Residuos nucleares. La basura letal
LA AVALANCHA de basura doméstica no es el único problema que amenaza con extinguir la vida de este mundo. Otro tipo de residuos plantea un problema mucho más grande y mortífero, y a cuyo lado este parece insignificante. Desde que el hombre aprendió a utilizar el átomo para fabricar armas nucleares y generar electricidad, los científicos se han visto en el dilema de decidir cuáles son los métodos más seguros para deshacerse de los residuos nucleares de elevada radiactividad que resultan de estos procedimientos.
Se han gastado miles de millones de dólares en la búsqueda de métodos para impedir que estos residuos mortíferos contaminen la población y el medio ambiente por varias generaciones. Sin duda se trata de una tarea inmensa, pues los residuos radiactivos pueden seguir siendo letales para los seres vivos por miles de años.
Durante décadas, la mayor parte de estos residuos simplemente se enterraban en pozos o se echaban en depósitos de filtración dentro de las propias centrales nucleares, pensando que los materiales peligrosos se irían desactivando y se volverían inocuos, suposición que como veremos ha tenido resultados catastróficos. Millones de litros de residuos de gran radiactividad se almacenaron en gigantescos depósitos subterráneos, mientras que otros se colocaron en bidones blindados y almacenados en depósitos a cielo abierto, procedimiento que ha resultado peligroso.
Los residuos nucleares son tan peligrosos y letales que los científicos han pensado en todo, desde enviarlos al espacio exterior hasta depositarlos bajo el hielo de los casquetes polares. Actualmente se está investigando la viabilidad de echar bidones de residuos en la parte septentrional del océano Pacífico, donde esperan que se hundan en el fango del fondo oceánico hasta una profundidad de unos treinta metros. “Tenemos cosas en este planeta de las que nos hemos de deshacer, sea en la tierra, en el agua o bajo los océanos. Eso es todo lo que podemos hacer”, dijo el vicepresidente de la Woods Hole Oceanographic Institution.
Por ahora, como solución temporal hasta que se encuentre un método más seguro y permanente, la mayor parte del material radiactivo se almacena en piscinas llenas de agua situadas en el interior de edificios herméticamente cerrados. Por ejemplo, Ontario (Canadá) tiene 16 reactores nucleares que ya han generado más de siete mil toneladas de residuos radiactivos, actualmente almacenados en ese tipo de depósitos. Gran Bretaña también se encara al desconcertante problema de los residuos radiactivos. En el presente, los residuos de alta actividad se guardan en depósitos a cielo abierto, y se espera seguir empleando esta técnica hasta que se encuentren y analicen lugares subterráneos a prueba de filtraciones. Francia, Alemania y Japón también buscan una solución al problema que les plantean sus residuos nucleares.
El periódico The New York Times informó que “la política oficial de Estados Unidos consiste en pensar que el método más seguro es enterrarlos en un ‘depósito geológico profundo’, un lugar seco, estable y deshabitado. Pero encontrar el sitio está resultando difícil”. Y no cabe duda que resulta difícil, pues según los científicos, tiene que ser un lugar tan seco y estable que pueda albergar de modo seguro el material radiactivo durante 10.000 años. Aunque parte de estos residuos nucleares pueden seguir siendo letales por aproximadamente 250.000 años, los expertos creen que en 10.000 años se producirán tantos cambios geológicos “que no tiene sentido hacer planes para un período más largo”. Un eminente especialista en radiaciones dijo: “No sé de ningún modelo de predicción en la Tierra que pueda dar siquiera una orientación acerca de lo que sucederá de aquí a 1.000 años”. Y añadió que resultaba “difícil hablar de riesgos para la salud de aquí a 10.000 años”.
¡Catástrofe!
