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¡Despertad! 1980
g80 22/9 págs. 17-19

Instructor católico se atrae el fuego papal

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Alemania

RARA vez ha dominado un tema religioso por tanto tiempo las columnas de un periódico, y captado tanto la atención de los alemanes, como cuando se anunció en diciembre pasado que el Vaticano había revocado el permiso de Hans Küng para enseñar teología católica en la Universidad de Tübingen, en Alemania. Se difundieron rápidamente expresiones de protesta, así como de apoyo, muy cargadas de emoción.

Una publicación semanal católica llamó “la condena de este mundialmente famoso, controversial, agresivo y sagaz teólogo” una “conmoción profunda” que se sentiría “por todo el mundo religioso de Occidente.” ¿Qué había impulsado al Vaticano a dar tal paso?

Una controversia mucho tiempo atrás

Hans Küng nació en Suiza en 1928, estudió en Roma y fue ordenado de sacerdote en 1954. Tan temprano como en 1957 causó asombro entre los católicos ortodoxos con la tesis que escribió para obtener su título de doctor en Teología. En la tesis arguyó que la doctrina de la justificación cristiana como la enseñaba Karl Barth, uno de los teólogos protestantes más prominentes del siglo veinte, era compatible con la enseñanza católica.

En 1967 Küng, que ahora era profesor de dogmática y de teología ecuménica en la Universidad de Tübingen, publicó un libro intitulado “La Iglesia.” Los funcionarios del Vaticano rápidamente rechazaron los puntos de vista no ortodoxos de Küng y lo invitaron a Roma para aclarar el asunto. Küng rehusó ir, alegando que el proceder autoritario de la Jerarquía impediría que hubiera una audiencia justa y franca. Tres años después publicó el libro ¿Infalible? Una investigación, cuya aparición fue planeada de modo que coincidiera con el centenario de la adopción del dogma de la infalibilidad papal, dogma que, según afirmó Küng, era cuestionable.

Mientras tanto, sus libros estaban alcanzando buena venta. Libros nuevos que se publicaron en 1974 y 1978 se convirtieron en grandes éxitos de venta. Hubo personas que pensaron que la controversia daba indicios de estar disminuyendo cuando, en su libro de 1978, Küng trató un tema “prudente”: pruebas de la existencia de Dios. Pero en la primavera de 1979 el teólogo publicó un libro intitulado “La Iglesia... ¿permanece en la verdad?” y también escribió la introducción a un libro en contra del Vaticano por el autor August Hasler, Cómo llegó a ser infalible el papa. Las llamas entonces vacilantes de la controversia religiosa volvieron a agitarse, y esta vez ardieron con mucha más intensidad que antes.

Por eso la decisión del Vaticano, aunque tardó, no fue totalmente inesperada. Esta decisión declaró que el “profesor Hans Küng, al escribir, se ha apartado de la verdad integral de la fe católica romana, y por lo tanto ya no puede ser considerado teólogo católico ni puede ejercer él tal función en el magisterio.”

¿Qué significó esto, realmente? Esta medida quedó muy lejos de la excomunión, y hasta le permitía a Küng permanecer como sacerdote. Pero sí se le quitó el permiso para enseñar teología católica y para entrenar a hombres para el sacerdocio.

¿Con qué autoridad procedió la Iglesia?

En 1933 el cardenal Eugenio Pacelli (quien luego llegó a ser el papa Pío XII) y Franz von Papen, el vicecanciller de Hitler, firmaron un concordato entre Alemania y el Vaticano. Este concordato concedió a la Iglesia Católica en Alemania ciertos derechos y favores a cambio de ciertos privilegios que la Iglesia dio al gobierno. En 1957 la Corte Constitucional Federal Alemana decidió que el concordato todavía estaba plenamente en vigor bajo la ley alemana entonces vigente.

La Sección 22 indica que se debe efectuar “la designación de maestros de la religión católica. . . . por medio de un acuerdo mutuo entre el obispo local y el gobierno estatal local.” Esto significa que no se puede nombrar a nadie para enseñar teología católica sin la aprobación de la Iglesia, ni siquiera en una escuela que esté bajo dirección estatal.

Esto hace surgir una pregunta interesante: ¿Puede Küng seguir enseñando teología como miembro de la facultad teológica de la universidad, aunque no esté representando oficialmente a la Iglesia, o debe la universidad transferirlo a otro departamento para enseñar un curso que no sea religioso?

Los miembros de la facultad teológica católica de Tübingen habían apoyado arrolladoramente a Küng, pero en febrero le pidieron que renunciara a su puesto en el personal teológico. Después de esto, Küng canceló sus clases, pero dijo que ‘le entristecía el que en este preciso momento estuvieran tomando tal acción’ después de haberlo apoyado al principio.

