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  • Acordándome del Creador en los días de mi juventud

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  • Acordándome del Creador en los días de mi juventud
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1972
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1972
w72 15/1 págs. 39-43

Acordándome del Creador en los días de mi juventud

Según lo relató Aleck Bangle

CUANDO recibí una solicitud para el ministerio de precursor de tiempo cabal bajo la dirección de la Sociedad Watch Tower, noté una pregunta que me hizo pausar. Preguntaba si alguien dependía de mí. Antes de contestar esta pregunta, le pregunté a mi madre, puesto que yo la sostenía en parte. Con un corazón feliz y un rostro sonriente dijo:

“Hijo, tú fuiste el primer hijo que nació después que llegué a conocer la verdad de Dios, y me siento muy semejante a la madre de Samuel, que dedicó su hijo a Jehová. Por eso, ve, hijo, y da a Jehová tu tiempo, tus fuerzas y energía, ¡y qué gusto me da que lo hagas ahora en tu juventud! Jehová me cuidará.”

Esas palabras de estímulo de una madre fiel, asidua, me bastaron. Me hicieron llorar, viendo la gran fe y confianza que mi madre tenía en Jehová. No me demoré, sino que inmediatamente contesté la pregunta y envié mi solicitud, la cual fue aceptada.

De modo que renuncié a mi trabajo seglar, y en junio de 1940, a la edad de veintiún años, fui a la ciudad de Nueva York a iniciar mi carrera como ministro precursor o proclamador de tiempo cabal del reino de Dios. En cuanto a mi madre, fue atendida bien hasta el día de su muerte en 1965.

EJEMPLOS DE MAYORES DE EDAD ME AYUDARON

Mis padres habían aprendido la verdad de Dios entre los años 1917 y 1918. Y su ejemplo fue una gran ayuda para que yo me acordara del Creador desde los días de mi juventud. Cuando veía a mis padres orar siempre antes de cada comida y antes de acostarse, eso me impresionaba. Y yo hacía lo mismo a mi manera humilde.

Vivíamos en Pittston, Pensilvania, y cuando se jubiló mi padre en 1931, debido a mala salud, pasó los restantes cinco años de su vida predicando de tiempo cabal las buenas nuevas del reino de Dios. Así me puso un buen ejemplo en cuanto a cómo acordarme de mi Creador siendo joven.

Llegó el tiempo en que quise mostrar mi agradecimiento al Creador por las cosas que había aprendido acerca de él. Dé modo que le dediqué mi vida y lo simbolicé por bautismo en agua en 1938.

Jamás olvidaré la primera asamblea grande a la que asistí. Esta fue en el Madison Square Garden de la ciudad de Nueva York en 1939. El entonces presidente de la Sociedad Watch Tower, J. F. Rutherford, estaba presentando el discurso público “Gobierno y Paz” a un auditorio de más de 18.000 personas. Después de unos veinte minutos, una muchedumbre de seguidores del sacerdote católico romano Charles Coughlin e inclinados al fascismo trataron de disolver la reunión. Comenzaron a abuchear, gritar y aullar, algunos gritando desenfrenadamente: “¡Heil Hitler!” El presidente de la Sociedad no tuvo miedo, sino que valerosamente dijo: “A los nazis y a los católicos les gustaría disolver esta reunión, pero por la gracia de Dios no pueden hacerlo.” El discurso se presentó totalmente. Cuando vi el valor y confianza que desplegaron mis hermanos cristianos de mayor edad, esto impresionó en mi mente joven que para ser siervo de Jehová Dios uno tiene que ser valeroso.

PROBADO EN CUANTO A VALOR

Poco después de principiar mi ministerio de precursor de tiempo cabal, me mudé a California para predicar las buenas nuevas con otro Testigo joven. Nuestra asignación fue en la parte central de California, una vasta sección en la que solo había tres o cuatro familias aisladas de Testigos. Unos cuantos meses después fui a Red Bluff, California, y trabajé con una congregación pequeña. Cuando se declaró la guerra después del ataque a Pearl Harbor, la gente de Red Bluff se hizo más nacionalista, y hubo oposición a nuestra predicación del reino de Dios. Una noche los opositores rompieron todas las ventanas del Salón del Reino, destrozaron algunas bancas y dejaron el lugar en desorden.

