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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1967
w67 15/10 págs. 613-616

El papel del clero en la crisis de hoy

¿Edifica el clero la fe? ¿Puede usted aceptar su acaudillamiento?

HACE más de un año el secretario general de las Naciones Unidas, U Thant, declaró que el mundo todavía se enfrentaba a “las diferencias políticas entre las grandes potencias, todavía a los terribles envolvimientos del armamento nuclear, todavía a la desigualdad intolerable de la distribución, entre la gente del mundo, del provecho del desarrollo científico y tecnológico y todavía, realmente, a la crueldad del hombre para con el hombre.” Desde ese tiempo la situación mundial ha deteriorado aún más. El crimen y la violencia están aumentando rápidamente. Verdaderamente vivimos en tiempos críticos.

Encarados a estas condiciones que empeoran, los hombres y las mujeres de hoy en día necesitan fuerte seguridad de que hay un Dios, un Dios que se compadece de sus sufrimientos, un Dios que tiene arreglos específicos a la mano para el alivio y la bendición de las criaturas dignas. Hoy día hay la necesidad de recordarle constantemente a la gente la esperanza que inspira la profecía bíblica y los excelentes preceptos morales que se encuentran en la Palabra escrita de Dios. Pero, ¿a quién se acudirá para este mensaje positivo y autoritativo?

¿Por qué no al clero, quizás pregunte usted, puesto que se dice que está dedicado al servicio de Dios? Multitudes de personas acuden a él, considerándolo en posición paralela a la de los sacerdotes de Israel, de quienes la Biblia declara en Malaquías 2:7: “Los labios de un sacerdote son los que deben guardar el conocimiento, y la ley es lo que la gente debe buscar de su boca.” Por supuesto, de lo que se habla aquí es del conocimiento de Dios y de su ley.

Los hombres que emprenden la profesión de clérigos reciben mucho provecho material por su servicio. Están exentos de trabajo manual duro y afanoso. Su abrigo, su ropa y provisión amplia para el sustento están seguros. Aun varios de los lujos de la vida se incluyen como pago de sus servicios. Así, están libres para entregarse exclusivamente a asuntos espirituales, a inculcar en los jóvenes y viejos los principios excelentes de la Palabra escrita de Dios. Tienen tiempo para estudiar la Biblia a fin de prestar atención a la súplica inspirada: “Guarda lo que ha sido depositado a tu cuidado, apartándote de las vanas palabrerías que violan lo que es santo y de las contradicciones del falsamente llamado ‘conocimiento.’”—1 Tim. 6:20.

Por eso muchas personas esperan que los clérigos resulten ser defensores de “la fe que una vez para siempre fue entregada a los santos,” como describe Judas en el versículo 3 de su carta inspirada. ¿Están realizándose tales expectativas en este tiempo de crisis cuando los puntos de vista egoístas y ateos están desenfrenados? ¿Está defendiendo el clero la autoridad de la Biblia?

ACTUACIÓN DEL CLERO

¿Fue un ateo profeso quien dijo: “La Biblia es solo un libro como otros, y un libro hermoso. Pero uno no debe creer en él”? No, eso se informó tocante a un clérigo danés, el deán de Holmen, según el periódico danés Kalundborg Folkeblad del 5 de agosto de 1966. Y, ¿fue un confeso antisemita quien declaró: “Es esencial que nuestro pueblo se alimente de alimento conveniente para él y no de veneno. Hay demasiada chatarra espiritual en el Antiguo Testamento”? No, porque, según se informa, esas palabras las dijo el rector de la Iglesia Anglicana, J. C. Wansey.

Consta que el clérigo católico David Stanley alegó: “Hoy día ningún teólogo católico respetable presentaría el argumento de que el hombre más primitivo fue un ser humano preternaturalmente dotado, el cual cayó de la gracia por medio de una decisión pecaminosa. Si uno acepta la evolución, Adán. . . solo fue un primate. El mito de una caída no encuadra en absoluto.” Y el teólogo católico Eduardo Boné de Bélgica dice claramente: “Como antropólogo las palabras ‘Adán’ y ‘Eva’ no son pertinentes para mí.”—Newsweek del 22 de agosto de 1966.

Concerniente al nacimiento de Jesús de la virgen María, el clérigo E. W. Harrison, de la Iglesia Anglicana del Canadá, declara impacientemente: “Es completamente falto de importancia. No sé si es un hecho histórico y no me importa. . . . No puedo desperdiciar mi tiempo con ello.” (Maclean’s Magazine del 6 de agosto de 1966) También está el punto de vista que adoptó el profesor L. G. Geering, director de la Sala Teológica Knox, de Dunedin, Nueva Zelanda. Él alega que los relatos de la resurrección en los Evangelios no deben considerarse como históricamente relativos a hechos precisos. Para él el relato de la tumba vacía fue legendario, así como las apariciones físicas de Cristo a sus discípulos después de la resurrección. Sus puntos de vista, según se manifiestan en un artículo de la revista presbiteriana Outlook, ponen en tela de juicio la autoridad de las Escrituras Griegas Cristianas.

