Observando el mundo
Desobedientes, pero fieles
Según una encuesta llevada a cabo por la National Catholic Reporter, muchos católicos creen que para ser un buen católico, no es necesario adherirse a las enseñanzas oficiales de la Iglesia. Por ejemplo: el 70% de los encuestados pensaba que se podía ser un buen católico sin ir a misa el domingo. Y el 66% creía que el ser un buen católico no obligaba a obedecer lo que la Iglesia dicta sobre el control de la natalidad, mientras que el 57% opinaba que no era obligatorio obedecer en lo tocante al divorcio y las segundas nupcias. Aunque el 55% afirmaba que no dejaría nunca la Iglesia, solo el 13% dijo que esta ocupaba el lugar de más importancia en su vida.
Un mar de preocupaciones
Científicos soviéticos han comunicado que el mar de Aral, en un tiempo el cuarto lago más grande del mundo, está empequeñeciendo a un paso alarmante debido a que el agua de sus tributarios se desvía para riegos. Según datos actuales, el nivel del lago ha bajado 13 metros en los últimos veintiocho años. Casi la mitad de los 70.400 kilómetros cuadrados de superficie acuosa ha desaparecido. Como consecuencia, actualmente ha pasado a ocupar el sexto lugar entre los lagos más grandes del mundo. Según la revista National Geographic, “veinte especies de peces [...] han sido exterminadas” debido al pronunciado aumento de salinidad del agua, lo que ha arruinado una industria pesquera que anteriormente tenía empleadas a 60.000 personas. Aunque se están estudiando medidas para invertir el proceso de deterioro que experimenta este mar, se teme que la situación seguirá empeorando durante parte del próximo siglo.
Síndrome del músico
Un estudio efectuado con ocho grandes orquestas de tres continentes ha revelado que más del cincuenta por ciento de los músicos sufren de lo que ha llegado a llamarse el síndrome del músico. La dolencia consiste en un fuerte dolor en los músculos y coyunturas de los brazos de los que tocan instrumentos de cuerda, y en el velo del paladar o los músculos de la garganta en el caso de los que tocan instrumentos de viento. El síntoma principal es un dolor que puede ser tan intenso como para despertar al músico por la noche. Entre otros síntomas se ha sabido de pesadez, rigidez, debilidad o agujetas en los brazos. El síndrome provoca una pérdida sustancial de agilidad, velocidad y precisión, lo que conduce a cierto grado de depresión mental. Según la revista médica italiana Doctor, la curación radica en reducir el esfuerzo requerido para utilizar el instrumento por medio de una técnica de tocar mejor coordinada.
El sueño beneficia la salud
¿Es cierto que obtener el descanso suficiente ayuda al cuerpo a luchar contra las enfermedades? Los científicos dicen que sí. Han descubierto un vínculo definido entre la respuesta del sistema inmunológico del cuerpo y el sueño profundo. Según la revista American Health, han visto que unas minúsculas proteínas conocidas como “muramyl péptidos” inducen el tipo de sueño que produce más descanso, aquel en el que no se sueña, y al mismo tiempo “fomentan la producción de interleukin 1, un componente fundamental del sistema de defensa del cuerpo”. El investigador doctor James M. Krueger cree que “el sueño puede desempeñar su papel en la recuperación tanto de una enfermedad como de la actividad de un día”.
Muertes en pleno vuelo
Aunque muchas veces se dan cifras de las víctimas de accidentes de aviación, se habla muy poco de las muertes que ocurren en pleno vuelo. Sin embargo, un informe publicado en JAMA (siglas en inglés para Revista de la Asociación Médica Americana) muestra que durante un período de ocho años, 42 compañías internacionales de aviación registraron 577 muertes de pasajeros en pleno vuelo. Esta cifra corresponde a aproximadamente setenta y dos muertes por año, un promedio de una muerte por cada tres millones de pasajeros. La causa más frecuente parece ser los ataques cardiacos. Un 66% de los fallecimientos registrados eran de hombres. En la mayoría de los casos (el 77%), no hay registro de que los que murieron en pleno vuelo tuviesen problemas de salud antes de viajar. “En vista de los cientos de millones de pasajeros que vuelan anualmente, el promedio de setenta y dos muertes por año es minúsculo”, comenta JAMA.
