El presidente rinde servicio en Taiwán, Okinawa y el Japón
EN LA tarde del miércoles 18 de abril, los hermanos Knorr, Barry y Adams volaron de Hong Kong a Taipei, donde los recibieron dos misioneros asignados hace poco a esa ciudad, y también algunos hermanos de la localidad. Estos hermanos gozan de la tolerancia que el gobierno ahora demuestra a los testigos de Jehová. Ciertamente es digno de encomio el que cualquier gobierno quite las restricciones contra la libertad de cultos y abra su territorio a los proclamadores del reino de Jehová. Aunque el gobierno de Taiwán sigue con su lucha de vida y muerte contra los comunistas chinos, ahora se les permite a los testigos de Jehová de esa nación consolar al pueblo con el conocimiento de que el reino de Dios muy en breve barrerá de la faz de la tierra al comunismo y toda otra forma de gobierno dictatorial.
El 19 de abril había de ser el día de la primera asamblea teocrática celebrada en Taiwán. Los viajeros se levantaron temprano—los dos misioneros, tres visitantes y dos personas más. Pasarían ocho horas antes de que llegaran al sitio de la asamblea más allá de las montañas. La primera etapa del viaje fué un trayecto de vuelo de treinta minutos de Taipei a Hualien. Esto les proporcionó la oportunidad de ver el terreno montañoso que hace famoso a Taiwán. Unos montes de más de 14,000 pies de altura, y coronados de nieve, están bordeados de follaje tropical y helechos gigantescos.
Después de hacer escala en Hualien el grupo se puso en marcha hacia el sur viajando en tren de gasolina. Ahora habían dejado al mundo de la electricidad y las conveniencias y comodidades modernas. En lugar del tractor, el caribú poltronamente se afana por los arrozales y caminos polvorosos. Los implementos de la agricultura son de los más primitivos. Para ganarse la vida los testigos de Jehová de este lugar tienen que trabajar en sus fincas desde el amanecer hasta la noche para producir sus dos cosechas de arroz por año. Se requiere verdadero celo para hallar tiempo para el sembrar y cosechar más importante, el relacionado con el servicio del Reino.
Finalmente los hermanos llegaron a su destino, el pueblo de Fuyuan. Los tiernos retoños verdes de arroz en los campos estaban en su mejor estado de crecimiento. Era un pueblo quieto y tranquilo bajo el sol de pleno mediodía. Algunos de los publicadores acompañaron a los hermanos al Salón del Reino de la localidad en una caminata de quince minutos. Este era uno de los treinta Salones del Reino que se habían construido en Taiwán desde que se levantó la proscripción de la obra de la Sociedad Watch Tówer. Construído de bambú y tierra, con un techo bardado, era inmaculado. Detrás del edificio había una nueva piscina para inmersión, especialmente construída para esta asamblea, y tenía unos 30 por 15 pies. Un riachuelo de agua pura de las montañas desembocaba en un extremo de la piscina y se vaciaba al otro en los arrozales cercanos. Fué motivo de gozo para los viajeros saber que aquí, durante la sesión de la mañana de esta asamblea de un solo día, se habían bautizado 123 personas.
Entre los bautizados había algunos de los “montañeses,” de quienes había unos 50 en asistencia en esta asamblea. De acuerdo con las restricciones del gobierno, no se le permite a nadie del valle entrar en el territorio montañoso, porque a los montañeses se les considera temibles. Sin embargo, hacía unos dieciocho meses que un montañés, de visita en el valle, había hablado con los testigos de Jehová y de ellos se enteró acerca del reino de Dios. Regresó a las montañas y predicó en lugares donde no se le permitía a otros entrar. Uno por uno sus compañeros escucharon, hasta que ahora se asocian ochenta personas de esa área, de las cuales más de cuarenta son publicadores del Reino. Los montañeses se han hecho notorios por su modo asqueroso de vivir y sus borracheras; pero los que han llegado a ser testigos de Jehová se han transformado completamente y ahora llevan vidas ejemplares de moralidad, cosa que causa asombro a las tribus vecinas. Ciertamente fué motivo de gozo el que muchas de estas personas asistieran a esta primera asamblea de los testigos de Jehová en Taiwán.
Mientras los hermanos descansaban y almorzaban en el Salón del Reino se les dijo que originalmente se habían hecho planes y arreglos para celebrar la asamblea en un campo vecino. Sin embargo, hacía dos días que el dueño del campo, un católico, había revocado su contrato. Los hermanos consiguieron otro sitio cercano, pero las lluvias torrenciales impidieron el traslado del equipo. Parecía que la asamblea sería arruinada por el agua. Pero los hermanos trabajaron a través de la tormenta hasta que todo estuvo en orden en el nuevo sitio. Como si fuera una sonrisa de aprobación por el celo que habían manifestado, el sol resplandeció brillantemente la mañana de la asamblea.
