Una lectora escribe sobre un artículo de ¡Despertad!
Nuestra vida con el SÍNDROME DE DOWN
EN SU número del 8 de agosto de 1989, la revista ¡Despertad! publicó un artículo sobre una niña llamada Suzy, que nació con el síndrome de Down. El artículo describía el gran amor, esfuerzo y paciencia que le mostraron sus padres, hermana y hermano. Con referencia a ese artículo, una mujer de Spokane (Washington, E.U.A.) escribió la siguiente carta a ¡Despertad!:
“Después de leer el número de ¡Despertad! del 8 de agosto, tenía que escribirles. Deseo darles las gracias por haber publicado el artículo sobre la pequeña Suzy. Siento una sensación extraña, porque en mi caso yo soy una ‘madre’ para mi ‘pequeña’ madre, y por esta razón me sentí tan identificada con la madre de Suzy. Me gustaría que todos ustedes conociesen otra de las muchas situaciones a las que algunos de nosotros nos encaramos hoy día, y que supiesen cuánto ánimo nos da todo el trabajo que hacen a fin de ayudarnos a enfrentarnos a ellas.
”El caso de la pequeña Suzy que nació con el síndrome de Down me conmovió tanto, que no pude evitar llorar. Como he conocido varias familias con este problema, siempre he sentido mucha empatía por esos niños y sus padres. A medida que leía sobre los problemas de salud de Suzy que tan difícil le hacían la existencia, lloraba por mi madre. Yo ya soy una mujer de edad —paso de los setenta años—, y he visto cómo últimamente la vida de mi madre ha cambiado por completo.
”Los primeros recuerdos que tengo de ella son de una mujer joven, bonita, que se preocupaba por los demás, amada y llena de vida. Ahora ya tiene más de noventa años. Ha sufrido varios ataques de apoplejía y he visto cómo se ha ido deteriorando su cuerpo hasta quedar desfigurado, aunque sus funciones vitales han permanecido casi normales.
”Su primer ataque apoplético fuerte la incapacitó para cuadrar sus cuentas, preparar la lista de la compra y otras cosas semejantes. En el plazo de un año esta condición había empeorado hasta tal grado que ni siquiera podía calentarse algo para tomar un tentempié o una comida sencilla.
”Un año y medio después sufrió otro ataque fuerte de apoplejía que la dejó sin movilidad, coordinación ni habla y con incontinencia urinaria. Había vuelto a ser como un bebé, y así es como yo la veía. Había que darle de comer y cambiarle los pañales como a un bebé y había que levantarla en peso de la cama y colocarla en una silla de ruedas.
”Aunque mamá no podía hablarnos para decirnos lo que pensaba, sentía o deseaba, aprendimos a comunicarnos con la mirada, y con sonrisas y lágrimas. Cuando le contaba algo interesante que había oído en el Salón del Reino de los Testigos de Jehová al que asisto, le comunicaba algún mensaje de parte de alguna de nuestras amistades del Salón o quizás le explicaba algo de especial interés que yo había leído en las revistas ¡Despertad! o La Atalaya, literalmente se le iluminaba el rostro.
”Cuando la dejaba, solían llenársele los ojos de lágrimas y me despedía con un beso flojito. Sin embargo, cuando al terminar la visita le decía: ‘Mamá son las siete, así que tendré que ir a la reunión en el Salón del Reino’, me sonreía, asentía con la cabeza y me daba un beso fuerte. Entonces me seguía con la vista hasta la puerta y, con una sonrisa, me decía adiós meneando los dedos como le había enseñado a hacer una de sus biznietas.
”Cuando ingresó en el centro de convalecencia, se aproximaban las fechas para la celebración de la víspera del día de Todos los Santos —conocida en inglés como Halloween—. Uno de los días que la fui a visitar la encontré en la sala de actividades recreativas. Había cuatro enfermos en sillas de ruedas alrededor de cada una de las largas mesas, sobre las cuales se había puesto todo el material necesario para confeccionar objetos relacionados con esa fiesta. Allí estaba mamá, sentada con la misma cara que pondría una niña de cuatro años que sin pronunciar palabra estuviese diciendo: ‘¡No quiero hacer eso, y no voy a hacerlo!’.
”Me acerqué a ella por detrás y le dije: ‘Hola mamá’, y al inclinarme para besarla en la mejilla, solté una risita (para esconder mis lágrimas) y le susurré al oído: ‘Te tienen aquí para hacer adornos de Halloween’. Girando la cabeza hacia mí, me miró con ojos picarones y sonrió. A continuación cambió su expresión por completo e hizo un gesto de total desprecio. Mantuvo esta actitud negativa cada vez que se celebraba una fiesta. Ella no creía en esas fiestas de origen pagano y, a pesar de todas sus limitaciones, permanecía fiel a sus creencias.
”Hace ocho meses sufrió otro fuerte ataque que la dejó en estado de coma y con insuficiencia renal, pero que no afectó al resto de sus funciones vitales. A los cinco días, su médico no podía creer el cambio que había experimentado. Aunque al principio no nos reconocía a ninguno, ahora, cuando la besamos, algunas veces responde presionando suavemente sus labios contra nuestras mejillas.
”Estos últimos ocho meses mi madre ha sido como un bebé recién nacido, un ser humano que está vivo y respira, pero que es incapaz de sobrevivir por sí mismo. A veces los bebés rehúsan comer, pero media hora después, dan a conocer por su llanto que tienen hambre o necesitan atención. Mamá no tiene ningún medio de hacernos saber lo que quiere o lo que necesita. Las enfermeras y los familiares hemos tenido que aprender por qué a veces mantiene el alimento en la boca durante un rato sin tragárselo. Con la ayuda del médico, hemos discernido que esto puede deberse a que está esperando eructar, ya que debido a la parálisis parcial que padece, a veces no le funcionan los músculos, y si traga deprisa antes de haber liberado el aire, se atraganta.
”Para cuidar bien de un bebé (alguien como Suzy o como mi madre), hay que aprender a hacerlo. ¡Qué afortunada fue Suzy por tener una familia que la cuidaba y amaba tanto! Nosotros también nos sentimos afortunados de que nos hayan criado unos padres tan buenos. De niños, mamá nos leía artículos de las publicaciones de la Watch Tower sobre la salud y otros muchos temas de interés para la familia. Ella me animaba a usar esa información cuando tenía que hacer alguna redacción o exponer algún tema en clase.
”Ahora se han invertido los papeles, los hijos hacemos de padres, y mamá, de niña. ¿Por qué lloré cuando leí la historia de Suzy? ¿Por qué me han venido recuerdos de mi anciana madre al leer las experiencias de la pequeña Suzy? Supongo que se debe a que me identifiqué con su madre. También sentí una repentina efusión de amor y aprecio por nuestro Padre celestial, Jehová Dios. Por su amor hacia todos nosotros ha puesto los medios para que la pequeña Suzy y nuestra madre puedan algún día, en el nuevo mundo de Dios sobre una Tierra paradisiaca, ser perfectas como Él se proponía que fuese la humanidad. (Mateo 6:9, 10; Revelación 21:4, 5.)
”Espero que algún día, en el venidero Paraíso, nuestras dos familias puedan conocerse y reunirse con otras familias que hayan vivido una experiencia como la nuestra. Quizás entonces podamos derramar lágrimas de felicidad, risa e inmenso gozo, dando gracias y alabanza a nuestro Creador, Jehová, y a su Hijo Jesucristo, nuestro Rescatador.”—Contribuido.