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  • w71 15/10 págs. 628-629
  • Ayudando a los de mayor edad a conocer y servir a Jehová

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  • Ayudando a los de mayor edad a conocer y servir a Jehová
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1971
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1971
w71 15/10 págs. 628-629

Ayudando a los de mayor edad a conocer y servir a Jehová

A CONTINUACIÓN se relatan algunas experiencias de los testigos de Jehová que demuestran los resultados de tener paciencia, bondad e ingeniosidad. La primera es de una Testigo de Massachusetts:

“Obtuve una suscripción a la revista La Atalaya de una señora lituana. Al regresar a visitarla, muchas dudas cruzaron por mi mente. Pues, sucede que ella tenía casi setenta años de edad y leía muy poco porque no veía bien. También, existía, hasta cierto grado, la barrera del lenguaje, y, además, ella estaba llena de muchas ideas religiosas falsas.

“A pesar de mis dudas, la visité y hablamos acerca del Dios verdadero. Concerté otra visita. La semana siguiente, me recibió con una amplia sonrisa, diciendo: ‘Me alegro mucho de que haya venido nuevamente. ¡Me he sentido tan feliz desde su primera visita! ¿Por qué será que tuve que esperar sesenta y nueve años para aprender que Dios tiene nombre? ¿Por qué no me dijo esto antes la iglesia?’ Continuamos estudiando y pronto llegó a comprender lo que enseña la Biblia sobre la condición de los muertos y que las doctrinas de un infierno ardiente y un purgatorio son falsas. Siempre preguntaba por qué la iglesia no le había enseñado la verdad bíblica.

“Entonces asistió a un discurso público que trataba de la oración y yo dudaba que estuviera entendiendo lo que se decía, por el problema del idioma. De camino a casa, descubrí que había entendido claramente lo que se había dicho. Estaba desconcertada por el hecho de que Jehová no aprueba que se use el rosario. Después de todo, lo había usado toda su vida, pues era algo que le habían enseñado sus padres y su iglesia. ‘¿Qué he de creer?’ preguntó. Le aseguré que para agradar a Dios tenía que escuchar Su Palabra sobre todo. Empleamos todo el tiempo de nuestro siguiente estudio considerando la oración, pero ella todavía estaba desconcertada.

“Cuando llegué para nuestro siguiente estudio, otra vez hizo surgir el asunto de la oración y dijo: ‘Entré en mi recámara la otra noche y me arrodillé y dije: “Jehová Dios, solo soy una vieja pobre y tonta y no sé cómo hablarte, pero quizás si tú escuchas . . . y le di gracias cuando terminé por haberme oído.”’ Con lágrimas en los ojos, me preguntó entonces: ‘¿Cree usted que él escuchó?’ Es patente que sí, pues, movida a acercarse más a Él y a su pueblo, asistió a nuestra asamblea de circuito.”

Otra Testigo contó esta experiencia en una asamblea de circuito que se celebró en Nueva York: “Un día vi a una señora que empujaba un carrito de compras lleno de abarrotes. Puesto que tenía dificultades con él, le hablé y le ofrecí ayudarla a empujarlo hasta su casa. Aceptó gozosamente mi oferta, pues vivía a siete manzanas de distancia.

“Al caminar, me valí de la oportunidad para hablar con ella acerca de la Biblia. Ella respondió a mi bondad aceptando mi ofrecimiento de visitarla más tarde y continuar nuestra conversación.

“Cuando la visité, comenzamos a estudiar juntas la Biblia y ella progresó rápidamente. Ahora asiste a casi todas las reuniones del Salón del Reino y participa en el estudio de La Atalaya. Esta señora tiene ochenta y siete años de edad y el poder ayudarla a conocer a Jehová me hace sentir muy feliz.”

En el Perú una misionera ha estado ayudando a una señora de ochenta y nueve años de edad postrada en cama a aprender la Biblia. Con el tiempo esta señora llegó a apreciar la verdad de Dios y su organización. Sabía que el predicar era un requisito que tenía que llenar para agradar a Jehová. Sin embargo, no sabía cómo hacer esto, pues tenía muy pocos visitantes, no tenía teléfono y no podía escribir con mano firme. Las perspectivas de veras parecían muy malas. La misionera la animó a orarle a Jehová, pidiéndole continuamente que le abriera el camino para poder hacer algo de modo que pudiera ser una verdadera Testigo.

Pronto se abrió el camino. Sin ninguna razón aparente su familia, que le tenía un ama de llaves asignada a cuidarla, cambió de ama de llaves. La nueva notó la Biblia y la literatura que estaban en la cabecera de la señora y comenzó a hacer preguntas. ¡Cuán alborozada estaba cuando la misionera vino a estudiar con ella! Aquí, en su propia habitación, había encontrado a una persona de corazón manso. ¿Cómo podría ayudarla? La misionera le ayudó a atender a esta persona interesada escribiendo en máquina preguntas con mayúsculas en un papel para que ella se las leyera a su ama de llaves. Durante su estudio, la misionera rara vez necesitaba hacer comentarios adicionales. Con el tiempo esta nueva alabadora de Jehová pudo atender ella misma a esta persona interesada. Ahora, aunque está postrada en cama, también participa gozosamente en dar un testimonio.

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