LA ASAMBLEA EN FUYUAN
Los hermanos de Taiwán dieron evidencias de ser maestros de organización. A pesar de que ésta era su primera asamblea, tenía todo lo que había tenido la asamblea grande en el estadio Yanqui en 1953. Realmente, todo lo que sabían estos hermanos acerca de la organización de una asamblea era lo que habían visto en la película “La Sociedad del Nuevo Mundo en Acción.” Tenían todos los departamentos, inclusive los de Artículos perdidos, Primeros auxilios, Territorio y otros. La cafetería era una maravilla de simplicidad y limpieza. Se había construido una fila de hornos de tierra calcinada, y en éstos se cocinó el arroz y la carne. Había una cadena de producción donde los hermanos, cada uno en turno, hacían tortas de arroz y metían la carne y empaquetaban el almuerzo en una grande hoja verde de banano. Entonces los almuerzos se almacenaban en repisas hasta la hora de comer. Los hermanos habían pagado de antemano el valor de la comida por contribuciones voluntarias, de manera que ahora todos los delegados, aun los que no habían podido contribuir, podían hacer cola y recibir cada uno su almuerzo cuando le tocaba su turno.
El escenario natural que servía de fondo a la asamblea era algo maravilloso. Se celebraba en un valle de lo más verdoso, circundado por grandes montes que se remontaban hacia el cielo. Por todos lados los hermanos estaban rodeados de arrozales verdes, papayas, bananos y palmas tropicales. En el mismo campo de la asamblea se había construído una plataforma alta diseñada como una atalaya, y ésta estaba hermosamente adornada de follaje y flores tropicales. Aun los puestos en que funcionaban los departamentos de la asamblea habían sido adornados con las mismas flores tropicales. El campo estaba lleno de bancos construidos de bambú, y las personas felices que ocupaban estos asientos estaban ataviadas vistosamente, como los alrededores. El sol brillaba directamente encima del lugar en el calor del día, y el campo era un océano de parasoles florales y de colores, con paraguas negros aquí y allí. Cada una de las treinta congregaciones de Taiwán se sentaba alrededor de un asta que llevaba el nombre de la congregación. En Taiwán es costumbre que los sexos estén separados en las reuniones, de modo que los hombres se sientan en un lado y las mujeres en otro. Los testigos de Jehová habían observado esta costumbre también hasta hace un año. Ahora, en esta asamblea, estaban sentados en grupos de familia. ¿Por qué el cambio? Porque habían visto la película “La Sociedad del Nuevo Mundo en Acción.” Habían observado los grupos de familia en la película y deseaban hacer todo de la manera que lo hacen sus hermanos por todo el mundo. ¡Afuera con la tradición, pues!, y papá, mamá y los hijos, todos se sentaron juntos para gozar de la asamblea.
Durante la mañana los hermanos habían escuchado gozosamente discursos sobre “Devoción exclusiva,” con 1,600 personas en asistencia en esa sesión. Nadie llegó tarde para la asamblea. La mayor parte de los hermanos había llegado por tren procedente del sur a las 4 a.m. ¡El número de concurrentes fué de 1,600 desde el comienzo hasta el fin! Nadie, ni siquiera los niños, andaba vagando durante las sesiones. Mientras la asamblea estaba en progreso todos se quedaban como pegados con cola a sus asientos, escuchando atentamente. Si alguien, a causa de haber viajado toda la noche, comenzaba a dormitar, un acomodador le tocaba ligeramente la oreja, indicándole que debía seguir escuchando.
Al llegar el hermano Knorr y sus compañeros a las 2 p.m., fueron recibidos por una sesión de cánticos en que participaron todos los concurrentes. No había acompañamiento musical, pero todos cantaban en armonía perfecta, siguiendo los ademanes del director. Estos eran cánticos del Reino orientales—el mensaje del glorioso reino de Jehová puesto a música de gesta escrita por los hermanos de Taiwán. Especialmente conmovedor fué su cántico de “persecución,” que los había ayudado a luchar a través de muchos años de ansiedades. Esta era música y canto que brotaban de corazones orientales dedicados a Jehová.