En el campo de la moralidad se ha presentado una extraña laxitud en los puntos de vista de muchos clérigos. Por ejemplo, no un sociólogo agnóstico, sino el clérigo Roberto W. Wood, de Inglaterra, sale con este elogio a la homosexualidad: “Necesitamos más amor en el mundo, y si estas uniones [de homosexuales] generan amor, eso es de provecho.” Y el sacerdote católico Lazure, director de la escuela de ciencias sociales de la Universidad de Ottawa, Canadá, opina que a las “parejas se les debe permitir tener matrimonios de prueba, incluso relaciones sexuales. La sociedad y las iglesias deberían legalizar tales matrimonios de prueba. Y la edad mínima de las parejas debería ser de 18 años.”

Se podrían aducir muchos más testimonios para mostrar el efecto del tipo de educación teológica que reciben los clérigos en los colegios y seminarios modernos. Se admite, de hecho, que se da más atención a la sociología, la religión comparativa y la teología que a la Biblia, el manual básico del cristianismo. Tampoco puede alegarse que estas expresiones ya dadas solo sean de unos cuantos individuos “proscritos.” ¿Escuchamos algún clamor general de parte de otros clérigos contra tales puntos de vista antibíblicos? ¿Cuánto hace desde que oyó usted que se despidiera a clérigos a causa de enseñanzas anticristianas?

CRISTO O EL CLERO

Cada persona que se dice cristiano tiene que determinar por sí mismo si seguirá la guía de Cristo y sus discípulos primitivos o la de un clérigo que no está ‘con Cristo’ en su punto de vista de la Palabra de Dios y sus enseñanzas. El hecho de que estos puntos de vista citados antes de hecho se oponen a los de Cristo Jesús se puede establecer prestamente. En vez de referirse condescendientemente a la Biblia como simplemente “buena literatura,” Jesús habló de ella como la confiable y verdadera Palabra de Dios.—Juan 17:17.

El apóstol Pablo no aconsejó a la gente que no creyera en la Biblia, ni caracterizó a las Escrituras Hebreas como “veneno” o “chatarra espiritual.” En cambio, se refirió a ellas como “los santos escritos, que pueden hacerte sabio para la salvación por medio de la fe relacionada con Cristo Jesús.” Entonces prosiguió a dar énfasis a que “toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia.” (2 Tim. 3:15-17) Los clérigos que consideran que sus filosofías modernas están muy adelantadas a la enseñanza bíblica no convienen con el apóstol Pablo.

Los clérigos, católicos o protestantes o cualesquier otros, que se ponen de parte de los evolucionistas para burlarse de la Biblia y desvirtuar su relato del origen del hombre, ciertamente se han separado de Cristo y de sus apóstoles. ¿No dio el propio Hijo de Dios pleno crédito a la Palabra escrita, incluso al libro de Génesis? Si usted lo duda, ¿por qué no lee y compara Sus comentarios de Marcos 10:6-8 con lo que está escrito en Génesis 1:27 y 2:24? El apóstol Pablo prefirió adherirse a la enseñanza de Jesús y transmitirla a otros tal como la oyó. De hecho, advirtió: “Cuidado: quizás haya alguien que se los lleve como presa suya por medio de la filosofía y del engaño vano según la tradición de los hombres, según las cosas elementales del mundo y no según Cristo.”—Col. 2:8.

Examine todo el capítulo quinto de la carta de Pablo a los romanos, Rom. 5 y note la claridad de su argumento. Él creía en la autenticidad del registro de Génesis, y aceptaba su relato de la caída del hombre al pecado y su necesidad urgente de un redentor. Compare su punto de vista sobre tales asuntos con la enseñanza modernista de los clérigos. Aun mejor, compare sus credenciales cual “vaso escogido” del Señor Jesucristo con las credenciales de los clérigos que se han graduado de un curso de teología comparativa y que niegan la Palabra inspirada de Dios.—Hech. 9:15.

Aquí tenemos casos de clérigos que tratan con desdén el relato que da la Biblia del nacimiento milagroso y la resurrección milagrosa de Cristo Jesús. Debido a que no pueden entender, debido a que no han podido desentrañar la sabiduría y poder obrador de milagros de Dios, debido a que estos acontecimientos no se amoldan a los hallazgos de la ciencia material, rehúsan aceptar el mensaje de las Escrituras inspiradas. No obstante, inconsistentemente, han estado dispuestos a profesar creencia en otros misterios que son tanto incomprensibles como antibíblicos, como su doctrina de la “Trinidad,” y enseñarlos.