Cuando salía al ministerio del campo en aquellos días, no sabía si se me arrestaría, golpearía o mostraría oposición de otras maneras. Cuando estábamos ofreciendo La Atalaya en las calles de Corning, California, la Legión Americana hizo que unos jóvenes trajeran banderas a la calle y trataron de obligarnos a saludarlas. Debido a nuestra posición basada en la Biblia, algunos de los Testigos recibieron puntapiés y puñetazos y se les dijo que se salieran del pueblo.

Más tarde, mientras participaba en el ministerio del campo con tres de mis hermanas cristianas en aquella misma población, un miembro de la Legión Americana a quien abordé a la puerta dijo: ‘¿Qué está haciendo usted aquí, . . .? Usted es un hombre joven y debe estar en el ejército como mi hijo.’ Entonces salió de su casa y se puso a darme de puntapiés hasta sacarme de su patio y después hasta la mitad de la manzana. Dijo: ‘Si va a la esquina de la calle hoy, le voy a dar una tunda.’

Fui a ver al jefe de la policía y le informé lo que había hecho y amenazado hacer este hombre. Su respuesta fue: ‘Si a usted no lo quieren en este pueblo, ¿por qué no se va?’ Eso no nos hizo cancelar los arreglos que habíamos hecho para trabajar con las revistas en la calle aquel día. Aproximadamente media hora después el hombre que me había dado de puntapiés llegó en su auto hasta donde estaba yo, salió y trató de golpearme. Dado que yo era un hombre mucho más joven que él, pude impedir que se acercara demasiado. Pronto se reunió una muchedumbre de setenta y cinco a cien personas. Algunos comenzaron a gritar: ‘Vamos a embrear y emplumar a este Testigo para que les sirva de lección a los otros.’ Gracias a Jehová, permanecí tranquilo y sin temor. Simplemente me les quedé mirando. Finalmente llegó el jefe de la policía y se llevó a aquel hombre. Partimos para Red Bluff a continuar nuestro trabajo.

Parece que Jehová me suministró una cantidad adicional de su espíritu durante aquella hora de tensión, pero una vez que pasó se convirtió el asunto en una prueba de si iba a continuar acordándome de mi Creador o iba a atemorizarme y cesar. Yo sabía que aquello era una prueba de mi fe, de modo que le oré a Dios pidiendo que me ayudara a vencer todo temor. Además de la oración, el estudio de la Biblia y la asociación con regularidad con el pueblo de Dios sirvieron para vigorizar mi valor de manera que continuara acordándome de mi Creador en aquella asignación hasta que la Sociedad me asignó como precursor especial en South Pasadena, California.

ENCARÁNDOME CON VIOLENCIA DE CHUSMAS

Prediqué las verdades de Dios en South Pasadena por aproximadamente año y medio. En 1942, mientras trabajaba allí, asistí a una asamblea del pueblo de Jehová en Klamath Falls, Oregon, a unos 1.125 kilómetros al norte. Otras cincuenta y una ciudades estuvieron enlazadas por alambre con Cleveland, Ohio, la ciudad principal. Klamath Falls era otra población muy patriótica. Oímos rumores de que esta asamblea iba a ser atacada por una chusma. Sin embargo, todo marchó bien hasta el domingo, cuando el discurso público, “Paz... ¿será duradera?” venía por alambre telefónico desde la ciudad principal. La paz no duró mucho en Klamath Falls, porque una chusma de más de mil adultos y jóvenes abrieron a la fuerza los autos de los Testigos, los destrozaron, metieron palancas de hierro en los radiadores, sacaron la literatura y otro equipo y amontonaron todo en medio de la calle.

Entonces penetraron a la fuerza en el salón, sacaron Biblias, libros y todo lo que pudieron del departamento de literatura. Pusieron todo junto en la calle e hicieron una hoguera.

La multitud de la chusma trató de entrar en el edificio principal, pero los Testigos cerraron todas las entradas y las protegieron. Sin embargo, la chusma sí logró cortar el alambre telefónico, de modo que el resto del discurso que el presidente de la Sociedad estaba pronunciando tuvo que ser presentado por un Testigo local, que estaba preparado para pronunciar el discurso usando un manuscrito si se hacía necesario. Esto encolerizó más a la muchedumbre, y empezaron a lanzar piedras por las ventanas. Tuvimos que poner bancas en las ventanas para que las piedras no golpearan a las personas que estaban en el auditorio. A pesar de esto, algunos resultaron lastimados.

