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¡Despertad! 1988
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Millones de saris

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en la India

LO LLEVAN más de trescientos millones de mujeres. Lo admiran personas de todo el mundo. Y además, imagínese, una sola talla sirve para todas. Sí, estamos hablando del delicado sari de la India. “El sari es el vestido más femenino que he visto”, dijo Eva, de Alemania, la primera vez que visitó la India. Ella vio en la sencilla elegancia del sari un cambio agradable del estilo tradicional de vestir que tiene la mujer de los países occidentales. Sin embargo, lo extraordinario es que el sari no es más que una pieza de tela de algo menos de seis metros de largo sin costuras, cremalleras, botones, corchetes ni automáticos.

Un vestido para toda ocasión

El sari no se lleva únicamente en ocasiones especiales. Aquí las mujeres lo llevan en todo momento, pues lo ven como una prenda versátil y al mismo tiempo práctica. Basta con fijarse en una mujer india en su rutina diaria para darse cuenta de ello.

Por la mañana, cuando comienza sus tareas, lleva puesto su ‘sari de estar por casa’, uno que ya esté muy usado. Irá a buscar agua, cocinará, barrerá la casa, lavará a mano la ropa, cuidará el jardín, atenderá a los hijos y los animales y efectuará todas sus otras labores vestida con esta prenda larga hasta los pies. Pero, ¿no se encuentra terriblemente incómoda trabajando con un vestido así?

“En realidad, no presenta ningún problema —explica Rani, madre de dos hijos—. Fácilmente puedo subirme un poco la parte de mi sari donde están los pliegues y remetérmela en la cintura. Entonces, si tenemos visita, puedo soltarla con rapidez y estar presentable para abrir la puerta. A mí me parece muy práctico.”

No debe pasarse por alto el pallav, o pallu, la parte final del sari, que por lo general se lleva colgando delicadamente por encima del hombro. Puede llevarse de manera que cubra los hombros como un chal, y como una muestra de recato, o colocarse a modo de mantilla. Y en caso de necesidad, el pallav, que por ser parte del vestido siempre está a mano, puede servir al mismo tiempo de agarrador o de paño de cocina, aunque hay que reconocer el peligro de utilizarlo cerca del fuego.

Para salir de casa, la mujer india acostumbra a cambiarse de sari y ponerse uno limpio. Su apariencia en público, aunque solo sea para comprar en el mercado local, es cuidada y femenina. El sari tampoco le impide ir de pasajera montada a mujeriegas en una bicicleta o velomotor para desplazarse por las concurridas calles de la ciudad. Cuando llegue la noche, también se pondrá un sari para dormir.

Pero no todas las mujeres indias llevan saris. La religión, la cultura y las preferencias regionales son factores que influyen en su tipo de vestimenta. Rani, por ejemplo, solía llevar faldas y vestidos en sus años de estudiante, y fue solo al acercarse a la edad adulta cuando empezó a usar el sari. “Una vez que empecé a usar saris, se esperaba que siguiera llevándolos todo el tiempo —dice—. No he vuelto a llevar un vestido o una falda desde entonces.” Tampoco le supone ningún problema jugar al badminton con su hijo, pues sencillamente se sube un poco la falda para poder moverse con más facilidad.

Variedad ilimitada

Los saris pueden encontrarse en una gran variedad de géneros, colores y estilos. Puede que estén confeccionados de un algodón sencillo tejido a mano, de poliéster brillante o de seda estampada. Hay saris con dibujos de flores, rayas, cuadros, figuras geométricas... cualquier diseño imaginable. Aunque algunos pueden ser de colores lisos y aspecto conservador, los saris de boda, a menudo de color rojo subido y lujosamente bordados con hilo de oro, son especialmente atractivos.

A las mujeres indias que pueden permitírselo les encanta comprar y coleccionar una gran variedad de saris de vivos colores. “Tengo sesenta y cinco”, presume la esposa de un próspero soni (joyero). Contrastan con ella, sin embargo, los cientos de miles de mujeres pobres para quienes la ropa es un lujo. Tal vez solo tengan un sari —o en los mejores casos, dos—, que llevan hasta que se deshilacha y rompe. Reemplazarlo representa una carga económica para su familia.

