¿Pueden los hombres gestionar el remedio?
DE ACUERDO con lo que muestra la historia desde la antigüedad, los tratados han sido violados constantemente en provecho de intereses nacionales egoístas. Además, los tratados no han podido evitar las guerras.
“Desde que los hombres se agruparon en tribus —escribe Laurence W. Beilenson en su libro The Treaty Trap— los tratados de paz han ido de la mano con la guerra. Pero la magia de las etiquetas es tal que, subconscientemente, la gente asocia los tratados de paz con la paz y la falta de tratados con la guerra. Esto ha llevado a algunos comentaristas a afirmar que, puesto que la guerra se ha convertido en un acto suicida, la lógica dicta que, para evitar la guerra, debe dependerse de tratados. No obstante, tal conclusión no es necesariamente la que se deriva de la premisa. La guerra nuclear resultaría en calamidad, pero solo la experiencia histórica es la guía para indicar si los tratados pueden o no pueden impedir la guerra.”
¿Son duraderos los tratados?
El registro histórico muestra que los tratados no evitan las guerras. “Todas las naciones están acostumbradas a quebrantar tratados”, declara Beilenson. Y aunque ciertos ciudadanos pueden conseguir que se haga cumplir una decisión judicial contra el violar un contrato establecido dentro de los límites de su nación, no sucede así cuando se violan tratados entre naciones. Hasta podrían recurrir a la guerra como medio eficaz para corregir la falta.
Los tribunales internacionales tampoco han podido resolver tales disputas ni mantener la paz mundial. Por ejemplo, el Tribunal Internacional de Justicia (la agencia judicial de las Naciones Unidas a que a menudo se da el nombre de Tribunal Mundial) no puede hacer cumplir los fallos que dicta. En lugar de eso, depende de la opinión mundial y la persuasión moral. Muchas naciones han rehusado aceptar la jurisdicción del Tribunal como factor compulsorio para resolver disputas. Además, según las propias reglas del Tribunal Mundial, una nación puede negarse a que éste la juzgue si expresa tal deseo antes que el caso en particular se lleve ante el Tribunal.
Un hecho que agrava el problema es que las naciones son muy sensibles en lo relacionado con asuntos que afectan su soberanía. Por consiguiente, son extremadamente cautelosas cuando redactan tratados, lo cual a menudo hacen en un lenguaje que les permita valerse de evasivas dondequiera que pudiera ser restringida la soberanía de ellas. “A menudo los tratados se redactan en términos ambiguos —declara The Encyclopedia Americana—. Las reglas de interpretación son numerosísimas [...] sin embargo, no hay una práctica generalmente aceptada en cuanto a la aplicación apropiada de ninguna de ellas. [...] De aquí que surjan desacuerdos en cuanto al significado apropiado, y es común el levantar acusaciones contrarias respecto a la violación de tratados.” Es tal como declaró en cierta ocasión Charles de Gaulle, ex presidente de Francia: “Los tratados son como las mujeres jóvenes y las rosas. Duran el tiempo que duran”. Entonces, citando las palabras de Víctor Hugo en Les Orientales, añadió: “¡Ay! ¡Cuántas jóvenes he visto morir!”.
Un rasgo de nuestros tiempos críticos
Desde hace muchos años se predijo en la Biblia que nuestro tiempo sería dominado por hombres orgullosos y egoístas que no estarían dispuestos a entrar en acuerdos ni a cumplir con su palabra. En 2 Timoteo 3:1-5 leemos: “Sabe esto, que en los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar. Porque los hombres serán amadores de sí mismos, amadores del dinero, presumidos, altivos, blasfemos, desobedientes a los padres, desagradecidos, desleales, sin tener cariño natural, no dispuestos a ningún acuerdo, calumniadores, sin gobierno de sí mismos, feroces, sin amor de la bondad, traicioneros, temerarios, hinchados de orgullo, amadores de placeres más bien que amadores de Dios, teniendo una forma de devoción piadosa mas resultando falsos a su poder; y de éstos apártate”.
Estos “últimos días” empezaron en este siglo —en 1914, con la primera guerra mundial— y han continuado hasta el día actual. El registro histórico ha confirmado claramente la veracidad de la profecía bíblica. Horrorizadas por la gravedad de la Gran Guerra, como se la llamaba en aquel entonces, las naciones trataron de gestionar tratados que evitaran otra guerra de tales proporciones. Antes de la guerra, ni siquiera había un tratado que proscribiera universalmente la guerra ni organización alguna cuyo propósito fuera imponer la paz. De modo que, para hacer precisamente eso y garantizar la paz mundial, los líderes mundiales se esforzaron por formular acuerdos entre las naciones.
El pacto de la Sociedad de Naciones fue una promesa de que las naciones miembros se apoyarían y se protegerían entre sí y no irían a la guerra, salvo en caso de defensa propia, y, en tal caso, solo después de haber sometido la disputa ante el Consejo de la Sociedad para zanjar las dificultades y haber dejado pasar un período de tres meses para calmar las tensiones. Tal pacto entró en vigor en 1920. Los tratados de Locarno, que entraron en vigor en 1926, fueron aclamados como una “victoria a favor de la paz y la seguridad” entre las naciones europeas. En el Tratado de París, también conocido como el Tratado Kellogg-Briand, se renunció a “recurrir a la guerra”. Éste había de ser un tratado multilateral que estaría abierto a ratificación por todas las naciones. Se proclamó formalmente en 1929 y, con el tiempo, lo firmaron 63 naciones que concordaron en resolver sus disputas solo por “medios pacíficos”. Durante aquel período se promulgó una serie de otros tratados, lo cual hizo que muchas personas pensaran que la guerra llegaría a ser cosa del pasado. Pero no pasó mucho tiempo antes de que la mayoría de aquellas naciones se vieran envueltas en otra guerra mundial.
De modo que ¿pueden los hombres gestionar la paz? El registro histórico y los acontecimientos mundiales hoy día contestan: ¡NO! Es como lo resume el autor Beilenson: “Después de la destrucción causada por la I Guerra Mundial, los estadistas erigieron la más fuerte estructura de papel para la paz hasta entonces concebida. Ésta no pudo impedir que los tratados se violaran de manera tan cínica como había ocurrido en las demás eras de la historia, ni pudo detener la destrucción tan grande que la II Guerra Mundial causó, ni pudo evitar ninguna de las demás guerras menores que se han peleado desde entonces. Aunque existe el tratado de las Naciones Unidas, las naciones han continuado desunidas”.
Puesto que hoy día la humanidad ‘no está dispuesta a ningún acuerdo’, tal como lo predijo la Biblia, no existe ningún tratado de paz universal, y el mundo vive en un ambiente lleno de temor. ¿Significa esto que no hay esperanza para nuestros tiempos críticos? Si hay algún remedio, ¿en qué consiste éste?
[Fotografía en la página 5]
“Los tratados [...] duran el tiempo que duran”