Esta acción de la chusma continuó durante el resto del programa de la tarde, y al fin la policía logró hacer que la chusma se alejara. La policía nos aconsejó que saliéramos del edificio y no continuáramos el programa de la noche porque dijeron que no les sería posible controlar a la chusma cuando oscureciera. Se terminó la asamblea, y tuvimos que abrirnos paso a través de la muchedumbre para llegar a nuestras habitaciones en el hotel. Fuera del edificio parecía que un huracán había azotado. Aunque yo era joven, sabía que Jehová puede proteger a su pueblo, y allí mismo tuve prueba de ello. Después de mis experiencias en aquella asamblea regresé a mi asignación y permanecí allí hasta que la organización de Jehová creyó conveniente enviarme a otro lugar.

GALAAD Y ASIGNACIÓN A JAMAICA

Entonces recibí el formulario de solicitud para ir a la escuela misional de Galaad de la Sociedad. Lo llené y unas cuantas semanas después fui invitado a la segunda clase de Galaad, que comenzó en septiembre de 1943. Fue en Galaad que obtuve un aprecio más profundo del Creador y su organización. Aquellos cinco meses de entrenamiento provechoso pasaron tan rápidamente que, casi antes de darnos cuenta de ello, habíamos recibido nuestras asignaciones y nos habíamos graduado en enero de 1944.

Cuatro de nosotros fuimos enviados a Montgomery, Alabama, a trabajar con una congregación. Me quedé en Alabama hasta abril de 1945. Después, en mayo de 1945, me pidieron que fuera a la central de la Sociedad en Brooklyn.

Permanecí en Brooklyn durante tres meses y entonces fui enviado al estado de Oklahoma para servir a algunas congregaciones como “siervo para los hermanos,” lo que hoy se conoce como siervo o supervisor de circuito. Solo era un joven en comparación con muchos de mis hermanos cristianos a quienes servía. Sin embargo, los Testigos no me despreciaban por ser joven, sino que de buena gana aceptaban las recomendaciones que hacía basándome siempre en la Palabra y la organización de Dios.

En febrero de 1946 recibí notificación de una nueva asignación, a un país extranjero, Jamaica, en las Antillas. Un graduado de mi clase iba conmigo como mi compañero.

Llegamos a Jamaica el 10 de marzo de 1946. Dos días después estaba en el ministerio del campo, trabajando en la manzana cerca de la oficina sucursal. Cuatro días después los hermanos Knorr y Franz, el presidente y vicepresidente de la Sociedad, vinieron a Jamaica, y se celebró una asamblea de dos días en el Teatro Ward, en Kingston, con 1.270 concurrentes. El presidente de la Sociedad también dispuso que la única congregación de doscientos Testigos en Kingston, la capital, fuera dividida en tres congregaciones. Esto realmente fue el principio de la expansión en Jamaica. Desde entonces ha sido una fuente de gozo para mí ver a esas tres congregaciones crecer hasta ser quince congregaciones con más de 1.500 proclamadores de las buenas nuevas.

Durante los años de 1946 a 1950 fui asignado como supervisor de circuito de tiempo parcial para uno de los cuatro circuitos aquí en la isla, y trabajador de tiempo parcial en la oficina sucursal. En aquellos días la transportación, especialmente en las zonas rurales, no era muy buena. Así, pues, un ministro presidente de una congregación vino a la estación del ferrocarril para recibirme con dos burros, uno para que llevara mi equipaje y el otro para que me llevara a mí. Subimos por las montañas ocho kilómetros o más, y esto produjo un enorme alboroto. La gente dejaba de hacer lo que estaba haciendo para ver a un blanco montado en un burro.

En otras congregaciones ponían mi equipaje sobre un burro, y enviaban a un Testigo conmigo para que llevara de vuelta el burro, después de haber caminado de ocho a veinte kilómetros hasta la siguiente congregación. Naturalmente la juventud estaba a favor mío, ¡y qué feliz me siento de haberme acordado del Creador entonces! Fue un gozo servir a mis hermanos cristianos.