Entre estos dos extremos se encuentra la mujer que debe administrar con cuidado unos ingresos familiares muy limitados. Gran parte de su guardarropa consistirá en saris que le regalaron cuando se casó. Por lo general, los saris más elaborados se guardan muy bien doblados en un cajón o en un baúl bajo llave junto con los demás objetos de valor de la familia, y se les reserva para ocasiones especiales.

¿Piensa ponerse uno?

“Me gustaría mucho ver a mi mujer vestida con un sari”, comentó un esposo de un país occidental. Él expresa el punto de vista de muchos hombres que aprecian la feminidad del vestido. Y ponerse uno es un cambio muy sugestivo para una mujer que solo haya podido admirarlos en fotografías. ¿Por qué no se pone un sari para alguna ocasión especial?

Los saris se pueden comprar fácilmente en las comunidades indias de muchas ciudades grandes. Pero si no hay ninguna tienda de saris donde usted vive, puede comprar cualquier tela ligera en una tienda de tejidos. La pieza debe tener por lo menos 5,5 metros de largo y como mínimo 1,10 metros de ancho. Si usted es alta, unos cuantos centímetros más de anchura le vendrán muy bien, ya que eso le dejará más tela para remeter en la cintura al formar la falda. Puede servirle cualquier color o estampado que le siente bien, aunque unos bordes ribeteados siempre son un detalle particularmente atractivo.

Ahora solo hacen falta otras dos cosas: un forro o enagua hasta los tobillos, ceñido a la cintura con una cinta, y un coli, una blusa corta y ajustada. Estas dos prendas deben ser de un color que haga juego con el sari. Puesto que el coli deja al descubierto una parte del abdomen, la castidad dictará que no sea demasiado corto ni escotado. Quizás usted prefiera hacerse su propio coli. Si no, utilice una blusa de escote redondo y mangas que no sean demasiado amplias.

Una vez que se haya puesto el coli y la enagua (bien ceñida a la cintura, pero no hasta el punto de ser incómoda), ya está lista para empezar a aprender el arte de ponerse un sari. Puede pedir la colaboración de cualquier amiga, aunque si es india, le será de mayor ayuda. No se deje intimidar por la cantidad de tela. Con un espejo de cuerpo entero, un poco de paciencia y bastante tiempo, no tardará en aprender. Guíese por las fotografías que se facilitan aquí, y si no está contenta después del primer intento, vuelva a empezar desde el principio. Como toque final, al igual que suelen hacer las mujeres indias, adórnese con algunas alhajas.

Ahora mírese bien en el espejo para darse cuenta de su transformación. Use su nuevo atuendo durante un tiempo hasta que se sienta cómoda; y no se sorprenda si empiezan a lloverle piropos. Después de todo, se ha vestido con una de las prendas más femeninas del mundo... el delicado y versátil sari.

[Recuadro/Fotografías en la página 23]

El arte de ponerse un sari

1. Empezando por su derecha, remeta el sari en la cintura de la enagua, pasándolo por delante hasta dar una vuelta completa. Asegúrese de que la tela esté derecha y el bajo, bien redondeado.

2. Tome el otro extremo del sari y páseselo holgadamente alrededor del cuerpo; lleve hacia adelante la tela que sobre.

3. Doble el extremo del sari unas cuantas veces a lo largo, como si se tratara de un abanico cerrado, para formar el pallav.

4. Coloque el pallav por encima del hombro izquierdo, formando un drapeado, y déjelo que cuelgue hasta la pantorrilla o más abajo. Fije el pallav al coli con un broche o un imperdible.

5. Estire el sari para quitar las arrugas y permitir que se ajuste perfectamente a la espalda. El resto de la tela debe quedar delante.

6. Empezando de derecha a izquierda, forme pliegues del mismo tamaño hasta que haya usado el resto de la tela. Asegúrese de que los pliegues cuelguen bien.

7. Coloque ahora todos los pliegues mirando hacia la izquierda y remétalos en la cintura, un poco hacia la izquierda, no en el mismo centro. Sujéteselos a la enagua con un imperdible.

8. Merece la pena practicar para lograr estos resultados.

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