varios tratados publicados por la Sociedad! Luego había reuniones a las cuales concurrir por la noche. Todavía puedo oír a mi padre preguntarnos: “¿Quién viene conmigo?” y me hace sentirme feliz ahora el recordar que, a una edad muy temprana, sentí un impulso voluntario para aceptar su invitación. Me hace sentirme muy agradecida el que mi padre se esforzara por educar a sus hijos en el camino en que deberían ir, y así llegáramos a ser, por decirlo así, santos a los ojos de Jehová, nuestro Padre celestial.—1 Cor. 7:14.

Llegó el tiempo para salir de la escuela, y, después de cuidar a mis abuelos ancianos por algún tiempo, acepté un puesto de servicio doméstico. Mi padre siempre sostuvo que una muchacha debería tener como meta el llegar a ser experta en los quehaceres domésticos y, realmente, me fue de provecho para años posteriores en el servicio de Jehová. ¡Pero qué cambio en la vida sentí! Solo después de haber salido de la casa y haber tenido que mezclarme con el mundo exterior comprendí todo lo que el medio ambiente de mi hogar cristiano había significado para mí. El gozo y la tranquilidad de ánimo profundos que tuve una vez parecían haber desaparecido. A menudo era difícil asistir a las reuniones. Mi patrona me sugirió que me confirmara en la iglesia local, mas yo sabía bien que eso jamás me daría fuerzas de Jehová que yo anhelaba. Comencé a estudiar con diligencia El plan divino de las edades (en inglés), y a medida que lo estudié y leí mi Biblia sentí una fuerza y convicción crecientes en cuanto a cuál era realmente la verdad de la Palabra de Dios.

EL DESEO DE MI CORAZÓN SE REALIZA

Jamás olvidaré la primavera del año 1910. Ese fue el año en que simbolicé mediante bautismo en agua mi dedicación a hacer la voluntad de Dios. El gran deseo creciente de mi corazón era trabajar para siempre en el servicio de Dios, para recobrar aquel sentimiento de seguridad y gozo que una vez sentí tan fuertemente cuando vivía en la casa de mi padre. Ese deseo se me concedió de un modo sumamente inesperado. Mi padre sabía que se necesitaba alguna ayuda doméstica en la oficina de sucursal de la Sociedad, que ahora estaba en la calle Eversholt en el noroeste de Londres. Sugirió que ofreciera mis servicios. Aproveché la oportunidad y antes de terminarse la semana ya era miembro de la familia Betel de Londres que se componía de seis personas en 1910. Así comenzaron mis más de cincuenta años de servicio de tiempo cabal en una de las sucursales de la Sociedad. Pronto hallé que el secreto de retener el gozo de Jehová era estando anuente a adaptarme a cualquier servicio que se me pidiera. El hallar mi lugar de servicio ha traído a mi vida gozo y un sentido de seguridad que ha obrado cual fortaleza a través de todos los años de prueba de nuestra generación presente.

Es un privilegio maravilloso ser miembro de cualquier familia Betel. La razón es, me parece, que uno se siente tanto una parte íntima de una familia que Jehová está usando tan plenamente. Pero permítaseme decir esto: La felicidad de mi trabajo asignado dentro de la casa Betel siempre ha sido medida por estar consciente de la necesidad de participar en el trabajo de servicio afuera. He hallado que el gozo verdadero viene solo si mantengo el trabajo del ministerio en el campo al paso con mis deberes dentro de la casa. Es a causa de esto que siempre he tratado de participar en todo rasgo de la obra del Reino según se ha presentado.

Dado que por lo general me levantaba más temprano que casi todos los miembros de la familia, trabajando como lo hice por muchos años en la cocina, tenía algún tiempo libre por las tardes y a menudo empleaba este tiempo en nuestro trabajo de “prestar libros” en el vecindario inmediato a la casa. Fue en este trabajo, poco antes de la I Guerra Mundial, que conduje mi primer estudio bíblico con una persona que mostró interés. La observé crecer a la madurez espiritual a medida que pasaban los años. Imagínese mi gozo cuando recibí una carta de ella en el verano de 1961, poco antes de la asamblea de Twickenham, en la que decía: “Mi vida ha sido muy rica todos estos años y la obra me ha dado mucho placer que el mundo no podría darme . . .” Después de todos estos años, ¡todavía fiel! Aquí está el gozo verdadero que fortalece a cualquier siervo de Jehová, sea que trabaje en una de las casas Betel de la Sociedad o en otro lugar.