El punto de vista de Küng

Küng niega que sea un hereje descontento... de hecho, la Iglesia no ha llegado a acusarlo de herejía. En la actualidad él ni rechaza a la Iglesia con su papado ni trata de alejar a los católicos del catolicismo. Por el contrario. En una carta dirigida al papa Paulo VI admitió su “crítica de nuestra Iglesia,” pero la llamó “una crítica basada en el amor.” Afirma que la base para su crítica es el deseo que expresó el papa Juan XXIII en el Concilio Ecuménico Vaticano II de 1962 de “dejar entrar aire fresco en la Iglesia.”

Los católicos “progresistas” han estado prestos para apoyar las sugerencias de Küng en cuanto a reformas en asuntos como el control de la natalidad, la admisión de mujeres en el sacerdocio y el celibato. También, al arrojar dudas sobre doctrinas como la infalibilidad del papa, la doctrina de que Cristo y Dios son “consubstanciales” y la doctrina del parto virginal, Küng ha tratado temas que muchos católicos encuentran difíciles de creer. Su llamamiento para que haya una forma de administración eclesiástica más democrática que permita a los obispos mayor participación en formular las normas de la Iglesia ha recibido mucho apoyo.

Küng dice que nunca ha afirmado ser vocero oficial para la Jerarquía. Más bien, “como teólogo católico dentro de la Iglesia” él se ve como vocero “de las preocupaciones legítimas de muchos católicos.” Pregunta: “¿Cuándo reconocerán por fin los representantes de la financieramente tan bien lubricada y bien administrada maquinaria eclesiástica que la partida silenciosa de centenares de miles de católicos . . . es una señal de alarma que exige que se haga un autoexamen crítico?”

El punto de vista de la Iglesia

El cardenal Joseph Ratzinger, de Munich, explicó el punto de vista de la Iglesia al decir: “Todo el mundo tiene derecho a desarrollar sus propias ideas y expresarlas . . . pero no toda persona tiene el derecho de decir que sus ideas son expresión de lo que la Iglesia Católica enseña . . . [a Küng] se le debe permitir investigar y estudiar. A la Iglesia se le debe permitir rechazarlo como intérprete de las enseñanzas de ella.”

La Iglesia dice que a una persona de la prominencia de Küng no se le debería permitir retar abiertamente la autoridad de la Iglesia. El que éste haya cuestionado dogmas de la Iglesia ha creado confusión y ha incitado desasosiego entre los católicos. Algunas personas piensan que se debería haber hecho algo al respecto mucho tiempo antes. La revista Time citó las siguientes palabras que pronunció en privado un funcionario del Vaticano: “Juan Pablo II está tomando medidas enérgicas, y está empezando por los más prominentes.” Otros “elementos embarazosos” para la Iglesia, tales como los teólogos Schillebeeckx y Schoonenberg, de Holanda, o Leonardo Boff, profesor de teología del Brasil, pudieran ser los próximos.

¿Quién tiene razón... la Iglesia, o Küng?

Honradamente, hay que admitir que, desde el propio punto de vista de cada uno, ambos tienen ciertos argumentos válidos. Pero dos cosas causan perturbación: la manera no cristiana en que han tenido su controversia, y el que no hayan acudido a evidencia sólida de la Biblia para apoyar su posición.

El semanario católico Christ in der Gegenwart (El cristiano contemporáneo), bajo el título “Errores de ambos lados,” dijo que la Iglesia había cometido “errores lamentables” al tratar con el asunto, pero añadió: “Hasta cierto punto se debe culpar también al profesor Küng . . . Su habla cortante ha contribuido a la destrucción de la confianza fraternal.”

El Hamburger Abendblatt fue más directo: “No fue una disputa moderada entre santos, una que se distinguiera por la persuasión, por el escuchar, por el esforzarse por la verdad con un espíritu de amor. Fue una disputa que se distinguió por golpes y puñaladas.”

¿Es esto lo que se hubiera de esperar normalmente de una Iglesia que afirma estar basada en Cristo, quien, “ultrajado, no replicaba con injurias” (1 Ped. 2:23, Nácar-Colunga), o de uno de sus más distinguidos teólogos, cuya “crítica,” según él afirma, está “basada en el amor”?

Es patente que la Iglesia, viendo que se enfrenta a elementos divisivos en sus filas, está esforzándose por sostener su autoridad. Küng está afanándose por moldear de nuevo la iglesia y darle la forma que él cree que debe tener.

Pero ambos han fallado. ¿En qué sentido? En los centenares de páginas de material que los dos lados han presentado para defender sus respectivas posiciones, la argumentación bíblica sólida ha sido relegada a una posición secundaria ante las tradiciones eclesiásticas, la opinión popular, la sabiduría humana y la sutileza filosófica. Esto nunca debería suceder,

Si usted como católico sincero —o como protestante, si se quiere— se siente inseguro en cuanto a lo que debe creer, si está ‘fluctuando y dejándose llevar por todo viento de doctrina,’ por decirlo así, entonces acuda a la Biblia por guía verdadera. Léala, estúdiela, acepte ayuda de personas que estén dispuestas a ayudarle a entenderla. La Biblia, y solo la Biblia, es “divinamente inspirada” y “útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia.”—Efe. 4:14; 2 Tim. 3:16, Nácar-Colunga.

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