A las 2:15 p.m. el hermano Knorr dió comienzo a su discurso público “Haciendo a todo el género humano uno bajo su Creador.” En éste y en todos los otros discursos de esta tarde, fué necesario interpretar del inglés a un idioma oriental y entonces a la lengua de la tribu local, ami. Estos hijos humildes de la tierra comprendieron bien el mensaje. Entró directamente en su corazón y en el corazón de muchas personas de buena voluntad de la localidad que ahora se habían reunido con los testigos de Jehová, de tal modo que llegó a haber una asistencia total de 1,808 personas. Casi la población entera del pueblo se había reunido para escuchar al hermano Knorr.
Después de un intervalo de treinta minutos otros tres discursos prácticos sobre el servicio de Jehová llevaron el programa hasta las 7 p.m. Ahora caía el crepúsculo y los paraguas habían desaparecido, dejando una vista sin obstrucción de un campo lleno de caras risueñas. Había sido un día largo, pero de todas maneras todos escucharon atentamente y los niños jóvenes continuaron sentados al lado de sus padres. Con el cántico y oración concluyentes llegó la hora para que el hermano Knorr y sus compañeros salieran a tomar el tren. El auditorio se puso de pie, quedándose en un grupo compacto mientras movían las manos unidamente en despedida a los visitantes que se alejaban por el camino.
El viaje de regreso en el tren proporcionó otras oportunidades de disfrutar de compañía feliz, pues muchos de los delegados viajaron en el mismo tren. A medida que cada grupo se quedaba en su propia estación, todos venían a la ventana al lado del hermano Knorr para darle la mano antes de desaparecer en la noche. Nos enteramos de que uno de estos grupos de hermanos tendría que caminar a campo travieso por hora y media, y luego vadear un río montañés de corriente veloz antes de llegar a su propia aldea. En esa aldea, todas las familias menos una son testigos de Jehová. Aquí, también, observamos algo contrario a la costumbre oriental, que a menudo hace de la mujer una esclava. Muchos esposos ahora llevaban a los bebés en la espalda, de tal modo demostrando consideración, después de este día de mucha actividad, al “vaso más débil,” la mujer. Así como es cierto de la sociedad del nuevo mundo por dondequiera, hay un excelente espíritu de cooperación y amor, y una felicidad rebosante, entre los testigos de Jehová en Taiwán. Los visitantes estaban felices, aunque cansados; y al terminar el viaje en el tren, cuando tuvieron que dormir en el piso de un hotel en Hualien, al estilo oriental, durmieron bien y profundamente.
Pasado el mediodía del 20 de abril el avión los llevó de regreso a la capital, Taipei, y allí pasaron varias horas agradables con los dos misioneros en su hogar en Taipei. Los misioneros han hecho un buen comienzo en cuanto a aprender el idioma chino. Aunque hay muchas personas en Taipei que hablan un poco de inglés y a estas personas les gustaría estudiar en inglés, los misioneros desde el comienzo han insistido en que sus estudiantes usen la literatura china para sus lecciones bíblicas. Después de tres meses tienen más de veinte estudios en chino, y están progresando bien con éstos. Esa misma noche los hermanos visitantes tomaron otro avión con destino a Tokio, Japón.
OKINAWA
A las 8 p.m. el avión hizo una escala de treinta minutos en Okinawa. Toda la congregación de la localidad, americana, filipina y japonesa, había llegado para dar una cordial bienvenida a los viajeros. En verdad era maravilloso ver estas diferentes nacionalidades unidas en un solo pueblo, alabando a Jehová. Su informe de servicio en el campo para el mes anterior había indicado un máximo de 26 publicadores (un aumento del 60 por ciento), y estos 26 publicadores, entre todos, habían colocado un total asombroso de 2,662 ejemplares de La Atalaya y ¡Despertad! en japonés solamente en ese mes. Como dijo un precursor especial japonés (recién asignado a trabajar allí): “Este es un paraíso para el precursor.” Los hermanos salieron de Okinawa con memorias felices de una congregación que canta en unidad las alabanzas de Jehová.
JAPÓN
La hora de llegada al Japón fué 1:10 a.m., el 21 de abril. Tomando en cuenta la hora temprana, fué sorprendente ver un grupo de más de veinte misioneros presentes para recibir a los viajeros. La asamblea en Tokio, que comenzó el mismo día, se realizó en un bello salón nuevo de construcción moderna occidental, el Nakano-Ku Kokaido. En preparación para la asamblea se habían repartido 200,000 hojas sueltas, 2,500 cartelones para ventanas y 20,000 ejemplares de un número especial de la revista ¡Despertad! en japonés, en que se daba información acerca de esta asamblea así como de las asambleas mundiales de años recientes, con muchos grabados. Los periódicos dieron buena publicidad también, anunciando la asamblea y la llegada del hermano Knorr. Por primera vez en el Japón se organizó una obra extensa de casa en casa en busca de habitaciones y muchos de los visitantes fueron alojados en las casas de la gente. Esto resultó en un gran testimonio y ayudó a muchos a interesarse y asistir a la asamblea.