Otra oportunidad de dar uso a mi vigor juvenil se presentó en 1950 cuando la Sociedad hizo arreglos para que otro misionero y yo visitáramos la isla del Gran Caimán, a unos trescientos sesenta kilómetros de Jamaica. Viajamos en barco. No había testigos de Jehová en la isla, pero había una población de unas siete mil personas. Visitamos todo rincón y recodo de la isla en bicicletas, por caminos duros y escabrosos, y colocamos más de 1.200 piezas de literatura bíblica en las manos de la gente en el transcurso de seis semanas. Poco después de nuestra visita la Sociedad envió a otros misioneros allí, y hoy hay diecisiete proclamadores del reino de Jehová en la isla.

Poco después de regresar del Gran Caimán, la Sociedad me sugirió que trabajara en la oficina sucursal de tiempo cabal. De modo que de 1951 a enero de 1962 permanecí en la oficina sucursal en Kingston. Durante este tiempo también serví de ministro presidente en tres diferentes congregaciones. Fue una bendición trabajar con muchos jóvenes en aquellas congregaciones y ayudarles a acordarse de su Creador.

REGRESO A GALAAD Y MÁS BENDICIONES

En la parte final de 1961 se presentó una prueba que envolvía mi fe. Recibí un formulario de solicitud de la Sociedad para asistir a un curso especial de diez meses en la Escuela de Galaad. La solicitud decía: “Si usted llena esta solicitud y es aceptado quizás no regrese al país en el que está sirviendo ahora, de modo que, si no quiere irse de allí, es mejor que no llene la solicitud.” No fue fácil decidir qué hacer.

Yo les había cobrado tanto amor a mis hermanos cristianos aquí que realmente estaba en mi elemento entre ellos. Ahora tenía cuarenta y dos años de edad y ya no era un joven, pero podía recordar el tiempo, hacía veintiún años, en que empecé a participar en el ministerio de precursor de tiempo cabal. Podía ver que Jehová me había cuidado durante todos aquellos años. Por eso, tomé la decisión de concordar en ir de nuevo a Galaad. Poco tiempo después llegó una carta en la que se me pedía que fuera a Brooklyn para asistir al curso de diez meses que comenzaría en febrero de 1962. Cuando salía de Jamaica, jamás olvidaré la muchedumbre de más de doscientos hermanos que vinieron a despedirme al aeropuerto. Me despedí de ellos con una mezcla de emociones en el corazón.

Disfruté todavía más de aquel curso que del que había tomado allá en 1943. De modo que le prometí al Creador que usaría lo que había aprendido para mostrarle que lo había apreciado, sin importar adónde fuera enviado.

Cuando el presidente de la Sociedad nos estuvo dando nuestras asignaciones unas cuantas semanas antes de la graduación, mi corazón comenzó a latir a paso más acelerado que el usual. Él comenzó alfabéticamente, y me alegré de que mi apellido comenzara con la letra “B.” Llegó rápidamente a la letra “B,” y cuando dijo: “El hermano Bangle regresará a Jamaica,” me asaltaron ganas de saltar de gozo. Mi corazón tiene que haber omitido uno o dos latidos por la agitación que me causó la alegría. Aquél realmente fue un día feliz para mí.

Pronto llegó la graduación, y se me informó que trabajaría como supervisor de distrito en Jamaica. Volví a Jamaica en diciembre de 1962, y emprendí la obra de distrito en marzo de 1963, y es para mí un placer decir que estoy sirviendo en este trabajo sumamente gozoso hasta la actualidad.

Al viajar por la isla es un placer exhibir las películas de la Sociedad Watch Tower a millares de personas. A la gente aquí le encanta ver las películas.

Puesto que llegué a esta asignación hace más de veinticinco años, he tenido el privilegio de haber visto crecer la obra del Reino aquí en Jamaica desde los aproximadamente 1.000 Testigos que había en 1946 a los más de 5.450 de hoy día.

Al reflexionar en los treinta y un años que han pasado desde que emprendí el ministerio de precursor de tiempo cabal, veo lo ciertas que son estas palabras del salmista: “Un joven era yo, también he envejecido [algo], y sin embargo no he visto a nadie justo dejado enteramente, ni a su prole buscando pan.” (Sal. 37:25) Todavía no soy viejo, y si es la voluntad de Jehová, espero con deleite pasar mis años posteriores como pasé los años de mi juventud... acordándome de mi Creador.

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