Ocupación peligrosa
En años recientes, la agricultura ha causado más muertes en Estados Unidos que la construcción y la minería, dice The New York Times. Según datos proporcionados por el Consejo de Seguridad Nacional, en 1987 perdieron la vida atrapados en los engranajes de maquinaria agrícola, aplastados al volcarse un tractor o por causa de otros accidentes parecidos, unos mil seiscientos adultos. El consejo dijo que este tipo de accidentes ha dejado impedidas a unas ciento sesenta mil personas que trabajan en la agricultura. Sin embargo, según el mencionado periódico, esas cifras no reflejan “los 300 niños menores de dieciséis años que murieron en accidentes semejantes ni los 23.000 que sufrieron lesiones por utilizar o jugar cerca de utensilios agrícolas”.
Perdida en el mar
Durante el año 1988, los cuerpos de unas siete mil focas enfermas quedaron varados en las orillas del mar del Norte. La causa de la muerte fue un virus que producía síntomas semejantes a los de la neumonía. ¿Es culpa del hombre? Eso es lo que preguntan algunos científicos que ven que todos los años el hombre vierte en el mar del Norte millones de toneladas de desperdicios industriales, pesticidas, petróleo y cieno de cloaca. Como resultado, los “productos químicos industriales atrapados en la abundante grasa de las focas pueden debilitar su sistema inmunológico y dejarlas indefensas ante algún virus merodeador”, informa la revista The Economist. Aunque están prohibidos desde hace más de diez años, se han encontrado bifenilos policlorados en la grasa de las focas y en el agua. Sin embargo, hasta que los científicos puedan señalar una relación directa entre las muertes de las focas y los miles de productos químicos que contaminan el mar, la verdad sigue “perdida en el mar”, dice The Economist.
Llamadas costosas
Se está ofreciendo una línea telefónica colectiva compartida por varios abonados como una manera de “unir a las personas para curarlas de la soledad o como incentivo para concertar citas con desconocidos”, y las conversaciones no resultan nada baratas. Diariamente, miles de estadounidenses marcan estos números de teléfono especiales para contactar con otras personas que simplemente quieren hablar. ¿Ha tenido aceptación? “Un hombre acumuló una factura telefónica de 95.000 dólares”, dice el periódico Daily News. Sin embargo, esto no es nada en comparación con un joven de dieciocho años de Brooklyn que recibió una factura por la exorbitante cantidad de ¡152.000 dólares! Se ha informado que algunos abonados que usan esta línea telefónica colectiva han llegado a pasar más de veintitrés horas seguidas hablando con otros abonados maratonianos.
Efectos de la música fuerte
Aunque suele ser a los padres a los que les preocupa que sus hijos escuchen música a un volumen fuerte, ahora los jóvenes oyen lo mismo a otras personas: los propios músicos. ¿A qué se debe? “Cada vez son más los músicos que descubren que su oído ha sufrido daño irreversible”, informa la revista Time. El problema empieza cuando las terminaciones piliformes de las células sensoriales situadas en el oído interno se ven expuestas regularmente a ruidos por encima de los 100 decibelios (los conciertos de rock suelen rondar los 120 decibelios). La revista Time explica que “repetidos embates de rock a muchos decibelios” hacen que estas terminaciones se aplasten y “pierdan su elasticidad de modo irreversible”. Un audiólogo dijo que varias horas de música a todo volumen a través de auriculares estereofónicos equivalían a “meter la boquilla de una manguera de incendios por el oído”.
Canadá pide disculpas
El gobierno canadiense ha reconocido una página vergonzosa de su historia. Durante el fragor de la segunda guerra mundial, veintiún mil canadienses japoneses fueron acusados falsamente de traición y recluidos en campos de trabajos forzados sin poder regresar a su casa durante seis o siete años. Un editorial del periódico The Toronto Star dice que sus “casas, granjas, muebles, barcos de pesca, automóviles y demás propiedades les fueron confiscadas y vendidas muy por debajo de su valor, y las ganancias se utilizaron para sufragar los gastos de su reclusión”. Después de la segunda guerra mundial, las injusticias continuaron. En 1946 se deportó a unos dos mil canadienses simplemente porque eran de ascendencia japonesa. El primer ministro Mulroney declaró que a fin de “enmendar la situación”, el Parlamento canadiense pedía disculpas públicamente por estas injusticias y pagaría una compensación de 21.000 dólares a cada ciudadano que hubiese pasado por aquello.