Insignias que anunciaban la asamblea y que se llevaban en la solapa despertaron mucha curiosidad. Dado que la gente veía éstas por dondequiera en los trenes y en las calles, no era cosa rara el que alguien detuviera al que llevaba una para leer el nombre y de dónde venía esa persona, lo cual proporcionaba muchas oportunidades para dar el testimonio. Dos publicadores que viajaban por tren de Kyoto a Tokio testificaron por todo su coche y colocaron muchas revistas.
El sábado, a las 7:30 a.m., publicadores de todas partes del Japón y Okinawa se desayunaron en la cafetería, que había sido establecida en un salón de banquetes al otro lado de la calle, frente a la sala de la asamblea. Se nos había alquilado este salón de banquetes para toda la asamblea, y unos setenta hermanos durmieron allí cada noche. Cada mañana enrollaban sus camas y las almacenaban en aparadores, dejando todo el espacio libre para que la cafetería funcionara bien. Mientras los delegados comían sentados en el piso esterado delante de mesas bajas barnizadas, podían contemplar un hermoso y antiguo jardín japonés que rodeaba la cafetería. El mismo salón de la asamblea tenía una apariencia llamativa, y por los tres días de la asamblea el sol de primavera brilló a través de la pared de vidrio de cuarenta pies de alto en la parte delantera del salón.
La primera mañana había más de 200 publicadores llevando a cabo la obra de las revistas y dando publicidad a la asamblea. El publicador más pequeño, completo con cartelón y hojas sueltas, tenía sólo cuatro años. Mientras tanto, en el salón, más de ochenta precursores y precursores en perspectiva escuchaban buenos consejos del hermano Knorr. Después, uno de ellos dijo: “¡Yo me siento como un hipócrita por no haberme hecho precursor antes!” La asistencia del sábado por la tarde fue de 425, y éstos se sintieron conmovidos al oír el discurso del hermano Knorr sobre el tema “Los cristianos tienen que ser felices.” Todos los del auditorio estaban haciendo apuntes y constantemente volviendo las páginas de sus Biblias buscando los textos que el orador citaba. Como una alegre sorpresa a la conclusión de la sesión, se anunció el folleto Cánticos de alabanza a Jehová en japonés.
Los precursores especiales japoneses que están trabajando en las otras ciudades y hallando a muchas personas interesadas relataron unas excelentes experiencias. Una familia de tres precursores especiales, que está trabajando ahora en un territorio donde predomina la muy estricta secta budista llamada nichirenshu, después de solamente tres meses de trabajo informó treinta estudios y seis publicadores trabajando con ella en el campo. Otro publicador especial visitó una casa de huéspedes operada por la secta tenrikyo, un ramal de sinto. Una anciana demostró interés, se estableció un estudio y se condujo en voz baja para evitar la oposición. La anciana misma ya testifica a todos los que llegan allí.
Los precursores especiales trajeron a la asamblea con ellos personas recién interesadas. Otra persona de buena voluntad, que no pudo hacer el viaje con los demás, viajó toda la noche a fin de participar con sus amigos en la asamblea la mañana siguiente y en seguida después de llegar salió con ellos al servicio—la primera vez que lo hacía. Los precursores especiales de cierto pueblo informaron que en ocho meses tenían catorce estudios y dos publicadores. A uno de estos precursores especiales, mientras hacía la obra de testificar en las calles, se le dio un sobre dirigido al “Pastor de la Watch Tówer.” El sobre contenía unas preguntas bíblicas. La semana siguiente la misma persona regresó al sitio y recogió las contestaciones. Se le ofreció una invitación a un discurso público y asistió. Se empezó un estudio con esta persona, pero todavía no quiso decirle al publicador donde vivía. Tanta experiencia había tenido con las iglesias que temía que sería inscrito en una lista de solicitación de contribuciones. Sin embargo, cuando finalmente se convenció de la sinceridad del pueblo de Jehová, más tarde dió su dirección con toda buena voluntad. Ahora se hallaba entre los asistentes a esta asamblea en Tokio.
El servicio de bautismo se verificó en una fuente natural de agua termal en una de las casas de huéspedes de la asamblea. Cincuenta y cuatro personas se bautizaron.