Pedro, un apóstol de Jesús, estuvo en mucho mejor posición para testificar de la verdad de la resurrección que los clérigos del día moderno, porque fue un testigo presencial. Note su testimonio según se registra en Hechos 10:40, 41: “Dios levantó a Este al tercer día y le concedió manifestarse, no a todo el pueblo, sino a testigos nombrados de antemano por Dios, a nosotros, que comimos y bebimos con él después que se levantó de entre los muertos.”

Los clérigos que excusan y animan a la fornicación y a la homosexualidad están hablando directamente en oposición a los que estuvieron con Jesús y oyeron su enseñanza directamente. El escritor de un Evangelio, Mateo, por ejemplo, informa que Jesús dijo: “Del corazón salen razonamientos inicuos, asesinatos, adulterios, fornicaciones, hurtos, testimonios falsos, blasfemias. Estas son las cosas que contaminan al hombre.” (Mat. 15:19, 20) Y, en plena armonía con el punto de vista de Jesús, el apóstol Pablo declara enfáticamente: “No se extravíen [ni por clérigos ni por cualesquier otras personas]. Ni fornicadores, ni idólatras, ni adúlteros, ni hombres que se tienen para propósitos contranaturales, ni hombres que se acuestan con hombres, ni ladrones, ni avarientos, ni borrachos, ni injuriadores, ni los que practican extorsión heredarán el reino de Dios.”—1 Cor. 6:9, 10.

No obstante, a pesar del mensaje inequívoco de la Biblia, un comité de clérigos, educadores y doctores establecido por el Concilio Británico de Iglesias recientemente llegó a la conclusión de que no podrían aplicarse reglas invariables sobre el sexo y la inmoralidad. Declaró que no todas las relaciones sexuales fuera del matrimonio pueden condenarse como incorrectas y que la fornicación se permitía de vez en cuando. ¿Qué guía va a seguir usted? ¿La infalible Palabra de Dios, o la palabra de hombres imperfectos y no inspirados que quizás tengan algún motivo egoísta al promulgar sus propios puntos de vista?

DERROTERO SALVAVIDAS

La enseñanza que usted acepta y aprueba en tales asuntos vitales tiene mucho que ver con su futuro. ¿Será un futuro de vida eterna? Entonces tiene que prestar atención a la advertencia de Jesús: “Si, pues, un ciego guía a un ciego, ambos caerán en un hoyo.” (Mat. 15:14) Ciertamente es importante que cada uno considere, no simplemente las cualidades de su maestro religioso, sino también la naturaleza de la enseñanza de organización que se está transmitiendo por medio de tal maestro. ¿No es evidente que esto no es un asunto de que solo un clérigo se esté extraviando? Es el entero plan de estudios de los seminarios el que produce graduados que, o son ignorantes de la Biblia, o la desdeñan.

Uno pensaría que los clérigos que no convienen con el libro de texto básico del cristianismo, la Biblia, llegarían al punto que expresó tan bien un vocero de la Asociación Nacional de Legos Presbiterianos de Nueva Zelanda, según se informa en el Star de Auckland del 12 de septiembre de 1966: “Una actitud más honrada en cuanto al predicar una etapa de incredulidad sobre cuestiones vitales habría sido el retirarse del servicio cristiano.” Sin embargo, parece que estos hombres no tienen intención alguna de renunciar voluntariamente a un trabajo profesional o al salario que lo acompaña.

Son, de hecho, sacerdotes de una religión incierta, que no tiene base autoritativa, sino solo su propia ideología. Su papel en estos días críticos no es el de edificar fe, sino el de desbaratar la fe. Bajo inspiración, el escritor bíblico Judas advirtió a los seguidores de Cristo del peligro al cual están expuestos por medio de maestros falsos: “Estos son las rocas escondidas bajo agua en sus fiestas de amor mientras banquetean con ustedes, pastores que se apacientan a sí mismos sin temor; nubes sin agua llevadas de acá para allá por los vientos.”—Jud. 12.

Lo que usted necesita en este tiempo de crisis mundial son amigos que participen con usted en considerar honradamente la Biblia. Clérigos como el deán de Holmen, de quien ya citamos, no creen en la Biblia y hasta dicen en acusación que “los testigos de Jehová creen en ella [la Biblia], y por lo tanto no son cristianos.” ¿Por qué no echar a un lado ese razonamiento torcido e investigar a los Testigos? ¡Seguramente, como ellos, usted está deseoso de amoldar su vida a los requisitos de la Palabra escrita de Dios para conseguir la salvación que se promete a todos los que ‘quieran seguir con sumo cuidado y atención los pasos de Cristo’!—1 Ped. 2:21.

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