La contaminación desarraigada del corazón y de la mente
JEHOVÁ no puso en los seres humanos una apetencia por la suciedad o el desorden. Preparó su hogar terrestre para que fuera un paraíso limpio, ordenado y bello. Dios no tenía el propósito de que degenerara en un antiestético basurero. (Génesis 2:8, 9.)
Sin embargo, cuando el hombre rechazó la guía divina, empezó a construir su propio orden mundial. Sin el beneficio de la sabiduría divina y carente de la experiencia necesaria, tuvo que aprender por el método de ensayo y error. La historia confirma la verdad bíblica de que los seres humanos no pueden gobernarse a sí mismos con éxito; por miles de años “el hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo”. (Eclesiastés 8:9; Jeremías 10:23.) El problema moderno de la contaminación, en todas sus manifestaciones, es una consecuencia del mal gobierno humano.
Aceptación del punto de vista de Dios
Las personas que desean agradar a Dios se esfuerzan por vivir de acuerdo con las normas de limpieza del Creador. Por ello, los testigos de Jehová se enfrentaron a una difícil situación cuando se programó para mediados de 1991 una asamblea internacional en Praga (Checoslovaquia).a Tenían que asistir unas 75.000 personas, una multitud que el Estadio Strahov podía albergar cómodamente. Pero este estadio no se había usado durante cinco años, así que estaba en ruina víctima de las inclemencias del tiempo. Unos 1.500 testigos de Jehová dedicaron más de 65.000 horas a repararlo y pintarlo de nuevo. Cuando comenzó la asamblea, esta limpieza había convertido el estadio en un lugar digno donde adorar al Dios verdadero, Jehová.
¿Qué motiva a los testigos de Jehová a ser diferentes, aunque el mundo en general valore tan poco la limpieza y el orden? La aceptación del consejo bíblico de que los cristianos tienen que desarraigar las características negativas, como el egoísmo, la desconsideración, la codicia y la falta de amor. “Desnúdense de la vieja personalidad con sus prácticas”, dice la Biblia. Esta debe reemplazarse con “la nueva personalidad, que mediante conocimiento exacto va haciéndose nueva según la imagen de Aquel que la ha creado”. Una personalidad que se caracteriza por el amor a la limpieza, el orden y la belleza no deja lugar a las tendencias contaminantes. (Colosenses 3:9, 10; 2 Corintios 7:1; Filipenses 4:8; Tito 2:14.)
La nueva personalidad requiere que los cristianos sean conscientes del problema de la contaminación, es decir, que no contaminen irreflexivamente ni pasen por alto de manera desobediente las leyes del gobierno para prevenir la contaminación. Les ayuda a evitar la actitud egoísta y perezosa de arrojar basura en cualquier lugar. Esa personalidad les insta a respetar la propiedad ajena, de modo que no usan los grafitos como medio de expresión, como diversión inocente o como forma alternativa de arte. Exige mantener limpios los automóviles, las casas, la ropa y el cuerpo. (Compárese con Santiago 1:21.)
En cuanto a las personas que no quieren vestirse de esta nueva personalidad, ¿podemos culpar a Dios de que les impida vivir en su Paraíso venidero? Por supuesto que no. Cualquiera que mantuviera tendencias contaminantes en su corazón o en su mente amenazaría la belleza paradisíaca restaurada del planeta Tierra, para el pesar de aquellos que desearan mantenerla. La decisión de Dios de “arruinar a los que están arruinando la tierra” es tanto justa como amorosa. (Revelación 11:18; 21:8.)
¿Participación activa?
¿Significa esto que los cristianos tienen que promover campañas de limpieza o campañas contra la contaminación?
La contaminación va claramente en detrimento de la salud y seguridad públicas. A Jehová le preocupan estos asuntos, como muestran las leyes que dio a los israelitas. (Éxodo 21:28-34; Deuteronomio 22:8; 23:12-14.) Pero nunca les dijo que tuvieran que persuadir a otros pueblos en cuestiones de seguridad pública, así como tampoco se les dijo nunca a los cristianos del siglo primero.