Al transcurrir los años puedo recordar haber dicho a otro miembro de nuestra familia, alrededor de 1928, que sentía que me estaba enangostando en mi perspectiva. Me dijo que esto era una tontería, pero interiormente yo sentía que algo faltaba, aunque todavía estaba tan activa como siempre en lo que tocaba a mis deberes de Betel. Entonces fue cuando se hicieron arreglos para el trabajo en el servicio los domingos y a la familia Betel también se le dieron los sábados libres para participar en el ministerio. Bueno, esto era exactamente lo que se necesitaba. Trajo un vigor y gozo renovados a mi vida y a la vida de muchos otros también. Este gozo ha continuado aumentando a medida que se nos ha capacitado más maravillosamente para ‘enseñar a otros también.’

Los que hemos tenido el privilegio de vivir a través de las experiencias del pueblo de Jehová desde antes de la I Guerra Mundial sabemos bien cuántas pruebas han sobrevenido. Nuestra pequeña familia de Londres no se escapó, y puedo recordar una ocasión hacia fines de la I Guerra Mundial cuando se dividió en dos partes. Es en medio de estas circunstancias que uno descubre la profundidad de su amor a la verdad y si uno está sirviendo a Jehová mismo o a algunos individuos de la organización. No siempre he podido apreciar inmediatamente por qué Dios permite que existan ciertas condiciones, mas a través de los años he aprendido gradualmente a aceptar el arreglo y nombramientos teocráticos hasta que Jehová mismo hace los cambios. Esta es otra cosa que me ha ayudado a permanecer feliz en el servicio de Jehová. Si uno trata de correr adelante de Jehová tal cosa le acarrea infelicidad a uno mismo y quizás a otros también.

Oh, y hay algo más que ha contribuido a mi gozo en vivir para el nuevo mundo: mi asociación estrecha con muchos de los precursores. Siempre me he sentido a gusto con los precursores y muchas veces he pasado mis vacaciones en el servicio con ellos. Estas han sido ocasiones sumamente felices y he regresado a casa fortalecida y refrescada en mente y cuerpo. Aun dentro de la sociedad del nuevo mundo siempre he tratado de vigilar que mis asociaciones, en el poco tiempo que la vida ocupada de Betel permite, sean con los que de toda alma tienen perspectiva teocrática, ya sea porque estén en el ministerio de tiempo cabal o porque tengan un espíritu de precursor.

PRIVILEGIOS INESPERADOS

Estas son algunas de las cosas que me han fortalecido a través de los años a continuar sirviendo a nuestro Padre celestial con gozo, pero, por supuesto, ha habido muchas otras bendiciones también. Recientemente, como hemos estado estudiando Jehovah’s Witnesses in the Divine Purpose, me ha emocionado volver a vivir tantas de las excitantes experiencias teocráticas en las cuales he tenido el privilegio de participar tan íntimamente por estar asociada con la familia Betel de Londres: el “Foto-drama de la creación” con sus deberes de acomodadora varias veces a la semana; la distribución de la revista Golden Age núm. 27; las grandes asambleas en la Gran Bretaña a través de los años; y luego, más recientemente, desde el fin de la II Guerra Mundial, mis privilegios de asistir a algunas de las enormes asambleas en los Estados Unidos y en Europa.

Nuestra familia ha crecido de seis a más de sesenta; nuestra casa Betel, de una casita a un hermoso hogar y fábrica grande; sí, lo bastante grande para tener capacidad para millares y millares de armarios para libros como el que tuvimos en nuestra casa vieja, y necesitando muchos camiones de la oficina de correos cada día para recoger la correspondencia.

Y ahora mi corazón está lleno de acción de gracias a Jehová. Le doy gracias a Él por su poder sustentador. Le doy gracias a él porque continúa dándome una parte en esa obra que produce gozo, que edifica, la cual se efectúa a través de la Tierra hoy día por su organización de personas fieles. Y le doy gracias a él porque yo puedo desempeñar un papel pequeño en esto y experimentar el “gozo de Jehová,” el cual es mi “fortaleza.”—Neh. 8:10.

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