El movimiento carismático no alcanza la norma
RECIENTEMENTE el movimiento “carismático,” a veces designado “neopentecostés,” ha atraído a muchos de los que van a las iglesias. Esto ha sido particularmente notable en la Iglesia Católica, en la cual, según cálculos que se dan en algunos informes, el movimiento tiene entre 50.000 a 400.000 seguidores. Ha habido trastornos también en la Iglesia Bautista.
Los carismáticos (de la palabra griega que significa ‘don de favor divino’) recalcan la importancia de los “dones espirituales,” incluso curación divina, hablar en lenguas (extrañas para el oyente), discernimiento de espíritus y profecía. Lo que parece que ha perturbado a la Iglesia Católica es la práctica que tienen algunos carismáticos llamada “disciplinar,” que consiste en agrupar a los creyentes en unidades de unas diez personas bajo la dirección de un “pastor,” que les enseña y los guía. A los discípulos se les encarga que obedezcan a su pastor. Especialmente le molesta a la Iglesia el hecho de que a veces este pastor no es el propio ministro de los discípulos. Los clérigos, incluso los de otras religiones, temen que esto produzca divisiones en la iglesia. Sin embargo, algunos líderes carismáticos se oponen a la práctica de disciplinar. Estos dicen que, en su mayor parte, han enseñado a los miembros a permanecer dentro de sus sectas.
Otra causa de preocupación para muchas personas es el hecho de que, cuando sus esfuerzos por curar son ineficaces, los “sanadores” carismáticos alegan que el fracaso se debe a “falta de fe” de la persona enferma. Esto produce un complejo de culpa en la persona enferma, lo cual, incidentalmente, complica el trabajo del doctor de medicina que trate al individuo.
Por supuesto, cuando Jesús y los apóstoles sanaron a los enfermos, su curación no dependía del grado de fe de la persona sanada. De Jesús, está registrado: “Todos los que tenían enfermos de diversas dolencias los trajeron a él. Poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los curaba.”—Luc. 4:40; compare con Lucas 6:19; 9:6, 11.
Sin lugar a dudas el movimiento carismático es un resultado de que las iglesias no satisfagan la necesidad de alimento espiritual de sus miembros. Pero aunque este movimiento ha atraído a muchos, en particular a jóvenes, no ha alcanzado la norma bíblica del cristianismo verdadero. La Biblia da a los cristianos el consejo firme de no seguir a líderes humanos, dividiéndose así en cuanto a lealtad, sino que sigan a Cristo. Por eso la Biblia también manda: “Sálganse de ella [Babilonia la Grande, el imperio mundial de la religión falsa, con su multitud de sectas], pueblo mío, si no quieren participar con ella en sus pecados, y si no quieren recibir parte de sus plagas.”—Rev. 18:4.