Hoy, las cuestiones ambientales pueden convertirse fácilmente en temas políticos. De hecho, algunos partidos políticos se han formado específicamente con el propósito de resolver los problemas del medio ambiente. El cristiano que permite que se le polarice hacia tendencias políticas ya no es políticamente neutral. Jesús enseñó el siguiente principio a sus discípulos: “Ellos no son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo”. El cristiano que pasa por alto este requisito corre el riesgo de alinearse con “los gobernantes de este sistema de cosas, que han de quedar reducidos a nada”. (Juan 17:16; 1 Corintios 2:6.)
Jesús no intentó resolver todos los problemas sociales de su tiempo, ni ordenó a sus discípulos que lo hicieran. Lo que les mandó fue: “Vayan, por lo tanto, y hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos [...], enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado”. No les dio ningún mandato sobre normas medioambientales. (Mateo 28:19, 20.)
Explicando lo que debía tener prioridad en la vida cristiana, Cristo dijo: “Sigan, pues, buscando primero el reino y la justicia de Dios”. (Mateo 6:33.) Cuando Jehová ponga en vigor sus justos principios a escala mundial por medio de su Reino Mesiánico, los problemas medioambientales se solucionarán eternamente y para la satisfacción de todos.
Por ello, los testigos de Jehová adoptan una postura equilibrada. En vista de lo que dice Romanos 13:1-7, es necesario que obedezcan concienzudamente las leyes del gobierno que regulan el medio ambiente. Además, su amor al prójimo los impulsa a respetar la propiedad ajena —pública o privada— no desfigurándola ni ensuciándola indiscriminadamente. Pero está claro que no se les manda que tomen la delantera en campañas de limpieza sociales. Como es propio, ponen en primer lugar la predicación del mensaje del Reino de Dios, pues saben que este es el modo de conseguir el bien más duradero.
Una limpieza espiritual
A los israelitas de la antigüedad se les advirtió en repetidas ocasiones de las consecuencias de contaminar la tierra con derramamiento de sangre, un estilo de vida inmoral o falta de respeto a las cosas sagradas. (Números 35:33; Jeremías 3:1, 2; Malaquías 1:7, 8.) Es significativo el hecho de que se les condenó por esta contaminación espiritual, y no por ninguna contaminación física, de la que posiblemente también fueron culpables.b
Por lo tanto, hoy el cristiano se esfuerza por evitar en primer lugar la contaminación o suciedad espiritual. Lo hace poniéndose “la nueva personalidad”, que desarraiga del corazón y de la mente las tendencias contaminantes. Más de cuatro millones de testigos de Jehová se están beneficiando de esta limpieza espiritual y están alcanzando una verdadera limpieza religiosa y moral, así como una notable limpieza física. (Efesios 4:22-24.)
Este es el momento para una campaña de limpieza espiritual. A su debido tiempo la seguirá una campaña de limpieza física por todo el mundo, que impedirá que nuestro hogar se convierta en un basurero mundial al proveerle el ambiente libre de contaminación que merece. (Eclesiastés 3:1.)
[Notas a pie de página]
a Si se desea ver un informe detallado de esta serie de asambleas de Europa oriental, véase ¡Despertad! del 22 de diciembre de 1991.
b Los israelitas conocían el proceso de la fundición. Se han encontrado restos de sus minas de cobre, metal que tuvieron que fundir para hacer los utensilios del templo. (Compárese con 1 Reyes 7:14-46.) Parece improbable que esta fundición no produjera algo de contaminación, como humos y escoria, además de causar posiblemente otros efectos secundarios. De todos modos, Jehová al parecer estaba dispuesto a tolerar un grado mínimo de suciedad localizada en esta región aislada y escasamente poblada.