Cuando los científicos revelaron los secretos del átomo, desencadenaron un fenómeno nuevo y extraño para el que no estaban preparados: la pesadilla de la mortífera contaminación. Aunque se les advirtió de los posibles peligros, hubo funcionarios gubernamentales que deliberadamente pasaron por alto las advertencias. A medida que las armas atómicas se convertían en un asunto prioritario para las naciones que disponían de los conocimientos y las materias primas para fabricarlas, se dejó de tomar en consideración la salud y la vida de las personas así como la calidad del medio ambiente. Se utilizaron procedimientos poco rigurosos para guardar los mortíferos residuos. Por ejemplo: en una fábrica de armas nucleares, “más de 750.000 millones de litros de residuos peligrosos, suficientes para inundar Manhattan con una capa de 12 metros de profundidad, han sido vertidos en pozos y lagunas sin revestir”, escribió la revista U.S.News & World Report de marzo de 1989, y luego añadió: “Las filtraciones tóxicas han contaminado por lo menos 260 kilómetros cuadrados de aguas subterráneas. Unos 170 millones de litros de efluente de residuos radiactivos de gran actividad están almacenados en gigantescos depósitos subterráneos, y con el plutonio que se escapa de estos contenedores se podrían fabricar más de cincuenta bombas como la de Nagasaki”. Se calcula que la limpieza de este lugar costará la elevada cifra de 65.000 millones de dólares (E.U.A.).
Algunos tanques que guardaban residuos nucleares se han calentado tanto a causa de la radiactividad que se han agrietado, dejando escapar a tierra —según cálculos— dos millones de litros de residuos radiactivos. El isótopo radiactivo estroncio-90 ha contaminado el agua potable, sobrepasando mil veces los límites tolerables establecidos por la Environmental Protection Agency, organismo dedicado a la protección del medio ambiente. En otra fábrica de armas nucleares, “sustancias radiactivas procedentes de pozos de residuos que contenían 42 millones de litros de uranio [...] se están filtrando en un acuífero y han contaminado pozos de agua situados a 800 metros al sur del lugar”, informó el periódico The New York Times. El mismo periódico también comentó que en el estado de Washington se vertieron en el suelo miles de millones de litros de agua contaminada y que en el río Columbia está entrando continuamente una corriente de tritio radiactivo.
The New York Times comunicó además que en Idaho han escapado trazas de plutonio de unos pozos de residuos no muy profundos situados en las instalaciones de residuos nucleares Radioactive Waste Management Complex. “Están atravesando capas de roca en dirección a un inmenso depósito subterráneo de agua que abastece a miles de habitantes del sur de Idaho.” El periódico decía que el mortífero elemento ha penetrado hasta una profundidad de 70 metros, casi la mitad de la distancia hasta el acuífero.
¿Hasta qué grado son mortíferas las trazas de plutonio vertidas en los ríos y corrientes de agua o que han ido a parar al aire? “El plutonio sigue siendo radiactivo durante 250.000 años —comentaba The New York Times—, y hasta partículas microscópicas pueden ser letales si se tragan o inhalan.” La revista Newsweek dijo que “inhalar aunque solo sea una mota de polvo de plutonio puede producir cáncer.”
No se conocen los efectos que los residuos nucleares pueden tener en la gente a corto o largo plazo, y posiblemente nunca se sepa. Pero basta con decir que en una central nuclear se informaron 162 casos de cáncer entre los que habitaban en un radio de varios kilómetros. La gente tiene miedo de beber el agua y hay mucho temor. “[Esas personas] van a tener entre seis y doscientos casos más de cáncer —dijo a los trabajadores de la central un consultor y médico de un hospital universitario—. Todos están asustados. Tienen la sensación de haber perdido el control de sus vidas y su medio ambiente.”
Y así es. Hace muchos siglos un fiel profeta de Jehová dijo: “Bien sé yo, oh Jehová, que al hombre terrestre no le pertenece su camino. No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso”. (Jeremías 10:23.) La historia ha demostrado claramente la veracidad de estas palabras, en especial en estos últimos días. El creciente problema de la basura es tan solo uno de los muchos fracasos que ha segado el hombre al tratar de dirigir su paso.
Pero no hay que desesperarse. La profecía bíblica indica claramente que el sistema de cosas en que vivimos pronto será eliminado y que el Creador introducirá un nuevo mundo. Dios no tolerará por mucho más tiempo lo que el hombre se está haciendo a sí mismo y a la Tierra, sino que “[causará] la ruina de los que están arruinando la tierra”. (Revelación 11:18.) Después, bajo la dirección del Creador, la humanidad aprenderá a cuidar la Tierra de forma apropiada y el modo prudente de utilizar sus recursos. (Salmo 37:34; 2 Pedro 3:10-13.)
[Comentario en la página 9]
Los residuos nucleares continúan siendo letales por 250.000 años
[Comentario en la página 10]
“Inhalar aunque solo sea una mota de polvo de plutonio puede producir cáncer”