El discurso que el hermano Adams pronunció el sábado por la noche tuvo que ver directamente con una de las cosas que les sirve de obstáculo a los japoneses—oposición de parte de sus propias familias. Miqueas 7:6 encierra verdadero significado para muchos de los publicadores jóvenes del Japón. Una joven publicadora, que había recibido mucha oposición a causa de querer venir a la asamblea, dijo que había recibido gran consolación. Sus padres habían reñido con ella hasta las dos de la madrugada, pero ella había insistido y venido, y ahora se halla llena de un deseo más profundo de separarse por completo de toda traba y hacerse precursora. Otro, considerando el servicio del precursorado, dijo: “Este discurso realmente dió en el blanco.”
El discurso público del hermano Knorr “Haciendo a todo el género humano uno bajo su Creador” fué recibido con gran entusiasmo. Ahora se pudo apreciar el fruto de semanas de publicidad diligente: el salón estaba repleto con 974 atentos oyentes, un gran aumento sobre los 400 hermanos que habían estado en asistencia desde el comienzo de la asamblea. De los 974, 660 se quedaron para escuchar el discurso del hermano Adams que siguió después de un intervalo. Algunas de las expresiones que se oyeron después:
“Esta organización demuestra verdadera esperanza de unificar al mundo.”
“Los testigos de Jehová no se interesan en el dinero, como es el caso con las demás religiones.”
“Un discurso maravilloso para los recién interesados; cualquiera podía entenderlo bien.”
Para cuidar de la multitud después del discurso público se sirvieron almuerzos empaquetados provistos ahora por primera vez en el Japón. Se podían llevar estas comidas a cualquier parte para comerlas, y dió buen resultado el arreglo.
Cuando el hermano Knorr subió a la plataforma para su discurso final el lunes por la noche, el entusiasmo había alcanzado su cima. Hubo aplausos espontáneos y entusiastas. El relato conmovedor de los testigos de Jehová en Rusia fué transmitido a un auditorio atento con interpretación excelente. Varias veces el auditorio prorrumpió en aplausos. ¡Cuánto gozo da saber que los hermanos aun en los países tras la cortina de hierro se hallan activos y luchando lado a lado con la organización mundial de Jehová! Todos partieron de la asamblea con el corazón lleno de mucho gozo, resueltos a dedicarse más al servicio en este lugar donde tenemos libertad.
En la noche después de la asamblea el hermano Knorr se reunió con los cincuenta y cinco misioneros del Japón, en la casa de la sucursal, y todos gozaron de una merienda informal y una noche de asociación agradable. Los misioneros del Japón han llevado a cabo una obra excelente durante los pasados siete años. Cuando el primer misionero llegó al Japón después de la II Guerra Mundial, no había ningún publicador del Reino que informara servicio. No obstante, en marzo de 1956 acababa de lograrse un nuevo máximo de 567 publicadores, un aumento de 21 por ciento sobre el año anterior, y de éstos, más de cuarenta son precursores japoneses nativos. Especialmente interesante en el informe de marzo fué el nuevo máximo de 20,368 revistas colocadas. Los publicadores se regocijan porque tienen tanto La Atalaya como ¡Despertad! en japonés. Estas revistas están despertando mucho interés entre la gente del Japón.
UNA REVISITA INTERESANTE
El verano de 1955, mientras regresaba de las asambleas europeas rumbo a Nueva York, el hermano Knorr había dado el testimonio a un pasajero que ocupaba el asiento que estaba a su lado en el avión. Sucede que éste era el Sr. Ohama, presidente de la Universidad de Waseda, una famosa universidad del Japón, con una lista de 25,000 estudiantes. El hermano Knorr le envió al Sr. Ohama una cantidad de la literatura del Reino en japonés. Más tarde, cuando él recibió noticias de que el hermano Knorr llegaría al Japón, lo invitó a pronunciar una conferencia en la universidad en el salón de los estudiantes de lenguas. Esta reunión se llevó a cabo el miércoles por la tarde, 25 de abril, y el hermano Knorr habló por medio de un intérprete ante un auditorio de 386 profesores y estudiantes que escucharon muy atentamente. Aplaudieron con mucho entusiasmo a la conclusión de la conferencia. Entonces se invitó al hermano Knorr a tomar té con los profesores y esto proporcionó otra oportunidad de hablar con los miembros de la facultad acerca de la obra de los testigos de Jehová. Juzgando por sus preguntas ellos habían escuchado la conferencia con mucha atención. Fué una experiencia muy gozosa y agradable para el hermano Knorr. Los misioneros locales están cultivando este interés, esperando que se produzcan resultados.
De manera que llegaron a su fin otra visita deleitable y otra asamblea animadora. Los seis días en el Japón habían pasado demasiado pronto, pero dejando buenas memorias de horas felices; y entonces los tres hermanos partieron de nuevo, esta vez hacia Corea.